La aventura pende del cuello de su rival
el amor cuya
mirada se encuentra o se extravía
en los espacios
de los ojos desiertos o poblados.
Todas las
aventuras del rostro humano
gritos sin eco
signos de tiempos muertos que nadie recuerda
tantos rostros
hermosos tan hermosos
ocultos por
las lágrimas
tantos ojos
tan seguros de sus noches
como amantes
que mueren juntos
tantos besos
al abrigo de la roca y tanta agua sin nubes
apariciones
surgidas de ausencias eternas
todo era digno
de ser amado
los tesoros
son paredes con sombra ciega
y el amor está
en el mundo para olvidar al mundo.
Paul Éluard. De
Défense de Savoir, 1928.
Versión de
Aldo Pellegrini