Rainer Maria Rilke nació en Praga en 1875, en tiempos
en que la región de Bohemia formaba parte del Imperio Austrohúngaro, y murió en
Suiza en 1926.
Es considerado uno de los poetas más importantes de la
literatura universal y el más influyente en lengua alemana durante la primera
mitad del siglo XX.
El libro Cartas a un joven poeta, publicado por
primera vez en Leipzig en 1929, recopila las diez cartas que le escribió, entre
1903 y 1908, al poeta y novelista Franz Xaver Kappus, por entonces cadete del
ejército austrohúngaro. En ellas, Rilke reflexiona ante su joven lector acerca
de la literatura, la poesía, la creación artística, la vida y la muerte.
Aquí, un fragmento de la primera de esta serie de
cartas, escrita en París y fechada el 17 de febrero de 1903 💬
Muy estimado señor:
Su carta llegó a mí hace unos pocos días. Le agradezco
su gran y afectuosa confianza. Apenas soy capaz de algo más. No puedo entrar en
consideraciones sobre la índole de sus versos, porque me es del todo ajena
cualquier intención de crítica. Y es que, para tomar contacto con una obra de
arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el
cual todo se reduce siempre a unos equívocos más o menos felices. Las cosas no
son todas tan comprensibles ni tan fáciles de expresar como habitualmente se
nos quiere hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos son imposibles de
expresar. Suceden dentro de un recinto donde nunca ingresó palabra alguna. Y
más inexpresables que cualquier otra cosa son las obras de arte: seres llenos
de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que pasa y muere, perdura. Dicho
esto, sólo queda por añadir que sus versos no tienen aún carácter propio, pero
sí unos brotes silenciosos y tranquilos que están despuntando, dando inicio a
algo personal. Donde más claramente lo percibo es en el último poema: “Mi
alma”. Ahí hay algo propio que ansía manifestarse, anhelando tomar voz, forma y
melodía. Y en los bellos versos “A Leopardi” parece brotar cierta afinidad con
ese hombre tan grande, tan solitario (…).
Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta
a mí, como antes se lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las
revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando
ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien -ya que me permite
darle consejo- le ruego que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia
fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede
aconsejar ni ayudar. Nadie. No hay más que un sólo remedio: entre en usted
mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que lo impulsa a escribir. Averigüe
si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a
su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya
no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más
callada de su noche: “¿Debo yo escribir?”
Parte del texto citado fue extraído de CASA DE LETRAS 👈
Traducción de Rilke por: Sebastián Robles.
👉 CARTAS A UN JOVEN POETA (1929)