un hombre me para en la calle
asegura
que es posible medir la cantidad exacta de llanto
la
cantidad exacta de líquido
evacuado
encima
de
las marcas de la cara
soy
astrofísico dice
todas
las cosas son medibles
yo
pienso
en
los temblores bajo las sábanas mientras me escondo
de
ese ruido en la ventana
que
sí existe y en los sustantivos
(anuncios
siempre inestables)
de
la clase de inglés:
contables
incontables
objetos
fácilmente
sustituibles
de
uso regular
sin
mayores méritos
nunca
alcancé a descifrar esa obsesión
por
la supuesta maravilla oculta
de
las cantidades
tardo
un buen rato en darme cuenta
de
que la astrofísica
estudia
las propiedades de un cuerpo celeste y no
su
longitud
tardo
un buen rato en darme cuenta
de
que estoy dormida
abiertas
las manos sobre una foto en la que luzco
como
de cinco años
para
algo debió prepararnos la infancia
o
bien para montar la obra o bien para aguantar
con
una mínima entereza
ese
rigor sanguinario
de
la cuarta pared
mi
infancia no se molestó tanto
no
me preparó para entender
porqué
Scully cobraba menos que Mulder
ni
porqué la nube
el
big data
o
las criptodivisas
me
encontré
ya
entrada en edad
colocando
en todos los CV la abreviatura de un nombre
ningún
idioma aprendido
y
arrancando de las paredes sudores
voces
manos
visiones
precipicios
lenguas
colores
gemidos
bocas
deseos
después
de diecinueve meses salgo de casa
en
la puerta está parado el hombre
todas
las cosas son medibles dice
excepto
el modo
en
el que no somos amadxs
el
hombre no se mueve
yo
abro el aire con los brazos
y
avanzo
porque
no importa cuánto duela
hay
que avanzar