junio 27, 2021

ACERCA DE «LÍMBICA»


Dice la bookstagrammer Gisela Paggi acerca de Límbica (El Taller Blanco, 2021):

 

👉 Qué poder tiene la poesía. Es capaz de llena todos nuestros espacios y de abrir agujeros.

El libro de Vanesa Almada Noguerón nos spoilea: Límbica: empieza y termina con la misma palabra. Una de esas con un peso desolador, tan corta como arrolladora: no.

👉 La negación es vida y reinvención. De ella pueden nacer todas las palabras del mundo. Detiene el tiempo. Esconde metáforas.

👉 Con una poesía que explota en nuestras caras, que es un canto de cuarentas por momentos y una tímida revelación a veces, Límbica es la voz desnuda, sin parafernalia, de una poeta que aún tiene mucho para decir, que no se queda en los lugares comunes y que, con su sutil uso del lenguaje, es capaz de dar vida a los poemas más bellos y ricos, siempre hermanados con su paisaje, testigo de lo cotidiano.




junio 21, 2021

«QUIEN NACE PARA LA TORMENTA / NO SOPORTA LA LLOVIZNA»

  

Inmensamente agradecida con Jimena Arnolfi Villarraza por esta entrevista tan humana, por su poesía maravillosa y por dejarme entrar un ratito a su Campamento de supervivencia 😊

 

 

👉Hablemos primero de poesía: ¿Cómo llegaste a ella y de qué manera cruza por tu vida hoy?

 

Cuando era chica, mi papá me contaba cuentos. Mi mamá me llevaba de excursión a la librería y para mí era el mejor plan. También recuerdo con cariño a mi tío abuelo Israel que me hablaba de poesía. Vivíamos en distintas provincias y nos mandábamos cartas. Una vez él me mandó todos sus poemas en un sobre papel madera. Yo tenía unos 12, 13 años. Esa fue la primera vez que me di cuenta que la poesía podía ser muy importante en la vida de una persona. Y así fue desde muy temprano para mí. Todos los días leo poesía. Todos los días me acuerdo de algún poema. Y a veces, escribo.

 

👉Campamento de supervivencia es un libro atravesado por tu experiencia durante el embarazo, pero también – como el título nos anticipa – por la condición de «superviviente». ¿Cómo fue ese proceso de escritura y cuál pensás que es hoy el lugar de la poesía en un escenario en el que – hoy más que nunca – sobrevivir es, en cierto modo, una forma de resistencia?

 

Cuando me enteré que estaba embarazada, pasé un tiempo sin poder reaccionar. Cuando lo logré, empecé a escribir para ponerme al día conmigo misma y para dejar constancia de la transformación. Ahora se me viene a la cabeza ese poema de Viel: “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”. El cuerpo como un campo de información desconocida. Después el parto, el cuerpo roto, nuevo, extraño. Y seguí escribiendo durante el puerperio. Pasaba mucho tiempo sola con mi bebé. El libro habla de esa desesperación. Pero también nos pasaba algo más. Siempre pasa algo más. Los poemas no sólo hablan de la maternidad. Pero sí: Con una mano sostenía a mi hija y con la otra escribía. Creo que muchas veces el poema que se refiere a esa escena se lee desde una perspectiva de maternidad romantizada, edulcorada. Y no es lo que yo pensaba ni sentía al momento de escribir. A mí me resultaba terrible escribir con una mano y sostener a la cría con la otra. Cualquier persona que tuvo que cuidar la vida de una persona recién nacida sabe que todo se vuelve una tarea imposible.

Esa escena de ese poema, me hace pensar en los malabares que hacía. No tenía otra opción. Escribí porque no supe hacer otra cosa con lo que me pasaba. Pasé casi dos años sin dormir de corrido. Por supuesto que hubiera preferido tener mi espacio, mis momentos para conectar con otra cosa. Pero no fue lo que me pasó. Me pasaba que, al vivir en un lugar muy solitario, en una casa rodeada de monte, en las afueras de la ciudad de Gualeguaychú, abría la puerta de mi casa y seguía estando sola con una cría en medio de la naturaleza. Y vivir en medio de la naturaleza es hermoso, pero también puede ser muy difícil. Y más teniendo una bebé. Me sentía sola en medio de un campamento. El puerperio se siente así muchas veces. Estás en un campamento, con todo tirado alrededor, todo a mano, por las dudas. Cuando titulé el libro fue en ese sentido: vivo la maternidad como un campamento de supervivencia.

En paralelo a mi situación de puerperio, durante el tiempo de la escritura (2017-2019), en Argentina, todas las semanas había motivos para marchar y tomar la calle. Fueron muchos días que vivimos en peligro. Y, por otro lado, lo que decís. El libro se publicó recién este año, en pandemia, cuando sobrevivir es una tarea diaria. La poesía también puede ser una herramienta de supervivencia. Alejandra Pizarnik anotó en sus diarios que un libro puede ser una casa donde entrar a guarecerse. Algo así, un refugio.

 

No se pierdan la entrevista completa en 👉 LIBEROAMÉRICA

 

 

ES VERDAD

 

Con asombro admiramos los colores

que ofrecen los árboles cada día.

Sabemos lo que nos sorprende.

 

Mi hija mira por primera vez

y transforma el paisaje,

da vuelta el mundo.

Ahora todo existe

de otra manera.

 

Este es el estado

de poesía permanente.

 

De Campamento de supervivencia (Caleta Olivia, 2021)

 

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Jimena Arnolfi Villarraza (Buenos Aires, 1986). Publicó las plaquetas Metafísica (La Fuerza Suave, 2015), Defensa Personal (Nosotros Editorial, 2018) y Dos poemas (Ediciones Arroyo, 2019), y los poemarios Todo hace ruido (Pánico el pánico, 2013), Hay leña (Caleta Olivia, 2017) y Campamento de supervivencia (Caleta Olivia, 2021). Participó en las antologías poéticas Otros colores para nosotras. Poesía contemporánea de mujeres argentinas (Ediciones Continente, 2018), Antología Federal de Poesía (CFI, 2018), Martes Verde (Edición Federal, 2018), El trabajo y sus historias (CTA Ediciones y Editorial de la Comarca, 2019) y Flotar: 100 poemas sobre ríos / 100 poetas argentinxs (Camalote Ediciones, 2021), entre otras. Conduce #RadioCuaderno y edita el Blog El poema del momento.


junio 13, 2021

AULLAR SIN RUIDO

 

Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado.

Un libro abierto también es la noche.

Estas palabras que acabo de pronunciar me hacen llorar, no sé por qué.

Escribir a pesar de todo pese a la desesperación. No: con la desesperación. Qué desesperación, no sé su nombre. Escribir junto a lo que precede al escrito es siempre estropearlo. Y sin embargo hay que aceptarlo: estropear el fallo es volver sobre otro libro, un posible otro de ese mismo libro.

 

 

Marguerite Duras. Escribir [fragmento] (Barcelona, 1993). 

Traducción de Ana María Moix. 

#díadelxescritorx


junio 11, 2021

¿ERA YO EL QUE REGRESABA?


Fui al río, y lo sentía

cerca de mí, enfrente de mí.

Las ramas tenían voces

que no llegaban hasta mí.

La corriente decía

cosas que no entendía.

Me angustiaba casi.

Quería comprenderlo,

sentir qué decía el cielo vago y pálido en él

con sus primeras sílabas alargadas,

pero no podía.

Regresaba

- ¿Era yo el que regresaba? -

en la angustia vaga

de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.

De pronto sentí el río en mí,

corría en mí

con sus orillas trémulas de señas,

con sus hondos reflejos apenas estrellados.

Corría el río en mí con sus ramajes.

Era yo un río en el anochecer,

y suspiraban en mí los árboles,

y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.

Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

 

 

Juan L. Ortiz; «Fui al río», en El ángel inclinado, 1937.

 

junio 10, 2021

BAJAR EL VOLUMEN

 

MI VULNERABILIDAD

 

Escribo en una oficina,

mirando a mi jefe con seguridad.

Guardo todos los archivos,

digo, una y otra vez, “Estoy bien, gracias”.

Camino por un pasillo con un tubo de luz amarillento

y de bajo consumo

sobre mi cabeza.

Mañana me van a despedir

o voy a ser bulliada,

o acosada.
  

La frase inspiradora de mi taza dice que hoy fue bueno,

pero mañana va a ser mejor.

 

Mi jefe no quiere que sea fuerte como él,

pero después de haberme tenido que reconstruir,

una y otra vez,

ya sé que nada es más fuerte que la vulnerabilidad.

 

Algunas veces,

solo quiero darme un beso

en mi propia frente

antes de quedarme dormida.

 

 

MI FINAL

 

El final es el corazón de los versos.

Es el arte de bajar el volumen.

Si el espectáculo valió la pena,

deberías estar de alguna forma involucrado:

porque ahora somos amigos,

despidiéndonos.

 

Espero ser más que una hoja gris de la calle,

caída y pisada,

y a punto de dejar de ser visible en tu vida.

 

Esto es el final.

Adiós.

 

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Gaby Sambuccetti (Buenos Aires, 1986). Escritora, licenciada en Escritura Creativa (Brunel University) y profesora de Literatura (Argentina). Actualmente, se encuentra cursando un MA de Literatura y Cultura Latinoamericana en King’s College (Londres). Directora y fundadora de la organización La Ninfa Eco (Latam, Europa, USA y Reino Unido). Es autora de Al nudo lo que nos quitó (De los cuatro vientos, 2012), Los vidrios aman quebrarse (Baobab, 2012) y The Good, the Bad & the Poet (El ojo de la cultura, 2020). [Biografía Completa en LA NINFA ECO]