X / X



EQUIS TAL QUE EQUIS


entreVistas, reSeñas, notAs, crÒnicas, eNsayos, comentArios:

cosas de las que no se escapA.





«el escÁndalo teMblaba / raYado comO una cEbra»

Hay un poema muy breve de Emily Dickinson que dice: “a word is dead / when it is said / some say / I say it just / begins to live / that day” (dicen algunos / que una palabra muere / cuando es dicha / yo en cambio opino / que comienza a vivir / justo ese día). Entrar en ese espacio donde el poema –con sus palabras, significaciones y conceptos– habilita la posibilidad de la vida, del comienzo, de un abrirse paso entre lo otro, que ahí está pavoneándose pero que de algún modo ahoga u oprime, es lo que nos ocurre cuando ingresamos en la lectura de Entre los juncos y la baja tarde / Seguido de La mudanza (CEPES, 2022), de Fabián O. Iriarte*.

Como guiándonos por una especie de “escalada poética”, que va desde lo general hacia lo individual, desde lo despreocupado y meramente descriptivo hacia lo inquietante e incluso, muchas veces, intempestivo, el yo que habla en estos poemas nos va advirtiendo sobre ese proceso metamórfico que va a atravesarlo durante todo el recorrido: “paso subterráneo por lugares / cambio de fases a menudo” (p. 17), previene.

No parece arbitrario, entonces, que el autor haya elegido un período bastante amplio de tiempo para transitar ese camino que busca conducirnos, poco a poco, en dirección a lo allí proyectado: 2010-2021 para Entre los juncos… | 1994-1999 para La mudanza.

Y, por supuesto, tampoco resulta para nada azaroso que parte del título del libro sea uno de los versos más recordados de Federico García Lorca, aquel del poema “De otro modo": “llegan mis cosas esenciales / son estribillos de estribillos / entre los juncos y la baja tarde / ¡qué raro que me llame Federico!”

En relación a esto, y de acuerdo con lo que señala el poeta Enzo Cárcano en la contratapa, resulta idóneo decir que, en efecto, algunos poemas de este libro proponen un diálogo formal y continuado con la tradición, reflexionando sobre lo estrictamente poético y citando de manera explícita versos o fragmentos de Emily Dickinson, Néstor Perlongher, Pedro Lemebel, José Cibrián, Gertrude Stein o el ya nombrado Federico.

Se introduce, no obstante, dentro de ciertos textos, una inquietud temática que parece asomar en función de un pronunciamiento más cercano a lo militante, al discurso de la resistencia, donde se exploran territorios que tienen que ver con aquello que injusta o arbitrariamente ha sido condenado por los cánones sociales –como lo es, específicamente, el deseo homosexual. Así, la voz silenciada de lxs reprimidxs y lxs perseguidxs se hace oír desde los cimientos mismos del viejo Stonewall: “Escuché una lluvia de pesadas monedas cayendo sobre los canas. Rivolta omosessuale! (…) El orden fue restaurado. Trece fueron arrestadas y arrestados.” (p.57)

Siguiendo esta línea, si tomamos los poemas numerados del I al V, del apartado “La máquina de fruta” (pág. 25), nos encontramos con que mencionan algunos datos tomados del libro Men in the Shadows, que el periodista canadiense John Sawatsky recopilara sobre la Royal Canadian Mounted Police (RCMP) y sus particulares y siniestros métodos de “espionaje”. Nos cuenta ese yo que habla que “era una cámara suspendida de una polea / el sujeto debía sentarse en una silla / similar a la de los consultorios de los dentistas”, “su propósito era detectarlos entre los empleados del gobierno canadiense, para echarlos de sus puestos”, “en teoría, la fotografía de un desnudo masculino causaría que las pupilas de un homosexual se expandieran”. La condición fáctica de estos fragmentos pone a lx lectorx en un estado de alerta, de predisposición, para luego ser exhortadx, en otro poema de más adelante, a tomar cartas en el asunto: “Todo se puede cuestionar. Todo se puede cuestionar. Our asshole is revolutionary. Es la historia pasada y es la historia que hacemos. Que escribimos. Que seremos.” (p. 57)

Desde luego, el conjunto de estos poemas cohabita con otros vastos recursos de los que el autor hace uso: la introducción de lo académico, la convivencia entre lo popular y lo clásico, la utilización del primer verso como continuación del título o, incluso, el empleo de versos que corresponden a un poema ajeno y que vienen a cumplir la función de título: “el escándalo temblaba / rayado como una cebra” (pág. 103).

Es cierto que podríamos anotar, analizar o desglosar una cantidad casi infinita de cuestiones acerca de la poesía de Fabián O. Iriarte, acerca de este libro en particular, de sus convergencias, sus múltiples registros o sus maneras de operar dentro de cada texto (está claro que no basta con apenas una tímida reseña). Nos excede, sin embargo, esa amplitud abrasiva de la primera lectura, que nos pone frente a frente con una escritura atenta, cultivada y exquisita que, además de cautivar, proclama y documenta. Y, retomando también lo apuntado más arriba, es justo decir a estas alturas que las palabras están muy lejos de “morir” cuando son dichas. Las palabras, por el contrario, viven o, mejor aún, dan vida cada vez que las pronunciamos, escribimos, interpretamos o reproducimos. Las palabras, citando al autor que aquí nos convoca, “se disponen en ejército las palabras no / pueden contra su fuerza las palabras necesitan de la luz” (p. 101).  

 

 

*Fabián O. Iriarte nació en Laprida, provincia de Buenos Aires, en 1963. Es escritor, poeta y docente. Es doctor en Humanidades por la Universidad de Texas. Recibió los premios Alfonsina (2004), Osvaldo Soriano (2006), Casa Museo Olga Orozco (2013), Lobo de Mar (2015) y Baltasara Editora (2017). Entre sus últimos libros de poesía se cuentan Litmus test (2013), El punto suspensivo (2014), Las causas del desconcierto (2016), Sópola temprar (2017), Al comienzo era sólo un murmullo (2017), Pocas probabilidades de lluvia (2021) e Ileso no saldrás (2022).

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«¿se suPone quE es así comO se siEnte el fuTuro?»


La primera vez que coincidimos en persona con Gustavo Yuste* fue en un Festival de Poesía Joven, en Buenos Aires, harán unos seis o siete años. Aquella vez me regaló Tendido eléctrico, un pequeño libro-objeto de tapa azul, que vino a marcar el camino de una gran admiración.

Claro que la vida fue estirando ese camino de encuentro, lo fue curvando. Pero siempre dejando el espacio, ese micro pasillo de confluencia por donde hacerse paso. 

Nunca dejé de leer a Gustavo porque su poesía tiene – en todo su recorrido – algo de enredo personal, un grado más de implicación, un recuerdo episódico y presuntamente ajeno que terminamos haciendo propio porque sabemos que de algún modo nos contiene, nos lleva dentro como protagonistas o como antagonistas, aunque sin nombrarnos ni hacernos parte explícita de su cosmos individual.

Así llegué a Accidentes del ánimo, un libro recopilatorio publicado por la editorial argentina de poesía Santos Locos, en 2021. Y, como no podía ocurrir de otra manera, este libro tiene todo lo que imaginaba y mucho más (por supuesto que mucho más).

Accidentes… pone a funcionar ese tono íntimo y personal del día a día dentro de un espacio textual que cohabita – quizás sin proponérselo – con una ilusión de vida mediada por un pasado que “apremia”, un oxímoron obligado que viene a entrelazar aquello que ya pasó con aquello que también está pasando y con aquello otro que, inminentemente, puede pasar en cualquier momento: «el equipo del que somos hinchas / volvió a perder / en las próximas elecciones es casi seguro / que no llegamos ni al ballotage / y la serie que veíamos / no va a tener nuevas temporadas / por problemas de presupuesto» (p. 95).

Yuste no impone un ritmo de lectura, ni plantea necesariamente un orden fijo de sentido. No lo hace en este libro y no lo hace tampoco en ninguno de sus poemarios anteriores. Más bien invita a explorar de un modo aleatorio esa convergencia familiar y bondadosa entre palabra e imagen. Como un miniaturista medieval, materializa un momento circunstancial de confianza y decanta sobre lxs lectorxs esa sensibilidad que produce siempre el detalle escrupuloso de las cosas, lo reflectante y lo colectivo: «sobre el pasto de la plaza enrejada / las personas con sus ropas de trabajo / se sientan a tomar sol y escuchar música / durante la hora del almuerzo» (p. 87); «el día después del temporal / todos siguen con sus vidas / como si nada hubiera pasado» (p. 103).

Lo que se busca es adoptar la revelación de lo evidente en tanto modo de vivir, de sentir la vida en el cuerpo. Mostrar, como en un tríptico, pre-sentimiento, sentimiento, y post-sentimiento. Pisotear el presente y apretar fuerte con una mano el pasado, pero sin dejar de mapear con la otra eso que sabemos bien que ya viene, eso que ya casi está llegando. En composé con el epígrafe inicial (acertada frase de la canción interpretada por la banda inglesa Pulp): «¿se supone que es así como se siente el futuro?».

Este libro se arma y se desarma, se despieza y se convierte en otros 5 libros: Boleros accidentados (inédito), ¿De qué sirve un puente que no se usa? (plaqueta digital), Lo que uso y no recomiendo (Modesto Rimba, 2018), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017) y Bonus Tracks (Fantasma Edita, 2019).

La evocación de la infancia, la convocatoria reincidente del desengaño, el movimiento cotidiano – a veces favorable, a veces dañino – de las cosas: los poemas de Accidentes del ánimo se desplazan por esa convivencia, como si todo eso que estuviera diciendo el poema viviera de manera consciente debajo nuestro, como si algo desconocido dentro de ese sistema poético nos dejara aferradxs a sus entramados de nostalgia, imposibilitadxs – una vez más – de poder tomar cualquier distancia solicitada.



*Gustavo Yuste (Buenos Aires, 1992). Licenciado en Ciencias de la Comunicación, periodista cultural, escritor. Cofundador de la revista digital La Primera Piedra. Publicó Obsolescencia programada (Eloísa Cartonera, 2015), Tendido eléctrico (Objeto editorial, 2016), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017), Lo que uso y no recomiendo (Modesto Rimba, 2018), Personas que lloran en sus cumpleaños (Paisanita, 2019), La felicidad no es un lugar (Santos Locos, 2020), El viento trae noticias (Entre Ríos Ediciones, Madrid, 2020) y Accidentes del ánimo (Santos Locos, 2021).

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«he venidO hastA aQuí / para sOñar en otRo idioMa» 


«En todo este silencio, ¿cómo se existe?» La pregunta resuena dentro de la página como un loop amplificado que desglosa sobre nosotrxs toda su potencia para cohabitarnos, sin esperar siquiera un esbozo de respuesta. Y es que Ingrid Bringas* (Monterrey, 1985) nos interpela voraz y casi empíricamente en Frontera Cuir (UAEMex, 2021), demandándonos un vínculo intemperante con aquello que – ya desde de la portada – vamos a empezar a experimentar.

El término inglés «queer» («cuir», en la fonética española) – que designa o agrupa los conceptos relacionados con la identidad sexual o la expresión de género de las personas, y que se usaba originariamente para denominar de forma peyorativa a gais y homosexuales – adquiere dentro de Frontera… una pulsión rotunda y vigorizada de empatía y de autoconciencia, circunscripta al espacio textual y a los hilos conductores que mapean todo el libro.

«But for a boy to look a girl is degrading / cause you think that being a girl is degrading» («pero para un chico parecer una chica es degradante / porque creen que ser una chica es degradante»), anuncia la letra post 2000 de la reina del pop, que viene a funcionar al mismo tiempo como epígrafe y como teaser anticipatorio en el poema «XY», el cual – a su vez – inaugura la obra. Sobre la mesa empieza a colocar Ingrid una estructura poética inquietante, por fuera de lo institucionalmente esperado, que deconstruye, por un lado, la existencia y persistencia de las identidades estigmatizadas (sobre todo aquellas que tienen que ver con la cultura LGBTIQ+, históricamente marginal, periférica y arbitrariamente vapuleada) y moldea, por otro, un nuevo modo de poner en foco el verso que denuncia, que revela, que expone y que reclama.

Lxs desplazadxs, lxs indocumentadxs, lxs analfabetxs, lxs «porno», los cuerpos flotantes, lxs que mueren sin identificación, los telediarios, los suburbios, los platos sucios: protagonistas inmóviles de una Sudamérica que duele, un trozo de tierra social y culturalmente lacerado que – todavía para muchxs – no deja de rozar lo «deforme e inequívocamente grotesco».

A la orden del día proyectarán su presencia el bullying, los discursos xenofóbicos y todo tipo de violencias verbales y físicas, desplegando un sinfín de implicaciones comportamentales por fuera y por dentro del texto. «Habrá quien se lave las manos / cuando dos mujeres bailan (…) / cuando dos mujeres bailan / tecno-cholitas / el mundo las mira / a través de sus calles sobrepobladas / left-right / left-right // el carnaval de Oruro en San Francisco / dos mujeres bailan y todo arde» (pp. 23,24); «tengo derecho a ser este monstruo / que es parte de los telediarios / de los que mueren sin identificación / de las estadísticas / de los rostros cuir» (p.43): el reto que propone la autora está centrado en la reflexión profunda de estas cuestiones, sin desviar la atención de aquello que va tensando finamente la arquitectura poética del libro, sus recursos, sus giros lingüísticos, sus modos metonímicos o sus patrones forzosos de repetición.

«Siempre es tarde para el cuerpo propio o el deseo de ser otro cuerpo o la sombra apenas del deseo» (p. 50). La hipótesis de un sistema binario de géneros sostiene de manera implícita la idea de una relación mimética entre género y sexo, en la cual el género refleja el sexo o se encuentra limitado por él. Cuando la condición construida del género se teoriza como algo completamente independiente del sexo, el género mismo pasa a ser un artificio ambiguo, con el resultado de que los términos hombre, masculino, mujer y femenino pueden aludir tanto a un cuerpo de mujer como a uno de hombre.

En términos de Judith Butler, «si el género es los significados culturales que acepta el cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un género únicamente sea producto de un sexo. Llevada hasta su límite lógico, la distinción sexo/género muestra una discontinuidad radical entre cuerpos sexuados y géneros culturalmente construidos. Si por el momento presuponemos la estabilidad del sexo binario, no está claro que la construcción de “hombres” dará como resultado únicamente cuerpos masculinos o que las “mujeres” interpreten sólo cuerpos femeninos». Además, - agrega – aunque los sexos parezcan ser claramente binarios en su morfología y constitución (lo que tendrá que ponerse en duda), no hay ningún motivo para creer que también los géneros seguirán siendo sólo dos.

Extrapolado a la poesía de Ingrid, cualquier clasificación de individuos en categorías fijas y universales resultaría infructuosa, puesto que el género y la sexualidad – como derechos humanos fundamentales y básicos – nada tienen que ver con la naturaleza biológica que nos ha tocado en suerte. Y ese juego mordaz que ocupa los cuerpos de estos poemas, se relaciona de forma directa con la realidad abusiva y opresiva que el androcentrismo, el racismo, la homofobia y la xenofobia han puesto sobre la espalda de Sudamérica durante décadas.

El transgénero, la lesbiana, el «sudaca»: condiciones de dignidades marginales, blancos de manual dentro de una sociedad errónea y falsamente europeizada, que busca en lx diferente la justificación de su egoísmo, su codicia in crescendo y su miseria. Una realidad, en suma, que nos sumerge en escenarios harto conocidos, y que encuentra su máximo esplendor en poemas como «Miss Cholita Trans»: «Miss Cholita Trans así le llaman / a veces buscando medicamentos caducos en las bolsas de basura (…) / Mis Cholita transita el cuerpo de un hombre / entre lo cutre de la tarde / sin papeles, Miss Cholita / donde lo último que le preguntan es el nombre» (pp. 33,34) o «Qharimacho»: «sin papeles / sin geografías / sin tablas / apenas la noche oscura / frente al tocador antiguo un cuerpo que no es tu cuerpo» (p. 35).

La tensión persiste e insiste. A lo mejor, entonces, deberíamos considerar seriamente aquello de que «la heterosexualidad puede no ser en absoluto una “preferencia”, sino algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y mantenido a la fuerza», que alguna vez predijo Adrienne Rich, o aquello de que – citando a la autora que aquí nos compete – «para ser lo que se quiere ser es preciso abandonarlo todo / convocar la lucidez en pleno desastre» (p.29).

 

*Ingrid Bringas (Monterrey, México, 1985). Poeta, escritora. Su obra se encuentra incluida en diversas antologías nacionales e internacionales. Publicó: La Edad de los Salvajes (Editorial Montea, 2015), Jardín Botánico (Abismos Casa Editorial, 2016), Nostalgia de la luz (UANL, 2016), 1000 watts de amor electrónico (Yerba mala Cartonera, 2016), Objetos imaginarios (Pinos Alados, 2017), Flechas que atraviesan la espesura de la noche (Liberoamérica, 2020) y Frontera Cuir (UAEMex, 2021; XV Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada).

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  «la marcHa del orgullO es una fuSión de fuerZas» 


Entrevista a Ignacio Mendía. Realizador en Artes Visuales. Actor, performer, profesor de Medios Audiovisuales, activista LGTBIQ+. Trabaja con video-instalaciones, proyecciones híbridas, gráfica alternativa y poesía visual. Reside en la ciudad de Mar del Plata y forma parte del comité organizador de la Marcha del Orgullo MDP. Organiza y coordina Varieté Queer, ciclo de arte, poesía, fotografía y diseño.

 

👉Ignacio, ¿de qué manera cruzan tu vida el arte y la poesía? ¿Cómo llegaste a ellos? 

Desde muy chico el arte resultó ser para mí una herramienta de escape. Siempre fui un bicho raro, con dificultad para hacer nuevxs amigxs, y tengo recuerdos de pasar muchas horas jugando solo, inventando historias. Me gustaba cantar, pero siempre me dijeron que desafinaba. En la escuela primaria había un coro y creo haber insistido durante tres años para ingresar sin logros. Recuerdo que, finalizando séptimo grado, existía la costumbre de hacer rotar los diarios entre compañerxs, y allí todxs escribían o dibujaban anécdotas y mensajes con respecto a la etapa que comenzaba a finalizar. Y se dio el caso de que escribí en el diario de mi compañera de banco muchas hojas en las que solté un vomito de sensaciones y emociones, que llamaron la atención de su mamá, y se armó flor de quilombo. Me mandaron al psicólogo, ya que en ese vomito quedaba evidencia de una profunda tristeza, producto del bullying que venía sufriendo. Tuve conversaciones extensas con papá, quien me pidió que no escribiera, pero a la vez mi abuelo me regaló una lapicera Parker. Así que fue así como comencé: escribiendo. Luego, en la secundaria, me acerqué al taller de teatro, que me cobijó y me permitió explorar mi sensibilidad libremente. Y al finalizar me inscribí en la Escuela de Artes Visuales Martín A. Malharro, en la cual cursé y terminé la carrera de Realizador en Artes Visuales.

 

👉Contanos todo lo que hay que saber sobre Varieté Queer y Las Tías Put@

Quizás antes de hablar de la Varieté, debería contarles acerca de Las Tías Put@. Somos tres artistas amigos: Sergio Colavita Lacoste (autodidacta, artista visual de carácter intenso e instantáneo, apasionado por la costura y experimentado ambientador), Diego Federico Klehr (artista conceptual, actor y poeta de la República de Lugano) y yo, un performer híbrido. Hace ya un tiempo, cada vez que nos juntábamos en reuniones, sacábamos chispas, incitando al desborde de juegos, provocando que todxs nuestrxs amigxs sacaran a relucir sus brillos y alegrías, musicalizando y coreografiando las fiestas. Nuestra primera intervención en público fue como anfitriones de “CENTINELA”, una muestra individual de Sergio Colavita Lacoste, en Casa Yakuzi (Mar del Plata, 2016). Aunque en ese momento aún no estábamos constituidos como triada. La segunda aparición fue en un festival erótico en la ya desaparecida Casa Falucho, semi desnudos y dragueados, recitando breves poemas y danzando entre la gente. Luego decidimos juntarnos para ir a Marchar. Nos vinieron a buscar para subir a la carroza donde viajaban los referentes organizadores de la Marcha en Mar del Plata. Terminamos en el cierre de la Marcha flameando la bandera sobre el escenario. Allí notamos que nos querían, que nos deseaban, prácticamente sin conocernos, sin tener certezas de aquello que nos constituía como artistas. Notamos que en el contexto de la Marcha era difícil difundir lo que hacíamos en las muestras, que había mucha gente que no conocía nuestro trabajo como artistas visuales. Pensando entonces en la manera de insertar este aspecto, y en incorporar signos y símbolos propios de la ciudad, nos surgió la idea de realizar el tan característico “Trencito de la Alegría”, como una alternativa de carroza, celebrando la empatía, el amor y el respeto. Tal como esperábamos, el trencito atrajo artistas, amigxs y a muchas personas autoconvocadas. Con el objetivo de realizar acciones que propusieran repensar el lugar de las mujeres y de las diversidades en la escena cultural contemporánea, fuimos convocadxs el pasado mes de marzo para participar del ciclo “El aullido de les perrxs”, en el Museo Mar. Allí presentamos por primera vez «Sin tías no hay paraíso», un recorrido ágil, divertido, desestructurado y con una mirada mariconeada de nuestras muestras. En ese momento, de hecho, la muestra «El orden y el accidente», de artistas visuales marplatenses, nos despertó una serie de preguntas con respecto a la mirada queer del arte local. Podría decirse que allí nació la necesidad de rastrear en la historia las referencias de un arte disidente de la ciudad de Mar del Plata.

Y con respecto al ciclo Varieté Queer, consideramos importante y necesario crear un nuevo espacio de encuentro motorizado desde la C.O.M.O. (Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo). Debido a que la Marcha suele concentrar un montón de energías en un único día, creemos que posibilitar otros encuentros a lo largo del resto del año, ayudaría a consolidar los lazos creados en dicho evento. Así se pensó organizar este ciclo de encuentros – que esperemos se consolide – en el cual se empiece a dar lugar a una promoción más fortalecida de la actividad artística de los artistas LGTBIQ+ de la ciudad de Mar del Plata, y que sirva también como un lugar que posibilite el encuentro de las nuevas generaciones, una especie de escuela o espacio de formación alternativo. Mostrar otras posibilidades de desarrollo de las diversas identidades que conforman el colectivo, esa es la meta fundamental.

 

👉¿Cómo vivís el fondo y el trasfondo de la Marcha del Orgullo este 2021? ¿Qué significa para vos, para el colectivo LGTBIQ+ y qué pensás que falta todavía para alcanzar los objetivos pendientes?

En primera instancia, tomar conciencia de que detrás de la organización de la Marcha siempre hubo y hay personas. A través de «el Duke» (Javier Moreno Iglesias, por aquel entonces presidente de AMADI) nos enteramos de que había reuniones abiertas que se habían conformado previas a la Marcha, y allí fuimos a ver de qué manera podíamos participar y pensar formas de insertar nuestras inquietudes como artistas, así como también aportar al fortalecimiento de la «pata cultural» del evento. Asimilar que debíamos y podíamos participar como protagonistas, entendiendo que era posible establecer nuestra base de resonancia. Capitalizamos entonces que dentro de la organización había núcleos muy diversos de acción: agrupaciones políticas, barriales, autoconvocadxs, y que todxs tenían voz y voto en las decisiones y debates acerca de las consignas por las que efectivamente se marchaba cada año. Asumimos roles y compromisos con respecto a la organización de un evento que a lo largo de los años ha crecido en popularidad, poder de convocatoria y magnitud. Nos propusimos entender el marco de la Marcha como un elemento posible al diálogo y una fusión de fuerzas, tratar de asimilar y crear empatía en la diversidad – ya de por sí compleja – y tomar conocimiento de las problemáticas que atraviesa cada una de las minorías que conforman este colectivo. Lejos de destacar las diferencias, lo que se busca es aunar esfuerzos. Y entender también ese espacio como un lugar de deconstrucción y de reeducación, en función de un reconocimiento humano, para garantizar que ningún derecho sea vulnerado y exigir una calidad de vida mejor para todes.

 

👉Hablanos de Laboratorio Mendía y de tus próximos o futuros proyectos.

Bajo el concepto de Laboratorio Mendía logré fusionar los lenguajes artísticos que me atravesaban, mezclar la poesía, la actuación y las artes visuales para formar una obra híbrida en busca de “un antídoto contra todos los males”, como bien dice la canción de Spinetta. Podría definirlo como una serie de obras de carácter político y social. A partir de 2008, me surge la idea de aglutinar un conjunto de obras y acciones realizadas bajo un mismo eje de investigación. El carácter experimental de las mismas, las conexiones conceptuales y el abordaje híbrido de lenguajes me sugirió la estructura de un «laboratorio». Supongo que tuvo que ver con un proceso de investigación reparador, en donde me “moví” como artista/científico, artista/prototipo, artista/remedio, artista/antídoto, artista/veneno, artista/persona, artista/animal. Desde 2015 comencé un proceso más personal, me revinculé con la pintura, el video-arte y las sesiones de VJ (video en vivo).


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«sOmos el puNto que resistE en el vAcío»


¿Cómo reconocernos de espaldas, frente a un autorretrato? ¿Qué papel cumplen los sueños en nuestro borde de recuerdos? ¿De qué manera es posible resistir en el vacío? Estas y otras preguntas tensan nuestra atención y nos mantienen exquisitamente inquietos en El ciervo, la reveladora antología poética de Yolanda Pantin*, cuya segunda edición ha sido publicada por El Taller Blanco, en los ahora nostálgicos primeros meses del 2020.

Tal como ocurre en un carrusel, desde el cual desafiamos la condición unilateral de nuestro campo ocular, permitiendo la coexistencia de múltiples y veloces paisajes, los poemas aquí seleccionados se presentan ante nosotros como partículas indispensables de un todo pujante y en movimiento, y nos conducen hacia ese recorrido textual que, aunque breve, resulta por defecto trascendental.

«Esta casa surge despacio en el agua de la lluvia que caía por los muros y olía a yerba y a todo eso» (de Casa o lobo, Monte Ávila, 1981; p.5), cuenta con algo de pesadumbre la primera línea. La exploración de esa casa, sus letanías y cotilleos aglutinados en el zaguán, en los pasillos, los corredores y las columnas, dominan el espacio del poema y nos colocan frente a ese nervio de inflexión íntima que parece imperar durante toda la poética de Yolanda.

El ciervo, cuyo título hace directa referencia al poema homónimo aparecido en Poemas huérfanos (La liebre libre, 2002), viene a poner de manifiesto la contemplación de un estilo único, tan perceptivo como dinámico: un modo escritural que resuena y se proyecta desde múltiples y excepcionales registros.

La elección de estos poemas – que desde el ojo compilatorio imponen cierto orden fundamental de lectura, al tiempo que configuran un todo, un cuerpo orgánico de versos que interrogan y se auto - replican – opera desde lo abrasivo, desde un patrón de escritura agudizado que deja su marca indeleble en cada periodo transitado.

Encontramos así en ellos la emersión de versos tan distintivos como proverbiales, como los aparecidos en «Los sueños» (La canción fría, 1989; p.14): «No todo mi corazón te ama / sólo la parte que está enferma», o aquellos que promulgan una intrínseca y necesaria desvinculación, un pesar legitimado o un ingenuo desasosiego autorreferencial: «soy yo no hay duda (…) / soy yo es cierto pero ¿dónde / en qué lugar del mundo de mi casa / del país que aborrezco o el soñado / estuve un tiempo así hasta ese punto / tan oscura?» («Daguerrotipo de una desconocida», en Los bajos sentimientos, 1993; p. 18).

«Las mujeres solas hacen el amor amorosamente / algo les duele / y luego todo es más bien triste o colérico o simplemente amor», nos dice también la autora en «Vitral de mujer sola» (Correo del corazón, 1985; p.9), y abre a continuación una lista de declaraciones que se presentan como una forma identificable de potestad y empoderamiento. Yolanda proclama, una y otra vez, y este libro expone, revela y conduce. En su contratapa, ya nos advierte Antonio López Ortega: «El apetito de desmontaje de la propia operación poética recorre toda su expresión hasta volverla simulacro, ensayo reiterativo, esgrima solitaria. El verso crece sobre su propia ruina, como yerbajos aislados entre las estatuas caídas.»

Será entonces que la cuestión antológica sucede naturalmente, por intuición, y por una presencia amurallada y tenaz del poema, dentro de esa historia textual escrita por el poeta mismo. Será, quizás, como la misma Yolanda ha dicho alguna vez en entrevista, que en estos días que corren – y tal vez más que nunca – resulta vital (y hasta imperativo) abordar la poesía con «una fe absoluta en las posibilidades que brinda el lenguaje».

 

 

*YOLANDA PANTIN (Caracas, 1954). Poeta, escritora, editora, ensayista, dramaturga, periodista cultural. Cofundadora de la editorial de poesía Pequeña Venecia. Cursó estudios en Letras en la Universidad Católica Andrés Bello.

Fundó en 1981, junto a Rafael Castillo Zapata, Alberto Márquez, Igor Barreto, Armando Rojas Guardia y Miguel Márquez, el legendario grupo Tráfico, que cuestionó los enfoques poéticos que prevalecían en la Venezuela de aquel momento, criticando fuertemente los cánones y promoviendo una urgente renovación estética.

Recibió el Premio Fundarte de Poesía (1989), Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval (2015), Premio Casa de América (2017) y, recientemente, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2020), uno de los más grandes en lengua castellana.

Publicó Casa o lobo (1981), Correo del corazón (1985), El cielo de París (1989), Poemas del escritor (1989), Los bajos sentimientos (1993), La quietud (1998), Épica del padre (2002), El hueso pélvico (2002), Herencia (2005), País (2007), 21 caballos (2011), Bellas ficciones (2016), Lo que hace el tiempo (2017) y El ciervo (2020), entre otros.


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«quiEn naCe parA la tormeNta / nO soportA la lloviZna»

 

Entrevista a Jimena Arnolfi Villarraza (Buenos Aires, 1986). Publicó las plaquetas Metafísica (La Fuerza Suave, 2015), Defensa Personal (Nosotros Editorial, 2018) y Dos poemas (Ediciones Arroyo, 2019), y los poemarios Todo hace ruido (Pánico el pánico, 2013), Hay leña (Caleta Olivia, 2017) y Campamento de supervivencia (Caleta Olivia, 2021). Participó en las antologías poéticas Otros colores para nosotras. Poesía contemporánea de mujeres argentinas (Ediciones Continente, 2018), Antología Federal de Poesía (CFI, 2018), Martes Verde (Edición Federal, 2018), El trabajo y sus historias (CTA Ediciones y Editorial de la Comarca, 2019) y Flotar: 100 poemas sobre ríos / 100 poetas argentinxs (Camalote Ediciones, 2021), entre otras. Conduce #RadioCuaderno y edita el Blog «El poema del momento».


👉Hablemos primero de poesía: ¿Cómo llegaste a ella y de qué manera cruza por tu vida hoy?

Cuando era chica, mi papá me contaba cuentos. Mi mamá me llevaba de excursión a la librería y para mí era el mejor plan. También recuerdo con cariño a mi tío abuelo Israel que me hablaba de poesía. Vivíamos en distintas provincias y nos mandábamos cartas. Una vez él me mandó todos sus poemas en un sobre papel madera. Yo tenía unos 12, 13 años. Esa fue la primera vez que me di cuenta que la poesía podía ser muy importante en la vida de una persona. Y así fue desde muy temprano para mí. Todos los días leo poesía. Todos los días me acuerdo de algún poema. Y a veces, escribo.

 

👉Campamento de supervivencia es un libro atravesado por tu experiencia durante el embarazo, pero también – como el título nos anticipa – por la condición de «superviviente». ¿Cómo fue ese proceso de escritura y cuál pensás que es hoy el lugar de la poesía en un escenario en el que – hoy más que nunca – sobrevivir es, en cierto modo, una forma de resistencia?

Cuando me enteré que estaba embarazada, pasé un tiempo sin poder reaccionar. Cuando lo logré, empecé a escribir para ponerme al día conmigo misma y para dejar constancia de la transformación. Ahora se me viene a la cabeza ese poema de Viel: “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”. El cuerpo como un campo de información desconocida. Después el parto, el cuerpo roto, nuevo, extraño. Y seguí escribiendo durante el puerperio. Pasaba mucho tiempo sola con mi bebé. El libro habla de esa desesperación. Pero también nos pasaba algo más. Siempre pasa algo más. Los poemas no sólo hablan de la maternidad. Pero sí: Con una mano sostenía a mi hija y con la otra escribía. Creo que muchas veces el poema que se refiere a esa escena se lee desde una perspectiva de maternidad romantizada, edulcorada. Y no es lo que yo pensaba ni sentía al momento de escribir. A mí me resultaba terrible escribir con una mano y sostener a la cría con la otra. Cualquier persona que tuvo que cuidar la vida de una persona recién nacida sabe que todo se vuelve una tarea imposible. Esa escena de ese poema, me hace pensar en los malabares que hacía. No tenía otra opción. Escribí porque no supe hacer otra cosa con lo que me pasaba. Pasé casi dos años sin dormir de corrido. Por supuesto que hubiera preferido tener mi espacio, mis momentos para conectar con otra cosa. Pero no fue lo que me pasó. Me pasaba que, al vivir en un lugar muy solitario, en una casa rodeada de monte, en las afueras de la ciudad de Gualeguaychú, abría la puerta de mi casa y seguía estando sola con una cría en medio de la naturaleza. Y vivir en medio de la naturaleza es hermoso, pero también puede ser muy difícil. Y más teniendo una bebé. Me sentía sola en medio de un campamento. El puerperio se siente así muchas veces. Estás en un campamento, con todo tirado alrededor, todo a mano, por las dudas. Cuando titulé el libro fue en ese sentido: vivo la maternidad como un campamento de supervivencia. En paralelo a mi situación de puerperio, durante el tiempo de la escritura (2017-2019), en Argentina, todas las semanas había motivos para marchar y tomar la calle. Fueron muchos días que vivimos en peligro. Y por otro lado, lo que decís. El libro se publicó recién este año, en pandemia, cuando sobrevivir es una tarea diaria. La poesía también puede ser una herramienta de supervivencia. Alejandra Pizarnik anotó en sus diarios que un libro puede ser una casa donde entrar a guarecerse. Algo así, un refugio.

 

👉Y teniendo en cuenta esa experiencia propia, ¿creés que el discurso del poema es realmente un discurso involuntario?

Toda realidad que se representa tiene detrás una intención. También creo que en los poemas algo que no controlamos se escapa siempre. A veces empiezo a escribir un poema y después el poema no quiere decir lo que yo había pensado inicialmente. Muchas veces escribo cosas que finalmente el poema no necesita. Es imposible tener el control de lo que se escribe y también es imposible saber cómo te van a leer. Hace un tiempo, el poeta Horacio Fiebelkorn me dijo eso: Uno piensa una cosa, escribe otra y después se entiende otra cosa totalmente diferente.

 

👉Contanos todo lo que hay que saber sobre Radio Cuaderno y sobre la actualidad de Radio Nacional Gualeguaychú.

Empecé Radio Cuaderno el año pasado, en Radio Nacional Gualeguaychú. Va de lunes a viernes de 19 a 20. Se puede escuchar online. Radio Cuaderno es un espacio para la literatura, la música y la conversación. También hay un momento de información de coyuntura. Y todos los días comparto canciones y poemas que elijo especialmente e invito a personas para conversar sobre su trabajo, su historia, sus ideas. Entrevisto a personas que escriben, que hacen música. Radio Cuaderno es un espacio para el encuentro. Disfruto mucho y aprendo todos los días.

 

👉Por último, ¿Qué libro(s) de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Lo más placentero es leer por deseo. Si no hay deseo, ¿qué hay? Ahora pienso en obras completas. A mí me gusta tener cerca los poemas de Emily Dickinson, Joaquín Giannuzzi, Viel Temperley, Leónidas Escudero, Irene Gruss, Juana Bignozzi, Wisława Szymborska.


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«lA liberTad nuncA olvidA sus planEs»  


Hay una especie de sub-realidad sesgada que nos envuelve cada vez que leemos un libro de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán* (Madrid, 1961). Un cordón virtual de espejismos y de revelaciones lúdicas que hacen las veces de puente, como si de una pasarela por donde hacer desfilar nuestra intuición y nuestros propios mecanismos y engranajes retóricos se tratase.

Tal es el caso de Etime (El Sastre de Apollinaire, 2020), un libro que acredita, desde la experimentación, la superposición, el montaje fotográfico y el collage, viejas y nuevas maneras de decir poesía, modos transversales de poner a funcionar el espacio textual.

«Esclavos / del / desconsuelo / de / un / roto / espejo / sin / tópicos», declara con mordacidad la página 49, destacando – como desde dentro de una profecía – la palabra «espejo» recortada y reducida a pedazos. El trabajo de Miguel Ángel se centra fundamentalmente en esto, en hallar un medio gráfico posible para ingresar en el espacio del poema, para encausarlo sobre algo más que simples palabras y polemizar su materialidad.

El libro explora, además, un singular procedimiento de diálogos y homenajes: Sigmund Freud, Fernando Pessoa, Iréne Némirovsky, Pier Paolo Pasolini, Alberto Giacometti, Sándor Márai y el siempre actual y controvertido David Hockney son algunos de los convocados. Se trata de diálogos abstractos, aunque al mismo tiempo frenéticos, que, además de evidenciar admiración, desafían convencionalismos y abren cruces entre mundos quizás no tan dispares.

En los poemas de Miguel Ángel cohabitan la agudeza y la textualidad más crudas, prestas a convertirnos a nosotros mismos – paradigmático auditorio – en piezas elementales de sus versos. Comprometidos quedamos entonces, cual extremidades de un único cuerpo, a apropiarnos de esa heterogeneidad ofrecida, y a hacer con ella – en simultáneo – un movimiento íntimo de lectura y una exclusiva contemplación de aquello leído. 



*Miguel Ángel Muñoz Sanjuán (Madrid, 1961). Escritor, poeta. Sus trabajos han sido traducidos a los idiomas inglés, chino, griego e italiano. Entre sus publicaciones se cuentan Una extraña tormenta (1992), Las fronteras (2001), Los dialectos del éxodo (2007) Cartas Consulares (2007), Cantos: Ucronías (2013) y Memorical-Fractal (2017).


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«la identiDad no se geSta en la entrepierNa» 


Aquello que se repite y que insiste, de modo apremiante, en las páginas de Transgresoras: Un recorrido por la poética feminista latinoamericana (Milena Caserola, 2019) –  compilación impecable de Esther Pineda G. – es aquello mismo que también apremia de este lado de lo escrito, lo que es forzoso transgredir por impostergable, porque lacera y porque urge.

La historia es harto conocida: «las mujeres no saben escribir, no pueden escribir, no tienen porqué escribir». Las prohibiciones, restricciones, subestimaciones y manipulaciones impuestas a las mujeres a la hora de encontrar editores o divulgadores de sus obras han sido – y siguen siendo – moneda corriente en el siempre inconsecuente espacio de la intelectualidad, donde la literatura ha sido durante siglos dominio exclusivo del varón.

En demasiadas ocasiones, los abusos opresivos del sexismo han venido a determinar los destinos de miles de mujeres que, subyugadas a la exigencia social de convertirse en buenas esposas, buenas madres y buenas amas de casa, vieron frustrados sus más elevados deseos de convertirse en autoras: «haber nacido mujer significa: / que tu cuerpo no te pertenece / que tu tiempo no te pertenece / que tus pensamientos no te pertenecen. // Nacer mujer es nacer al vacío.», nos ratifica la escritora y licenciada en Ciencias de la Educación nicaragüense Daisy Zamora. Incluso la misma Esther Pineda toma registro de esta cuestión al recordarnos en la introducción que, a lo largo y a lo ancho de la historia, la literatura escrita por mujeres ha estado «condicionada por diversos procesos socio-culturales, entre los que se destaca una educación diferenciada, la exclusión de los medios productivos, y la apropiación masculina de la mayor parte de su producción literaria.»

«¿Por qué las mujeres tenemos que ser sobrevivientes de todo?», apunta un verso de la poeta mexicana Patricia Vergara Sánchez, quien se autodefine como «india, morena, chata de la cara, en un país obsesivamente racista; lesbiana, en una nación que compulsivamente me persigue; gorda, en la cuna de la tortura estética, de la anorexia y de la bulimia». En esa interpelación inicial, en esa tensión perpetuada y absolutamente arbitraria, que incluye enfrentarse al orden violento del discurso sexista, del racismo, y de la hostilidad hetero-cis, se encuentra el foco fundamental de esta antología.

Así, con la potencia y el nervio abierto de quien aun golpeado permanece de pie, el conjunto de estos poemas deja en evidencia el tratamiento ignominioso hacia la figura femenina en el paso histórico de los siglos: «me pinto el ojo / no por automatismo imbécil / (…) es el rito ancestral del payaso: / mejillas rojas y boca de color / me pinto porque así me dignifico como bufón.» (Kyra Galván; Ciudad de México, 1956), así como también las crudas desigualdades soportadas y las resistencias sostenidas por las mujeres indígenas, anticoloniales o afrodescendientes: «Negra cara negra / esa noche en el pedazo de espacio forrado de tierra / que hace las veces de cama / la esclava juega con la idea de regresar» (Yolanda Arroyo Pizarro; Puerto Rico, 1970).

Por otro lado, muchos de estos poemas muestran un claro panorama de la actualidad sesgada de una nueva figura de mujer, que viene a colocarse frente a un nuevo y complejo escenario, cargado de preocupaciones improrrogables y de responsabilidades desatendidas o minusvaloradas por parte del Estado: «¿Qué dirán de mí si un día aparezco muerta?» (Regina José Galindo; Guatemala, 1974) || «el último sueño, perdido / en la camilla del abortista / en la que comienzo a convertirme / en una estadística-hemorragia.» (Flor Codagnone; Buenos Aires, 1982).

La intimidad más cruda y descarnada se propaga en los ecos multiplicados de estas voces, edificadas sobre las bases de una realidad que se hace texto, y que avanza hacia el tortuoso camino de desmontar los mecanismos que sostienen y respaldan la predominancia ya caduca de los valores patriarcales.

Un destacado prólogo de la doctora en Ciencias Sociales Karina Bidaseca y unos prodigiosos collages interiores de Andrea Trotta, completan esta edición sin precedentes, que busca visibilizar a las inconformes, a las hastiadas, a las «incomprendidas, incómodas, insatisfechas, inoportunas, irreverentes, incorregibles e incontrolables, todas aquellas que confrontaron el mandato patriarcal, pero sobre todo, se perfila como un ejercicio de sororidad, orientado a reconocer, vindicar, celebrar y socializar la poesía feminista latinoamericana contemporánea, cuyas letras tributan al empoderamiento personal, pero también acompañan la lucha y el transitar colectivo hacia la igualdad.»


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«el librE caminO del autodesCubrimiento»

Entrevista a Dariela Torres (Tegucigalpa, Honduras. Poeta y editora) y Santana García (Chiapas, México. Poeta, promotor cultural y mediador de lectura). Directores editoriales de EK CHAPAT, revista literaria de difusión internacional.

 

👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?

 

DARIELA:

Llegué a la poesía cuando tenía 14 años. mientras escuchaba a Patti Smith. Encontré su poesía por accidente y salvación, recuerdo haber escuchado en su voz un poema dedicado Arthur Rimbaud e inmediatamente busqué “Una Temporada en el Infierno”, poemario que me llevó al encuentro fatal y maravilloso de la poesía. Atravesaba un momento difícil, estaba siendo maltratada físicamente en casa, por un tío que habían deportado y era extremadamente violento. Soy Centroamericana, hondureña específicamente, de un barrio pobre, y pasé por secundarias llenas de delincuencia joven, este es un problema real y complejo, así que también estaba siendo víctima de extorsión y violencia sexual. Cuando encontré a la poesía fue para quedarse. Se quedó como un medio de catarsis, un lugar seguro, que al fin y al cabo aún me protege del mundo hostil que me rodea.

 

SANTANA:

A lo largo de mi vida tuve algunos acercamientos en distintos momentos, primeramente, por la escuela básica y media, después por algunas lecturas que amistades me iban compartiendo, pero lo cierto es que llego a la poesía (¿o la poesía llega a mí?, ¿llegamos mutuamente?, ¿descubrí que siempre estuvo ahí?) de forma un poco tardía. He padecido su ausencia, más que gozar de su presencia, la mayor parte de mis años, tal vez por ello cuando el encuentro definitivo finalmente se da, mi relación con ella se vuelve la de un consumidor voraz, como si en su lectura tratara de saciar un apetito muy antiguo, casi primitivo, dentro de mí, y en su escritura persiguiera un pez singular que siempre se escurre de mis manos. Uno de los momentos más significativos en mi camino fue, sin duda, la oportunidad de formar parte por un tiempo del taller de poesía del maestro Óscar Oliva. La pasión, la emoción tan real y repentina con la que abordaba la lectura y análisis de cada poeta permeó en mí, descubrí entonces la importancia del acompañamiento en la formación poética (tanto en lectura como escritura). La idea de lo comunitario en el camino de la literatura creció en mí aún más gracias a una serie de proyectos con los que he tenido la oportunidad de convivir y aprender. Ya en el libre camino del autodescubrimiento, ha sido el carácter humano y vital de la poesía lo que me ha resultado significativo: la oportunidad de nombrar las experiencias humanas más profundas desde la experiencia poética. No sé si pueda decir, como ha sucedido en muchas otras personas, que la poesía ha salvado mi vida, pero sí que puedo decir que ha salvado mi forma de vivir.

 

👉¿Cómo nació y cómo evoluciona el proyecto Ek Chapat?

 

DARIELA:

Ek Chapat nace a partir de un encuentro Mesoamericano de poesía, ahí conocí a Santana. Semanas después nos pusimos en contacto con el propósito de generar ideas para un proyecto literario transfronterizo. Surgieron varias ideas, pero había una realidad que no podíamos ignorar, dentro del contexto Mesoamericano hay una problemática terrible con la migración, las condiciones de vida en la mayoría de los casos son deplorables y por esos días había salido una caravana de migrantes de Honduras, en ella se unieron personas de diferentes lugares de Centroamérica, estas caravanas tienen como destino final Estados Unidos y pasan por México. Al inicio de las conversaciones queríamos ponerle Bestia a la revista por dos razones inicialmente “La bestia” (Una línea de ferrocarriles por donde migran los centroamericanos principalmente en donde muchos, muchas y muches pierden la vida). Y por la búsqueda de voces dispuestas a nombrar la poesía desde diferentes realidades. Así pues, nos decidimos por Ek Chapat, que es una bestia de la mitología Maya. Lxs mayas habitaron esta área Mesoamericana así que era algo que nos unía y en honor a las miles de personas que siguen huyendo de estos territorios, históricamente oprimidos y marginalizados.

 

SANTANA:

Tengo el sentimiento de que Ek Chapat nace del encuentro de muchas voluntades, circunstancias y necesidades, más allá de quienes somos o hemos sido parte del consejo editorial. Hace un par de años, coincidimos en un encuentro literario las compañeras Solange Saballos (Nicaragua), Dariela Torres (Honduras) y yo (Chiapas). Las voces de Solange y Dariela me marcaron mucho entonces, la condición humana que tanto me había removido las entrañas al leer poesía se encarnaba en ellas, en quienes la fuerza de su poesía, de dolor, rabia y reclamo, no sólo se encuentra en la palabra sino también en sus personas, en su forma de actuar ante la realidad. La oportunidad de dialogar desde nuestros contextos y procesos dio pie a la idea de sumar perspectivas en un proyecto editorial de carácter transfronterizo, con la intención de tejer desde lo literario los nodos de realidades compartidas entre nuestros territorios. Así surge Ek Chapat como una revista literaria con la consigna de ser un puente entre las diversas escrituras desde la convulsa realidad latinoamericana y sus habitantes, dispuestas y dispuestos a dialogar desde el auto-reconocimiento. Entiendo la lectura y la escritura como un acto de libertad, como un reclamo furioso del ser y (retomando las palabras de Verónica Gerber Biecci) como un acto político, y creo que Ek Chapat ha concentrado mucho de esa naturaleza en sus páginas. El proyecto comenzó formando parte una red de revistas en México, siendo Ek Chapat la única transfronteriza de esta. Fue una etapa de mucho aprendizaje a partir de la interrelación con otros consejos y líneas editoriales. Al cabo de casi un año, una serie de denuncias graves de abuso (de índole sexual y emocional) cometido por algunos editores de la red y por parte del coordinador de la red provocó nuestra ruptura con tal proyecto (y la desarticulación misma de la red, a la cual sobreviven algunas revistas). Hasta entonces habíamos llegado a nuestro tercer número y nos vimos en el reto de continuar ya de forma totalmente autónoma hacia nuestro cuarto número. Tras sortear una serie de inconvenientes finalmente en marzo alcanzamos la publicación de nuestro cuarto número, pero a los pocos días sobrevino el confinamiento a causa del Covid-19, lo que nos ha llevado a replantearnos de nuevo la naturaleza del proyecto. Actualmente, gracias al trabajo de Dariela Torres, hemos migrado al formato digital, en un sitio web que va conteniendo de forma abierta todas las publicaciones de Ek Chapat, y en el cual esperamos dar a luz pronto nuestro quinto número, a la espera de que un futuro menos incierto nos permita retomar algunas versiones impresas. A lo largo de poco menos de dos años hemos enfrentado numerosos obstáculos, pero destaco la fuerza de esta bestia literaria, que ha resistido, como siempre se resiste desde esta realidad, para continuar siendo un canal más de diálogo desde las literaturas y los territorios de Latinoamérica. Hasta el momento hemos contado con la presencia de escritoras y escritores desde Honduras, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, República Dominicana, México, Perú, Argentina, Venezuela, Ecuador y Uruguay, con representación también desde otros continentes: España e Irán. Actualmente el equipo editorial continúa conformado únicamente por Dariela y un servidor, procurando continuar el camino que emprendimos inicialmente con nuestra compañera Solange, cuyos aportes siempre serán pilares de esta revista. Nuestro deseo es el de crecimiento, aunque en este instante trabajamos en la reestabilización del proyecto tras los diversos retos que hemos enfrentado en año tan peculiar.

 

👉¿Qué te parece que es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?

 

DARIELA:

Creo que muchos autorxs por la necesidad de quedar bien y de no generar ningún conflicto o incomodidad dentro de los círculos privilegiados de la escritura, ya sea académicamente o en las editoriales de "prestigio", se limitan a hablar de manera solemne. Y prefieren obviar el mundo caótico, lleno de odio y desigualdad que nos rodea.

 

SANTANA:

Pregunta sumamente compleja. Considero que esto depende de la búsqueda inicial de cada autora y autor, su grado de honestidad con relación a sus motivaciones y a qué está dispuesta su voz a enfrentar. En el contexto contemporáneo latinoamericano yo percibo una situación que me resulta interesante: una constante lucha generalizada por superar la censura y autocensura predominantes impuestas por los mecanismos tradicionales e institucionales del medio editorial. El desarrollo de cada vez más plataformas autogestivas ha dispuesto un terreno para una mayor exploración libre de la palabra. En este sentido, considero que el acto de escribir es un acto de descubrimiento y autodescubrimiento constante, no se está siempre preparado para nombrar todo aquello cuanto nos encontramos en ese tránsito, es una decisión entonces esto de abrir totalmente la linterna para que todo sea visible. El derecho a nombrarlo todo no deja de ser una lucha que libramos día con día en nuestros contextos.


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?


DARIELA:

Desde mi experiencia ha sido imposible separar el discurso de las situaciones que me atraviesan. No ha sido involuntario en ningún momento. Detrás de cada palabra que he escrito se encuentra una historia, una realidad que intento sobrellevar y drenar en mi trabajo poético.

 

SANTANA:

Hay un discurso que la y el poeta quieren plasmar en cada escrito, pero el acto de leer también es un acto creativo, en ese momento no podrá intervenir más, el poema tiene vida propia una vez que emprende su camino. El discurso del poema transmuta cada vez a partir el diálogo entre aquel de su creador/a y aquel de su lector/a. En todo aspecto, la experiencia poética surge de una colisión.

 

👉¿Qué libro (o libros) de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

 

DARIELA:

Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud, Aullido, de Allen Ginsberg, Entre nosotras, una antología de la obra de la escritora y poeta Audre Lorde. Estos tres libros de poesía me parecen imprescindibles, son voces poéticas fuertes y absolutamente necesarias. Nos dan un panorama más amplio de la poesía y de cómo lxs autorxs son capaces de nombrar poéticamente su senti-pensar, desde lo que sus cuerpos atraviesan en una realidad homofóbica, machista, clasista y racista. Que, a decir verdad, no ha cambiado en lo absoluto.

 

SANTANA:

Nadie debería dejar de buscar ese libro que jamás terminará por encontrar. Cuando uno sienta que ha hallado en las páginas de un libro la máxima revelación, es señal urgente de virar en todas direcciones y accidentarnos contra toda nueva propuesta que nos salga al paso. No importa si se trata de una bestia descomunal como Tierra baldía, Primero sueño o Muerte sin fin, tampoco si se trata del intimismo avasallador de Emily Dickinson o la todavía humeante nobel de literatura Louise Glück, no importa si se trata de un hallazgo inesperado como Desastre lento de Tania Ganitsky o el pozo profundo de El tamaño del dolor, de Xhevdet Bajraj. El libro de poesía que nadie debería dejar de leer es el siguiente.


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«mortAles inmortAles»


Existe una especie de solemnidad colectiva implícita –casi unísona–  a la hora de pronunciar, o siquiera balbucear, la palabra Grecia. Un respeto tácito que se antepone a cualquier intento de relajación. Y solemos acompañar ese recato riguroso con una sensación permanente de falta, un vacío suntuoso que es preciso completar con rituales, hazañas épicas y dioses irascibles. En otras palabras, el mito y su séquito de celebridades no dejan de pisar fuerte en nuestro modelo mental perfecto de mundo helénico.   

En sus Dípticos (Seshat Editorial, 2020), Néstor Mendoza* sitúa frente a nosotros el desafío de emplazar esa carencia desde un enfoque inédito: nos presenta la memoria del personaje, su ojo avizor, su experiencia neta y, de inmediato, la contrarrespuesta implacable de su antagónico.

Narciso habla, Eco responde. ¿O es acaso al revés? Lo que entendemos como un diálogo cobra a continuación la idiosincrasia de una confesión urgente, un espejo cuyo reflejo sólo puede ser rastreable en el padecimiento o en la entereza imperturbable del otro. Y es esta especie de derecho a réplica lo que hace converger –en el texto y en nuestro intelecto– una sensibilidad compartida, una pulsión liberadora que se abre paso hacia un instinto alternativo, a merced de cualquier atadura cultural o convencionalismo previo. De algún modo, Mendoza nos hace coautores de una nueva forma de atravesar la mitología tal y como la conocemos, para invitarnos sin dilaciones a un atrevimiento atípico, a un acto heroico otro, a descomponer aquello que ha estado arraigado y a ensayar, como nuevos y enardecidos maestros, al menos una variante posible.

Pero aquellos pormenores demasiado íntimos que los protagonistas revelan de ninguna manera pueden ser en esta obra meras confesiones, sino que van adquiriendo a posteriori la condición imperativa de testimonio, crudos pasajes transitados cuyas marcas vienen a traspasarnos también a nosotros, como lectores entendidos, pero también, y sobre todas las cosas, como seres terrenales y perecederos: «No es tanto el horror como la gracia lo que petrifica el espíritu del que la contempla», dice Perseo refiriéndose a Medusa. «Fuera de mí se logra ver la poca humanidad que me han permitido atesorar», ha dicho ella, apenas un momento antes. Y después: «Mi deseo es típico de esta época de dioses y sometidos», declara con total impunidad Zeus. «No sé diferenciar entre ser su amante o su esclavo: quizá ambas condiciones sean oficios frecuentes en el hogar de los inmortales», nos cuenta Ganímedes por su parte.

«La sensación trasvierte el mito con el propósito de atraer el significado, pero su referente deviene de la memoria o del apego intelectual que tenemos de esa sensación, es decir, las variantes del mito nos permiten recrear su definición por separado, el cual se hace a su vez icónico en el lector», escribe a propósito de este libro el escritor y dramaturgo venezolano Juan Martins. El punto de inflexión es entonces –y precisamente– este juego de bifurcaciones que Mendoza propone como inherente coexistencia. Algo se destraba, algo desborda, algo emerge.

Es cierto que hay una forma en la que Grecia vive, con su solemnidad, su rectitud y su decoro, en nuestras conciencias. Imparte sobre nosotros su peso histórico y su legado. En este libro de Néstor Mendoza hay, sin embargo, un dejo de optimismo y de confianza, una divergencia posible. Aunque tal vez debiéramos arriesgarnos a ser todavía un poco más osados y preguntarnos si existe verdaderamente una Grecia despojada de su dogma, de su Homero y de su lírica de culto. En palabras de Helena de Troya: «Si un templo pierde sus columnas y su fe, ¿todavía será capaz de sostenerse?»



*Néstor Mendoza (Mariara, Venezuela, 1985). Licenciado en Educación, en la especialidad de Lengua y Literatura, por la Universidad de Carabobo. Publicó Ombligo para esta noche (Secretaria de Cultura de Carabobo, 2007), Andamios (Equinoccio, Caracas, 2012), Pasajero (Dcir Ediciones, 2015), Ojiva (El Taller Blanco Ediciones, Bogotá, 2019) y Dípticos (Seshat Editorial, 2020). Forma parte del consejo de redacción de la revista Poesía (Valencia – Venezuela) y del equipo de colaboradores de la revista bilingüe Latin American Literature Today (LALT), editada por la Universidad de Oklahoma. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, alemán e italiano. Es coeditor de El Taller Blanco Ediciones. 


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 «nO hay rutinA humaNa que nO esté dotAda de arte»



La enseñanza, como noble oficio y como reivindicadora del ejercicio natural de un derecho, requiere el antecedente obligado de una incomprensión, de un enigma a descifrar, de un desconocimiento sobre tal o cual cuestión que el otrx, en su calidad de especialista o de simple conocedorx, querrá ajusticiar, mitigar o erradicar.

Con este horizonte, y con el inconsciente despejado para dejar libre acceso a unas máximas que pueden cambiar para siempre nuestra manera de sentir la poesía, nos adentramos sin preámbulos en Enseñanzas (Liberoamérica, 2019), una aventura - casi pizarnikiana, casi freudiana – a la que irremediablemente vamos a querer, tarde o temprano, regresar.

En diálogo con su autora, exploramos un poco más de cerca el cursor de fuerza de este poemario, y su bellísimo y particular proceso de creación.




Entrevista a Sara Montaño Escobar (Loja, Ecuador, 1989). Licenciada en Psicología, escritora. Fundadora de Editorial Unicornias. Colabora actualmente en las revistas de interés cultural y literario Liberoamérica (España-Argentina) y El Humo (México). Publicó Génesis de ausencia (Viz-k-cha, Ecuador, 2017), La ruta del espejo (Dipsomanía poética, México, 2018) y Enseñanzas (Liberoamérica, Argentina, 2019).




👉La enseñanza, que no deja de corresponderse con algún tipo de precepto o disciplina, supone un ejercicio conciliado de adiestramiento, de instructivo primario y vital. ¿Qué vínculo pensás que ejerce tu poesía en relación con este designio? ¿Qué nos enseña el poema?


El poema recoge la enseñanza o la experiencia que se obtiene cotidianamente. A través del poema se intenta dar un testimonio que se corresponde tanto con un  contexto como con la historia personal de la persona que escribe. Todo esto, además del estilo y de la voz del poeta, nos deja una memoria que muchos pueden interpretar como una enseñanza.



👉«Ya no decir / sólo mirar / y que la escritura / nos sobreviva / como un acto de derrota», declara el número 39 de tus poemas. ¿Es la escritura verdaderamente un acto de derrota? ¿Tiene la poesía que «ser útil», revelarse necesariamente funcional a algo pragmático?


Raramente la gente ve el arte como algo útil, como algo que sirva en función de sus intereses. Sin embargo, como lo hemos visto en los tiempos actuales, con todo esto de la pandemia y de la consecuente crisis social y económica que nos deja, es a través del arte que logramos mantener esa sensación de estabilidad, belleza y creatividad inherente al ser humano. No hay rutina humana que no esté dotada de arte, de poesía. La poesía supone un acto de derrota en sí porque ninguna de mis acciones puede desligarse de ella, es y vive a través de todo lo que hago, es mi forma de sobrevivirme en este caos que supone estar vivo.



👉Poniéndole la distancia a ese posible perfil «educador» y situándote ahora en la exclusividad del proceso creativo: ¿Qué te parece que es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?


Depende mucho del proceso creativo y lo que se intente conseguir a través de él. Bien puede ser un proceso de catarsis, de rebelión, de testimonio o asociación libre entre el presente y el pasado. Te puedes proponer escribir, puedes proponerte hablar sobre una temática que no hayas vivido realmente y por tanto sólo ser la creadora; sin embargo, cada poema, cada obra, estará influida por tus propias experiencias, por tanto cada escritura siempre será una mirada subjetiva de la realidad, y tal vez sea eso, lo que el autor prefiere callar.



👉Quizás el poema más radical del libro, «Enseñanza 41» (abajo transcripto) nos invita o nos fuerza a una demora más que necesaria: ¿Cuál creés que es la lucha actual de la mujer que atiende a los hijos y que «hace la cena», y cuál la de la mujer que escribe (suponiendo, claro, que se trate de mujeres diferentes)?


Realmente este poemario es sumamente intimista y escribí desde mi experiencia de mujer soltera, con una relación a distancia, con un trabajo inestable, que sueña a veces con tener una familia, con servir la cena y tener hijxs…pero sé que ahora estos deseos no se relacionan con mis intereses ni mis capacidades, es así que lo que me queda es escribir, escribir hasta que sea una realidad en mi vida. No podría decir que una mujer que es esposa y madre no pueda llevar adelante una vida profesional, costará mucho más eso sí, ya que sabemos que la carga familiar (casi) siempre será responsabilidad de una mujer, pero por todas las escritoras que he leído, que admiro y que sé que son madres, sé que todo esto es posible.



👉Contános cómo articulás tu trabajo poético personal con las colaboraciones que desempeñás en Editorial Unicornias y Liberoamérica.


Una de las actividades que más disfruto, pese a toda la responsabilidad que me representa, es la gestión cultural que mayoritariamente he realizado a través de revistas digitales. Esta actividad me ha permitido acercarme a poetas que admiro, conocer nuevas realidades, diferentes percepciones a las mías y todo esto me permite tener una visión más madura sobre el ejercicio poético y lo que espero de mí misma al momento de plasmar mis poemas. Son actividades íntimamente relacionadas que me han permitido (tal vez) ser más madura, más empática con la realidad de otrxs.



👉Por último, ¿Qué estás leyendo estos días? ¿Qué libros considerás indispensables o pendientes?


Actualmente, regresé a la narrativa. He leído estos días a Amelie Nothomb en su libro El sabotaje amoroso. Además descubrí a un autor rumano sumamente interesante quien me atrapó con su narrativa en su obra Lulú. Por estos días estoy leyendo a Stephen King en el título Bellas durmientes, en donde casualmente nos habla sobre una pandemia que solo afecta a mujeres. Poesía leo a Ángela Álvarez, brillante poeta española a quien admiro muchísimo, en su poemario titulado El hijo culebra.



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«a contraMano»


El pensamiento del poema (Kriller71, 2020): Tercer libro que devoro completo y casi sin pausas en esta cuarentena mundial y obligatoria a la que nos tiene sometidos el COVID-19, y que aguantamos lo más enteramente posible a fuerza de poesía y de un ascendente colesterol (entre otras menos y más afortunadas o desafortunadas cosas).

Arraigado a las reflexiones filosóficas del escritor francés Alan Badiou (1937), Mario Montalbetti (Perú, 1953) bosqueja aquí la idea de que el poema puede convertirse en un instrumento valioso tanto para la filosofía como para la ontología, sencillamente por su capacidad de constituirse como «forma de pensamiento». Qué piensa el poema y cómo piensa el poema son los dos interrogantes que el autor intentará responderse, no sin antes disculparse desde la primera página por la gran paradoja que esto le supone: hablar de la poesía utilizando la prosa.

«El poema piensa; parece un vehículo que ingresa a contramano en una calle de sentido único. A los lados de la vía, la gente le increpa que la dirección es otra y vocifera: el poema siente, el poema hace imágenes, el poema simboliza. Tal vez lo haga (sentir, imaginar, simbolizar), pero aquí me interesa seguirle la pista al vehículo que ingresa en contra del tráfico autorizado, al poema que piensa.». Montalbetti arremete, se arroja, se afirma y se refuta, a la vez que se anuncia para después alejarse y volver a resurgir. En su búsqueda, rastrea el encuentro con lo innombrable aunque evitando, por nobles razones, la destrucción completa de aquello que, desde un afuera distante, podemos todavía nombrar.

¿Hasta qué punto se topa el lenguaje con un límite de lo expresable? Mario Montalbetti nos propone el encuentro cara a cara con este dilema (en apariencia ilógico), intentando probar que, si fuera posible salirnos del lenguaje y verlo por completo delante de nuestros ojos, éste se nos aparecería como un objeto cerrado que tiene dos bordes: el poema (expresión poética) y el matema (la expresión matemática).   Así las cosas, y comprometido ya con el futuro de esta premisa, el autor de Cualquier hombre es una isla  nos invita a examinar con detenida atención un texto de Borges y otro de Vallejo, para pasar a analizar, cual matemático empedernido, sus semejanzas estructurales, variables filológicas y agentes pre-verbales asociados que permitirían acreditar mesuradamente su teoría.

La reflexión lingüístico-matemática que Montalbetti revisa se encamina hacia la construcción de un ensayo filosófico que intenta una nueva «defensa del poema»: hallar, conceptualmente, un modo de activar la potencia emancipadora de la poesía.

Acaso, como alguna vez lo vaticinara Burroughs*, el lenguaje sea otro virus que nos tiene cautivos dentro de nuestros propios cuerpos. Allí vendrá la poesía al rescate: el poema – borde o no - puede operar sobre el lenguaje. Y aunque pudiera ocurrirle quedar en los bordes, el poema sigue siendo parte integrante del lenguaje, al igual que las murallas de una ciudad siguen siendo parte integrantes de la ciudad.

La cuestión de fondo sería entonces que el poema -  que se resiste a «detenerse» para formar un significado pero que, aún así, puede poner en suspenso al lenguaje o, lo que resulta todavía mejor, puede «ingresar a contramano» - sustrae materia semántica convirtiendo a las palabras en objetos inestables, equívocos, contradictorios: les damos nombres a las cosas pero las cosas, como ya sabemos bien, no son sus nombres. No obstante, insistimos en buscar y en concederle al poema un «significado». El poema piensa allí donde no significa o, donde aún no significando, su pensamiento desborda su significación. En el poema la lengua está expuesta y suspendida: lo que dice el poema jamás será tan crucial como lo que el poema le hace al lenguaje. Montalbetti acierta en esto como también acertó Borges, años atrás, cuando encendió la luz al final del pasillo: «He sospechado muchas veces que el significado es, en realidad, algo que se le añade al poema. Sé a ciencia cierta que sentimos la belleza de un poema antes incluso de empezar a pensar en su significado.» Larga vida, ergo, a los genios que nos preceden. Y por ahora no salgas de casa: buena excusa para empezar con la lectura y pausar un rato la netflixmanía y ese provisorio esplendor repostero que ya empezamos a presumir en todas las redes.




[*Para el recién llegado: William Burroughs (USA, 1914-1997) tejió en su vasta obra una teoría fascinante acerca de una supuesta simbiosis lingüístico - existencial según la cual la totalidad de los sujetos humanos se encuentra manipulada y condicionada por el lenguaje, que es nada más ni nada menos que un sistema viral invasivo y sistematizado cuyo contagio (también vasto y sistematizado) resulta a todo humano imposible de evadir.]


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TreS razOnes incuestionablEs pOr laS qUe leeR UrticariA, de LEticia D’AlbenZio


Prácticamente por obra y gracia de una muy insólita casualidad, llegué hace unos meses a la obra de Leticia D’Albenzio (Buenos Aires, 1983), animando un poco la idea de resucitar la pequeña llama de narrative reader que sabía viva todavía en mí [¿no tan pequeña quizás?].
Más que satisfactoria fue la sorpresa al percatarme de que, en medio de tanta cruzada editorial y narciso suelto, existe aún quien responde con virtuosismo y con honesta aptitud vocacional a la buena voluntad de los lectores y al amparo moral del género (repulsiva como pocas la palabra «moral», pero prometo que viene al caso).
Acá, entonces, mis tres razones incuestionables para perderse un rato entre las páginas harto atrapantes de Urticaria (Milena Caserola, 2019).



                     1-     Suspense garantizado:

Sí, confirmado está: casi rozando lo empírico, el de Leticia es un libro de peligro infatigable. En la primera página lo viene a ratificar con un epígrafe una tremenda Clarice Lispector. Hay un acecho que persiste y que insiste, uno que invita con sutil perspicacia a transitar el camino siempre fortuito de la incertidumbre, y nos obliga a pararnos bien de frente ante nuestras manías  y obsesiones más temidas.
El bar, la escuela, un ómnibus de larga distancia, una vieja casona, el colectivo, la casa de la abuela y hasta incluso la calle desértica – con sus veredas ávidas de hazañas y sus hostiles halls de edificio – ofician de escenarios para los inquietantes relatos con los que Leticia viene a revelarnos in situ el mejor momento de su diplomacia narrativa.



                    2-     Empatía 24/07:

Desprotegidos, y con un agobio psicológico excelentemente logrado y en ascenso, la tensión nos encuentra a mitad de ruta en lo que parece ser la sala de espera de un consultorio en el que «no hay nadie», a excepción de un único personaje con el cual formamos una mímesis física, psíquica y emocional suprema. Se trata de la mujer que «en la sala» nos vulnera de la manera más ordinaria y grosera posible: exponiéndonos a una muy incómoda e incontrolable «picazón», a la que no solamente ya no podremos controlar, sino que además avanzará hasta colmar nuestros cuerpos y mentes de una angustia bestial.


              
                   3-     Círculo perfecto:

Viene la tormenta. La historia de este libro despega con ese registro y con la extrañeza de sabernos atravesados a diestra y siniestra por él. Y es este aguacero inminente el que aparecerá también hacia el final, para dar remate y simbiosis completa a la narración. Con un cuento que sin lugar a dudas revalida su genio escritural, nos traslada la autora con mobiliario y todo hasta el departamento en caos de Lorena, donde el previously anárquico de una tormenta eléctrica hará literal y textualmente la vida imposible a la protagonista. El suspense, la irritación y el desasosiego encontrarán en este relato su máximo esplendor.




Perversión, vulgaridad, deseo, tensión y simetría narrativa se abren paso ingeniosa y convenientemente sobre este orbe de suspenso enigmático - por momentos esotérico - que nos propone Leticia D’Albenzio. El resultado es un fantástico viaje hacia lo real pero necesariamente desconocido, donde soportar es el verbo-motor de cada paisaje visitado.
El gran desafío es, entonces, resistir al impacto y persistir, dejarnos desplazar por el relato cual heroicos personajes de nouvelle hasta nuestros menos reconocibles pero mejor cotizados instintos de supervivencia.


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«somOs una fábriCa de poEsía involuntAria»


Entrevista a Ingrid Bringas (Monterrey, N.L, México, 1985). Es autora de La Edad de los Salvajes (Editorial Montea, 2015),  Jardín Botánico (Abismos Casa editorial, 2016),  Nostalgia de la luz (UANL, 2016), 1000 watts de amor electrónico (Yerba Mala Cartonera, 2016), Otra versión de mí / Another version of me, E-book de edición bilingüe (Ofipress, 2017), Objetos imaginarios (Pinos Alados, 2017). Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, árabe y portugués.  En 2019  su libro Flechas que atraviesan la espesura de la noche obtuvo una mención en el XII Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero en Salamanca, España.



👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?


Llegué a la poesía muy joven sobre todo como lectora, mientras era estudiante de preparatoria (bachillerato), gracias a un gran amigo que solía prestarme sus libros. Comencé leyendo sonetos de Sor Juana, a Lezama Lima, y gracias a él leí algunos poetas estridentistas mexicanos como Maples Arce o List Arzubide. De ahí nació mi inquietud por seguir leyendo poesía; más tarde necesitaba escribir y es ahí donde llegué ahora a ella como escritora sin dejar de ser por supuesto lectora.


👉¿Cuál pensás que es el lugar actual que ocupa la llamada «Literatura LGTBQ»?


Bueno decir que tiene un lugar es algo paradójico por un lado se lucha contra la discriminación, la lucha incansable de los activistas por los derechos LGBT, el auge de la poesía LGTBQ, por otro, el surgimiento de grupos radicales que lanzan argumentos desde la ignorancia, pero a pesar de todo la poesía resiste, el lugar de la poesía LGTBQ es ese creo yo desde la resistencia, la protesta y la inclusión. Creo que la poesía LGTBQ goza de buena salud y esta siendo muy bien recibida actualmente. En varios países cada vez hay más editoriales dedicadas a publicar poesía LGBTQ, espacios para llevar a cabo recitales, encuentros literarios en donde el principal aporte es la literatura LGBTQ, se nos han abierto las puertas para la literatura y sus escritores y por supuesto hay muchas voces Queer que resisten a pesar de pasar desapercibidas.


👉Estoy tomando prestada esta pregunta, que alguna vez se formuló Ivonne Bordelois y cuya respuesta, entiendo, puede llegar a ser controversial: ¿Qué te parece que es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?


El autor no quiere decir muchas  cosas en su obra, pero siempre termina diciéndolo todo, hasta se plasma casi siempre sus experiencias,  aunque en muchas ocasiones se niegue, y nuestra escritura esta implícitamente o explícitamente impregnada de otras escrituras, de la vida de otros también, de eso se conforma la obra, creo que las escrituras, las obras son intemporales siempre algún libro nos marca o deja una huella.


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?


Sin duda muchas somos una fábrica de poesía involuntaria. Cada pensamiento, cada búsqueda, como la escritura automática o fluir de conciencia de la que en su momento le habían otorgado los surrealistas a la poesía o escritura “automática”. En la actualidad la poesía involuntaria puede darse desde una búsqueda en google, algoritmos informáticos, entre otros. El poema es casi siempre un discurso involuntario.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?


Es una pregunta complicada, como cuando te preguntan cuál es tu banda o película favorita, pero si tuviera que recomendar uno que me ha marcado los últimos años es Estrategias del deseo de Cristina Peri Rossi. Es una composición poética que nos va mostrando el lado más íntimo y biográfico de la autora, sus ansias por vivir intensamente el amor y la sexualidad, que no sólo está en el cuerpo humano sino en todas partes, la pulsión de lo carnal, también concretando un libro con hechos vividos.


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«el cuerpO tambiéN sAbe»


«Todos colgamos misterios / que cuentan de nosotros algo que no conocemos». Subida a un parante de madera que lanza un inconfundible olor a Atlántico, mirando el mar con exagerada complacencia y apurando un mate porque ya viene la tormenta, leo por segunda vez y casi sin pausas Todos tenemos un jardín, de Belén Zavallo (Camalote, 2019). Me retraso en esos versos abrazando la idea de que tal vez, en un quijotismo excepcional, no estuviera del todo errado el pintoresco Saramago que dijo «dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre, y eso es lo que realmente somos». Eso, más la certeza de saberme alienada a este poemario, deja bien claro de qué manera nos va a aferrar este libro a una bandera de elocuencia estoica que ya no vamos a querer soltar.

Construirse. Entender que hay más de una lucha en movimiento. Entender que el cuerpo de una mujer es siempre un cuerpo de resistencia, que hay un legado que llevar sobre ese cuerpo y que el desafío ocurre, eclécticamente o no, a expensas de nuestros deseos e incluso de nuestros destinos. «Mi mamá tuvo un cuello ortopédico por las cervicales. / Me pregunto si a veces lo que heredamos / nos anticipa qué partes del cuerpo nos van a doler / los días de lluvia / y en qué gestos nos repetimos en otros.» Hacia esta cimentación, entonces, dirigimos la mirada mientras transcurrimos en los detalles más vívidos de este libro, que nos habla y nos aquieta, al mismo tiempo que, sin habérselo propuesto, nos alecciona  y nos descodifica.

Si algo busca la poesía de Belén Zavallo, es la unidad. Una que es íntima y edificante. Una que guarda, en la simpleza exquisita de un haiku de apertura, una revelación, una señal demorada de confidencia. Sus poemas – su escritura franca y entera – se definen en relación con una especie de «fusión discontinua» de la que todos somos parte: «me gusta saber (…) / que nos parecemos pero no nos repetimos». Adivinamos así al instante que se trata de un yo integral pero indivisible, circunscripto a un conjunto de cotidianeidades que vienen a precisar su más íntimo mundo: pintarse las uñas, regar las plantas, sacar la basura, limpiar el inodoro, en suma, un yo ligado genéricamente a todo lo que de un poema no se espera pero que lo mismo viene a afincarse en la hoja y que, sin sospecharlo siquiera, se hace texto porque no puede emanciparse de aquello con lo que coexiste.

Belén escribe. Intensifica sentidos. Belén escribe, como escribió Alejandra, «para reparar la herida fundamental». Y en esta inventiva abre paso, tal vez impulsiva o tal vez involuntariamente, a la más cruda de nuestras posibles sanaciones. Belén escribe y nos empalma, con agudeza rítmica, a un poemario que está vivo, justo ahí, debajo de nuestras manos. Un auténtico extracto de vida, un pedazo de realidad suspendido en el momento preciso de estar en la escritura, de estar en el barro, de estar  - delicada pero resueltamente -  en el jardín que guardamos dentro, y que espera. 




María Belén Zavallo. Docente y coordinadora del taller de escritura creativa  «Nos/Otros en el texto». En marzo de 2019 publicó su primer fanzine, Todos tenemos un jardín, con Editorial Camalote.


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«dOs bocas / que sin pronunciAr / sE alivian»


Algo que decir acerca de Animales poco útiles (Editorial Cartografías, 2019):


Pertenecer. Manifestarse furiosa e intempestivamente ante un conjunto vital de hechos pretéritos ya imposibles de modificar, ya perdidos y entregados a la orilla inaplazable de la resistencia.
Estos poemas-animales se desplazan, sigilosa pero categóricamente, por un tramo enajenado de la historia, un camino de ida al que sólo se puede acceder por medio de la entrega y de la enunciación. Dos movimientos (porque moverse es la frontera última) se comprometen desde la línea inicial a sacudirnos con su baile agitador, con su flujo integral y rotundo.

La primera voz que nos habla (femenina, cruda, radical) se revela pasionalmente auto sometida a una sofocación emocional punzante, una a la que debe enfrentarse con notoria resignación y escepticismo. El conflicto evidenciado de no-pertenencia hace eco obligado en esta voz, que se inaugura y se define en relación antónima con lxs otrxs, y con unos preceptos sociales y morales preestablecidos que la vuelven cínica, pero también – y sobre todas las cosas- vulnerable.

Lo impronunciable es lo urgente para esta voz. «Ya me gustaría a mí», «ya quisiera yo», afirma. Su idea de deseo tiene que ver con una frustración de la que ya ha empezado a resultar imposible escapar. Y en este plano (el de la disconformidad, el de la decepción, el del hastío), aparece el anagrama poético por excelencia, el eje escritural concomitante evocado con un grito ahogado, como arrastrando desde muy lejos un oxímoron cíclico incrustado involuntariamente en cada célula del cuerpo: es la madre.

Una simbiosis múltiple puede ser entonces aceptable en este punto, uno que atrape por los pelos al hablante, al oyente, al que lee, al que escribe, al que observa, al que interpela. Porque la madre que manda al mundo a su cría, lo hace indefectiblemente en desmedro de un dolor ya fundado, preexistente y colectivo.
Bajo este panorama, la crueldad devastadora del mundo está a la orden del día, golpeando continuamente las puertas semi-abiertas del fetiche, lugar en el que este ser desamparado muta en un observador militante pero sesgado, imposibilitado de ejecutar cualquier cambio a su destino fatal, a su drástico pasado inmediato. Se trata de un intérprete asfixiado vuelto a la trinchera para conmutar, desde allí, su adentro y su afuera, su rendición y su insistencia, su apatía nostálgica y su supervivencia, pero también  – y sobre todas las cosas -  su foraneidad y su torpeza, su mantra urgente y su irreversible infierno.

Parece existir, no obstante, un dejo de esperanza, la posibilidad minúscula de redención, de erguirse nuevamente ante ese mundo de caos conceptual. Y acaso este milagro emancipador descanse (para quien lidera esta proclama y para todxs nosotrxs) en el gesto simple y noble de todos los días, en el objeto que permanece siempre indemne dentro del campo minado. La casa, los muebles, las botellas y el pan sobre la mesa, el cigarro, el deseo, la culpa, la nota escrita de puño y letra: elementos irreemplazables de una cotidianeidad que es tan trivial como necesaria, el eje resolutorio de un estancamiento hermoso pero ya insostenible.

Todos los caminos (una instantánea panorámica infinita) llevan de igual manera a un mismo puente colgante, a una misma fuente de divergencia que toma por momentos la tercera persona del singular: un otrx ausente. Y en este sujeto destinatario (el que se ha ido, el que ha cortado el cordón) se depositan los restos de todo aquello que ha quedado por decir, la necesidad de salvarse en la palabra, la puesta en escena de una despedida inútilmente postergada. «Somos ese mapa impreciso / esa cartografía inservible»: el plural, devenido en jerga confesional, es la prueba definitiva de un desenlace ya anunciado.

«Habrá, entonces, que demoler las formas / o abandonarlas / a merced de cuanto cataclismo / seamos capaces / velar sus cicatrices / y el reverso límpido que supuran / mirarse en el espejo de aquel error / que se nos impide nombrar / y arremeter de nuevo / como el animal que delante de sí / ve agitarse el mundo rojo / que lo enfurece / mientras todos aplauden sus proezas» ¿Cómo medir, entonces, la monstruosidad con que nuestro instinto atraviesa, acaso involuntariamente, cada pedazo de existencia que se nos pone delante?

A esta estampida de signos y de destinos superpuestos se la puede rastrear por cientos de siglos. De atrás para adelante, de izquierda a derecha, desde su núcleo hasta sus anexos y viceversa, viceversa, viceversa. De esta bestia en movimiento que se quiere «poco útil» se puede aprender – manojo de rituales mediante - el revés sintomático de la persecución aleatoria, de la huida, de la caza furtiva y de su posdata urgente. No hay vínculo maternal que pueda salvarnos de su barbarie. A su doctrina espesa pertenecemos. Convergen en su conjunto irrebatible de poemas demasiadas partes de un todo brutal, vuelto a revisar e idolatrado.

Y esta misma bestia nómada tiene  – cómo no reconocerlo - un escenario etéreo en el cual arrojarse desnudx, en el cual hacer justicia a su dupla orgánica de movimientos, y a su representación intrínseca de consciente y subconsciente. El bosque es su espacio vivo, su escenario de dilación y de prórroga; el bosque es la casa cándida de la carne fresca pero también del lobo hambriento. El bosque es, en suma, el único destino posible, cuya naturaleza instintiva es avanzar hacia ningún lado.




*Gastón Malgieri (Mar del Plata, 1977). Escritorx, fotógrafx, docente. Ha publicado Furia Garaje (Editorial Martín, 2000); Estrim y Out (Ediciones Independientes, 2008); Porfía (Dársena 3, 2009); Mediopelo Sidecar (Difusión Alterna, 2010); Transversos  (Atarraya Cartonera - Puerto Rico, 2010) y Animales poco útiles (Editorial Cartografías, 2019). Reside actualmente en Las Higueras, Depto. de Río Cuarto, Provincia de Córdoba.

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«la escriturA es para exprEsarlo todO»



Entrevista a Yohanna Jaramillo (Tijuana, México, 1979) Poeta, investigadora y promotora cultural. Tiene publicadas las obras Pacíficos (Editorial Casa Poesía, Costa Rica, 2007), Yohismos (Propia Cartonera Uruguay, 2010), Trotamentes (Torre de Babel Ediciones, 2010), Diarios del Este (Colección La Ceibita, CONACULTA 2012), 32°/33 (Editorial Piedra Cuervo, 2013) y El valle (Domingo Atrasado, 2019). Su obra ha sido traducida al italiano y al inglés. Dirige, desde 2006, el Festival Internacional Poesía Caracol, en Tijuana.



👉 ¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?


Debo decir de niña, me tocó aún la última época donde te llegaban las enciclopedias o libros por correo aéreo a casa y tenías que esperar muchas veces meses en recibirlos. A través de las enciclopedias pude ver la existencia de bastantes personajes de la historia (físicos, poetas, filósofos, matemáticos, químicos, historiadores, etc.). Para mí era tan extraordinario ver cómo se escribía la historia. La poesía, sin embargo, me parecía tan concreta en mi crecimiento que era donde yo sentía un respaldo, cada verso me hacía decir ¡Lo sabía, no soy la única que piensa o siente esto!


👉 ¿Qué te parece que es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?


Se supone que para eso es la escritura o las artes, para expresarlo todo. Sin embargo, en tiempos donde los sistemas se han construido para someter u ocultar situaciones sociales, se vuelve complicado o más bien se trata de fomentar miedos sobre qué decir y qué no. Yo en mi escritura he sido lo bastante libre (todos mis temas son sociales). Sin embargo, han existido varias ocasiones en que mis poemas causan problemas, como en una ocasión en Sinaloa, México, que se me anunció que dejara de leer cierto poema donde nombraba yo a dos narcotraficantes de mi país y ellos podrían hacerme daño, ya que, según esta persona, yo no tenía autorización de ellos para nombrarlos.


👉 Contanos todo lo que hay que saber sobre «FIP Caracol Tijuana», los inicios de este proyecto, su trayectoria y qué expectativas se tienen para la ya muy próxima edición 2019.


En el 2005 teníamos un grupo de poetas de Tijuana,  POETA NO LUGAR, donde se decide realizar un primer encuentro de poesía, ya que solo existía uno de literatura y era institucional. Para nosotros era primordial salir de la institución, acercar a la sociedad la poesía, bajo el slogan «SE LEE POESÍA A DOMICILIO». Al final, todos los festivales de poesía o literatura en el país y en el mundo, creo que tienen como objetivo fomentar y mostrar la continuidad e importancia del libro (físico o digital), de la lectura hablada, de impulsar creatividad e intelecto en la sociedad. Sin embargo, en 2006, cuando empezó este proyecto, la intención siempre fue salir de la institución (no dejar la institución cultural, sino ir a la comunidad, dar talleres y lecturas en centros educativas de todos los niveles). Sentíamos que en tiempos donde las administraciones federativas no potenciaban o escondían la cultura, nos parecía primordial salir directo con el lector, así como ahora de pronto veo a científicos (físicos, matemáticos, etc.) dar charlas sobre divulgación científica en bares o cafés, así sentimos nosotros en esos tiempos la necesidad de expandir, y fue muy funcional la respuesta de toda la comunidad. Ahora es muy interesante continuar esas alianzas que se han formado con Caracol entre instituciones educativas, culturales y centros comunitarios o, por ejemplo, desde el año antepasado con asociaciones donde la inclusión era otra de las partes que nos interesaba abarcar, tanto que se lograron dos antologías poéticas en sistema braille.


  👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?


El poema nace cuando el poeta observa, siente, estudia. Es el resultado de sus todos. Yo creo que nada es involuntario, es más bien una extensión que sale del cerebro en forma de.


 👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?


No podría recomendar uno (son tantos los que no se deben dejar de leer). Lo que sí, aunque se lean los clásicos, se debe leer la poesía que se está creando en nuestra generación.


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«buscAr / el cOmienzo de tOdo»



Conocí por primera vez el nombre de Sabrina Usach* hace unos años, en ocasión de participar junto a ella en la colección que publicara en aquel momento Baldíos en la Lengua, titulada «Plaza Prohibida». Muecas de una voz pájara, segundo libro de Sabrina, significó para mí el descubrimiento (prodigioso descubrimiento) de un nuevo modo de pensar la poesía, de circular libremente por impulsos escriturales mucho más íntimos, despojados por completo de formalismos y volcados a un proyecto poético más profundo y desbordante.

Magnética (Ediciones Culturales de Mendoza, Premio Vendimia 2018), un regalo que recibí de manos de la propia Sabrina y que terminé devorando en el trayecto de un viaje de larga distancia, me acercó todavía más a esta idea casi omnipresente de escritura fugitiva, efímera en su lectura pero perenne y explosiva en su contenido, como si de una fuerza extraordinariamente poderosa se tratara, o como si ese fenómeno de atracción al que refiere el título se proyectara más allá del papel para invitarnos, hipnosis lírica de por medio, a una visita guiada por los rincones menos transitados de un pasado que queremos siempre vivo y de rodillas.

«Vuelvo a pasar por el baúl voy / de reverso», nos suelta la voz que inicia. Y «volver a pasar» convalida de forma explícita una idea subrayada de repaso que recorre todo el libro: hacer algo que ya se ha hecho, recapitular las marcas, las pausas, los espacios y las divergencias vividas, desde la ingenuidad pintoresca de la niña pero con la carga insoportable de la adultez en crudo y del paso implacable del tiempo, siempre monstruo y siempre violento: «allá en el fondo soy carnadura / de sangre balcánica venida / a otra piedra con esta aguja / magnética en la espalda».

Lo que viene a confesarnos el corazón generoso de este poemario, con su semblante íntimo y su potencia introspectiva, se encuentra hondamente atravesado por todo ese vapor inmóvil de melancolía y pesadumbre cotidianas, que fluctúa entre sus versos y que nos identifica de forma inequívoca como seres vulnerables y esencialmente indefensos. En este compendio de vivencias arraigadas halla la autora la posibilidad e imposibilidad de la escritura: «me ciñe el verbo aprieta la palabra y trae / estas crudezas que aún desconozco o no sé decir».

La nostalgia,  la historia, la injusticia social, lo transformado y lo opresivo, e incluso aquello que parecíamos haber olvidado, sale a flote con su palabra. Un plato de sopa, una receta casera, una bicicleta que chilla, aromas, lazos, sonidos y silencios: simplezas de hogar y de infancia que vienen a buscarnos en el poema, que vienen a hacernos y a deshacernos.

Esa búsqueda axiomática a la que Alejo Carpentier nos induce desde el epígrafe fundacional de sus pasos perdidos («buscar» – como urgencia coyuntural – «el comienzo de todo») resulta un camino prácticamente recto hacia los diferentes desplazamientos y cavilaciones que pueden presentársenos mientras, justamente, buscamos. Y la poesía de Sabrina es esto: una pesquisa, una indagación. Un pasaje cíclico hacia el lenguaje pero también [y sobre todo] un paso hacia esa herencia semántica indeleble que nos va dejando el movimiento siempre oscilante del tiempo. Sus textos conforman una cinta uniforme de rodaje, planchas espontáneas de recuerdos, «poemas donde la hondura no teme, se arriesga», como precisamente adiciona el jurado en la contratapa.

La lejanía, la ausencia, la privación y la pérdida son los grandes destinos de un mapa que Magnética nos hace desplegar sobre la mesa: diapositivas ensambladas de un mismo esquema de sentidos; voces flotantes, puestas a revelar del mundo aquello que nos apresa, que nos prescribe o nos libera.




*Sabrina Usach (Mendoza, Argentina, 1985). Poeta, narradora y ensayista. Profesora en Lengua y Literatura. Becaria del Taller de Capacitación en Poesía del Fondo Nacional de las Artes, dictado por Tamara Kamenszain (2013). Participó en diversos Festivales y Encuentros Internacionales de Poesía. Publicó Versos para beber hasta (Minerva, 2012), Muecas de una voz pájara (Baldíos en la Lengua, 2015) y Magnética (Ediciones Culturales de Mendoza, Premio Vendimia 2018).


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 «nO hAy nadA que nO se puedA dEcir»



Entrevista a Fernando Kosiak (Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina). Profesor en Lengua y Literatura (UADER) y Técnico en Comunicación Social (UNER). Desde el 2005 coordina talleres y capacitaciones de Literatura en la ciudad de Paraná. Publicó los libros de cuentos Soy tu monstruo (Supervisión, 2008), Sentido raro (Supervisión, 2011), Tuit (Bicéfalo, 2012), El crimen es una fiesta (Bicéfalo, 2015); los libros de poesía Morite Lacia (La gota, 2016), El final de los paisajes (Bicéfalo, 2017); la obra teatral La bondad de los extraños (Editorial de Entre Ríos, 2018), ganadora del premio Fray Mocho 2016, y la nouvelle Cerca del fuego (Baldíos en la Lengua, 2018).




👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?


Ah, pero qué fácil tu pregunta, che. Los primeros acercamientos fueron en el colegio porque teníamos una profesora muy vieja que nos enseñaba poesías españolas y yo me las aprendía de memoria. El resto vino ya desde la facultad y otras lecturas pero también siempre creí que mucho me vino desde la música porque cantaba en coros y la musicalidad poética tiene que ver mucho con eso.


👉¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?


Muy compleja. Next. No, mentira. Creo que son dos momentos abismalmente diferentes pero que tienen en común una cosa, que es que son pocxs los que llegan a la trascendencia, a la “fama” por así decirlo, porque obviamente a principios del siglo XX hubo centenares de poetas maravillosxs que no conocemos, recordamos unos 10, con suerte. ¿A cuál de todxs nosotrxs nos recordarán dentro de 100 años? Creo que hoy podemos acceder a otro universo inmenso de poesía y que eso es genial pero que al mismo tiempo resta, porque, por ejemplo, a  mí me encanta leer a mis contemporánexs, pero por ahí dedico una hora en leer un poemario que es una poronga en vez de haber leído a alguien que escribe hermoso pero que no me llama la atención porque escribió hace 50 años. Es muy complejo, creo que muchxs estamos en esta paradoja.


👉¿Qué te parece que es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?


Creo que hoy en día no hay nada que no se pueda decir, salvo que sea algo políticamente incorrecto porque hay un marco social que está atento a esos derrapes. Ahora, lo que no llega a decir, creo que tiene que ver más con lo emocional, con los sentimientos, porque creo que a todos nos ha pasado de sentarnos a escribir y finalmente creemos que tenemos EL poema donde hemos volcado lo mejor de nosotros mismos y que al otrx no le llega, creo que eso es lo más complejo. Me pasó hace poco con un poema que escribí y que lo releo y lloro pero que creo que, salvo yo, dos o tres personas nomás podrían llegar a entender la carga que está en ese texto, ahí entra un replanteo en torno a la poesía que tiene que ver si hay que escribir para que todxs entiendan lo que tenemos para decir o si es el capricho de quien escribe y nada más. Es complejo, hay que encontrar un punto medio, creo.


👉Contanos todo lo que hay que saber sobre «Producciones Kosiak», «Proyecto Camalote» y los Ciclos de Poesía que están teniendo lugar hoy en la provincia de Entre Ríos.


«Producciones Ferny Kosiak» es un nombre de fantasía que puse hace años para englobar todo lo artístico que llevo adelante. También soy fotógrafo así que ahí entran mis muestras de fotos, los libros que me he editado o diversos proyectos de editorial independiente que también tuve. Ahora, desde finales del año pasado, lancé «Proyecto Camalote» que es, básicamente, edición de fanzines de autorxs entrerrianos, desde donde hay un niño de 11 años hasta autoras consagradas y súper editadas pero que se copan con esta idea de publicaciones pequeñas y que intentaremos que sigan saliendo 100$ hasta que nos gane la macrisis. En Paraná hay varios ciclos de poesías pero con un grupito compuesto por Washington, Luciana y Javier desde el mes pasado,  lanzamos «Río Abajo», que es un ciclo de poesía íntimo donde presentamos los fanzines nuevos y también recibimos otrxs escritorxs y músicxs que se suman.


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?


Muchas veces sí, porque tenemos la libertad total de la hoja en blanco para construir como queramos. Yo, que escribo otros géneros, sé que al meterme en ellos tengo otras restricciones. En ese sentido, como momento inicial, está lo involuntario, lo libre, después vendrá lo de pulir y rever.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?


Soy malo recomendando porque me gusta mucho y variado, desde García Lorca hasta Ioshua. Voy a recomendar a una entrerriana, Stella Berduc, que falleció el año pasado y que, en su vida y en sus poemas, siempre transgredió con belleza.


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«animAles pocO útilE



Entrevista a Gastón Malgieri (Mar del Plata, 1977). Escritorx, fotógrafx, docente. Ha publicado Furia Garaje (Editorial Martín, 2000); Estrim y Out (Ediciones Independientes, 2008); Porfía (Dársena 3, 2009); Mediopelo Sidecar (Difusión Alterna, 2010); Transversos  (Atarraya Cartonera - Puerto Rico, 2010) y Animales poco útiles (Editorial Cartografías, 2019). Como poeta, ha participado en diversos Festivales, como el  2º Festival de Poesía de Acá | Mar del Plata" (2006); 3º Festival de Poesía "Yo no fui" | Pabellón de mujeres, Cárcel de Ezeiza (2010); Festival de la Palabra | Puerto Rico (2010); 1º Festival de Literatura de Rafaela | Rafaela (2017). Obtuvo, entre otras distinciones, el Primer Premio en la Bienal Nacional de Arte Joven (Mar del Plata, 2006). Como fotógrafx, ha colaborado con el sitio Indymedia Córdoba, La Tinta, Página 12, los suplementos "Ciudad X" y "Vos" de La Voz del Interior, el blog "Boquitas Pintadas" del Diario La Nación, las publicaciones especializadas "Crac!Photo", "Bex Magazine" y “SanatórioGeral” (editada en São Paulo, Brasil). Reside actualmente en Las Higueras, Depto. de Río Cuarto, Provincia de Córdoba.




👉Unos años después de haber llegado a la poesía, llegaste también a la fotografía y – de forma indirecta – al teatro ¿Cómo se articula, desde un mismo «cuerpo poético», ese triple lenguaje encontrado?


Supongo que desde una condición primal de inquietud constante. Esos tres lenguajes me atraviesan, de una u otra forma. Fui llegando a cada uno de ellos, así, con cierta inocencia de quien no conoce las reglas específicas y entonces, juega. Y en ese experimentar, se raspa, comete errores, pone el propio cuerpo a disposición del abismo que significa estar en proceso de aprendizaje.
En ningún momento me dije, voy a ser poeta, o fotógrafx, sino que cada una de esas parcelas expresivas aparecieron ante una carencia, ante una necesidad. Lo primal, lo nodal de ese cuerpo poético es expresivo, es del orden de dejar ir de unx algo que no tiene un formato demasiado definido. Pero que siempre, siempre, está enlazado a la emocionalidad de lxs otrxs. Necesito crear esas redes emocionales. Intuyo que algo de eso me llevó a escribir, a sacar fotos, a estar en ensayos de teatro durante meses. Una cierta pulsión por enlazar con lo humano, en toda su densidad.
Sucede a veces que aquello que estoy intentando poner en palabras, inevitablemente termina en imagen, o lo pienso como parte de un dispositivo dramatúrgico. Y en ese flujo, en ese ir y venir por estos lenguajes creo mis propias comunidades afectivas, por tanto, mis propios modos expresivos.
Siento, quizás por impericia, que esos sistemas expresivos, así, por separado, no terminan de ayudarme a construir este torpe cuerpo poético que voy siendo. Necesito porciones, pequeños territorios de uno u otro para completarme.


👉Animales poco útiles, tu último poemario, recupera – hace emerger, avanzar, resistir – la voz de una mujer (nada menos que la voz de tu madre). Contanos de qué manera se forja esa resistencia en el poema, ese cruce, y cuáles son los límites de «distanciamiento/acercamiento» que vos, como autor, tuviste que infringir o que abrazar.


En Animales (…)hay dos voces, dos movimientos que intentan establecer un diálogo. Una de esas voces es una invención. Me refiero a la voz de mi madre, a quien perdí cuando tenía 8 años. Por lo tanto, ese modo decir suyo, tuve que trazarlo casi a ciegas.  Diría incluso que ese fue el puntapié inicial de los versos.
Pero en el proceso de edición, junto al escritor Santiago Allasia, empecé a pensar que en esa voz, femenina, atribuida en principio sólo a mi madre, al movimiento alquímico que la trajo de vuelta ante mí, había otra resonancia, que no era suya, sino propia. Mi voz marica, que por momentos también habla en femenino. Y entonces aparece esa necesidad de ponerlas a dialogar. Aparece no como recurso estético, sino como algo del orden de lo vital. Recurrir a la poesía para saldar una ausencia. Para que esa voz marica y esa voz madre, hablen desde los silenciamientos a los que fueron expuestas desde siempre.
El límite, el hilo fino por el que caminé durante la escritura del libro, tenía que ver con la convicción de no hacer del poemario una catarsis biográfica. Porque además, una vez que tuve conciencia de esas voces dialogando, entendí también que no era tan importante lo que lo tenían para decir a otrxs, sino para decirse entre sí. Entonces, necesité tomar distancia de los textos, darlos a otrxs, para poder despegar. Para poder simplemente estar ahí, escuchando.


👉Teniendo en cuenta esto mismo, ¿Qué es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?


Honestamente siento que en este poemario en particular, como nunca, dije, escribí lo que tenía ganas de poner a circular.  Esa fue la primera gran negociación entre el gesto vital del que hablaba antes, y el hecho estético en sí.
Ser honestx en la rotura que habitan estas voces. En cierto gris que las viste. En cierta melancolía que las atraviesa. Y tener cuerpo para defender esa honestidad.
Si es que es posible tal cosa, siento que Animales (…) me ayudó a ocupar como propio ese lugar gris. A asumirlo como un hogar posible.  Un bosque donde nos reencontramos, no ya para sanar, sino para lamernos las heridas.


👉¿Qué te parece que le sobra o que le falta a nuestra actual poesía contemporánea, entendida ésta como género estético o fenómeno cultural «¿re – emergente»?


No lo sé. No creo tener los elementos necesarios para hacer un análisis de esta índole. Por varias razones, pero básicamente por esto que te decía antes de mi carácter nómade en los lenguajes expresivos.  No me siento inmersx en el universo de lo editorial, o de los círculos literarios, para hacer una apreciación semejante.
Podría pensarlo de otro modo. Creo que, en los tiempos que corren, hace falta que la poesía llegue a más gente. No digo ni siquiera un tipo de poesía o autorx en particular. Me refiero a la posibilidad de encuentro con la palabra. Con otro tipo de discursos, más allá de los mediáticos o los de las redes sociales. Necesitamos, creo, la pausa que requiere la poesía. Volver a conectar con eso que no tiene más objeto que el de conmovernos. Y que por eso mismo no tiene ninguna utilidad.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?


Digo libros que me han, justamente, conmovido. Donde encontré refugio, otro modo de las cosas dispuestas en el mundo. Algo de calor en la piel. Quizás por eso los listo.

- Hebra Incompleta de Fernando Noy
- Eclipses y Fulgores de Olga Orozco
- Poesía Vertical de Roberto Juarroz
- Pocas virtudes de Miyó Vestrini

Cualquier poemario de María Negroni, entre los que elijo Interludio en Berlín y Archivo Dickinson. Cualquier poemario de Osvaldo Bossi.


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«tOdo va haciA una acuMulación»


Entrevista a Karina Macció (Buenos Aires, Argentina). Escritora, editora, traductora, docente y gestora cultural. Licenciada y profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Dicta semiología en el Instituto Carlos Pellegrini. Dirige Siempre de Viaje – Literatura en Progreso, espacio de talleres de lectura, escritura y traducción. En 2008 crea Viajera Editorial, dedicada a la literatura contemporánea, con especial énfasis en la poesía y la escritura poética. Sus traducciones de S.T.Coleridge, Tennyson, Poe, Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Plath, Hughes y Sexton han sido publicadas en diversas revistas especializadas. Publicó Pupilas estrelladas (Siesta, 1998), Ferina (La bohemia, 2001), Lestrygonia (Aurelia Rivera, 2003), Impresos en rojo (Gog y Magog, 2006), La pérdida o La perdida (Viajera, 2008), Diario de la transformación (Viajera, 2011), Mis Peores Poemas de Amor primero en español (Siempre de Viaje Ediciones, 2012), Amarillo (Amar y yo) Ocre (Textos Intrusos, 2015), AmorAtada (Viajera Editorial, 2018), entre otros.



👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?

Llegué a la poesía sin saber que llegaba, pensaba que escribía sin forma, que mis textos eran raros, inadecuados, que me gustaban las palabras pero ¿y qué? Cuando tenía 20, encontré a Delfina Muschietti, profesora de la UBA, me enteré que escribía poemas, y reinicié la lectura poética, vapuleada, muy recortada, por la carrera de Letras. Escribí siempre, escribo por necesidad, porque me guarece del mundo.


👉¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

Tengo una visión optimista. En este momento, se escribe mucho y se publica mucho. A veces me pregunto o me inquieta cuánto se lee. Esto puede constituir una diferencia con el comienzo del siglo XX. Si bien ya se hacía sentir la aceleración, es incomparable con el vértigo actual, la ilusión de estar en varios lugares a la vez, la presión y también el deseo multitasking, los instantes altamente concentrados, y encima registrados, todo va hacia una acumulación, un exceso que no tiene límite porque la tecnología permite más y más rapidez, más y más memoria. En el arranque del siglo XX el escritor adquiría una brutal conciencia de su falta de ubicación en la sociedad; hoy eso está como punto de partida, la desubicación es constante y reubicable, movible, también. Autores como Rubén Darío y José Martí son los últimos representantes de un modelo que aún encontraba un posicionamiento social, conjugando en la escritura un papel institucional, político, y un accionar en lo real. Paradigmático es el caso de Martí. En el transcurso del siglo XX se da una profesionalización que también separa y constituye desde una óptica de mercado los géneros. La novela reina y tiene su boom latinoamericano. La poesía, ¿dónde está? Con el estallido de las redes sociales, la poesía encuentra espacio: rápida, contundente, provocadora. Publicar es fácil, mostrarse es fácil, hay una enorme circulación de escritos tanto de forma virtual como a partir de la labor de las pequeñas editoriales. Porque también es más fácil imprimir. Tenemos la tecnología, es accesible. Tenemos los canales. Ahora hay que intentar no perderse en la maraña, buscar lo interesante, elegir las lecturas y las escrituras. Y por sobre todo, no creer en el mercado.


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?

No creo que haya nada involuntario en la escritura. Al menos no en su fase final, cuando llegamos a esa etapa en la que un texto está próximo a quedar publicado. Hay mucha reescritura, revisión, corrección, armado, en fin, trabajo. Ahora bien, cuando empezás a escribir, eso que enciende el acto, ¿de dónde viene? Puede también haber una voluntad, por ejemplo, no sé qué escribir y voy a buscar una cita que me interpele. Me someto a ese ejercicio voluntariamente para encenderme. O no. Reina el misterio. Algo, una palabra, viene de la oscuridad y me habla. Es momento de escribir. No puedo dejarla pasar, que me atraviese sí, y que pase de esa manera al papel.


👉¿Creés en la poesía (en la escritura en sí misma) como medio de insurrección?

No hay otra posibilidad para mí. La escritura existe como insurrección frente al discurso estereotipado, standarizado, hegemónico, mercantil, cosificado, rígido, plano y aplastante. La escritura, siempre poética, es móvil, paradójica, incierta, ambigua, incómoda. Te indaga, te corre, te sorprende, te refleja en una forma que quizásno habías visto, no sabías.Muestra lo extraño del mundo, de la vida, de la humanidad, su horror y su belleza inconmensurables.


👉Contános todo lo que hay que saber sobre Viajera Editorial y Siempre de Viaje…

Primero nació Siempre de Viaje. Era el 2005, y una etapa nueva irrumpía en mi vida, había ya coordinado talleres y ciclos de lectura, pero ahora me zambullía por mi cuenta. Viajar y escribir, viajar y leer, siempre fueron acciones parecidas en mí.  Cuando viajo escribo y al revés. Cuando leo puedo ir a cualquier parte, no hay restricciones de ningún tipo. Entonces el taller surge a partir de estas ideas-caminos. Nos encontramos, los viajeros nos vamos encontrando, la Guarida Literaria (sede de Siempre de Viaje) ofrece un espacio para reflexionar, jugar, mostrar, ponerse en marcha, y sobre todo, compartir.
En el 2008 Viajera surge por necesidad: había libros muy frescos, muy lúcidos, que estaban listos para la edición. Mi deseo era y es hacer libros hermosos, coloridos, libros para dejarse sorprender, para arriesgarse a entrar en mundos de escritores cuyos nombres aún no resuenan, pero muy actuales y con voces únicas. Así surge la colección Descubrir para Primeros Libros. Claro que estaban esos escritores en plena y brillante  construcción de su obra que también había que leer, y aparece Explorar. Por último, una colección para que no se escape el deseo del viaje en otra lengua, la traducción, el cruce, lo multilingüe, eso es Bífida.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Eso cambia en mí a cada momento. Hoy y ahora te voy a decir Ova Completa de Susana Thénon. El ritmo, la ironía, la conciencia del tono, la puesta en escena, las palabras que se llaman y cambian, que se reconocen en su historia, la Historia y los discursos, la invención, las preguntas, el cuerpo, un cuerpo y una voz de mujer, de poeta, de intelectual, de artista. Es una aventura imperdible leer a Thénon, es descubrir cada vez la potencia de la poesía.


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«nO conozcO el bOsque pEro mE lo inventO»


Hay un espacio no habitable en el que exigimos permanecer. Un hueco místico hecho de ausencias palpables y de recuerdos, al que ya no pertenecemos pero al que, sin embargo, seguimos asistiendo devotamente. En este espacio somos niños todavía, hijos del patio grande, del juego inacabable de las escondidas y de una fantasía intacta, vuelta pretexto para salir corriendo de nuevo a ocultarnos.
Piedra libre para Washington Atencio*, detrás del fuego idílico que nos envuelve en palabras suaves, sanadoras de males y de rutinas densas, irracionales. Así las cosas, no hay restricciones léxicas ni emocionales para mudar de escondite, para prescindir de lo que no es abstracto e inagotable.
En Una hoguera de jazmines (Camalote, 2019), el submundo de Washington (su hueco místico) está compuesto por un conjunto de elementos agrestes - casi bucólicos -, cuyas micro partes se definen en relación con un hábitat salvaje que ha quedado detenido en el tiempo, cual víctima indiferente de una mancha congelada que nadie se molestó en finalizar.
«Personas y raíces / se parecen / en estos lados» asegura el poema de apertura. Se trata de un mundo preciso, atravesado alternativamente por seres de otras especies: acaso metáforas aleatorias de un mismo ser.
Conviven en estos versos pájaros y liebres, serpientes y gallinas, médanos ardientes y pastizales. Muy lejos de ser naíf, la mirada de Washington no es huidiza ni panorámica, sino profunda y minuciosa. No es el sujeto hablante un personaje clónico y estándar de la poesía pastoril, sino un contemplador innato de paisajes y sucesos, cargados éstos de un dramatismo autobiográfico que late, equidistante, debajo de cada tablón.
El campo, su condición distintiva y su nostálgica parafernalia, resultan el escenario poético perfecto, que circunda a ese sujeto, lo contiene y lo acredita:


Tengo 222 amigos en el face
y el número me hizo pensar
en los fósforos Tres patitos que compraba mi abuela
para prender el horno de barro
en donde hacía el pan cada domingo.
Tardé bastante en darme cuenta
de la relación directa
entre la marca, el dibujo y la cantidad.

Soy lento como el fuego en leña húmeda.


Palabra, autor, sujeto lírico e imagen están fundidos y alineados encima de un mismo plano, de un mismo «colchón de aserrín», de un mismo campo húmedo y ardido donde «antes hubo liebres». Y en esta coexistencia icónica está la clave de la verdadera belleza poética: el yo no es en estos poemas un correlato de la violencia natural incontenible (como sí lo es, por ejemplo, en los Cuentos de la selva, de Quiroga), sino un intertexto vivo, residente vip de esa convivencia híbrida, sutil y casi etérea, pero excepcional:


Fuimos camalotes sin ancla en la noche.

Arrugamos las yemas
y tus dedos blanquearon
sólo para mí
espectador de un truco sin secreto
pero íntimo.


En el recinto gastado y escueto de una FM de Buenos Aires nos conocimos, Washington y yo. Nos llevamos para nuestras casas una cantidad no medible de formas de comunicarnos: posibilidades sociales infinitas que pretenden brindarnos la Windows Media y sus secuaces. La poesía, no obstante, seguirá siendo siempre nuestro auténtico médium.


No conozco el bosque pero me lo invento
pienso en un campo
lo complejizo
y la imagen me conforma.
Los abedules me ignoran
pero esta tarde me invaden destellos
olores dorados del campo que me sembró.

Un bosque es un bosque
recordás
y la palabra se pliega
porque sabe de límites.


Así nos mueve el lenguaje, nos circunscribe y nos cohabita. Así opera su vértebra fundacional: nos quemamos, dóciles y serviciales, en una hoguera común, devenida en portentosos mensajes intermitentes, y crecemos multiplicados en variantes yuxtapuestas, como arbustos solitarios, como injertos alienados, como jazmines en llamas.




*Washington Atencio (Lucas González, Entre Ríos, 1986). Profesor de Lengua y Literatura. Autor de Una hoguera de jazmines (Camalote, 2019). Ha participado en diversos encuentros de poesía y algunos de sus textos circulan a través de redes sociales. Reside actualmente en Paraná, donde dicta clases de Literatura y de griego clásico a nivel terciario y universitario. 


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«deCir» desDe lo No dichO



Entrevista a Nadia Sol Caramella (Buenos Aires, 1986). Poeta, editora, docente y gestora cultural. Publicó Federación de cazadoras (Ausencia editora, 2017), Tiempos de Caza (Subpoesía, 2017), Temporada de ciervos en el bosque (Nulú Bonsái, 2015) y 15 minutos con vos (Antología, Alma de Goma Ediciones; Jujuy, 2015); Prologó Poesía Manuscrita (Color Pastel, 2019) y El mal Amor, de José Sbarra (Dagas del Sur, 2017). En 2018, obtuvo la beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes por su poemario Técnicas de supervivencia. Es co-editora de Difusión Alterna ediciones, editorial de plaquetas de poesía y narrativa breve latinoamericana. Dirige, desde 2009, «Escrituras Indie», medio de difusión alternativo de arte y literatura independiente. Como gestora cultural produjo ciclos audiovisuales de poesía (Buenos Aires y Barcelona), ferias de plaquetas y eventos en distintas ciudades de Latinoamérica. Actualmente, coordina talleres literarios con perspectiva transfeminista.




👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?

No sé muy bien cómo, pero puedo hablar de un día en el que algo pasó y, de repente, la poesía estaba ahí. Llovía y hablar de lluvia en el conurbano es hablar de una casa con goteras y olor a tortas fritas. Mi vieja planchaba la ropa, yo estaba sentada cerca de ella y mi mirada oscilaba entre dos escenas divididas por el adentro y el afuera de una ventana. Afuera: la lluvia caía torrentosa formando pequeñas lagunas en el patio de casa, las plantas se mostraban algo despeinadas por el viento (eso combinaba bastante con mi pelo) y, el ruido del agua que corría por canaletas hacia quién sabe dónde terminaban por enmarcar la escena exterior, adentro: mi vieja planchaba rodeada de pequeñas pilas de ropa, llevaba un sacón  de lana azul eléctrico, ese azul la contenía como si sus formas y bordes la detuvieran en el tiempo. Encontré en esas imágenes algo, un chispazo, una aparición mágica, eso que se me aparecía era un presente destinado al futuro, a la permanencia. Algo me decía que ahí había algo, era una sensación de belleza inexplicable. Entonces escribí, como pude, porque eran mis primeros pasos estrenando mi escritura, tenía apenas 8 ó 9 años.  Simplemente pasó, escribí sobre la lluvia y  lo cotidiano con palabras torpes que después descubrí eran los intentos de un poema infante. El calor de hogar, sus aromas y el sonido de la lluvia me hicieron comprender que hay imágenes y presentes que se merecen cierta eternidad, y que la poesía, esa aparición mágica, estaba ahí para eso, para hacer perdurar lo importante. 


👉¿Creés en la poesía (en la escritura en sí misma) como medio de insurrección?

Si la poesía no fuera un medio de insurrección no tendría sentido hacerla. Creo profundamente que frente a la idea de verdad única y absoluta la poesía tiene la potencia de generar múltiples verdades, crear otras formas de hablar, incluso otros códigos. Es importante, frente a la hegemonía de lo literal, una poesía abierta, polisémica, capaz de abrir sentidos más que de cerrarlos. Decir desde lo no dicho, porque el poema también es lo que calla.  El lenguaje es su ficción de literalidad, como la realidad es su ficción de normas establecidas por la mera repetición histórica, pero si hay una maquinaria capaz de generar nuevas verdades que disputen las normas más recalcitrantes y hegemónicas, esa, seguro, es la poesía. 


👉¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

A nivel mundial la poesía de los primeros años del siglo XX tuvo una importancia fundamental por la interrelación entre arte, vida y política. Pensemos en las vanguardias latinoamericanas, sin ir más lejos en el caso de Argentina o el de Perú se estaba pensando el lugar del artista tanto en la literatura como en la sociedad, así como también en su relación con el idioma nacional y sus rupturas con la tradición literaria. A mí particularmente me interesa el caso de Perú, dado que mi poeta favorito es César Vallejo y considero que uno de los pensadores más reveladores de la realidad latinoamericana de la época fue Mariátegui, su análisis de la relación entre el artista y su época es de un compromiso vital, donde el arte es político e interviene en la realidad. Pienso en el caso del Renacimiento negro de Harlem en Estados Unidos, en la importancia que tuvo para los movimientos negros, para su cultura y la formación de su propia identidad como ciudadanos norteamericanos que debían defender sus derechos frente a la segregación de los blancos, la poesía generó una tradición basada en una nueva identidad de las personas negras modernas, urbanas, artistas e intelectuales. Este renacimiento sentó las bases culturales para un movimiento político que en los ‘60 tuvo su primer triunfo con la declaración de los derechos civiles, que pretendían equiparar una deuda dolorosa de discriminación y desigualdad. Eran tiempos  convulsionados donde el arte no se podía aislar de la realidad, porque la realidad demandaba con urgencia una intervención artística para poder comprender la posguerra, la modernidad, la tecnología, las nuevas cosmovisiones de las multitudes en la urbanidad y otros etcéteras. En la actualidad no creo que le sobre o le falta nada a la poesía porque eso sería como tratar de canonizar sus formas y efectos. Si algo tiene de interesante esta época para la poesía es la multiplicidad de formas y voces que la habitan. Y, con respecto a su compromiso político con la realidad hoy en día, es el Feminismo el único movimiento internacional capaz de hacer de la poesía una herramienta de lucha. Donde sea que vayas hay poetas comprometidas con el feminismo, dispuestas a disputar los espacios patriarcales. Y creo que hace tiempo que eso no se daba en la poesía, la posibilidad de usarla como herramienta de transgresión de la norma en un movimiento tan amplio como el feminismo y sus feminismos. Sí, me retracto, a la poesía actual le sobra algo y es el machismo en todas sus formas.


👉Se te concede un insólito privilegio: hacerle una pregunta a tu poetx favoritx ¿Qué le preguntarías y a quién?

Si se me concede ese privilegio, pediría un poco más y me encontraría con César Vallejo, Emily Dickinson y Alejandra Pizarnik; les preguntaría si quieren ser mis amigxs y salir a caminar para hablar de poesía, mostrarles mis aburridos poemas y preguntarles por la genialidad de sus obras, por sus miedos y frustraciones. Lxs abrazaría porque en ellxs encontré la forma de mi poesía, esa que habla desde el dolor de la existencia en lo más cotidiano como la ausencia que puede revelarse en un almuerzo de provincia hasta el encuentro de la belleza en una tumba. Y morir existiendo como ellxs por la belleza absurda de lo terrible, porque ahí están las formas más sinceras de la poesía.


👉Estoy tomando prestada esta pregunta, que alguna vez se formuló Ivonne Bordelois y cuya respuesta, entiendo, puede llegar a ser controversial: ¿Qué te parece que es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?

Siento que esta pregunta se responde con un poema.  Cuando Pizarnik habla del lenguaje, dice: “Las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia. / Si digo agua, ¿beberé? / Si digo pan, ¿comeré?“. Y es cierto, lo que no puede decir une autore en su obra es aquello que el lenguaje deja incompleto, su erotismo y su imposibilidad de decir del todo, por eso se sigue escribiendo porque nunca es suficiente, decir no alcanza, el lenguaje es también su propio vacío,  su herida, la imposibilidad de asir la existencia a una referencia unívoca, el lenguaje es su espuma y no su profundidad porque hay sentidos que se escapan, que no se pueden nombrar, y nombrar no basta para decir. Como dije en la respuesta anterior un poema es lo que calla, sobre todo, lo que calla.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Podría nombrar libros de Blanca Varela, Emily Dickinson, Alejandra Pizarnik, María Emilia Cornejo, Ana Ajmátova, Wislawa Szymborska, Mary Oliver, Audre Lorde, Alfonsina Storni, Susy Shock, Idea Vilariño y otros tantos que para mí son fundamentales, pero esta vez prefiero hablar de Disparó el arma, de la escritora armenia Mariné Petrossian. Me parece un libro sublime, donde lo cotidiano toma una fuerza poética indecible. Y es curioso porque el “yo poético” está muy presente, pero por momentos tiende a disolverse aunque este ahí diciendo “yo” a voz viva, ese yo se vuelve un nosotrxs, interpela con tal audacia que es muy fácil perderse entre los versos de Mariné. Como lectora por momentos pensás que eso que cuenta en sus poemas te pasó o que esa sensación que el poema despierta ya la tuviste. Es tan familiar, amena e inteligente, que definitivamente no se puede dejar de recomendar este libro. Sus temas son la ciudad, las fronteras, los perros, la lluvia, los fusiles, la nieve, y cada tema lo trata como a una historia mínima, utilizando la sutileza y la belleza de las palabras simples. Sin más preámbulos, un libro hermoso para compartir sólo por la belleza de la buena poesía.


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«tal vez nuncA lleguEmos del tOdo a ningún ladO»



Entrevista a Evangelina Aguilera (Mar del Plata, 1977). Profesora en Letras. En poesía publicó Fuga (2009), Memoria del silencio (2015) y Una casa no arde sola (2018). Coordina desde 2014 los talleres de escritura creativa «Fernando Pessoa».



👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?

Cuando mi padre se fue de casa yo tenía tres años. Me dejó como recuerdo  tres tomos de poesía de Neruda y partió a Chile.  De chica abría esos  libros e imaginaba qué decía. Tal vez buscaba justificaciones a la ausencia.
Luego supe leer y leer e “inventar” estuvieron de la mano en mí.  Cuando tenía doce años, en el hall de una radio que organizaba un concurso de poesía me crucé con una mujer mágica, Martha Carlomagno de Jorge, que me instruyó mucho. Su casa, un caserón de los últimos que quedan en la ciudad, estaba siempre lleno de jóvenes, de poetas, de pintores. Era una promotora del arte.


👉¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

No soy quién para indicar qué sobra o falta. Hay poetas que me agradan y otros que no me agradan tanto. No creo que sobre o falte algo.  Todo puede convivir armónicamente. Creo en la poesía como búsqueda de respuestas, como exploración espiritual y como oficio. Por eso, cada uno tiene su camino en esas búsquedas.


👉Estoy tomando prestada esta pregunta, que alguna vez se formuló Ivonne Bordelois y cuya respuesta, entiendo, puede llegar a ser controversial: ¿Qué te parece que es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?


No dice lo que todavía no encuentra como respuesta verdadera. A veces uno mismo se miente, se engaña. Esto es, escribe algo, lo reescribe, está bien, es armonioso… pero uno sabe que no es la respuesta a la pregunta o a la inquietud inicial que suscitó ese poema. Ahí uno cae en la trampa. Pero íntimamente sabe que no llegó, que quedó a medio camino. Por eso seguimos escribiendo. Tal vez nunca lleguemos del todo a ningún lado.


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?

No considero que sea involuntario. Al menos, desde mi experiencia, sé adónde apunto cuando comienzo a escribir un poema. Luego, si fallo, es otra cosa. Es como quien tira al blanco: dirige su fuerza a un punto. Luego, la suerte y la destreza harán el resto.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Nadie debería desestimar a los clásicos o darlos por muertos sin leerlos con detenimiento. El porqué es simple: si uno ignora que lo que se ha hecho antes, cree, en su ignorancia, que es original y que posee alguna que otra habilidad. Pero cuando uno lee a Petrarca, a Quevedo… (por decirte dos inmensos entre muchísimos otros que podríamos mencionar), se acerca con más humildad a la poesía.


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«a pesAr del vértigO»



Entrevista a Sol Iametti (Buenos Aires, 1986). Poeta, escritora, colaboradora editorial en Liberoamérica. Autora de La hija del cambio (Autores de Argentina, 2015) y Aledaña (Autores de Argentina, 2016).



👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?

Llegué a la poesía a través de la música. Los fines de semana la casa se llenaba de canciones gracias a mi papá. Spinetta es uno de los letristas que caló más hondo. De tanto escuchar el vinilo de Almendra, terminaba repitiendo la letra de “Muchacha ojos de papel” una y otra vez en mi cabeza. Más tarde llegaron los primeros poemas. Tendría 10 o 12 años. Eran intentos cursis y algo torpes, anotados en fichas de papel que escondía en mi cuarto. Cada tanto mi hermana me recuerda que no la dejaba leerlos. Hace poco los volví a encontrar y pude ver cómo persistía sobre los finales, sobre las rimas, casi como queriendo escribir una canción. El nexo entre las letras y la música siempre pulsó fuerte en mí, al igual que el baile. Escribir es parecido a bailar con los ojos cerrados. Lo que busco es ese estado de libertad. A pesar del vértigo, siempre puede más el impulso de ir hacia lo desconocido.


👉¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?


Veo a la escritura como una casa de los días. En un momento hubo que echar abajo paredes y muros, volver a los cimientos. Ahora toca reconstruir. La estructura siempre es necesaria al igual que la dedicación, ese “pulir el poema” que vertebra el todo. Creo que reparar en las técnicas y los recursos de otras instancias literarias puede potenciar la voz propia. Hace unos meses Elena Medel, poeta y editora de La Bella Varsovia, propuso una dinámica creativa en Instagram a la que tituló «Un mes de poemas». En ella nos alentaba a escribir un poema por día a partir de una consigna que podía ir desde la glosa y la aliteración hasta la libertad absoluta. Me pareció una iniciativa preciosa porque hacía un repaso de algunas técnicas y recursos que desafían al tono narrativo, haciéndonos volver sobre los pasos de lo que fue, no para quedarnos ahí, sino para tomarlo como referencia y construir algo nuevo. Retomando la metáfora de la pregunta anterior, los movimientos pequeños también son necesarios para medir el espacio de danza. Ahí también está la libertad, en la posibilidad de elección.


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?

Hace unos años escuché a Luisa Valenzuela en una charla abierta y mencionó algo sobre el vértigo a la página en blanco. Dijo que en realidad no le tememos a ese vacío que invoca, sino a lo que podía aflorar en la página si diéramos rienda suelta a lo que tenemos para decir, para decir-nos. En mi experiencia, la escritura íntima (sea poema o diario) siempre apareció como un reflejo. Involuntariamente para la que sostiene la tinta, pero no para la que está del otro lado.


👉¿Creés en la poesía (en la escritura en sí misma) como medio de insurrección?

Sí, y retomando la respuesta anterior, opino que puede ser inclusive un medio de insurrección propia. «Empujar todo lo dicho / y todo lo por decir», escribía Juarroz. O en palabras de Marguerite Duras: «Escribir a pesar de todo pese a la desesperación. No: con la desesperación
En cada movimiento que nos lleve más lejos de lo que podríamos ir, hay algo de insurrección.


👉¿De qué manera se articula el enorme trabajo que conlleva una plataforma como Liberoamérica con las políticas culturales emergentes y la inclusión de toda una nueva y pujante generación de escritorxs?

Liberoamérica sigue tejiéndose y en el camino va enlazándonos. En cada punto geográfico se consolida la iniciativa para que se materialicen proyectos editoriales, lecturas abiertas y encuentros literarios. Desde Argentina, junto a mis dos grandes compañeras Andrea García y Lucía Bima, fuimos articulándonos para que la primera antología pudiera tener alcance a nivel nacional, avocándonos a un trabajo intenso de difusión y visitas personalizadas a las librerías de Buenos Aires, Córdoba y Salta para dar a conocer la propuesta de Liberoamérica. Hacia el norte, Isabel Suárez hizo, y continúa haciendo, un trabajo inmenso para recopilar y concretar la impresión de la antología en Bolivia. En España la antología ya es un hecho de la mano de Darío Zalgade, Marta Castaño, Laura Pardo. Lo mismo en Uruguay, gracias a Romina Serrano. Si bien sostener una propuesta colectiva de esta magnitud implica muchísimo esfuerzo y coordinación, como todo puente, entendemos que el trabajo en equipo es clave a la hora de fundar las bases para que Liberoamérica pueda seguir creciendo y habilitando espacios de encuentro, ya sea en el escenario digital como en el plano real.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Difícil elección. Tengo un par en mente, pero si tuviera que elegir uno sería «El pájaro rojo» de Mary Oliver, editado por Caleta Olivia. Es uno de los últimos que leí y que considero un tesoro por donde se lo mire. Escribe desde lo pequeño y cotidiano, sin excesos ni desconciertos. Nombra la resonancia, lo sencillo, lo vital. Al leerlo recordé el instante-ya que intenta captar Clarice Lispector en «Agua Viva» (otro gran libro). Ese instante casi imperceptible que intentamos asir a través del arte: «estoy intentando captar la cuarta dimensión del instante-ya, que de tan fugitivo ya no existe porque se ha convertido en un nuevo instante-ya que ahora tampoco existe. (…) Y en el instante está el es de sí mismo. Quiero captar mi es. Y canto un aleluya al aire como lo hace el pájaro.» Siguiendo esta línea, lo que me interesa de «El pájaro rojo» es su canto vital, el «estar vivo / en esta fresca mañana / en este mundo roto», que ella menciona en su poema Invitación. Ese ejercicio de contemplación y presencia que se manifiesta en pocas líneas y a punta de flecha; «misterio, a punto de abrirse» dice en la página 77, y dispara al corazón que muerde. Por último, me quedaría con este fragmento de belleza inesperada que llevo conmigo desde que lo leí: «Prestar atención. / Sorprenderse. / Contarlo.» Así es en la poesía, como en la vida.


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«volviÉndo[nos] visiblEs»



Entrevista a Amanda Pazmiño Torres (Quito – Ecuador, 1993). Licenciada en Comunicación con Mención en Literatura. Profesora de Literatura y de Lengua Inglesa. Embajadora Cultural en FIL, Lima, 2012. Obtuvo la tercera mención en el VI Festival Internacional de Poesía “Ileana Espinel Cedeño”. Sus textos poéticos integran las antologías 8 Poetas Ahorita (Amaru, Dadaif y Camareta Cartonera, 2014), Mujeres y disidencias al frente: nueva poesía ecuatoriana (Escrituras Indie, 2018) y Alma Adentro (El Conejo, 2018). Su plaqueta Recorrido del abismo fue seleccionada y publicada por el sello editorial Despertar (Loja, 2017).



👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?

Desde niña el asombro activó poleas que me aproximaban, en un nivel consciente y subconsciente, a varios lenguajes. La música, las películas y las ilustraciones de los libros que mis padres me obsequiaban y que luego elegía, se registraban en mi memoria. Puedo mencionar autores, cantautores, ilustradores y directores que en esa etapa me trajeron a la realidad con una perspectiva nueva: Christine Nöstlinger, José Martí, Warwick Goble, Mercedes Sosa, Michael Jackson, Phil Collins, y Francis Ford Coppola con Jack (1996). Ya en la madurez, estudiar Literatura me permitió acercarme con mayor perspectiva a los textos poéticos, asumir mi oficio de escritura y cuestionarme más en ese contexto. Había llegado a la poesía con el deseo de expresar una lectura y una visión particular del mundo. Y entonces supe mío a aquel discurso por el nivel de confrontación, provocación y radicalidad en la palabra que me ofrecía. Yo sabía que ese lenguaje estaba vivo, que había una respiración de por medio, que había sido dispuesto por una imaginación e inteligencia capaz de movilizar y modular niveles semánticos, intensidades, musicalidad, ritmo que finalmente vuelca la mirada hacia algo no visto antes.


👉 ¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

La poesía actual me parece tiende a ser mucho más confrontativa y franca, y es que las experiencias que atravesamos en el mundo actualmente requieren una autoconsciencia y criticidad enormes, que se construyen a partir de la sensibilidad que ejercemos. Debe haber lucidez en esa lectura del mundo cada vez más plural y diversa. Celebro voces que pertenecen a grupos humanos que eran invisibilizados, perseguidos, o vulnerados, nos estamos  volviendo visibles. Y en este punto acojo una convicción de Raúl Zurita: “creo en un planteamiento, en una obra con una ambición artística; no ambiciones personales”.


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?

Creo que el discurso del poema se moviliza de manera preconsciente a través del deseo y por lo tanto, visiona una voluntad y puede llegar a alcanzar una soltura de manera natural y casi involuntaria, es posible. Como un caballo del que no siempre se puede tener las riendas absolutamente, pero al cual confías las rutas de exploración que toma, porque ya sabe andar con determinación por sí solo y, finalmente, te bajas sonriendo porque ya no necesita un jinete.


👉 ¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

El libro de poesía, que no es exactamente un libro de poesía, pero que la logra y que nadie debería dejar de leer es el Popol Vuh  (versión de Adrián Recinos). Digo que la logra en el sentido en que la poesía activa una consciencia anterior a la forma en que estamos habituados a leer el mundo. Todo lo que considero que nos enlaza está ahí, nuestro pasado está ahí y también nuestro futuro. Es una cosmogonía que acoge la verdad de los dioses, la humanidad de los dioses, el sentido y la visión de comunidad, la sabiduría primera, la concepción del tiempo.


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 «el pensaMiento se estructuRa»


Entrevista a Nicolás Antonioli (Buenos Aires, 1985). Escritor, gestor cultural y editor independiente. Director del sello editorial Baldíos en la lengua. En 2014 recibió el Premio Binacional de Poesía ArBol, otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación Argentina y por el Ministerio de Cultura del Estado de Cochabamba (Bolivia). Es autor de los poemarios Sentires del alma (2004), Se necesitan ojos (2005), muñecas / maniquí / muñecas (2009), Mandinga (2011), Mansalvar (2012) y Mano emplumada (2013), entre otros.


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia con la poesía, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?

Estaría bueno que fuese involuntario, lamentablemente depende de la voluntad del que escribe y del que recibe el código poético, es un pacto en el que ambos simulan que el inconsciente los hace evadirse de la realidad por un instante. Creo que el discurso poético, como todo discurso tiene un objetivo claro, o por lo menos una intencionalidad. Este discurso puede ser más o menos amplio, puede provenir del subconsciente, pero siempre termina siendo planificado en la mente del escritor. Aunque a veces pueda surgir algún poema casual, imprevisto, no es más que un residuo o un rezago del ejercicio poético, el pensamiento se estructura y empieza a pensar mediante ese lenguaje. Los versitos que le salen a la gente accidentalmente, no son poesía.


👉¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

Bueno, esto lo vengo pensando últimamente. Lamentablemente siento que  seremos los olvidados del siglo, digo esto porque a los poetas de entre siglos les suele ocurrir el más acérrimo olvido. No recuerdo a muchxs poetas del 1900. Es como que los siglos arrancan a partir de la década de los años ´20. Creo que a la poesía actual le sobra humor, minimalismo, absurdo y fluidez, a tal punto que a veces se confunde la poesía con el stand up. Pienso que le falta intertextualidad, diálogos transgeneracionales, epígrafes, espíritu vanguardista, osadía si se quiere, búsquedas lingüísticas, neologismos y vértigo. Pero por sobre todo hace falta una troupe de buenos críticos que enriquezcan e interpelen a los creadores contemporáneos. Es como que estamos bastante solos, pareciera que da lo mismo publicar que no publicar.


👉Nico, el próximo Festival de Poesía más grande del mundo te está esperando… Contanos un poco sobre esta futura experiencia.

Sí, la verdad es que será un honor poder participar en el 28° Festival Internacional de Poesía de Medellín. No me lo esperaba, por lo menos en el corto plazo y sin embargo me convocaron, eso es una grata causalidad. Pienso como vos, que se trata del más grande festival del género poesía, donde han pasado muchos poetas de renombre y otros que han adquirido notoriedad a partir de su paso por este evento. Lo importante es poder entablar vínculos e intercambios culturales con los participantes de todo el mundo, generar proyectos y concretarlos. Esta oportunidad tiene un valor extra si pensamos en que sólo 35 poetas argentinos han pasado por el Festival en su historia, y este año seré el único representante por Argentina. Será toda una responsabilidad dejar bien representados a los colegas nacionales. Pero lo importante es ir con humildad, y mostrar las creaciones de uno, como si estuviera en el café de la esquina, es decir, mostrarse tal cual como uno es, no creérsela. Pero por sobre todas las cosas voy a ir a aprender, este año el Festival se va a centrar en la poesía de los pueblos originarios y la poesía chamánica, vendrán más de 120 poetas de Europa, los tres subcontinentes de América, África, Asia y Oceanía, además asistirán referentes de la poesía y chamanes de varias Naciones originarias y tribus de África, quienes realizarán diversas ceremonias y rituales. Como se podrá apreciar, se trata de un encuentro humano diverso, con múltiples aristas y profundamente enriquecedor por donde se lo mire. Ahí estaremos abriendo la mente un poco, tomando nota, para transmitirle a lxs pares la experiencia, ya que en Argentina lamentablemente tenemos un desconocimiento bastante profundo acerca de lo que se está creando actualmente en otras partes del mundo. La poesía contemporánea de otras latitudes nos llega a cuenta gotas, perdimos comunicación hasta con Europa (¿será gracias al aislamiento que provocan las nuevas tecnologías?). Por eso vamos a corromper el Sistema.


👉 ¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Es difícil nombrar un sólo libro. Mirá, yo soy consumidor de obras completas, creo que las Obras Completas de Oliverio Girondo marcan un buen recorrido, diverso, multifacético, plagado de obsesiones con el lenguaje, la ironía, la experimentación, etc. Me parece un autor que ha marcado un antes y un después en la Poesía Argentina, nos enseñó que toda herramienta o material es, o puede ser válido para este género. No existen contenidos ni formas vedadas. Oliverio es uno de los guías naturales que tiene la poesía argentina y latinoamericana del S. XX y sigue vigente en este novato S. XXI. Me parece que todavía nadie ha podido superarlo y, por sobre todas las cosas es un autor que plantea una lectura muy abierta, en el sentido de que invita a seguir rompiendo moldes, pero lo más curioso e interesante es que no genera dependencia ni influencias absorbentes, está ahí enseñando la revolución como concepto, no nos dice que debemos hacerla como él, no nos impone ninguna estructura. Aunque no fue el primero ni el único,  nos enseñó a ser libres, acabó con la métrica y la rima, los males de las Eras pasadas.


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«el pOema se mueVe poR voluntAd»



Entrevista a Mario Flores (Salta, Argentina, 1990). 
Escritor y editor independiente. Dirigió el proyecto editorial para la difusión de poesía contemporánea y alternativa Cuaderno de Elefantes, desde 2014 a 2017. En noviembre de 2016 representó a la provincia de Salta en la 8º edición del Festival de Poesía Joven, organizado por APOA (Asociación de Poetas Argentinos). En 2017 fue seleccionado en la categoría Literatura de la Residencia ENCIENDE de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires. Forma parte del actual 13º Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires. De su autoría: Escala de Richter para la melancolía (2014), Nosotros niños mutantes (2015), Manual de origami (Cuaderno de elefantes, 2015), Introspectiva (Cuaderno de elefantes, 2015), Poesía para pasajeros urbanos con auriculares (Cuaderno de elefantes, 2016), Cuando llegue el fin de los tiempos (Almadegoma Ediciones, 2017) y Un silencioso modo de arder (Peces de ciudad, 2017).


👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia con la poesía, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?

No estoy seguro de que nuestra escritura esté compuesta de fenómenos involuntarios. Sería otorgarle demasiado crédito a la causalidad. Considero – según mi propia experiencia, hasta ahora – que el poema es una construcción constante: estamos redactando, corrigiendo y tramando nuevas formas de acuerdo a nuestra propia neurosis todo el tiempo. El discurso que trae el poema vendría a ser como una relectura de lo que somos, de lo que estamos fraguando. A veces resulta y a veces no. El poema también puede ser una medida de esa búsqueda: su contenido, su arco dramático, su forma o su falta de forma son, de alguna manera, voluntarios siempre. A veces es tentador pensar que nosotros no estamos haciendo poesía sino que la poesía nos hace. Pero eso siempre me pareció un slogan para disfrazar la jactancia: el poema se mueve por voluntad, con propósito. Y en su misma conciencia entrama una pulsión misteriosa, pero son aguas del mismo río.


👉La poesía - como género, como experiencia fáctica y como voz posible - ha resurgido notablemente en los últimos años. Aún advirtiendo esto, ¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

Quizás la poesía no es lo que ha resurgido sino el marco que la sostiene. El soporte en que se encuentra posicionada. Antes había pocos recursos, pocas plataformas, pocos lugares dónde hallar un poco de material diferente. Pero poetas había. Tal vez, pienso, lo que surgió y se potenció fue la industria que acoge a la poesía. Una industria diferente, que para algunos ahora parece estar un poquito superpoblada (o que de a poco va mutando a la industria del libro mainstream que todos conocemos y que, supuestamente, estamos combatiendo). No estoy seguro de qué es lo que sobra: por ahí dicen que hay demasiados poetas, o demasiados sellos independientes, o demasiados ciclos de lectura… Yo creo que lo que sobra son los sellos prepagos, que engañan a los autores, les cobran sumas que luego no pueden pagar y terminamos con un montón de libros pagados, descartables, que no son editados, solamente publicados. Sobran los sellos comerciales que publicitan “oportunidades” y al final sólo son imprentas. Lo que falta (y que ayudaría a evitar lo anterior) es una red mucho más basta entre los núcleos literarios más importantes del país (Buenos Aires, Rosario, Córdoba) con las provincias llamadas del interior. Pero no hablo de una red de poetas (papel que cumplía la Red Federal de Poesía, ahora inactiva con la gestión macrista) sino de una red de eventos, a través de la cual no sólo se facilite información de a quién pagar para ser publicado (donde radican las estafas en nombre de la literatura) sino también cómo evitar esos engaños, dónde ir, dónde acceder a información sobre derechos de autor, dónde conseguir libros de editoriales emergentes, etc. Hay mucha poesía, mucha producción, muchas publicidades de Facebook, pero muy poco alcance federal.


👉¿De qué trata el Proyecto Resonancia y cuál es el alcance que creés que tiene la poesía “escuchada” en nuestros días?

Cuando vivís en un pueblito pequeño, como mi ciudad (Tartagal) empezás a valorar mucho las pequeñas facilidades que te permite una app. Algo tan simple como enviar un audio de Whatsapp con un poema leído (propio o ajeno) puede ser una simpática muestra entre amigos, conocidos, contactos. Pero también puede adquirir dimensiones más formales. Resonancia es un proyecto de registros poéticos en la era digital: poetas de todo el país me enviaron audios grabados por ellos mismos, con sus celulares, leyendo poemas propios o de autores que les gustaban. La idea no era realizar una muestra poético-musical donde los poemas fueran impostados por locutores profesionales en un estudio de grabación: buscaba que se escuchara la poesía leída en la más pura cotidianeidad. Móvil sonoro, erratas, audios distorsionados. También muchos lectores que no son autores enviaron sus audios. La idea es que la poesía se transmita por canales no convencionales: el soporte digital, la libre descarga, y al mismo tiempo ‘consumirlo’ en una muestra formal, considero que se trata de una instalación poética que puede ayudar a mutar el modo en que manipulamos la poesía: ya no es solamente dar vuelta la página y luego dejar el libro en la biblioteca o la mesita de luz para que junte polvo. Ahora convivir con la poesía es mucho más fácil, y eso se me antoja como un alcance vivencial más espontáneo y pragmático en la vida real.


👉 El próximo Festival de Poesía de Buenos Aires te espera... Contanos un poco sobre esta futura experiencia.

Planeo realizar una bitácora diaria de mi futura experiencia en el FIP (como suelo hacerlo en cada festival al que tengo la suerte de asistir). En este caso la sorpresa es haber sido seleccionado: se trataba de una convocatoria. Eso implica un jurado, gente que te lee, te analiza (gente experimentada que, la más de las veces, está en un lugar de autoridad para con tu poesía). Le añade una gran emoción: es una dicha ser seleccionado para compartir lo que uno hace en uno de los Festivales de Poesía más importantes del continente (decirlo suena increíble). También está el tema de la edad: ser un poeta menor de cierta cantidad de años es algo que últimamente se ha cuestionado mucho: ¿qué es un poeta joven y qué no lo es? Un poeta joven es una criatura extraña. En este caso me tocará participar a la par de otros poetas muy talentosos: Ezequiel Nacusse, con quien había compartido la Residencia ENCIENDE de la Bienal de Arte Joven, y María Eugenia Simionato, a quien conocí a través de las redes. Creo que todos podemos dilucidar fácilmente el provecho en esta clase de experiencias: gran festival, gran público, ser más conocido, ser más leído, viajar y disfrutar de las cosas que a uno le gustan, etc. Pero considero también importante lo que hay detrás: qué tomarás para traer de vuelta a tu ciudad, qué se implementará y qué no en tus propias páginas, qué preguntas harás, qué respuestas darás.


👉¿Creés en la poesía (en la escritura en sí misma) como medio de insurrección?

Cualquier persona adulta que se sienta a hacer una actividad semejante como escribir, algo le falla (parafraseando a Lamberti). Eso que nos falla, que nos vuelve un poco más distorsionados, es nuestra forma de insurrección. La poesía es un acto político, es un compromiso, y también es un ejercicio de la resistencia. No podemos vernos a nosotros mismos como artefactos burgueses degustando “la buena poesía”, sumidos en la niebla del alto Olimpo y olvidar que la poesía (la poesía de verdad) se construye a golpazos, corrigiendo a carne y hueso. Y más ahora, cuando estamos en medio de tiempos aciagos, es bueno recordar que debemos escribir contra el silenciamiento y la invisibilidad. Eso es de por sí una hermosa rebeldía.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Recomiendo enfáticamente Salto del ciervo, una selección de poemas de Sharon Olds traducidos por Patricio Foglia y Natalia Leiderman.


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«subirSe al caRRo del poeMa»



Entrevista a Jorge Paolantonio (Catamarca, Argentina, 1947). 
Escritor, dramaturgo, crítico teatral. Profesor, licenciado y traductor por la Universidad Nacional de Córdoba, y doctorado en Lenguas Modernas por la Universidad del Salvador. Ha representado a su provincia natal en más de veinte ocasiones en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, y en eventos nacionales e internacionales similares, tales como: American Literature Association (San Francisco, USA, 2008), Festival della Letteratura di Milano (2013) y Festival International de la poésie Trois-Rivières (Canadá, 2016), entre otros. Becas obtenidas: Fondo Nacional de las Artes (Argentina), Council for the arts (Reino Unido), ISA (Holanda). Entre las distinciones más destacadas que ha recibido se encuentran el Premio Nacional de Poesía (NOA, 1993), Faja de Honor SADE en poesía y dramaturgia (1994), Premio “Garzón Céspedes” (dramaturgia, España, 2010), Premio Esteban Echeverría (2011), Premio SoleLuna (narrativa, 2013), Premio Luis de Tejeda (novela, 2015), Premio Luis Leopoldo Franco (2016). En 2015, el Senado Nacional le otorgó su máxima distinción, el de Senador Sarmiento. Algunas de sus obras publicadas: Clave para abrir las pajareras (poesía, 1973); Extraña manera de asomarse (poesía, 1989); Lengua devorada (poesía, 1994); Rosas de sal (teatro, 1993); Ceniza de orquídeas (narrativa, 2003); Algo en el aire (narrativa, 2004); La Fiamma (narrativa, 2008); Aguasanta (novela, 2016).



👉Jorge, sos un autor polifacético, algo que pocos han podido lograr en el camino de la escritura. ¿Qué lugar le reservás hoy a la poesía en tu vida?

La poesía se vive y se respira. Está siempre con vos. De manera que no es mensurable en espacio. Quizás lo sea en sentimiento. Y, en ese caso, es inseparable de mi vida. Me acompaña desde siempre; lo hará hasta que cese de respirar.


👉Como escritor (de poesía, en este caso), ¿Cuál es el pacto que, consciente o inconscientemente, establecés con el lector?

No hay tal pacto. Hay tantos poemas y poetas como lectores. El gusto o la conmoción que produce un texto poético es tan subjetiva como profunda. Cada receptor lee o escucha, decodifica y siente algo en particular. El grado en que un texto te sacude (o no) depende de tus vivencias y experiencias. Uno puede tener seguidores y detractores. Pero eso sucede aleatoriamente. Lo importante es subirse al carro del poema y ver adónde te lleva.


👉La poesía - como género, como experiencia fáctica y como voz posible - ha resurgido notablemente en los últimos años. Aún advirtiendo esto, ¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

La poesía está siempre viva. A veces en estado latente y otras en estado de exaltación. Siempre allí, como un componente esencial y expresión de un espíritu. Ese “resurgimiento” está conectado, creo, al fenómeno de la aldea virtual; no hay un “nuevo iluminismo”, es sólo que ese estado de comunicación omnipresente optimiza la difusión. La poesía no es un fénix, es – más bien – un pájaro que canta desde distintas ramas y su trino es inagotable, como la voz del hombre.


👉De tu amplio recorrido por la docencia, ¿Qué anécdota significativa (o que te haya marcado como enseñante) podés contarnos?

Siendo enseñante de literatura inglesa en su idioma original me ha cabido siempre “revelar” para mis alumnos esa luz que irradia la poesía como tal. La anécdota, me consta, es que muchos de ellos aprendieron el valor de la poesía en su propia lengua (que hasta entonces habían ignorado). Quizás se vea como una sofisticada potenciación de la comprensión lectora.


👉¿Creés en la poesía (en la escritura en sí misma) como medio de insurrección?

Etimológicamente, “insurrectio” es sublevarse. Para mí, el término se asocia más a la violencia que a la protesta. Soy un pacifista. Desconfío de lo panfletario.


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«poNer el cuerpO 
a la poEsía»



Entrevista a Gustavo Tisocco (Corrientes, Argentina, 1969). 
Creador y director del Sitio Mis Poetas Contemporáneos, en el que difunde a otros poetas desde 2006 y por el cual recibió el Premio Puma de Plata, otorgado por La Fundación Argentina Para la Poesía. Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano, portugués, catalán, inglés y francés. Entre sus libros publicados se cuentan: Sutil, Entre soles y sombrasPaisaje de adentroPintapoemasCicatrizRostro ajenoDesde todos los costadosTerrestreQuedarme en tiReina y Hectáreas.



👉Teniendo en cuenta tu propia experiencia con la poesía, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?

Creo que el nacimiento - la inspiración que hace que se escriba un poema, el momento en que llega el poema - es involuntario. Pero en él escribimos nuestras experiencias, nuestras vivencias, nuestro entorno, y eso torna al discurso parte de nuestra voluntad.


👉La poesía - como género, como experiencia fáctica y como voz posible - ha resurgido notablemente en los últimos años. Aún advirtiendo esto, ¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

Creo que le falta compromiso. Muchos escriben porque es una manera de figurar o para ser invitados a leer, o para de alguna manera trascender, pero la poesía va más allá de los poetas. El compromiso de dejar un testamento del tiempo vivido, de ser meticulosos con la belleza, de denunciar de alguna manera lo que pasa / nos pasa,  no siempre ocurre. Yo creo que, de alguna manera,  a la poesía actual le sobran personajes de los que se hacen llamar poetas.


👉Contanos un poco cómo empezó el proyecto mis poetas contemporáneos y cómo impacta hoy en tu vida diaria el alcance que ha obtenido.

Se inició un 15 de junio del año 2006. Fue mi afán de aportar un grano de arena a la poesía actual contemporánea, no sólo difundiendo mi obra sino la de otros poetas que admiro por sus escritos o por tenerles afecto, priorizando sobre todo a poetas del interior de nuestra Argentina. Los primeros poetas publicados fueron difundiendo el sitio y así éste fue creciendo. Es un sitio que me llena de orgullo, que me abrió muchas puertas y que sirvió indirectamente a que se conozca también mi poesía. Un sitio al que le dedico dos o tres horas diarias, en el que sólo trabajo yo. A esta altura,  me es difícil incorporar a todos los poetas que quisieran estar, pues no me dan mis tiempos. Es un sitio que también me trajo algunos sinsabores,  pero de los que me aparto enseguida, pues son muchas más las satisfacciones, muchas más.


👉 ¿Creés en la poesía (en la escritura en sí misma) como medio de insurrección?

Si uno es comprometido con lo que escribe inevitablemente se debe ser insurrecto, rebelde. Poner el cuerpo para ser herido, metafóricamente hablando, debería ser uno de los requisitos para ser un verdadero poeta. La poesía nos ofrece la posibilidad de ser insurrectos, de ser libres.


👉¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Es muy amplia la pregunta pues, como digo en un poema, “No sé si hay grandes poetas / sí grandes identificaciones”. Entonces me guío por quién más me identifica, y debo nombrar dos: la obra completa de Edna Pozzi, por la belleza, por la lealtad a la palabra, por la nobleza; la obra completa de Constantino Kavafis, simplemente por la valentía de escribir en su época aquello que defendía. Y dejo a muchos poetas con libros admirables afuera, pero me limito simplemente a la pregunta.


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elpentarEportaje: fAbián iriaRte



Fabián O. Iriarte
  (Laprida, 1963). Reside en Mar del Plata desde 1979. Obtuvo su PhD en Humanidades en la Universidad de Texas (Dallas, EEUU). Enseña Literatura Comparada, Inglesa y Norteamericana en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Ha traducido poemas de Jean Cocteau, Jorie Graham y Adrienne Rich. Coeditó junto a Lisa Bradford las antologías Usos de la imaginación: Poesía de los latinos en EEUU. (Eudem, 2009) y De la nieve, los pájaros: Poesía de mujeres norteamericanas (RIL, 2010). Entre los títulos de su obra poética se encuentran: La mudanza (2009), Devoción por el azar (2010), Cuentas por saldar (2010), Las confesiones (2012), La Caja P (2012), Litmus test (2013), El punto suspensivo (2014) y Las causas del desconcierto (2016).


👉Fabián, buena parte de tu obra poética está atravesada por un sujeto multicultural que hace uso de diferentes sistemas lingüísticos para comunicarse, lo cual da cuenta de un dominio exhaustivo del discurso, de su análisis y de su significación. ¿Qué tipo de lector modelo suponés que construye ese sujeto? La intervención de lo letrado, lo teórico o lo académico en el texto poético ¿condiciona su lectura? ¿lo eleva? ¿le da impulso y lo enriquece?

No busco ningún lector en el momento de escribir un poema; no imagino a ningún “lector ideal”. La noción de “lector ideal” es una herramienta técnica de la Estética de la Recepción (muy útil para la clase de análisis que esta disciplina efectúa), pero ninguna persona empírica es un “lector modelo”, definido de antemano, para ningún poema. En el momento en que escribo el poema, el lector soy yo. En ese momento, soy escritor y lector al mismo tiempo. Por lo tanto, cualquier tipo de “lector modelo” que pueda suponerse de la lectura de mis poemas, en realidad, da cuenta de mí mismo. No puedo escribir más que desde mí mismo. Sería “antinatural” despojarse de la propia identidad para poder escribir un poema. No creo que la intervención de ciertos discursos (“académicos” o “teóricos”) condicionen, eleven, ni enriquezcan la escritura de un poema: si están en un poema, es porque son parte esencial de su textura. Nunca fue mi intención ser displicente con quien lea mi poesía. Siempre supongo que mi lector es, al menos, una persona inteligente, que (como toda persona inteligente) hace esfuerzos por comprender discursos ajenos, incluso aquellos en los que no tiene demasiada familiaridad. Como yo lo hago, supongo que otros pueden hacerlo. Hace unos días, en mi clase de Literatura Comparada, analizaba con los estudiantes un poema de Frank O’Hara, escritor norteamericano  cuya obra estoy traduciendo al español, y me di cuenta de que no reconocían ni a Jean Sibelius (1865-1957, compositor finlandés de música sinfónica) ni la expresión “burning bush” (zarza ardiente) como alusión bíblica (Éxodo 3: 1-15). La ignorancia de estos datos ¿resulta un problema para disfrutar del texto? Ciertamente, la comprensión del poema (no, quizás, su deleite parcial) se ensancha de modo notable si sabemos a qué se refieren este apellido y esta expresión. Pero si no lo sabemos, ¿acaso no existen las bibliotecas, la conversación con otras personas, Internet, para averiguar su significado y luego volver al poema? Si estas dos alusiones aparecieran en una novela, nadie le reprocharía nada al escritor; cuando lo hacen en un poema, se convierten en un “problema”. Me parece que hay un problema, y es el problema de la lectura de poesía. En Argentina, muy poca gente lee poesía, y quien lo la lee justifica su propia pereza con el argumento de que es un género muy abstruso, poco entendible, poco legible. En resumen, mi lector ideal es aquel que entra a una librería, mira los estantes de poesía, elige mi libro, paga los $40 o $50 que cuesta el libro, va su casa, lee los poemas, y después (quizás) me manda un mensaje por correo electrónico, o me saluda al cruzarme en la calle, y me dice: “Me gustaron mucho tus poemas, sobre todo el de la página 23, porque…”


👉Trabajaste esta misma tensión multilingüe como traductor en Usos de la imaginación: Poesía de los latinos en EEUU (2009). Aunque la pregunta corra el riesgo de interpretarse como cliché, contanos cuáles son las dificultades que suelen presentarse al momento de traducir poesía.

Las dificultades son muchas, y resulta harto difícil enumerarlas en categorías estables. Cada poeta, y diría que hasta cada poema, genera sus propias dificultades, más allá de ciertas dificultades comunes al género. Puedo, en cambio, dar un ejemplo de la clase de desafíos que aparecen cuando se traduce. En estos momentos, estoy traduciendo la poesía de Frank O’Hara. Uno de sus poemas es “Oranges: 12 Pastorals”, una serie de doce poemas en prosa que toma como modelo, someramente, la poesía pastoril griega y latina. “Someramente”, digo, porque O’Hara parodia el género y distorsiona sus convenciones: su lenguaje, sus personajes, su ambiente. Una de las dificultades que debo resolver es si usar “tú” o “vos” en esta serie de poemas. En las ocasiones en que la dicción se apega a las convenciones tradicionales, parecería lógico mantener el “tú”, que nos suena ajeno a los argentinos. En otras ocasiones, en cambio, en que el hablante emplea expresiones contemporáneas, el uso de “vos” parece ser la mejor opción. Esto significa que en los doce poemas pastoriles que componen “Naranjas: 12 Pastorales”, a veces traduzco “you” como “tú” y otras veces, como “vos”. Esta alternancia (ausente en el inglés, ya que O’Hara no usa el antiguo “thou”) es un problema que todavía no he resuelto: ¿elijo uno de ambos pronombres—dando un aire antiguo incluso a las frases modernas o dando un aire moderno incluso a frases antiguas—o uso ambos, según en qué oración (de sabor antiguo o moderno) haya sido incluido el pronombre “you” en el texto original?


👉Tu camino por la docencia habrá cosechado unas cuantas e interesantes anécdotas. ¿Cuál anécdota recordás que haya dejado una huella significativa o que haya marcado de alguna manera tu rol de enseñante?

Muchas anécdotas no son “contables” porque resultan graciosas en su contexto, pero no tanto para quien no compartió la escena. Una vez, durante una clase de literatura inglesa en que leíamos Sueño de una noche de verano, un estudiante se dio cuenta, luego de haber leído varias escenas y actos, de que Peter Quince, a quien el rey Oberón y Puck han encantado con un hechizo, no se había transformado en un “culo” sino en un “asno”. La confusión provenía de que, en inglés, ambas palabras son homófonas (se pronuncian igual) y pueden ser homógrafas (se escriben igual: “ass”). La clase se descosió de risa cuando el estudiante reveló que acababa de darse cuenta. Es decir, todo el tiempo se había imaginado que un actor actuaba como culo en la obra. Instancias como ésas no pueden olvidarse, pero no puedo decir que sus huellas sean “significativas”. Los mejores momentos en una clase son aquellos en que se produce un aumento de energía, de concentración, de inquietud que es difícil de describir. Es como un murmullo inaudible que va in crescendo. Se nota, se ve, en los rostros de los estudiantes, y esa energía “rebota” en el profesor. Todos los momentos de la vida docente han ido acrecentando su significación; cada uno dejó su impresión específica, y su suma es extremadamente ardua de evaluar, salvo diciendo que siempre es una suma positiva.


👉A tu entender, ¿qué le falta o qué le sobra a la poesía actual para resurgir como el género imponente que fue, por ejemplo, durante el movimiento de vanguardias?

No creo que la poesía deba ser, ni aspire a ser, un género “imponente”. No creo que a la poesía le falte ni le sobre nada. Cada poeta debe seguir explorando el lenguaje, sus temas, su sintaxis, sus tonos, como cree que sea necesario, como su intuición o su inteligencia o su sensibilidad le dicte. Creo, en cambio, que hay una falta de educación en la poesía (en el hábito de hablar de poesía, no como si fuera un tema que mejor se les deja a los expertos, sino como otro tema de la conversación diaria), y eso es lo que lamento. Yo trato de aportar mi granito de arena, leyendo y enseñando a leer poesía en mis clases.


👉Desde el allá hasta el acá de tu paso por la poesía (como docente, como escritor, como traductor, como lector), ¿qué cuentas  te quedan por saldar?

Esa expresión, usada como título de uno de mis libros, fue un chiste interno conmigo mismo: deseaba publicar, de una vez por todas, esos poemas que había escrito hacía mucho tiempo. La editorial Bajo la Luna acababa de publicar Devoción por el azar, y me quedaron la mitad de un manuscrito (que ahora la UNL publicó con el título de Litmus test) y otros poemas, que fueron Cuentas por saldar, en Ediciones en Danza. El poema inicial, “malkovich” recibió una mención en el Concurso Hispanoamericano de Poesía 1994 del Diario de Poesía; los otros poemas son de esa misma época, los años previos a 1994. Desde entonces, no considero cada paso que doy, en tanto escritor, como una “cuenta por saldar” o una “asignatura pendiente”. Tampoco en mi papel docente: enseño lo que voy aprendiendo, y, en mis clases, pruebo diferentes modos de hacer que mis alumnos aprendan a leer poesía. Como traductor, me gustaría poder publicar mis versiones de poemas de Frank O’Hara, y luego, de algunos otros poetas: Jorie Graham, Robert Duncan, Richard Howard, entre otros. Finalmente, como lector, las “cuentas por saldar” son infinitas: me queda todo por leer. Siempre queda todo por leer.


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aqUelarre ilustRado


Entrevista a Valentín Lerena, de Salamanca EdicionesSalamanca ha sido el nombre elegido para el cómic argentino creado por Valentín Lerena, Tatiana Fontana y Roberto Fontana, lanzado por Larp Editores. Las vivencias, hazañas y sinsabores de sus personajes (la Hechicera, el Malevo y Ceferino Robles, el Rastreador), nos son presentados en un formato editorial de calidad exquisita, con un diseño de tapa sobrio pero inquietante. Los relatos y viñetas de esta producción recuperan, por un lado, ciertas costumbres, credos y supersticiones de tradición nacional (sobre todo aquellas relacionadas con el ámbito gauchesco) y despuntan, por otro, la reflexión sobrenatural como áncora ineludible de la ficción. Esto es lo que Valentín Lerena nos ha contado acerca de su edición, su producción y su experiencia personal con el género:



👉¿Cómo nace Salamanca  y qué inevitables experiencias te unen a ella?
                                                                                                  
Para hablar de las raíces de Salamanca tendría que remontarme, al menos, unos 20 años atrás (de mis 32) en los que registro algunas de las primeras aproximaciones a esta obra. Por mi parte venía de varios años de incursionar en el mundo del cómic, sobretodo como lector y dibujante autodidacta. Además, y ya desde mi adolescencia comencé a  interesarme por varios aspectos y prácticas de la cultura japonesa. En especial del Manga (1) que llegó con toda su fuerza desde principio de los años noventa. En el Manga descubrí una expresión cultural exótica y original dotada de una estética vasta y subyugante, personajes profundos y humanos, historias complejas, extrañas y cautivantes. Perfumadas por esa fascinación morbosa de los japoneses por la tecnología y a la vez embebidas de su magia milenaria. A partir de una reflexión y una investigación de años, y que aún continúa, comencé a observar cuales eran las expresiones emergentes, que del Manga, generaban en mí mayor fascinación e interés. Y una de las cosas que descubrí fue la capacidad que tienen sus autores para contar las historias de su pueblo, de sus conflictos y de sus héroes con una siempre renovada frescura e interés. Sin descuidar su legado pero sin aburrir y explotando de manera genuina las riquezas de su cultura. En base a esta idea comenzó a gestarse en mí el rumbo a partir del cual luego se construiría Salamanca. Para esto comencé a conformar un marco mitológico nuestro, amplio y original, que me permitiera contar las historias de nuestra tierra y su gente. En el mismo sentido, el discurso, debía ser fresco, desafiante y actual. Siguiendo esta idea, hacia el año 2000, me encontré con el Facundo de Sarmiento y me quedé prendado de la descripción que el autor hace de los oficios propios de la “Barbarie”. De entre estos, Sarmiento,  hace una especial distinción del Rastreador. Lo presenta como un “profesional” dotado de un conjunto de saberes y habilidades cuasi sobrenaturales, de las que se vale, para seguir sus rastros hasta conseguir su objetivo. Artes, para las que no parece haber, en la mayoría de los casos, una explicación científica posible. De esta forma, estaban dados los condimentos claves para la génesis de “Ceferino Robles, el Rastreador”. Con él trabajé en una novela gráfica que recorría sus primeras andanzas, escritas y dibujadas entre los años del 2001 al 2003 y que llegaron a acumular los dos centenares de páginas. Realizadas con mucha garra y cariño, ya que eran en gran medida, la primera prueba que me ponía en mi camino como autor “profesional”. Consciente de mis limitaciones, en los años sucesivos, seguí puliéndome y sumando nuevas experiencias e influencias de todas partes. Hacia el año 2010 la cosa comienza a tomar otra forma. Por entonces me pongo en contacto con Francisco Zamora: guionista, comunicador y profundo conocedor del “Comic Americano”. Con quién compartimos ideas en pos de conformar una obra en común. En gran medida, fue gracias a él, que se conformó la idea de una organización en parte política y en parte sobrenatural, que daría forma a este grupo de “héroes” unidos por el mito de Salamanca. Por diversas razones Francisco se aparta de su rol de guionista aunque continúa acompañando y corrigiendo buena parte de la producción posterior. En ese tiempo tomo contacto con Tatiana y, a través de ella, con Roberto con quienes damos dimensión definitiva al proyecto.


👉¿Qué rol cumplen Tatiana y Roberto en la construcción de Salamanca?

Tatiana tiene el don y el oficio de la comunicación, de la facilitación entre las partes y de los necesarios encuentros. También es una musa y nos guía con su capacidad de vernos desde “afuera”. Explota nuestras virtudes y expone, sin vueltas, nuestros yerros o dificultades para poder superarlos. Ella es el impulso que no llevó a convertir nuestras ideas en una realidad palpable. Nos pone en contacto con editoriales, autores, concursos y demás oportunidades que nos renuevan y desafían para seguir creciendo. Con Roberto se da una relación casi simbiótica. A decir verdad no fue necesario contarle demasiado de que iba este proyecto para que se enganchara porque, de alguna manera, gran parte de su vida y de su producción plástica previa estaba vinculada con este imaginario mágico. Roberto no necesita demasiadas indicaciones para hacer su labor. Le sobra un guión literario y algunas consideraciones puntuales para trabajar en libertad total contenida en las viñetas. Roberto se ha formado en Academias de arte como la Manuel Belgrano de Buenos Aires, tuvo por maestro al pintor Ponciano Cárdenas, trabajó como dibujante en los últimos años de la editorial Columba y actualmente es profesor de dibujo en la escuela de Arte Martín Malharro. Ha vivido moviéndose alternativamente entre su Sauce natal (Provincia de Corrientes) y convulsionada La Ferrere (Oeste del Gran Buenos Aires), para establecerse, desde hace algunos años, en el bosque Peralta Ramos donde toda su experiencia y reflexión artística puede expresarse en medio del sosiego y el suave rumor que le ofrecen los árboles.


👉En los últimos años, el volumen de producción y las iniciativas de fomento e impulso para con el género han aumentado considerablemente en nuestro país. ¿Qué creés que  hace falta para el despegue definitivo? ¿Cuáles son, a tu juicio, las carencias y las victorias de la actualidad del cómic? 

Totalmente de acuerdo con la primera apreciación. A mi parecer vivimos una época de enorme riqueza y libertad expresiva en el aspecto creativo del medio. Dónde, casi la totalidad de las obras producidas por autores nacionales parecen estar marcadas por el cello de la “obra de autor”. Carácter, que nos depara un amplio espectro de propuestas originales, muy personales y alejadas de casi todos los cánones comerciales utilizados en el pasado en producciones nacionales. Por otro lado vivimos un proceso de profunda desinversión en materia editorial producto en gran medida de la concentración de las capacidades editoriales en pocas manos que son, al mismo tiempo, las mismas que monopolizan los medios masivos de comunicación en nuestro país. Algunas de estas corporaciones, se dan el gusto esporádico, de editar material de cualquier calidad  sabiendo que van a venderlo, valiéndose únicamente de su poder de difusión y de distribución. Sea este un material, insisto, de buena calidad o todo lo contrario. Otra característica de este momento está dada por el surgimiento de una multitud de sellos pequeños o independientes, que impulsan las producciones de la mayoría de nuestros autores locales consagrados o nóveles. Lo bueno de esto vuelve a lo que rescatábamos al principio de este punto: originalidad y libertad en las propuestas, compromiso del autor y calidad en la presentación del producto. Lo malo, es que estos impulsos editoriales no cuentan con la capacidad de difusión y de distribución del material que sí tienen las producciones hijas de los multimedios por lo que tienen una llegada al público mucho más acotada. Dependiendo, en muchos casos, de la capacidad y el carisma de sus autores que con el tiempo y mucha perseverancia se van haciendo de un público fiel. Otro aspecto a destacar de estas productoras independientes es que en muchos casos no ejercen su labor editorial en el sentido “tradicional” ya que no se ocupan de acompañar el proceso de elaboración del libro, no invierten en su desarrollo, ni sostienen al autor o guían el proceso creativo, en vistas, de su posterior publicación. En el mejor de los casos, se limitan a dejar hacer a los autores, para luego, publicar y distribuir el material terminado a cambio de exiguos porcentajes de las ventas. Dentro de este complejo panorama, surge la alternativa de la autoedición, casi como expresión de una rebeldía creativa pero con un creciente asidero en aspectos económicos y de difusión. Camino que están tomando cada día más y más autores de calidad y que no desestimamos como camino posible.


👉Lo inevitable: hablemos de El Eternauta, saga que ha inmortalizado a Oesterheld y a Solano López. ¿Qué relación guardás con esta obra canónica, si se quiere mítica? ¿Qué autores nacionales podés reconocer como fundacionales?

Tomé contacto con la obra a la edad de 12 años. Lo recuerdo bien porque en esa ocasión estaba atravesando una de mis dolorosas y afiebradas anginas rojas, que me tuvo, al menos, una semana en la cama. Oportunidad que aproveché para dar cuenta de una versión coloreada y trajinada por varias generaciones de lectores; que llegó hasta mí, gracias a mi padrino Guille Bengoa, uno de mis grandes mentores en todo esto. Debo decir que la lectura del relato de Oesterheld y Solano López bajo los efectos de la fiebre produjo en mí un efecto perdurable. Inmediatamente quedé prendado de estos héroes de la contingencia. Y en este sentido tan argentinos, pero por sobre todas las cosas, tan genuinamente humanos. Perdurables, en la distancia que nos depara del tiempo de cuando fueron creados… Signos indudables de que estamos ante la presencia de un clásico. Pero, volviendo unos paso atrás, mucho antes de llegar a esta reflexión, lo que pasó en mi cabeza y que fue un disparador para millones de mecanismos creativos que se desencadenaron después llegó como un grito de adentros que decía.- “¡Faaah! ¡Pensar que se puede hacer tooooodo esto con una Historieta!”
Con el tiempo, el leer El Eternauta, se ha vuelto una experiencia en el sentido amplio de la palabra ya que con cada re lectura voy descubriendo nuevas y distintas facetas. Como el hecho de que, ni Solano y Germán, eran para nada conscientes de la obra que estaban gestando, “Estábamos haciendo aventura…” diría en una charla Solano y sin darse cuenta, la obra, fue creciendo con ellos. Así, por ejemplo, sabemos hoy, que el por entonces, jovencito Solano López, se estaba “haciendo” como profesional mediante esta obra y que si observamos con detenimiento podemos notar su aciertos y sus valiosos yerros en su camino como narrador visual. O que incluso, el propio Germán Oesterheld, para entonces autor consumado y portentoso baluarte de un tipo de “aventura humanista”, ve madurar profundamente su compresión del contexto histórico y social que se vivía en nuestro país. Donde, en las sagas sucesivas de este héroe, adquiere un carácter decididamente contestatario desde el discurso y absolutamente militante en las acciones, con las consecuencias que todos conocemos a esta altura. Pero volviendo a aquella sensación inicial, creo que El Eternauta, es un fabuloso ejemplo de las capacidades narrativas que tiene el Cómic, más allá, de su valor artístico o del compromiso ideológico que sus autores volcaron en su ejecución. Legado que dio un renovado aliento a las generaciones sucesivas de historietistas compatriotas e incluso internacionales que fueron alcanzados por esta obra. El Eternauta, aparece en la cresta de la ola de lo que se dio a conocer como la “Época de Oro” de la historieta Argentina.  Donde descollaron autores como Alberto Breccia, a mi entender (y el de Roberto), el dibujante supremo que tuviera la historieta nacional, por su estilo multifacético, extremista, arriesgado e inagotable. Autor, que al conformar dupla con Oesterheld dieran forma a la obra máxima del cómic nacional, titulada “MortCinder”, una suerte de evolución natural de El Eternauta, pero en un tono sugestivamente oscuro y vanguardista; llegando a instancias refinadas en cuanto al relato de la ciencia ficción y el horror que sólo autores como Bradbury, Sábato o Philip K. Dick lograron alcanzar tiempo después. La obra posterior de Solano López es digna de admiración y rescato su yunta con Sampayo en el inolvidable policial negro “Evaristo”. Y si de Policial se trata imposible se me hace olvidar las geniales creaciones de Sampayo y Muñoz como su “AlacSinner” y más cerca en el tiempo “El Carlos Gardel” de este par que ha dado varias vueltas al mundo. Otras influencias en la historieta argentina de los ochentas y noventas es Barreiro, con sus relatos salvajes de acción, esquizofrénicos de conspiraciones y deseos de revolución y  de alguna manera  bizarramente nuestros. Historias que nutrieron narrativamente a grandes dibujantes como Risso, Gimenez y al propio Solano. Sería muy injusto en este recorrido dejar de lado al enorme Trillo quien escribió de todos los temas y para casi todos los dibujantes, hasta la actualidad. Armado de su genial sutileza, con su síntesis y su belleza internacional. De su yunta con Enrique Breccia encuentro una referencia insoslayable para nuestros personajes, como es el caso de “Alvar Mayor”,  una suerte del primer héroe criollo que recorre la América de la conquista cargada de un clima mágico y onírico. O también, de su dupla con Risso, de la que surgiera la sensual “Fulú” ambientada en un entorno mágico e histórico similar.  De Fontanarrosa podría hacer un capítulo aparte por sus personajes tan nuestros y eternos como “Inodoro Pereyra” por su ternura y sus bellas contradicciones o “Booguie” por su pintura irónica y mordaz del típico “héroe americano”. También entre los autores nacionales, que desde las letras, influyeron este imaginario creativo podría nombrar a Jorge luís Borges, Roberto Arlt, Ernesto Sábato, Adolfo Bioy Casares, María Elena Walsh, Liliana Bodoc, Horacio Quiroga, Mempo Giardinelli y Osvaldo Soriano, entre muchísimos otros…


👉El público de historietas suele ser tildado de implacable… ¿Tienden a estar pendientes de la crítica o se piensan más bien indiferentes a este respecto? 

Nos interesa la crítica, incluso la alentamos y la agradecemos. Si te fijás en las palabras que dedicamos a nuestros lectores en la editorial, es casi una exigencia que le hacemos a nuestro público. También, tomamos nota de las críticas de los periodistas especializados, las que en general, han sido muy positivas hasta ahora y que nos dan un fuerte impulso en la difusión. Para nosotros, este trabajo, se basa en una reflexión activa y en un ejercicio de perfeccionamiento constante donde el rebote de la gente es un factor fundamental para el crecimiento. Es importante recordar que esto que hacemos es para que otro lo lea, y por eso, nos interesa que les llegue de la mejor forma posible. Tratando de ser fieles al lector y al mensaje que queremos transmitir.


 (1) Manga: Historieta Japonesa. Aunque en este caso incluye toda la producción multimedial que abreva estética o narrativamente de este medio. Por ejemplo: Cine, animación, video juegos, etc. Siempre de origen Japonés.


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acciÓn pOética:
el día que la pOesía se puso de mOda



El movimiento mural - literario Acción Poética, que tuvo sus inicios en la década de 1990, en la ciudad de Monterrey (México), ha adquirido en los últimos años  un significativo impulso hasta convertirse en un verdadero fenómeno mundial. Su fundador, el poeta mexicano Armando Alanis Pulido, se propuso revalorizar el lugar ocupado por la  poesía en el imaginario social, ampliando su público lector, visualizándola en lugares públicos y evidenciándola como parte del paisaje urbano. La propuesta consiste en pintar e intervenir paredes o muros visibles en las ciudades con reveses poéticos, mensajes estimulantes, versos o fragmentos de canciones. En entrevista con VaninaCirelli, Max Costa Martínez  (coordinación), Celina Benítez y Abel de Santa Rosa, conocemos la intimidad de  Acción Poética Mar del Plata, el movimiento que invade la ciudad de palabras y de literatura.


👉¿Qué representa Acción Poética Mar del Plata – tanto para ustedes como para el imaginario colectivo- y de qué manera les parece que responde el público marplatense ante este fenómeno?

Acción Poética representa, por un lado, la posibilidad de intervenir el espacio urbano con una forma artística notablemente viva (la poesía) y, por otro, la oportunidad de interactuar cara a cara con el público, siempre receptivo y sensibilizado con lo que hacemos. Los inicios de Acción Poética Mar del Plata estuvieron a cargo de Evangelina Aguilera, quien coordinó y difundió el movimiento en la ciudad hasta el año pasado. En la actualidad, intentamos continuar ese legado, centrados en el trabajo en equipo y en el contacto inmediato con la gente. La respuesta del público suele ser mayormente positiva. Quienes transitan por la calle mientras pintamos, o quienes concurren a colaborar con nosotros, se muestran en seguida interesados en saber de qué se trata,  participan, fotografían nuestro trabajo, lo difunden. En este sentido, la red social cumple un rol claramente significativo. La comunidad virtual avanza, y suele ser funcional a las modas; que la poesía esté de moda siempre es algo gratificante, tanto para quienes la crean como para quienes la consumen. Para muchos, el trabajo mural de Acción Poética representa incluso una primera aproximación al género. Se trata entonces de un gran desafío, lleno de experiencias inolvidables. Las anécdotas abundan; sobre todo en los barrios céntricos de la ciudad. Hace unos días, sin ir más lejos, oímos a un hombre que exclamaba al pasar: “¡Ah, son de verdad!”.  Sucede que mucha gente nos supone una especie de artistas nocturnos, ilegales; creen que sólo pintamos de noche y en el absoluto anonimato. Pero no. Somos “de verdad”.
                        

👉¿De qué modo la apropiación del espacio cívico/urbano contribuye  a difundir la causa poética?

Acción Poética contribuye con la causa poética en la medida en que colabora con un tipo de difusión, claro está, entendiendo que la poesía no es hoy un género con demasiada demanda dentro del mercado editorial. En este sentido, el movimiento ejerce un rol social fundamental: se trata de una conexión atípica entre el artista y su público/lector. La expresión artística está en la calle, vive, se muestra. Y el lector, que es también espectador, convive con esa expresión día a día: no le pasa desapercibida porque es parte de su paisaje, de su campo visual.


👉Armando Pulido, fundador del movimiento, confesó en una entrevista que, en un principio, se negaba a relacionar Acción Poética con el graffiti ¿Cuáles son, para ustedes, los aspectos positivos y cuáles los perjudiciales que suponen esta relación?

En lo que respecta puntualmente a nuestra experiencia personal, nos han sucedido una serie de hechos que tienen más que ver con una relación de conflicto que con una posible relación de convivencia o de interacción. Los graffiteros suelen reclamarnos a menudo el espacio utilizado (o bien porque pensaban utilizarlo ellos, o bien porque ya lo habían hecho parcialmente al momento de realizar la intervención de Acción Poética). Ocurre a veces que el muro destinado a tal fin presenta una marca, un pequeño graffiti que quizás lleva años allí, deteriorado, confuso o hasta incompleto. Utilizar nosotros ese espacio con Acción Poética, “apropiárnoslo”, si se quiere, puede ser tomado erróneamente como una provocación o una suerte de desafío personal,  que puede desencadenar, a su vez, ansias de desquite o represalia por parte de sus autores. Nos encontramos entonces ante la situación de que nuestro trabajo es inmediatamente borrado o recubierto en seguida con otra pintura o imagen. Consideramos que el graffiti es más bien una experiencia visual, colorida y fugaz, a la que se le suele adjudicar cierta desaprobación o juicio moral, debido a la clandestinidad que supone y a su relación con el vandalismo y con las pugnas entre bandas juveniles.  Acción Poética pretende correrse de ese lugar o ese estereotipo, puesto que no contempla llevar adelante una intervención sin el debido permiso del propietario  (o bien, si se tratase de un lugar público, de la comunidad en la que ese espacio está inmerso). Lejos de buscar un conflicto sectorial, el movimiento pretende unir a través de la palabra poética,  llevarla a un nivel de percepción  visual que le permita a la poesía difundirse cultural y socialmente.


👉Si tuvieran que inscribir (o acercar) a Acción Poética en alguno de los “ismos” o corrientes estéticas históricas ¿En cuál sería y por qué?

No creemos que sea posible ubicarlo en una corriente específica, primero porque sería atemporal y segundo porque, al querer encasillarlo, se presentarían inevitablemente diferentes dificultades. Sí, en cambio, podemos pensar el movimiento dentro de un tipo de Arte Urbano, una forma de expresión artística callejera que, si bien se aleja del graffiti, comparte con él un mismo objetivo: invitar a una reflexión a partir de un mensaje visual explícito. Los mensajes de Acción Poética, específicamente, buscan colaborar además con una mejora del paisaje urbano que se encuentra en mal estado (paredones rotos o deteriorados), sin olvidar que, al mismo tiempo, está dejando a la palabra poética expuesta, lista para ser disfrutada a cada paso.


👉¿Cómo se desarrolla una jornada de trabajo de Acción Poética Mar del Plata?

En realidad no hay un esquema ni un cronograma específico. Nos juntamos a pintar cuando nos comunican que hay una pared libre para trabajar. Hay momentos del año de intensa actividad y otros de excesiva quietud. El método de contacto con nosotros puede variar. Algunas veces nos mandan un mensaje privado por Facebook, convocándonos a pintar un sitio puntual. Otras veces, un tercero nos avisa sobre la ubicación de algún muro vacío y somos nosotros quienes nos encargamos de gestionar el permiso debido. Si bien la temática de la pintada es libre, tratamos de que las frases pertenezcan a poetas locales. Nunca se firma con el nombre del autor, pero sí solemos citarlo a la hora de postear el trabajo finalizado en las redes sociales. Por otra parte, la elección de lo que se va a dejar escrito también puede variar. Generalmente, sucede que quien dona el muro suele elegir la frase o, como mínimo, al autor de ésta. Cuando eso sucede, acostumbramos llevar libros de ese autor particular para analizar las opciones con el dueño del espacio. Cuando no hay una demanda sólida respecto a lo que se quiere pintar, optamos por llevar varios libros, de diferentes autores, y, con la misma gente que acude, se decide conjuntamente la frase o el verso a copiar. Leemos poemas en voz alta, interactuamos, debatimos, determinamos tal o cual palabra. Nos interesa mucho la situación del barrio en el que se va a hacer la pintada, y es por esto que elegimos darle la palabra a la gente de ese barrio, para que puedan expresar de algún modo su realidad. Intentamos darle un orden poético a sus aportes. Lo que se escriba debe ser algo que los represente. Tuvimos hace poco un muro muy participado en el Barrio Libertad, en el cual chicos y grandes se acercaron a colaborar. La frase surgida supo suplir las demandas de todos: “La escuela del guerrero es el amor a la libertad”. Fue realmente una de las jornadas más emocionantes. También puede ocurrir que tengamos un espacio libre, donado, y optemos por invitar directamente nosotros al público, a través de las redes, a acercarse a colaborar. Se arma, de esta manera, un mini taller literario con esas mismas personas que acuden a nuestra convocatoria. De ese taller improvisado surge, entonces, lo que se va finalmente a escribir en el muro. Por supuesto, tratamos de adaptarnos a las reglas universales de Acción Poética. Se dibujan letras de color negro en un fondo blanco, siempre en mayúsculas y en imprenta. Los mensajes no deben tener más de ocho palabras, para garantizar su rápida visibilidad (esta es una de las normas más difíciles de cumplir, una de las que muchas veces resulta necesario transgredir; como ya dijimos, las frases suelen elegirse de acuerdo a las dimensiones del muro, el contexto, o la elección del propietario). Asimismo, es condición sine qua non no tocar temas políticos ni religiosos. La pintura y demás materiales pueden ser también donados o aportados por nosotros mismos. Disfrutamos mucho de lo que hacemos. Y el contacto con la gente nos deja siempre imborrables recuerdos, experiencias que nos hacen crecer como personas y como comunicadores del arte. La función de esas ocho palabras que dejamos en la calle es golpear el ojo del transeúnte. Y la motivación es la poesía. Y siempre que se hace poesía, se está haciendo una Acción Poética.



Entrevista realizada para Revista Poética, Septiembre de 2014.