EQUIS TAL QUE EQUIS
entreVistas, reSeñas, notAs, crÒnicas, eNsayos, comentArios:
cosas de las
que no se escapA.
Hay un poema
muy breve de Emily Dickinson que dice: “a word is dead / when it is said / some
say / I say it just / begins to live / that day” (dicen algunos / que una
palabra muere / cuando es dicha / yo en cambio opino / que comienza a vivir /
justo ese día). Entrar en ese espacio donde el poema –con sus palabras,
significaciones y conceptos– habilita la posibilidad de la vida, del comienzo,
de un abrirse paso entre lo otro, que ahí está pavoneándose pero que de
algún modo ahoga u oprime, es lo que nos ocurre cuando ingresamos en la lectura
de Entre los juncos y la baja tarde / Seguido de La mudanza (CEPES,
2022), de Fabián O. Iriarte*.
Como
guiándonos por una especie de “escalada poética”, que va desde lo general hacia
lo individual, desde lo despreocupado y meramente descriptivo hacia lo
inquietante e incluso, muchas veces, intempestivo, el yo que habla en
estos poemas nos va advirtiendo sobre ese proceso metamórfico que va a
atravesarlo durante todo el recorrido: “paso subterráneo por lugares / cambio
de fases a menudo” (p. 17), previene.
No parece
arbitrario, entonces, que el autor haya elegido un período bastante amplio de
tiempo para transitar ese camino que busca conducirnos, poco a poco, en
dirección a lo allí proyectado: 2010-2021 para Entre los juncos… |
1994-1999 para La mudanza.
Y, por
supuesto, tampoco resulta para nada azaroso que parte del título del libro sea
uno de los versos más recordados de Federico García Lorca, aquel del poema “De
otro modo": “llegan mis cosas esenciales / son estribillos de estribillos
/ entre los juncos y la baja tarde / ¡qué raro que me llame Federico!”
En relación
a esto, y de acuerdo con lo que señala el poeta Enzo Cárcano en la contratapa, resulta
idóneo decir que, en efecto, algunos poemas de este libro proponen un diálogo
formal y continuado con la tradición, reflexionando sobre lo estrictamente
poético y citando de manera explícita versos o fragmentos de Emily Dickinson,
Néstor Perlongher, Pedro Lemebel, José Cibrián, Gertrude Stein o el ya nombrado
Federico.
Se introduce,
no obstante, dentro de ciertos textos, una inquietud temática que parece asomar
en función de un pronunciamiento más cercano a lo militante, al discurso de la
resistencia, donde se exploran territorios que tienen que ver con aquello que injusta
o arbitrariamente ha sido condenado por los cánones sociales –como lo es,
específicamente, el deseo homosexual. Así, la voz silenciada de lxs reprimidxs y
lxs perseguidxs se hace oír desde los cimientos mismos del viejo Stonewall:
“Escuché una lluvia de pesadas monedas cayendo sobre los canas. Rivolta
omosessuale! (…) El orden fue restaurado. Trece fueron arrestadas y
arrestados.” (p.57)
Siguiendo
esta línea, si tomamos los poemas numerados del I al V, del apartado “La
máquina de fruta” (pág. 25), nos encontramos con que mencionan algunos datos
tomados del libro Men in the Shadows, que el periodista canadiense John
Sawatsky recopilara sobre la Royal Canadian Mounted Police (RCMP) y sus
particulares y siniestros métodos de “espionaje”. Nos cuenta ese yo que
habla que “era una cámara suspendida de una polea / el sujeto debía sentarse en
una silla / similar a la de los consultorios de los dentistas”, “su propósito
era detectarlos entre los empleados del gobierno canadiense, para echarlos de
sus puestos”, “en teoría, la fotografía de un desnudo masculino causaría que
las pupilas de un homosexual se expandieran”. La condición fáctica de estos
fragmentos pone a lx lectorx en un estado de alerta, de predisposición, para
luego ser exhortadx, en otro poema de más adelante, a tomar cartas en el asunto:
“Todo se puede cuestionar. Todo se puede cuestionar. Our asshole is
revolutionary. Es la historia pasada y es la historia que hacemos. Que
escribimos. Que seremos.” (p. 57)
Desde luego,
el conjunto de estos poemas cohabita con otros vastos recursos de los que el
autor hace uso: la introducción de lo académico, la convivencia entre lo
popular y lo clásico, la utilización del primer verso como continuación del
título o, incluso, el empleo de versos que corresponden a un poema ajeno y que vienen
a cumplir la función de título: “el escándalo temblaba
/ rayado como una cebra” (pág. 103).
Es cierto
que podríamos anotar, analizar o desglosar una cantidad casi infinita de cuestiones
acerca de la poesía de Fabián O. Iriarte, acerca de este libro en particular, de
sus convergencias, sus múltiples registros o sus maneras de operar dentro de
cada texto (está claro que no basta con apenas una tímida reseña). Nos excede,
sin embargo, esa amplitud abrasiva de la primera lectura, que nos pone frente a
frente con una escritura atenta, cultivada y exquisita que, además de cautivar,
proclama y documenta. Y, retomando también lo apuntado más arriba, es justo
decir a estas alturas que las palabras están muy lejos de “morir” cuando son
dichas. Las palabras, por el contrario, viven o, mejor aún, dan vida
cada vez que las pronunciamos, escribimos, interpretamos o reproducimos. Las
palabras, citando al autor que aquí nos convoca, “se disponen en ejército las
palabras no / pueden contra su fuerza las palabras necesitan de la luz” (p.
101).
*Fabián O.
Iriarte nació en Laprida, provincia de Buenos Aires, en 1963. Es escritor,
poeta y docente. Es doctor en Humanidades por la Universidad de Texas. Recibió
los premios Alfonsina (2004), Osvaldo Soriano (2006), Casa Museo Olga Orozco
(2013), Lobo de Mar (2015) y Baltasara Editora (2017). Entre sus últimos libros
de poesía se cuentan Litmus test (2013), El punto
suspensivo (2014), Las causas del desconcierto (2016), Sópola
temprar (2017), Al comienzo era sólo un murmullo (2017), Pocas
probabilidades de lluvia (2021) e Ileso no saldrás (2022).
----------------------------------------------------------------------
«¿se suPone quE es así comO se siEnte el fuTuro?»
La primera
vez que coincidimos en persona con Gustavo Yuste* fue en un Festival de Poesía
Joven, en Buenos Aires, harán unos seis o siete años. Aquella vez me regaló Tendido
eléctrico, un pequeño libro-objeto de tapa azul, que vino a marcar el
camino de una gran admiración.
Claro que la
vida fue estirando ese camino de encuentro, lo fue curvando. Pero siempre
dejando el espacio, ese micro pasillo de confluencia por donde hacerse paso.
Nunca dejé
de leer a Gustavo porque su poesía tiene – en todo su recorrido – algo de enredo
personal, un grado más de implicación, un recuerdo episódico y presuntamente
ajeno que terminamos haciendo propio porque sabemos que de algún modo nos contiene,
nos lleva dentro como protagonistas o como antagonistas, aunque sin nombrarnos
ni hacernos parte explícita de su cosmos individual.
Así llegué a
Accidentes del ánimo, un libro recopilatorio publicado por la editorial argentina
de poesía Santos Locos, en 2021. Y, como no podía ocurrir de otra manera, este
libro tiene todo lo que imaginaba y mucho más (por supuesto que mucho más).
Accidentes… pone a funcionar ese tono íntimo y personal
del día a día dentro de un espacio textual que cohabita – quizás sin proponérselo
– con una ilusión de vida mediada por un pasado que “apremia”, un oxímoron obligado
que viene a entrelazar aquello que ya pasó con aquello que también está pasando
y con aquello otro que, inminentemente, puede pasar en cualquier momento: «el
equipo del que somos hinchas / volvió a perder / en las próximas elecciones es
casi seguro / que no llegamos ni al ballotage / y la serie que veíamos / no va
a tener nuevas temporadas / por problemas de presupuesto» (p. 95).
Yuste no
impone un ritmo de lectura, ni plantea necesariamente un orden fijo de sentido.
No lo hace en este libro y no lo hace tampoco en ninguno de sus poemarios
anteriores. Más bien invita a explorar de un modo aleatorio esa convergencia familiar
y bondadosa entre palabra e imagen. Como un miniaturista medieval, materializa un
momento circunstancial de confianza y decanta sobre lxs lectorxs esa
sensibilidad que produce siempre el detalle escrupuloso de las cosas, lo reflectante
y lo colectivo: «sobre el pasto de la plaza enrejada / las personas con sus
ropas de trabajo / se sientan a tomar sol y escuchar música / durante la hora
del almuerzo» (p. 87); «el día después del temporal / todos siguen con sus
vidas / como si nada hubiera pasado» (p. 103).
Lo que se
busca es adoptar la revelación de lo evidente en tanto modo de vivir, de sentir
la vida en el cuerpo. Mostrar, como en un tríptico, pre-sentimiento, sentimiento,
y post-sentimiento. Pisotear el presente y apretar fuerte con una mano el pasado,
pero sin dejar de mapear con la otra eso que sabemos bien que ya viene, eso que
ya casi está llegando. En composé con el epígrafe inicial (acertada frase
de la canción interpretada por la banda inglesa Pulp): «¿se
supone que es así como se siente el futuro?».
Este libro
se arma y se desarma, se despieza y se convierte en otros 5 libros: Boleros
accidentados (inédito), ¿De qué sirve
un puente que no se usa? (plaqueta digital), Lo que uso y no recomiendo
(Modesto Rimba, 2018), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017)
y Bonus Tracks (Fantasma Edita, 2019).
La evocación
de la infancia, la convocatoria reincidente del desengaño, el movimiento
cotidiano – a veces favorable, a veces dañino – de las cosas: los poemas de Accidentes
del ánimo se desplazan por esa convivencia, como si todo eso que estuviera
diciendo el poema viviera de manera consciente debajo nuestro, como si algo
desconocido dentro de ese sistema poético nos dejara aferradxs a sus entramados
de nostalgia, imposibilitadxs – una vez más – de poder tomar cualquier
distancia solicitada.
*Gustavo
Yuste (Buenos Aires, 1992). Licenciado en Ciencias de la Comunicación,
periodista cultural, escritor. Cofundador de la revista digital La
Primera Piedra. Publicó Obsolescencia programada (Eloísa
Cartonera, 2015), Tendido eléctrico (Objeto editorial,
2016), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017),
Lo que uso y no recomiendo (Modesto Rimba, 2018), Personas que lloran
en sus cumpleaños (Paisanita, 2019), La felicidad no es un
lugar (Santos Locos, 2020), El viento trae noticias (Entre
Ríos Ediciones, Madrid, 2020) y Accidentes del ánimo (Santos
Locos, 2021).
-------------------------------------------------------------------------------------------------------
«he venidO hastA aQuí / para sOñar en otRo idioMa»
«En todo
este silencio, ¿cómo se existe?» La pregunta resuena dentro de la página como
un loop amplificado que desglosa sobre nosotrxs toda su potencia para
cohabitarnos, sin esperar siquiera un esbozo de respuesta. Y es que Ingrid
Bringas* (Monterrey, 1985) nos interpela voraz y casi empíricamente en Frontera
Cuir (UAEMex, 2021), demandándonos un vínculo intemperante con aquello que
– ya desde de la portada – vamos a empezar a experimentar.
El término
inglés «queer» («cuir», en la fonética española) – que designa o agrupa los
conceptos relacionados con la identidad sexual o la expresión de género de las
personas, y que se usaba originariamente para denominar de forma peyorativa a gais
y homosexuales – adquiere dentro de Frontera… una pulsión rotunda y
vigorizada de empatía y de autoconciencia, circunscripta al espacio textual y a
los hilos conductores que mapean todo el libro.
«But for a
boy to look a girl is degrading / cause you think that being a girl is
degrading» («pero para un chico parecer una chica es degradante / porque creen
que ser una chica es degradante»), anuncia la letra post 2000 de la reina del
pop, que viene a funcionar al mismo tiempo como epígrafe y como teaser
anticipatorio en el poema «XY», el cual – a su vez – inaugura la obra. Sobre la
mesa empieza a colocar Ingrid una estructura poética inquietante, por fuera de
lo institucionalmente esperado, que deconstruye, por un lado, la existencia y
persistencia de las identidades estigmatizadas (sobre todo aquellas que tienen
que ver con la cultura LGBTIQ+, históricamente marginal, periférica y
arbitrariamente vapuleada) y moldea, por otro, un nuevo modo de poner en foco
el verso que denuncia, que revela, que expone y que reclama.
Lxs
desplazadxs, lxs indocumentadxs, lxs analfabetxs, lxs «porno», los cuerpos
flotantes, lxs que mueren sin identificación, los telediarios, los suburbios,
los platos sucios: protagonistas inmóviles de una Sudamérica que duele, un
trozo de tierra social y culturalmente lacerado que – todavía para muchxs – no
deja de rozar lo «deforme e inequívocamente grotesco».
A la orden
del día proyectarán su presencia el bullying, los discursos xenofóbicos y todo
tipo de violencias verbales y físicas, desplegando un sinfín de implicaciones
comportamentales por fuera y por dentro del texto. «Habrá quien se lave las
manos / cuando dos mujeres bailan (…) / cuando dos mujeres bailan /
tecno-cholitas / el mundo las mira / a través de sus calles sobrepobladas /
left-right / left-right // el carnaval de Oruro en San Francisco / dos mujeres
bailan y todo arde» (pp. 23,24); «tengo derecho a ser este monstruo / que es
parte de los telediarios / de los que mueren sin identificación / de las
estadísticas / de los rostros cuir» (p.43): el reto que propone la autora está
centrado en la reflexión profunda de estas cuestiones, sin desviar la atención
de aquello que va tensando finamente la arquitectura poética del libro, sus
recursos, sus giros lingüísticos, sus modos metonímicos o sus patrones forzosos
de repetición.
«Siempre es
tarde para el cuerpo propio o el deseo de ser otro cuerpo o la sombra apenas
del deseo» (p. 50). La hipótesis de un sistema binario de géneros sostiene de
manera implícita la idea de una relación mimética entre género y sexo, en la
cual el género refleja el sexo o se encuentra limitado por él. Cuando la
condición construida del género se teoriza como algo completamente
independiente del sexo, el género mismo pasa a ser un artificio ambiguo, con el
resultado de que los términos hombre, masculino, mujer y femenino
pueden aludir tanto a un cuerpo de mujer como a uno de hombre.
En términos
de Judith Butler, «si el género es los significados culturales que acepta el
cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un género únicamente sea
producto de un sexo. Llevada hasta su límite lógico, la distinción sexo/género
muestra una discontinuidad radical entre cuerpos sexuados y géneros
culturalmente construidos. Si por el momento presuponemos la estabilidad del
sexo binario, no está claro que la construcción de “hombres” dará como
resultado únicamente cuerpos masculinos o que las “mujeres” interpreten sólo
cuerpos femeninos». Además, - agrega – aunque los sexos parezcan ser claramente
binarios en su morfología y constitución (lo que tendrá que ponerse en duda),
no hay ningún motivo para creer que también los géneros seguirán siendo sólo
dos.
Extrapolado a
la poesía de Ingrid, cualquier clasificación de individuos en categorías fijas
y universales resultaría infructuosa, puesto que el género y la sexualidad –
como derechos humanos fundamentales y básicos – nada tienen que ver con la
naturaleza biológica que nos ha tocado en suerte. Y ese juego mordaz que ocupa
los cuerpos de estos poemas, se relaciona de forma directa con la realidad
abusiva y opresiva que el androcentrismo, el racismo, la homofobia y la
xenofobia han puesto sobre la espalda de Sudamérica durante décadas.
El transgénero,
la lesbiana, el «sudaca»: condiciones de dignidades marginales, blancos
de manual dentro de una sociedad errónea y falsamente europeizada, que busca en
lx diferente la justificación de su egoísmo, su codicia in crescendo y su miseria.
Una realidad, en suma, que nos sumerge en escenarios harto conocidos, y que
encuentra su máximo esplendor en poemas como «Miss Cholita Trans»: «Miss
Cholita Trans así le llaman / a veces buscando medicamentos caducos en las
bolsas de basura (…) / Mis Cholita transita el cuerpo de un hombre / entre lo
cutre de la tarde / sin papeles, Miss Cholita / donde lo último que le
preguntan es el nombre» (pp. 33,34) o «Qharimacho»: «sin papeles / sin
geografías / sin tablas / apenas la noche oscura / frente al tocador antiguo un
cuerpo que no es tu cuerpo» (p. 35).
La tensión
persiste e insiste. A lo mejor, entonces, deberíamos considerar seriamente aquello
de que «la heterosexualidad puede no ser en absoluto una “preferencia”, sino
algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y
mantenido a la fuerza», que alguna vez predijo Adrienne Rich, o aquello de que
– citando a la autora que aquí nos compete – «para ser lo que se quiere ser es
preciso abandonarlo todo / convocar la lucidez en pleno desastre» (p.29).
*Ingrid
Bringas (Monterrey, México, 1985). Poeta, escritora. Su obra se encuentra
incluida en diversas antologías nacionales e internacionales. Publicó: La
Edad de los Salvajes (Editorial Montea, 2015), Jardín Botánico
(Abismos Casa Editorial, 2016), Nostalgia de la luz (UANL, 2016), 1000
watts de amor electrónico (Yerba mala Cartonera, 2016), Objetos
imaginarios (Pinos Alados, 2017), Flechas que atraviesan la espesura de
la noche (Liberoamérica, 2020) y Frontera Cuir
(UAEMex, 2021; XV Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada).
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
Entrevista
a Ignacio Mendía. Realizador en Artes Visuales. Actor, performer, profesor de
Medios Audiovisuales, activista LGTBIQ+. Trabaja con video-instalaciones,
proyecciones híbridas, gráfica alternativa y poesía visual. Reside en la ciudad
de Mar del Plata y forma parte del comité organizador de la Marcha del Orgullo
MDP. Organiza y coordina Varieté Queer, ciclo de arte, poesía,
fotografía y diseño.
👉Ignacio, ¿de qué manera cruzan tu vida el arte y la poesía? ¿Cómo llegaste a ellos?
Desde muy chico el arte resultó ser para mí una herramienta de escape. Siempre fui un bicho raro, con dificultad para hacer nuevxs amigxs, y tengo recuerdos de pasar muchas horas jugando solo, inventando historias. Me gustaba cantar, pero siempre me dijeron que desafinaba. En la escuela primaria había un coro y creo haber insistido durante tres años para ingresar sin logros. Recuerdo que, finalizando séptimo grado, existía la costumbre de hacer rotar los diarios entre compañerxs, y allí todxs escribían o dibujaban anécdotas y mensajes con respecto a la etapa que comenzaba a finalizar. Y se dio el caso de que escribí en el diario de mi compañera de banco muchas hojas en las que solté un vomito de sensaciones y emociones, que llamaron la atención de su mamá, y se armó flor de quilombo. Me mandaron al psicólogo, ya que en ese vomito quedaba evidencia de una profunda tristeza, producto del bullying que venía sufriendo. Tuve conversaciones extensas con papá, quien me pidió que no escribiera, pero a la vez mi abuelo me regaló una lapicera Parker. Así que fue así como comencé: escribiendo. Luego, en la secundaria, me acerqué al taller de teatro, que me cobijó y me permitió explorar mi sensibilidad libremente. Y al finalizar me inscribí en la Escuela de Artes Visuales Martín A. Malharro, en la cual cursé y terminé la carrera de Realizador en Artes Visuales.
👉Contanos todo lo que hay que saber sobre Varieté Queer y Las Tías Put@
Quizás antes de hablar de la Varieté, debería contarles acerca de Las Tías Put@. Somos tres artistas amigos: Sergio Colavita Lacoste (autodidacta, artista visual de carácter intenso e instantáneo, apasionado por la costura y experimentado ambientador), Diego Federico Klehr (artista conceptual, actor y poeta de la República de Lugano) y yo, un performer híbrido. Hace ya un tiempo, cada vez que nos juntábamos en reuniones, sacábamos chispas, incitando al desborde de juegos, provocando que todxs nuestrxs amigxs sacaran a relucir sus brillos y alegrías, musicalizando y coreografiando las fiestas. Nuestra primera intervención en público fue como anfitriones de “CENTINELA”, una muestra individual de Sergio Colavita Lacoste, en Casa Yakuzi (Mar del Plata, 2016). Aunque en ese momento aún no estábamos constituidos como triada. La segunda aparición fue en un festival erótico en la ya desaparecida Casa Falucho, semi desnudos y dragueados, recitando breves poemas y danzando entre la gente. Luego decidimos juntarnos para ir a Marchar. Nos vinieron a buscar para subir a la carroza donde viajaban los referentes organizadores de la Marcha en Mar del Plata. Terminamos en el cierre de la Marcha flameando la bandera sobre el escenario. Allí notamos que nos querían, que nos deseaban, prácticamente sin conocernos, sin tener certezas de aquello que nos constituía como artistas. Notamos que en el contexto de la Marcha era difícil difundir lo que hacíamos en las muestras, que había mucha gente que no conocía nuestro trabajo como artistas visuales. Pensando entonces en la manera de insertar este aspecto, y en incorporar signos y símbolos propios de la ciudad, nos surgió la idea de realizar el tan característico “Trencito de la Alegría”, como una alternativa de carroza, celebrando la empatía, el amor y el respeto. Tal como esperábamos, el trencito atrajo artistas, amigxs y a muchas personas autoconvocadas. Con el objetivo de realizar acciones que propusieran repensar el lugar de las mujeres y de las diversidades en la escena cultural contemporánea, fuimos convocadxs el pasado mes de marzo para participar del ciclo “El aullido de les perrxs”, en el Museo Mar. Allí presentamos por primera vez «Sin tías no hay paraíso», un recorrido ágil, divertido, desestructurado y con una mirada mariconeada de nuestras muestras. En ese momento, de hecho, la muestra «El orden y el accidente», de artistas visuales marplatenses, nos despertó una serie de preguntas con respecto a la mirada queer del arte local. Podría decirse que allí nació la necesidad de rastrear en la historia las referencias de un arte disidente de la ciudad de Mar del Plata.
Y
con respecto al ciclo Varieté Queer, consideramos importante y necesario
crear un nuevo espacio de encuentro motorizado desde la C.O.M.O. (Comisión Organizadora
de la Marcha del Orgullo). Debido a que la Marcha suele concentrar un montón de
energías en un único día, creemos que posibilitar otros encuentros a lo largo
del resto del año, ayudaría a consolidar los lazos creados en dicho evento. Así
se pensó organizar este ciclo de encuentros – que esperemos se consolide – en el
cual se empiece a dar lugar a una promoción más fortalecida de la actividad
artística de los artistas LGTBIQ+ de la ciudad de Mar del Plata, y que sirva
también como un lugar que posibilite el encuentro de las nuevas generaciones, una
especie de escuela o espacio de formación alternativo. Mostrar otras
posibilidades de desarrollo de las diversas identidades que conforman el
colectivo, esa es la meta fundamental.
👉¿Cómo vivís el fondo y el trasfondo de la Marcha del Orgullo este 2021? ¿Qué significa para vos, para el colectivo LGTBIQ+ y qué pensás que falta todavía para alcanzar los objetivos pendientes?
En primera instancia, tomar conciencia de que detrás de la organización de la Marcha siempre hubo y hay personas. A través de «el Duke» (Javier Moreno Iglesias, por aquel entonces presidente de AMADI) nos enteramos de que había reuniones abiertas que se habían conformado previas a la Marcha, y allí fuimos a ver de qué manera podíamos participar y pensar formas de insertar nuestras inquietudes como artistas, así como también aportar al fortalecimiento de la «pata cultural» del evento. Asimilar que debíamos y podíamos participar como protagonistas, entendiendo que era posible establecer nuestra base de resonancia. Capitalizamos entonces que dentro de la organización había núcleos muy diversos de acción: agrupaciones políticas, barriales, autoconvocadxs, y que todxs tenían voz y voto en las decisiones y debates acerca de las consignas por las que efectivamente se marchaba cada año. Asumimos roles y compromisos con respecto a la organización de un evento que a lo largo de los años ha crecido en popularidad, poder de convocatoria y magnitud. Nos propusimos entender el marco de la Marcha como un elemento posible al diálogo y una fusión de fuerzas, tratar de asimilar y crear empatía en la diversidad – ya de por sí compleja – y tomar conocimiento de las problemáticas que atraviesa cada una de las minorías que conforman este colectivo. Lejos de destacar las diferencias, lo que se busca es aunar esfuerzos. Y entender también ese espacio como un lugar de deconstrucción y de reeducación, en función de un reconocimiento humano, para garantizar que ningún derecho sea vulnerado y exigir una calidad de vida mejor para todes.
👉Hablanos de Laboratorio Mendía y de tus próximos o futuros proyectos.
Bajo el concepto de Laboratorio Mendía logré fusionar los lenguajes artísticos que me atravesaban, mezclar la poesía, la actuación y las artes visuales para formar una obra híbrida en busca de “un antídoto contra todos los males”, como bien dice la canción de Spinetta. Podría definirlo como una serie de obras de carácter político y social. A partir de 2008, me surge la idea de aglutinar un conjunto de obras y acciones realizadas bajo un mismo eje de investigación. El carácter experimental de las mismas, las conexiones conceptuales y el abordaje híbrido de lenguajes me sugirió la estructura de un «laboratorio». Supongo que tuvo que ver con un proceso de investigación reparador, en donde me “moví” como artista/científico, artista/prototipo, artista/remedio, artista/antídoto, artista/veneno, artista/persona, artista/animal. Desde 2015 comencé un proceso más personal, me revinculé con la pintura, el video-arte y las sesiones de VJ (video en vivo).
¿Cómo reconocernos de espaldas, frente a un autorretrato? ¿Qué papel cumplen los sueños en nuestro borde de recuerdos? ¿De qué manera es posible resistir en el vacío? Estas y otras preguntas tensan nuestra atención y nos mantienen exquisitamente inquietos en El ciervo, la reveladora antología poética de Yolanda Pantin*, cuya segunda edición ha sido publicada por El Taller Blanco, en los ahora nostálgicos primeros meses del 2020.
Tal como ocurre en un carrusel, desde el cual desafiamos la condición unilateral de nuestro campo ocular, permitiendo la coexistencia de múltiples y veloces paisajes, los poemas aquí seleccionados se presentan ante nosotros como partículas indispensables de un todo pujante y en movimiento, y nos conducen hacia ese recorrido textual que, aunque breve, resulta por defecto trascendental.
«Esta casa surge despacio en el agua de la lluvia que caía por los muros y olía a yerba y a todo eso» (de Casa o lobo, Monte Ávila, 1981; p.5), cuenta con algo de pesadumbre la primera línea. La exploración de esa casa, sus letanías y cotilleos aglutinados en el zaguán, en los pasillos, los corredores y las columnas, dominan el espacio del poema y nos colocan frente a ese nervio de inflexión íntima que parece imperar durante toda la poética de Yolanda.
El ciervo, cuyo título hace directa referencia al poema homónimo aparecido en Poemas huérfanos (La liebre libre, 2002), viene a poner de manifiesto la contemplación de un estilo único, tan perceptivo como dinámico: un modo escritural que resuena y se proyecta desde múltiples y excepcionales registros.
La elección de estos poemas – que desde el ojo compilatorio imponen cierto orden fundamental de lectura, al tiempo que configuran un todo, un cuerpo orgánico de versos que interrogan y se auto - replican – opera desde lo abrasivo, desde un patrón de escritura agudizado que deja su marca indeleble en cada periodo transitado.
Encontramos así en ellos la emersión de versos tan distintivos como proverbiales, como los aparecidos en «Los sueños» (La canción fría, 1989; p.14): «No todo mi corazón te ama / sólo la parte que está enferma», o aquellos que promulgan una intrínseca y necesaria desvinculación, un pesar legitimado o un ingenuo desasosiego autorreferencial: «soy yo no hay duda (…) / soy yo es cierto pero ¿dónde / en qué lugar del mundo de mi casa / del país que aborrezco o el soñado / estuve un tiempo así hasta ese punto / tan oscura?» («Daguerrotipo de una desconocida», en Los bajos sentimientos, 1993; p. 18).
«Las mujeres solas hacen el amor amorosamente / algo les duele / y luego todo es más bien triste o colérico o simplemente amor», nos dice también la autora en «Vitral de mujer sola» (Correo del corazón, 1985; p.9), y abre a continuación una lista de declaraciones que se presentan como una forma identificable de potestad y empoderamiento. Yolanda proclama, una y otra vez, y este libro expone, revela y conduce. En su contratapa, ya nos advierte Antonio López Ortega: «El apetito de desmontaje de la propia operación poética recorre toda su expresión hasta volverla simulacro, ensayo reiterativo, esgrima solitaria. El verso crece sobre su propia ruina, como yerbajos aislados entre las estatuas caídas.»
Será
entonces que la cuestión antológica sucede naturalmente, por intuición, y por una
presencia amurallada y tenaz del poema, dentro de esa historia textual escrita
por el poeta mismo. Será, quizás, como la misma Yolanda ha dicho alguna vez en
entrevista, que en estos días que corren – y tal vez más que nunca – resulta
vital (y hasta imperativo) abordar la poesía con «una fe absoluta en las
posibilidades que brinda el lenguaje».
*YOLANDA
PANTIN (Caracas, 1954). Poeta, escritora, editora, ensayista, dramaturga, periodista
cultural. Cofundadora de la editorial de poesía Pequeña Venecia. Cursó estudios
en Letras en la Universidad Católica Andrés Bello.
Fundó
en 1981, junto a Rafael Castillo Zapata, Alberto Márquez, Igor Barreto, Armando
Rojas Guardia y Miguel Márquez, el legendario grupo Tráfico, que cuestionó los
enfoques poéticos que prevalecían en la Venezuela de aquel momento, criticando
fuertemente los cánones y promoviendo una urgente renovación estética.
Recibió
el Premio Fundarte de Poesía (1989), Premio Poetas del Mundo Latino Víctor
Sandoval (2015), Premio Casa de América (2017) y, recientemente, el Premio
Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2020), uno de
los más grandes en lengua castellana.
Publicó
Casa o lobo (1981), Correo del corazón (1985), El cielo de
París (1989), Poemas del escritor (1989), Los bajos sentimientos
(1993), La quietud (1998), Épica del padre (2002), El hueso
pélvico (2002), Herencia (2005), País (2007), 21 caballos
(2011), Bellas ficciones (2016), Lo que hace el tiempo (2017) y El
ciervo (2020), entre otros.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
«quiEn naCe parA la tormeNta / nO soportA la lloviZna»
Entrevista
a Jimena Arnolfi Villarraza (Buenos Aires, 1986). Publicó las plaquetas Metafísica
(La Fuerza Suave, 2015), Defensa Personal (Nosotros Editorial, 2018) y Dos
poemas (Ediciones Arroyo, 2019), y los poemarios Todo hace ruido (Pánico
el pánico, 2013), Hay leña (Caleta Olivia, 2017) y Campamento de
supervivencia (Caleta Olivia, 2021). Participó en las antologías poéticas Otros
colores para nosotras. Poesía contemporánea de mujeres argentinas
(Ediciones Continente, 2018), Antología Federal de Poesía (CFI, 2018), Martes
Verde (Edición Federal, 2018), El trabajo y sus historias (CTA
Ediciones y Editorial de la Comarca, 2019) y Flotar: 100 poemas sobre ríos /
100 poetas argentinxs (Camalote Ediciones, 2021), entre otras. Conduce
#RadioCuaderno y edita el Blog «El poema del momento».
👉Hablemos primero de poesía: ¿Cómo llegaste a ella y de qué manera cruza por tu vida hoy?
Cuando
era chica, mi papá me contaba cuentos. Mi mamá me llevaba de excursión a la
librería y para mí era el mejor plan. También recuerdo con cariño a mi tío abuelo
Israel que me hablaba de poesía. Vivíamos en distintas provincias y nos
mandábamos cartas. Una vez él me mandó todos sus poemas en un sobre papel
madera. Yo tenía unos 12, 13 años. Esa fue la primera vez que me di cuenta que
la poesía podía ser muy importante en la vida de una persona. Y así fue desde
muy temprano para mí. Todos los días leo poesía. Todos los días me acuerdo de
algún poema. Y a veces, escribo.
👉Campamento de supervivencia es un libro atravesado por tu experiencia durante el embarazo, pero también – como el título nos anticipa – por la condición de «superviviente». ¿Cómo fue ese proceso de escritura y cuál pensás que es hoy el lugar de la poesía en un escenario en el que – hoy más que nunca – sobrevivir es, en cierto modo, una forma de resistencia?
Cuando me enteré que estaba embarazada, pasé un tiempo sin poder reaccionar. Cuando lo logré, empecé a escribir para ponerme al día conmigo misma y para dejar constancia de la transformación. Ahora se me viene a la cabeza ese poema de Viel: “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”. El cuerpo como un campo de información desconocida. Después el parto, el cuerpo roto, nuevo, extraño. Y seguí escribiendo durante el puerperio. Pasaba mucho tiempo sola con mi bebé. El libro habla de esa desesperación. Pero también nos pasaba algo más. Siempre pasa algo más. Los poemas no sólo hablan de la maternidad. Pero sí: Con una mano sostenía a mi hija y con la otra escribía. Creo que muchas veces el poema que se refiere a esa escena se lee desde una perspectiva de maternidad romantizada, edulcorada. Y no es lo que yo pensaba ni sentía al momento de escribir. A mí me resultaba terrible escribir con una mano y sostener a la cría con la otra. Cualquier persona que tuvo que cuidar la vida de una persona recién nacida sabe que todo se vuelve una tarea imposible. Esa escena de ese poema, me hace pensar en los malabares que hacía. No tenía otra opción. Escribí porque no supe hacer otra cosa con lo que me pasaba. Pasé casi dos años sin dormir de corrido. Por supuesto que hubiera preferido tener mi espacio, mis momentos para conectar con otra cosa. Pero no fue lo que me pasó. Me pasaba que, al vivir en un lugar muy solitario, en una casa rodeada de monte, en las afueras de la ciudad de Gualeguaychú, abría la puerta de mi casa y seguía estando sola con una cría en medio de la naturaleza. Y vivir en medio de la naturaleza es hermoso, pero también puede ser muy difícil. Y más teniendo una bebé. Me sentía sola en medio de un campamento. El puerperio se siente así muchas veces. Estás en un campamento, con todo tirado alrededor, todo a mano, por las dudas. Cuando titulé el libro fue en ese sentido: vivo la maternidad como un campamento de supervivencia. En paralelo a mi situación de puerperio, durante el tiempo de la escritura (2017-2019), en Argentina, todas las semanas había motivos para marchar y tomar la calle. Fueron muchos días que vivimos en peligro. Y por otro lado, lo que decís. El libro se publicó recién este año, en pandemia, cuando sobrevivir es una tarea diaria. La poesía también puede ser una herramienta de supervivencia. Alejandra Pizarnik anotó en sus diarios que un libro puede ser una casa donde entrar a guarecerse. Algo así, un refugio.
👉Y teniendo en cuenta esa experiencia propia, ¿creés que el discurso del poema es realmente un discurso involuntario?
Toda
realidad que se representa tiene detrás una intención. También creo que en los
poemas algo que no controlamos se escapa siempre. A veces empiezo a escribir un
poema y después el poema no quiere decir lo que yo había pensado inicialmente.
Muchas veces escribo cosas que finalmente el poema no necesita. Es imposible
tener el control de lo que se escribe y también es imposible saber cómo te van
a leer. Hace un tiempo, el poeta Horacio Fiebelkorn me dijo eso: Uno piensa una
cosa, escribe otra y después se entiende otra cosa totalmente diferente.
👉Contanos todo lo que hay que saber sobre Radio Cuaderno y sobre la actualidad de Radio Nacional Gualeguaychú.
Empecé
Radio Cuaderno el año pasado, en Radio Nacional Gualeguaychú. Va de lunes a
viernes de 19 a 20. Se puede escuchar online.
Radio Cuaderno es un espacio para la literatura, la música y la conversación. También
hay un momento de información de coyuntura. Y todos los días comparto canciones
y poemas que elijo especialmente e invito a personas para conversar sobre su
trabajo, su historia, sus ideas. Entrevisto a personas que escriben, que hacen
música. Radio Cuaderno es un espacio para el encuentro. Disfruto mucho y
aprendo todos los días.
👉Por último, ¿Qué libro(s) de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?
Lo
más placentero es leer por deseo. Si no hay deseo, ¿qué hay? Ahora pienso en
obras completas. A mí me gusta tener cerca los poemas de Emily Dickinson,
Joaquín Giannuzzi, Viel Temperley, Leónidas Escudero, Irene Gruss, Juana
Bignozzi, Wisława Szymborska.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
«lA liberTad nuncA olvidA sus planEs»
Hay una especie de sub-realidad
sesgada que nos envuelve cada vez que leemos un libro de Miguel Ángel Muñoz
Sanjuán* (Madrid, 1961). Un cordón virtual de espejismos y de revelaciones
lúdicas que hacen las veces de puente, como si de una pasarela por donde hacer
desfilar nuestra intuición y nuestros propios mecanismos y engranajes retóricos
se tratase.
Tal es el caso de Etime (El Sastre de Apollinaire, 2020), un libro que acredita, desde la experimentación, la superposición, el montaje fotográfico y el collage, viejas y nuevas maneras de decir poesía, modos transversales de poner a funcionar el espacio textual.
«Esclavos / del / desconsuelo / de / un / roto / espejo / sin / tópicos», declara con mordacidad la página 49, destacando – como desde dentro de una profecía – la palabra «espejo» recortada y reducida a pedazos. El trabajo de Miguel Ángel se centra fundamentalmente en esto, en hallar un medio gráfico posible para ingresar en el espacio del poema, para encausarlo sobre algo más que simples palabras y polemizar su materialidad.
El libro explora, además, un singular procedimiento de diálogos y homenajes: Sigmund Freud, Fernando Pessoa, Iréne Némirovsky, Pier Paolo Pasolini, Alberto Giacometti, Sándor Márai y el siempre actual y controvertido David Hockney son algunos de los convocados. Se trata de diálogos abstractos, aunque al mismo tiempo frenéticos, que, además de evidenciar admiración, desafían convencionalismos y abren cruces entre mundos quizás no tan dispares.
En los poemas de Miguel Ángel
cohabitan la agudeza y la textualidad más crudas, prestas a convertirnos a
nosotros mismos – paradigmático auditorio – en piezas elementales de sus
versos. Comprometidos quedamos entonces, cual extremidades de un único cuerpo,
a apropiarnos de esa heterogeneidad ofrecida, y a hacer con ella – en
simultáneo – un movimiento íntimo de lectura y una exclusiva contemplación de aquello
leído.
*Miguel Ángel Muñoz
Sanjuán (Madrid, 1961). Escritor, poeta. Sus trabajos han sido traducidos a los
idiomas inglés, chino, griego e italiano. Entre sus publicaciones se cuentan Una
extraña tormenta (1992), Las fronteras (2001), Los dialectos del
éxodo (2007) Cartas Consulares (2007), Cantos: Ucronías
(2013) y Memorical-Fractal (2017).
«la identiDad no se geSta en la entrepierNa»
Aquello que se repite y que
insiste, de modo apremiante, en las páginas de Transgresoras: Un recorrido por la poética feminista latinoamericana
(Milena Caserola, 2019) – compilación
impecable de Esther Pineda G. – es aquello mismo que también apremia de este
lado de lo escrito, lo que es forzoso transgredir por impostergable, porque
lacera y porque urge.
La historia es harto conocida: «las mujeres no saben escribir, no pueden escribir, no tienen porqué escribir». Las prohibiciones, restricciones, subestimaciones y manipulaciones impuestas a las mujeres a la hora de encontrar editores o divulgadores de sus obras han sido – y siguen siendo – moneda corriente en el siempre inconsecuente espacio de la intelectualidad, donde la literatura ha sido durante siglos dominio exclusivo del varón.
En demasiadas ocasiones, los abusos opresivos del sexismo han venido a determinar los destinos de miles de mujeres que, subyugadas a la exigencia social de convertirse en buenas esposas, buenas madres y buenas amas de casa, vieron frustrados sus más elevados deseos de convertirse en autoras: «haber nacido mujer significa: / que tu cuerpo no te pertenece / que tu tiempo no te pertenece / que tus pensamientos no te pertenecen. // Nacer mujer es nacer al vacío.», nos ratifica la escritora y licenciada en Ciencias de la Educación nicaragüense Daisy Zamora. Incluso la misma Esther Pineda toma registro de esta cuestión al recordarnos en la introducción que, a lo largo y a lo ancho de la historia, la literatura escrita por mujeres ha estado «condicionada por diversos procesos socio-culturales, entre los que se destaca una educación diferenciada, la exclusión de los medios productivos, y la apropiación masculina de la mayor parte de su producción literaria.»
«¿Por qué las mujeres tenemos que ser sobrevivientes de todo?», apunta un verso de la poeta mexicana Patricia Vergara Sánchez, quien se autodefine como «india, morena, chata de la cara, en un país obsesivamente racista; lesbiana, en una nación que compulsivamente me persigue; gorda, en la cuna de la tortura estética, de la anorexia y de la bulimia». En esa interpelación inicial, en esa tensión perpetuada y absolutamente arbitraria, que incluye enfrentarse al orden violento del discurso sexista, del racismo, y de la hostilidad hetero-cis, se encuentra el foco fundamental de esta antología.
Así, con la potencia y el nervio abierto de quien aun golpeado permanece de pie, el conjunto de estos poemas deja en evidencia el tratamiento ignominioso hacia la figura femenina en el paso histórico de los siglos: «me pinto el ojo / no por automatismo imbécil / (…) es el rito ancestral del payaso: / mejillas rojas y boca de color / me pinto porque así me dignifico como bufón.» (Kyra Galván; Ciudad de México, 1956), así como también las crudas desigualdades soportadas y las resistencias sostenidas por las mujeres indígenas, anticoloniales o afrodescendientes: «Negra cara negra / esa noche en el pedazo de espacio forrado de tierra / que hace las veces de cama / la esclava juega con la idea de regresar» (Yolanda Arroyo Pizarro; Puerto Rico, 1970).
Por otro lado, muchos de estos poemas muestran un claro panorama de la actualidad sesgada de una nueva figura de mujer, que viene a colocarse frente a un nuevo y complejo escenario, cargado de preocupaciones improrrogables y de responsabilidades desatendidas o minusvaloradas por parte del Estado: «¿Qué dirán de mí si un día aparezco muerta?» (Regina José Galindo; Guatemala, 1974) || «el último sueño, perdido / en la camilla del abortista / en la que comienzo a convertirme / en una estadística-hemorragia.» (Flor Codagnone; Buenos Aires, 1982).
La intimidad más cruda y descarnada se propaga en los ecos multiplicados de estas voces, edificadas sobre las bases de una realidad que se hace texto, y que avanza hacia el tortuoso camino de desmontar los mecanismos que sostienen y respaldan la predominancia ya caduca de los valores patriarcales.
Un destacado prólogo de la
doctora en Ciencias Sociales Karina Bidaseca y unos prodigiosos collages
interiores de Andrea Trotta, completan esta edición sin precedentes, que busca
visibilizar a las inconformes, a las hastiadas, a las «incomprendidas,
incómodas, insatisfechas, inoportunas, irreverentes, incorregibles e
incontrolables, todas aquellas que confrontaron el mandato patriarcal, pero
sobre todo, se perfila como un ejercicio de sororidad, orientado a reconocer,
vindicar, celebrar y socializar la poesía feminista latinoamericana
contemporánea, cuyas letras tributan al empoderamiento personal, pero también
acompañan la lucha y el transitar colectivo hacia la igualdad.»
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Entrevista a Dariela Torres (Tegucigalpa,
Honduras. Poeta y editora) y Santana
García (Chiapas, México. Poeta, promotor cultural y mediador de lectura).
Directores editoriales de EK CHAPAT, revista literaria de difusión
internacional.
👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la
poesía?
DARIELA:
Llegué
a la poesía cuando tenía 14 años. mientras escuchaba a Patti Smith. Encontré su
poesía por accidente y salvación, recuerdo haber escuchado en su voz un poema
dedicado Arthur Rimbaud e inmediatamente busqué “Una Temporada en el Infierno”,
poemario que me llevó al encuentro fatal y maravilloso de la poesía. Atravesaba
un momento difícil, estaba siendo maltratada físicamente en casa, por un tío
que habían deportado y era extremadamente violento. Soy Centroamericana,
hondureña específicamente, de un barrio pobre, y pasé por secundarias llenas de
delincuencia joven, este es un problema real y complejo, así que también estaba
siendo víctima de extorsión y violencia sexual. Cuando encontré a la poesía fue
para quedarse. Se quedó como un medio de catarsis, un lugar seguro, que al fin
y al cabo aún me protege del mundo hostil que me rodea.
SANTANA:
A
lo largo de mi vida tuve algunos acercamientos en distintos momentos, primeramente,
por la escuela básica y media, después por algunas lecturas que amistades me
iban compartiendo, pero lo cierto es que llego a la poesía (¿o la poesía llega
a mí?, ¿llegamos mutuamente?, ¿descubrí que siempre estuvo ahí?) de forma un
poco tardía. He padecido su ausencia, más que gozar de su presencia, la mayor
parte de mis años, tal vez por ello cuando el encuentro definitivo finalmente
se da, mi relación con ella se vuelve la de un consumidor voraz, como si en su
lectura tratara de saciar un apetito muy antiguo, casi primitivo, dentro de mí,
y en su escritura persiguiera un pez singular que siempre se escurre de mis
manos. Uno de los momentos más significativos en mi camino fue, sin duda, la
oportunidad de formar parte por un tiempo del taller de poesía del maestro
Óscar Oliva. La pasión, la emoción tan real y repentina con la que abordaba la
lectura y análisis de cada poeta permeó en mí, descubrí entonces la importancia
del acompañamiento en la formación poética (tanto en lectura como escritura).
La idea de lo comunitario en el camino de la literatura creció en mí aún más
gracias a una serie de proyectos con los que he tenido la oportunidad de
convivir y aprender. Ya en el libre camino del autodescubrimiento, ha sido el
carácter humano y vital de la poesía lo que me ha resultado significativo: la
oportunidad de nombrar las experiencias humanas más profundas desde la
experiencia poética. No sé si pueda decir, como ha sucedido en muchas otras
personas, que la poesía ha salvado mi vida, pero sí que puedo decir que ha
salvado mi forma de vivir.
👉¿Cómo nació y cómo evoluciona
el proyecto Ek Chapat?
DARIELA:
Ek
Chapat nace a partir de un encuentro Mesoamericano de poesía, ahí conocí a
Santana. Semanas después nos pusimos en contacto con el propósito de generar
ideas para un proyecto literario transfronterizo. Surgieron varias ideas, pero
había una realidad que no podíamos ignorar, dentro del contexto Mesoamericano
hay una problemática terrible con la migración, las condiciones de vida en la
mayoría de los casos son deplorables y por esos días había salido una caravana
de migrantes de Honduras, en ella se unieron personas de diferentes lugares de
Centroamérica, estas caravanas tienen como destino final Estados Unidos y pasan
por México. Al inicio de las conversaciones queríamos ponerle Bestia a la revista por dos razones
inicialmente “La bestia” (Una línea de ferrocarriles por donde migran los
centroamericanos principalmente en donde muchos, muchas y muches pierden la
vida). Y por la búsqueda de voces dispuestas a nombrar la poesía desde
diferentes realidades. Así pues, nos decidimos por Ek Chapat, que es una bestia
de la mitología Maya. Lxs mayas habitaron esta área Mesoamericana así que era
algo que nos unía y en honor a las miles de personas que siguen huyendo de
estos territorios, históricamente oprimidos y marginalizados.
SANTANA:
Tengo
el sentimiento de que Ek Chapat nace del encuentro de muchas voluntades,
circunstancias y necesidades, más allá de quienes somos o hemos sido parte del
consejo editorial. Hace un par de años, coincidimos en un encuentro literario
las compañeras Solange Saballos (Nicaragua), Dariela Torres (Honduras) y yo
(Chiapas). Las voces de Solange y Dariela me marcaron mucho entonces, la
condición humana que tanto me había removido las entrañas al leer poesía se
encarnaba en ellas, en quienes la fuerza de su poesía, de dolor, rabia y
reclamo, no sólo se encuentra en la palabra sino también en sus personas, en su
forma de actuar ante la realidad. La oportunidad de dialogar desde nuestros
contextos y procesos dio pie a la idea de sumar perspectivas en un proyecto
editorial de carácter transfronterizo, con la intención de tejer desde lo literario
los nodos de realidades compartidas entre nuestros territorios. Así surge Ek
Chapat como una revista literaria con la consigna de ser un puente entre las
diversas escrituras desde la convulsa realidad latinoamericana y sus
habitantes, dispuestas y dispuestos a dialogar desde el auto-reconocimiento.
Entiendo la lectura y la escritura como un acto de libertad, como un reclamo
furioso del ser y (retomando las palabras de Verónica Gerber Biecci) como un
acto político, y creo que Ek Chapat ha concentrado mucho de esa naturaleza en
sus páginas. El proyecto comenzó formando parte una red de revistas en México,
siendo Ek Chapat la única transfronteriza de esta. Fue una etapa de mucho
aprendizaje a partir de la interrelación con otros consejos y líneas editoriales.
Al cabo de casi un año, una serie de denuncias graves de abuso (de índole
sexual y emocional) cometido por algunos editores de la red y por parte del
coordinador de la red provocó nuestra ruptura con tal proyecto (y la
desarticulación misma de la red, a la cual sobreviven algunas revistas). Hasta
entonces habíamos llegado a nuestro tercer número y nos vimos en el reto de
continuar ya de forma totalmente autónoma hacia nuestro cuarto número. Tras
sortear una serie de inconvenientes finalmente en marzo alcanzamos la
publicación de nuestro cuarto número, pero a los pocos días sobrevino el
confinamiento a causa del Covid-19, lo que nos ha llevado a replantearnos de
nuevo la naturaleza del proyecto. Actualmente, gracias al trabajo de Dariela
Torres, hemos migrado al formato digital, en un sitio web que va conteniendo de
forma abierta todas las publicaciones de Ek Chapat, y en el cual esperamos dar
a luz pronto nuestro quinto número, a la espera de que un futuro menos incierto
nos permita retomar algunas versiones impresas. A lo largo de poco menos de dos
años hemos enfrentado numerosos obstáculos, pero destaco la fuerza de esta
bestia literaria, que ha resistido, como siempre se resiste desde esta
realidad, para continuar siendo un canal más de diálogo desde las literaturas y
los territorios de Latinoamérica. Hasta el momento hemos contado con la
presencia de escritoras y escritores desde Honduras, Nicaragua, Guatemala, El
Salvador, Costa Rica, República Dominicana, México, Perú, Argentina, Venezuela,
Ecuador y Uruguay, con representación también desde otros continentes: España e
Irán. Actualmente el equipo editorial continúa conformado únicamente por
Dariela y un servidor, procurando continuar el camino que emprendimos
inicialmente con nuestra compañera Solange, cuyos aportes siempre serán pilares
de esta revista. Nuestro deseo es el de crecimiento, aunque en este instante
trabajamos en la reestabilización del proyecto tras los diversos retos que
hemos enfrentado en año tan peculiar.
👉¿Qué te parece que es lo que no dice,
lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?
DARIELA:
Creo
que muchos autorxs por la necesidad de quedar bien y de no generar ningún
conflicto o incomodidad dentro de los círculos privilegiados de la escritura,
ya sea académicamente o en las editoriales de "prestigio", se limitan
a hablar de manera solemne. Y prefieren obviar el mundo caótico, lleno de odio
y desigualdad que nos rodea.
SANTANA:
Pregunta
sumamente compleja. Considero que esto depende de la búsqueda inicial de cada
autora y autor, su grado de honestidad con relación a sus motivaciones y a qué
está dispuesta su voz a enfrentar. En el contexto contemporáneo latinoamericano
yo percibo una situación que me resulta interesante: una constante lucha generalizada
por superar la censura y autocensura predominantes impuestas por los mecanismos
tradicionales e institucionales del medio editorial. El desarrollo de cada vez
más plataformas autogestivas ha dispuesto un terreno para una mayor exploración
libre de la palabra. En este sentido, considero que el acto de escribir es un
acto de descubrimiento y autodescubrimiento constante, no se está siempre
preparado para nombrar todo aquello cuanto nos encontramos en ese tránsito, es
una decisión entonces esto de abrir totalmente la linterna para que todo sea
visible. El derecho a nombrarlo todo no deja de ser una lucha que libramos día
con día en nuestros contextos.
👉Teniendo en cuenta tu propia
experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?
DARIELA:
Desde
mi experiencia ha sido imposible separar el discurso de las situaciones que me
atraviesan. No ha sido involuntario en ningún momento. Detrás de cada palabra
que he escrito se encuentra una historia, una realidad que intento sobrellevar
y drenar en mi trabajo poético.
SANTANA:
Hay
un discurso que la y el poeta quieren plasmar en cada escrito, pero el acto de
leer también es un acto creativo, en ese momento no podrá intervenir más, el
poema tiene vida propia una vez que emprende su camino. El discurso del poema
transmuta cada vez a partir el diálogo entre aquel de su creador/a y aquel de
su lector/a. En todo aspecto, la experiencia poética surge de una colisión.
👉¿Qué libro (o libros) de poesía nadie
debería dejar de leer y por qué?
DARIELA:
Una temporada en el infierno, de Arthur
Rimbaud, Aullido, de Allen Ginsberg, Entre nosotras, una antología de la obra
de la escritora y poeta Audre Lorde. Estos tres libros de poesía me parecen
imprescindibles, son voces poéticas fuertes y absolutamente necesarias. Nos dan
un panorama más amplio de la poesía y de cómo lxs autorxs son capaces de
nombrar poéticamente su senti-pensar, desde lo que sus cuerpos atraviesan en
una realidad homofóbica, machista, clasista y racista. Que, a decir verdad, no
ha cambiado en lo absoluto.
SANTANA:
Nadie
debería dejar de buscar ese libro que jamás terminará por encontrar. Cuando uno
sienta que ha hallado en las páginas de un libro la máxima revelación, es señal
urgente de virar en todas direcciones y accidentarnos contra toda nueva
propuesta que nos salga al paso. No importa si se trata de una bestia
descomunal como Tierra baldía, Primero sueño o Muerte sin fin, tampoco
si se trata del intimismo avasallador de Emily Dickinson o la todavía humeante
nobel de literatura Louise Glück, no importa si se trata de un hallazgo
inesperado como Desastre lento de Tania Ganitsky o el pozo profundo de El
tamaño del dolor, de
Xhevdet Bajraj. El libro de poesía que
nadie debería dejar de leer es el siguiente.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
«mortAles inmortAles»
Existe una especie de solemnidad colectiva implícita –casi
unísona– a la hora de pronunciar, o
siquiera balbucear, la palabra Grecia.
Un respeto tácito que se antepone a cualquier intento de relajación. Y solemos acompañar
ese recato riguroso con una sensación permanente de falta, un vacío suntuoso que
es preciso completar con rituales, hazañas épicas y dioses irascibles. En otras
palabras, el mito y su séquito de celebridades no dejan de pisar fuerte en
nuestro modelo mental perfecto de mundo helénico.
En sus Dípticos
(Seshat Editorial, 2020), Néstor Mendoza* sitúa frente a nosotros el desafío de
emplazar esa carencia desde un enfoque inédito: nos presenta la memoria del personaje, su ojo avizor, su
experiencia neta y, de inmediato, la contrarrespuesta implacable de su
antagónico.
Narciso habla, Eco responde. ¿O es acaso al revés? Lo que
entendemos como un diálogo cobra a continuación la idiosincrasia de una
confesión urgente, un espejo cuyo reflejo sólo puede ser rastreable en el
padecimiento o en la entereza imperturbable del otro. Y es esta especie de derecho a réplica lo que hace converger
–en el texto y en nuestro intelecto– una sensibilidad compartida, una pulsión
liberadora que se abre paso hacia un instinto alternativo, a merced de
cualquier atadura cultural o convencionalismo previo. De algún modo, Mendoza nos
hace coautores de una nueva forma de atravesar la mitología tal y como la
conocemos, para invitarnos sin dilaciones a un atrevimiento atípico, a un acto
heroico otro, a descomponer aquello que ha estado arraigado y a ensayar, como
nuevos y enardecidos maestros, al menos una variante posible.
Pero aquellos pormenores demasiado íntimos que los
protagonistas revelan de ninguna manera pueden ser en esta obra meras
confesiones, sino que van adquiriendo a
posteriori la condición imperativa de testimonio, crudos pasajes
transitados cuyas marcas vienen a traspasarnos también a nosotros, como
lectores entendidos, pero también, y sobre todas las cosas, como seres
terrenales y perecederos: «No es tanto el horror como la gracia lo que
petrifica el espíritu del que la contempla», dice Perseo refiriéndose a Medusa.
«Fuera de mí se logra ver la poca humanidad que me han permitido atesorar», ha dicho
ella, apenas un momento antes. Y después: «Mi deseo es típico de esta época de
dioses y sometidos», declara con total impunidad Zeus. «No sé diferenciar entre
ser su amante o su esclavo: quizá ambas condiciones sean oficios frecuentes en
el hogar de los inmortales», nos cuenta Ganímedes por su parte.
«La sensación trasvierte el mito con el propósito de atraer
el significado, pero su referente deviene de la memoria o del apego intelectual
que tenemos de esa sensación, es decir, las variantes del mito nos permiten
recrear su definición por separado, el cual se hace a su vez icónico en el
lector», escribe a propósito de este libro el escritor y dramaturgo venezolano
Juan Martins. El punto de inflexión es entonces –y precisamente– este juego
de bifurcaciones que Mendoza propone como inherente coexistencia. Algo se
destraba, algo desborda, algo emerge.
Es cierto que hay una forma en la que Grecia vive, con su
solemnidad, su rectitud y su decoro, en nuestras conciencias. Imparte sobre
nosotros su peso histórico y su legado. En este libro de Néstor Mendoza hay,
sin embargo, un dejo de optimismo y de confianza, una divergencia posible.
Aunque tal vez debiéramos arriesgarnos a ser todavía un poco más osados y preguntarnos
si existe verdaderamente una Grecia despojada de su dogma, de su Homero y de su
lírica de culto. En palabras de Helena de Troya: «Si un templo pierde sus
columnas y su fe, ¿todavía será capaz de sostenerse?»
*Néstor
Mendoza (Mariara, Venezuela, 1985). Licenciado en Educación, en la especialidad
de Lengua y Literatura, por la Universidad de Carabobo. Publicó Ombligo para esta noche (Secretaria de
Cultura de Carabobo, 2007), Andamios
(Equinoccio, Caracas, 2012), Pasajero (Dcir
Ediciones, 2015), Ojiva (El Taller
Blanco Ediciones, Bogotá, 2019) y Dípticos
(Seshat Editorial, 2020).
Forma parte del consejo de redacción de la revista Poesía (Valencia –
Venezuela) y del equipo de colaboradores de la revista bilingüe Latin American
Literature Today (LALT), editada por la Universidad de Oklahoma. Sus poemas han
sido traducidos al inglés, francés, alemán e italiano. Es coeditor de El Taller
Blanco Ediciones.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Entrevista a Mario Flores (Salta, Argentina, 1990). Escritor y editor independiente. Dirigió el proyecto editorial para la difusión de poesía contemporánea y alternativa Cuaderno de Elefantes, desde 2014 a 2017. En noviembre de 2016 representó a la provincia de Salta en la 8º edición del Festival de Poesía Joven, organizado por APOA (Asociación de Poetas Argentinos). En 2017 fue seleccionado en la categoría Literatura de la Residencia ENCIENDE de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires. Forma parte del actual 13º Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires. De su autoría: Escala de Richter para la melancolía (2014), Nosotros niños mutantes (2015), Manual de origami (Cuaderno de elefantes, 2015), Introspectiva (Cuaderno de elefantes, 2015), Poesía para pasajeros urbanos con auriculares (Cuaderno de elefantes, 2016), Cuando llegue el fin de los tiempos (Almadegoma Ediciones, 2017) y Un silencioso modo de arder (Peces de ciudad, 2017).
Entrevista a Jorge Paolantonio (Catamarca, Argentina, 1947). Escritor, dramaturgo, crítico teatral. Profesor, licenciado y traductor por la Universidad Nacional de Córdoba, y doctorado en Lenguas Modernas por la Universidad del Salvador. Ha representado a su provincia natal en más de veinte ocasiones en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, y en eventos nacionales e internacionales similares, tales como: American Literature Association (San Francisco, USA, 2008), Festival della Letteratura di Milano (2013) y Festival International de la poésie Trois-Rivières (Canadá, 2016), entre otros. Becas obtenidas: Fondo Nacional de las Artes (Argentina), Council for the arts (Reino Unido), ISA (Holanda). Entre las distinciones más destacadas que ha recibido se encuentran el Premio Nacional de Poesía (NOA, 1993), Faja de Honor SADE en poesía y dramaturgia (1994), Premio “Garzón Céspedes” (dramaturgia, España, 2010), Premio Esteban Echeverría (2011), Premio SoleLuna (narrativa, 2013), Premio Luis de Tejeda (novela, 2015), Premio Luis Leopoldo Franco (2016). En 2015, el Senado Nacional le otorgó su máxima distinción, el de Senador Sarmiento. Algunas de sus obras publicadas: Clave para abrir las pajareras (poesía, 1973); Extraña manera de asomarse (poesía, 1989); Lengua devorada (poesía, 1994); Rosas de sal (teatro, 1993); Ceniza de orquídeas (narrativa, 2003); Algo en el aire (narrativa, 2004); La Fiamma (narrativa, 2008); Aguasanta (novela, 2016).
«poNer el cuerpO a la poEsía»
Entrevista a Gustavo Tisocco (Corrientes, Argentina, 1969). Creador y director del Sitio Mis Poetas Contemporáneos, en el que difunde a otros poetas desde 2006 y por el cual recibió el Premio Puma de Plata, otorgado por La Fundación Argentina Para la Poesía. Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano, portugués, catalán, inglés y francés. Entre sus libros publicados se cuentan: Sutil, Entre soles y sombras, Paisaje de adentro, Pintapoemas; Cicatriz, Rostro ajeno; Desde todos los costados, Terrestre, Quedarme en ti, Reina y Hectáreas.
Fabián O. Iriarte (Laprida, 1963). Reside en Mar del Plata desde 1979. Obtuvo su PhD en Humanidades en la Universidad de Texas (Dallas, EEUU). Enseña Literatura Comparada, Inglesa y Norteamericana en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Ha traducido poemas de Jean Cocteau, Jorie Graham y Adrienne Rich. Coeditó junto a Lisa Bradford las antologías Usos de la imaginación: Poesía de los latinos en EEUU. (Eudem, 2009) y De la nieve, los pájaros: Poesía de mujeres norteamericanas (RIL, 2010). Entre los títulos de su obra poética se encuentran: La mudanza (2009), Devoción por el azar (2010), Cuentas por saldar (2010), Las confesiones (2012), La Caja P (2012), Litmus test (2013), El punto suspensivo (2014) y Las causas del desconcierto (2016).