julio 31, 2020

PARA HONRARTE


quería una concha de dorado placer

más puro que la heroína

para honrarte

un corazón tan grande

que puedas quitarte los zapatos y estirarte

la anatomía del amor

Oh si yo fuera una

concha de dorado placer más puro

que la heroína o el cielo

para honrarte

cama doble corazón como

una pradera de Yosemite

para asimilar tu soltura

la imaginación tan clara y activa como

una marisma al sol

para ser interesante durante la cena

el alma como tu rostro antes

de nacer

para alabarte

pechos, cabello, dedos

mi cuerpo hecho ciudad

en tus brazos la noche entera

 

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Elise Cowen (USA, 31 de julio de 1933 – 27 de febrero de 1962). Escritora, poeta. La poesía de Emily Dickinson influyó sustancialmente en su propio registro poético. Formó parte de la llamada Beat Generation, durante los `50s. Fue amiga y amante del icónico Allen Ginsberg, junto a quien experimentó el uso de drogas estimulantes conocidas como «recreativas». Documentó sus experiencias sexuales y emocionales con otras mujeres en varios de sus cuadernos, los cuales fueron quemados tras su muerte, a pedido de sus padres. Afectada por profundos padecimientos psicológicos, relacionados con comportamientos psicóticos y depresivos, se quitó la vida a los 28 años. Ochenta y tres poemas de su autoría fueron recuperados y publicados en revistas literarias a mediados de los años sesenta. El poema aquí transcripto es una traducción realizada por la poeta española Annalisa Marí Pegrum.


julio 29, 2020

EL AGUA ME PERSIGUE



Hace días que vengo acuático
insoportablemente marino
pero no puedo decir el agua

vuelve el pez del poema
la ducha
la olla puesta al fuego

el agua
el agua me persigue
voraz correntada que arrasa
 
en el río Iguazú
la Garganta hipnótica del Diablo
quería tragarme
sé que quería

mareaba ver tanta agua

esperaba que cerraran la llave
de esas compuertas olímpicas

por entonces
me acostumbraba al límite
creía en el fin

abajo crecía un paisaje
se intersecaban
dos arcoíris
o tres
no sé
pero había pájaros
cientos de pájaros negros
jugando a caer

la muerte bajando
80 metros
y los pájaros como si nada
mojados
ajenos al miedo

pensé en tirarme como ellos
no en acto suicida
sino para saber
para entender qué se siente volar
hundirse
ser amado en el agua

garganta
yo quise ser arrastrado
sentir el desborde
 
catarata hubiese querido
deseo sin freno

es mediodía
y son otras aguas

nos sumergimos
al atardecer en el mar
y ya no salimos
no nos rescatamos
 
de ese mar
aún no hemos vuelto

el agua es siempre misterio

En Brasil me enamoré
escribe mi sobrino
yo no
a Brasil ya fui enamorado
y volví peor

fue ver desde el aire
dibujada y perfecta
la bahía celeste
azul acuarela

fue ver el mar entre nubes
oírlo más tarde
una voz cavernosa que llama
no deja de llamarme
no

pasó un año
no pude decir nada del mar
no pude nombrar el exceso

el agua ya hierve
y veo espuma
debería comer
pero el mar y la espuma
desbordan

escribo un poema de excusa

no hay cauce en este deseo

no se explica un poema
pero este
no habla del mar.


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Washington Atencio (Lucas González, Entre Ríos, 1986). Profesor de Lengua y Literatura. Autor de Una hoguera de jazmines (Camalote, 2019) y Nuestra sombra volcada en el río (Agua Viva, 2019). Ha participado en diversos encuentros de poesía y algunos de sus textos circulan a través de redes sociales. Reside actualmente en Paraná, donde dicta clases de Literatura y de griego clásico a nivel terciario y universitario. [Al momento de esta publicación, el poema aquí transcripto continúa inédito].

julio 19, 2020

19



Cuando llego del colegio la abuela pregunta si prefiero galletitas o pan tostado con manteca. «Lo que vos quieras», respondo. Hace la mueca indescifrable de siempre y pone la pava arriba del calentador a kerosene. «Va a venir un señor a sacarnos unas fotos», dice. «¡Andá a ponerte el pullover nuevo!». El señor en cuestión es el fotógrafo de la familia (siempre hay uno) y las fotos en cuestión son, en mi lógica incongruente de infante, por motivo de su cumpleaños. Me pongo contenta, me preparo, me parece que todo está bien; ¿qué puede ir mal cuando hay un ángel cuidándonos modo exclusivo veinticuatro/siete?

 

El recuerdo de ese día tiene la nitidez de estos dedos que ahora tipean y de este papel glossy amarillo que me revuelve acá adentro, aquello que ya estaba claramente preparado para ser revuelto.

 

Abuela: tenías razón en todo. El amor y el dolor son los dos magnates esclavistas que tiran del mundo como en el juego de la soga, de un lado y del otro, haciendo tongo cada vez que pueden. No se puede elegir entre uno u otro: el que toca, toca. Lo que se fue, ya nunca más vuelve de la misma forma. Acertaste también con lo de arriesgarse antes de que sea demasiado tarde. No me diste la vida pero me enseñaste que para vivir lo primero que hace falta es atreverse a hacerlo.

 

En la foto tengo seis años, y llevo puesto un pullover que terminaste de tejer a mano hace apenas unos días. Vos sabés todo de mí, y lo poco que yo sé de vos me basta y me sobra para la vida entera. Ya estoy lista y viene tu cumpleaños. Tengo el regalo a medio terminar en la mochila. Atrás, el almanaque dice «Julio de 1987». Para mí fue hace rato nomás, justito antes del especial de Supersónicos, cuando llegué del colegio y preguntaste, mientras apoyabas la pava en el calentador, si prefería galletitas o pan tostado con manteca.







julio 06, 2020

#BLÉFARI

 

Caen los brazos

a los costados de mi cuerpo

estoy cansada,

vengo de saltar

obstáculos filosos,

pequeñas piedras

o agua.

Me había olvidado

de la guía

como para que, en mi ausencia,

todo se vaya.

  

Rosario Bléfari (24/12/1965 – 06/07/2020)


julio 01, 2020

YA NO SOY MÁS QUE YO


Ya no será

ya no

no viviremos juntos

no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa

no te tendré de noche

no te besaré al irme

nunca sabrás quién fui

por qué me amaron otros.

No llegaré a saber

por qué ni cómo nunca

ni si era de verdad

lo que dijiste que era

ni quién fuiste

ni qué fui para ti

ni cómo hubiera sido

vivir juntos

querernos

esperarnos

estar.

Ya no soy más que yo

para siempre y tú

ya

no serás para mí

más que tú. Ya no estás

en un día futuro

no sabré dónde vives

con quién

ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca

como esa noche

nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.



Se conocieron imprevisiblemente a finales de 1950, en un bar de Montevideo. Y en algún momento de 1958, Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009) escribió y publicó este poema, uno de los tantos que reflejaron o dieron pintoresco testimonio de su tormentosa y abstrusa relación con el también escritor Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994).

Idea Vilariño fue poeta, ensayista, docente, crítica literaria y traductora. Perteneció al grupo de escritores uruguayos denominado «Generación del 45», fenómeno social, político y cultural integrado entre otrxs por el mismo Onetti, Carlos Maggi, Amanda Berenguer, Ida Vitale y Mario Benedetti. Dicho grupo, signado desde su origen por el inconformismo, el carácter intimista, la vida urbana y el ataque a la ingenuidad histórica de su tiempo, marcó un antes y un después en la identidad intelectual uruguaya contemporánea.

Múltiples testimonios de amigxs y escritores coetáneos, entrevistas, fragmentos, dedicatorias, un vasto intercambio epistolar (Onetti se mudó a Buenos Aires y más tarde a Madrid, exiliado) y otros tantos gestos discursivos, dan cuenta de un vínculo tan intelectual como idealista, errático por momentos, y atravesado sobre todas las cosas por una agobiante incertidumbre.

Sabemos de Idea que era una mujer frágil, en extremo sensible, anímicamente afectada y estigmatizada por una vida de infortunios, enfermedades (propias y ajenas), muerte y ausencia. La poesía y la enseñanza fueron su vida. Su padre, el poeta y militante anarquista Leandro Vilariño (1892-1944), eligió su peculiar nombre, al igual que el de sus hermanos: Azul, Alma, Poema y Numen.

Sabemos de Juan Carlos que era un hombre sumamente tímido, ensimismado, con un genio narrativo sin igual, pero excesivamente nervioso y algo retraído al momento de pararse ante el micrófono o hacer frente al público. Leía, escribía, comía y daba reportajes desde su cama.

Se conocieron imprevisiblemente a finales de 1950, en un bar de Montevideo. Su relación se tendió sobre la cuerda floja del amor pero también de la distancia, del silencio, del sarcasmo, de la prórroga y, por supuesto, de la espera. Dice otro poema de Idea, de 1952: «Estoy aquí / en el mundo / en un lugar del mundo / esperando / esperando. / Ven / o no vengas / yo me estoy aquí / esperando.» Casi cuarenta años después, escribe a Onetti, en una carta a Madrid: «Te escribiré pronto. Escribas o no escribas. Ven, o no vengas, yo me estoy aquí esperando. Ya ves que para algo sirven aquellos versos.»

En 1955 Onetti se casó con quien sería, hasta el final de sus días, su gran compañera y confidente: la violinista argentina Dorotea Murh (o simplemente «Dolly Murh», como mundialmente se la conoce). La relación entre Idea y Juan Carlos, sin embargo, jamás terminó. Continuaron escribiéndose (cartas, poemas, libros enteros) y viéndose – cuando era posible – hasta la muerte de Onetti en 1994. Dolly, que además asistía intelectual y emocionalmente a Onetti durante la escritura de sus grandes obras, estuvo desde siempre al tanto de este intenso y turbulento vínculo e incluso – según ha contado años más tarde en diversas entrevistas – se fue de la casa para dejarlos solos aquella vez que Idea viajó hasta España para encontrarse con Juan Carlos. «Idea era una poeta maravillosa. Ella era más intelectual que yo, estaba a la altura de Juan en la literatura, yo estaba en otra cosa. La relación de ellos era entre ellos, probablemente fue la relación más apasionada de Juan.», confesó.

Frágiles, sensibles, excéntricos. Nos soltaron en sus textos un camino de migas con que seguirlos. Con esa excusa – que no es poco – no dejamos de buscar, aunque sea por simple juego, a la Idea y al Juan Carlos que en algún momento de finales de 1950 se conocieron, imprevisiblemente, en un bar de Montevideo.



👉 LEÉ LAS CARTAS I, II Y III de IDEA VILARIÑO