Ese flujo, esa náusea, esas tiras: aquí comienza el fuego. El
fuego de lenguas. El fuego tejido con flecos de lenguas, en el reflejo de la
tierra que se abre como un vientre que está por parir, con entrañas de miel y
azúcar. Con todo su obsceno tajo ese vientre fláccido bosteza, pero el fuego
bosteza por encima con lenguas retorcidas y ardientes que llevan en la punta
rendijas parecidas a la sed. Ese fuego retorcido como nubes en el agua límpida,
con la luz al lado que traza una recta y algunas pestañas (…). El centro
ardiente y convulso de ese fuego es como la punta descuartizada del trueno en
la cima del firmamento (…).
Un bloque, un inmenso bloque artificial me separa de mi mentira. Y
ese bloque tiene el color que cada uno quiere. El mundo deja allí su baba como
el mar sobre las rocas y como yo con los reflujos del amor (…). Yo. Yo. Dad
vuelta la página de los escombros. También yo espero el pedregullo celeste y la
playa sin márgenes. Es necesario que ese fuego comience en mí. Ese fuego y esas
lenguas y las cavernas de mi gestación (…).
Antoine Marie Joseph Artaud (Antonin Artaud.
Marsella, 1896 – París, 1948).
De L´Art et la mort (1929).