julio 01, 2020

YA NO SOY MÁS QUE YO


Ya no será

ya no

no viviremos juntos

no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa

no te tendré de noche

no te besaré al irme

nunca sabrás quién fui

por qué me amaron otros.

No llegaré a saber

por qué ni cómo nunca

ni si era de verdad

lo que dijiste que era

ni quién fuiste

ni qué fui para ti

ni cómo hubiera sido

vivir juntos

querernos

esperarnos

estar.

Ya no soy más que yo

para siempre y tú

ya

no serás para mí

más que tú. Ya no estás

en un día futuro

no sabré dónde vives

con quién

ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca

como esa noche

nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.



Se conocieron imprevisiblemente a finales de 1950, en un bar de Montevideo. Y en algún momento de 1958, Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009) escribió y publicó este poema, uno de los tantos que reflejaron o dieron pintoresco testimonio de su tormentosa y abstrusa relación con el también escritor Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994).

Idea Vilariño fue poeta, ensayista, docente, crítica literaria y traductora. Perteneció al grupo de escritores uruguayos denominado «Generación del 45», fenómeno social, político y cultural integrado entre otrxs por el mismo Onetti, Carlos Maggi, Amanda Berenguer, Ida Vitale y Mario Benedetti. Dicho grupo, signado desde su origen por el inconformismo, el carácter intimista, la vida urbana y el ataque a la ingenuidad histórica de su tiempo, marcó un antes y un después en la identidad intelectual uruguaya contemporánea.

Múltiples testimonios de amigxs y escritores coetáneos, entrevistas, fragmentos, dedicatorias, un vasto intercambio epistolar (Onetti se mudó a Buenos Aires y más tarde a Madrid, exiliado) y otros tantos gestos discursivos, dan cuenta de un vínculo tan intelectual como idealista, errático por momentos, y atravesado sobre todas las cosas por una agobiante incertidumbre.

Sabemos de Idea que era una mujer frágil, en extremo sensible, anímicamente afectada y estigmatizada por una vida de infortunios, enfermedades (propias y ajenas), muerte y ausencia. La poesía y la enseñanza fueron su vida. Su padre, el poeta y militante anarquista Leandro Vilariño (1892-1944), eligió su peculiar nombre, al igual que el de sus hermanos: Azul, Alma, Poema y Numen.

Sabemos de Juan Carlos que era un hombre sumamente tímido, ensimismado, con un genio narrativo sin igual, pero excesivamente nervioso y algo retraído al momento de pararse ante el micrófono o hacer frente al público. Leía, escribía, comía y daba reportajes desde su cama.

Se conocieron imprevisiblemente a finales de 1950, en un bar de Montevideo. Su relación se tendió sobre la cuerda floja del amor pero también de la distancia, del silencio, del sarcasmo, de la prórroga y, por supuesto, de la espera. Dice otro poema de Idea, de 1952: «Estoy aquí / en el mundo / en un lugar del mundo / esperando / esperando. / Ven / o no vengas / yo me estoy aquí / esperando.» Casi cuarenta años después, escribe a Onetti, en una carta a Madrid: «Te escribiré pronto. Escribas o no escribas. Ven, o no vengas, yo me estoy aquí esperando. Ya ves que para algo sirven aquellos versos.»

En 1955 Onetti se casó con quien sería, hasta el final de sus días, su gran compañera y confidente: la violinista argentina Dorotea Murh (o simplemente «Dolly Murh», como mundialmente se la conoce). La relación entre Idea y Juan Carlos, sin embargo, jamás terminó. Continuaron escribiéndose (cartas, poemas, libros enteros) y viéndose – cuando era posible – hasta la muerte de Onetti en 1994. Dolly, que además asistía intelectual y emocionalmente a Onetti durante la escritura de sus grandes obras, estuvo desde siempre al tanto de este intenso y turbulento vínculo e incluso – según ha contado años más tarde en diversas entrevistas – se fue de la casa para dejarlos solos aquella vez que Idea viajó hasta España para encontrarse con Juan Carlos. «Idea era una poeta maravillosa. Ella era más intelectual que yo, estaba a la altura de Juan en la literatura, yo estaba en otra cosa. La relación de ellos era entre ellos, probablemente fue la relación más apasionada de Juan.», confesó.

Frágiles, sensibles, excéntricos. Nos soltaron en sus textos un camino de migas con que seguirlos. Con esa excusa – que no es poco – no dejamos de buscar, aunque sea por simple juego, a la Idea y al Juan Carlos que en algún momento de finales de 1950 se conocieron, imprevisiblemente, en un bar de Montevideo.



👉 LEÉ LAS CARTAS I, II Y III de IDEA VILARIÑO