YA NO
Ya
no será
ya
no
no
viviremos juntos
no
criaré a tu hijo
no
coseré tu ropa
no
te tendré de noche
no
te besaré al irme
nunca
sabrás quién fui
por
qué me amaron otros.
No
llegaré a saber
por
qué ni cómo nunca
ni
si era de verdad
lo
que dijiste que era
ni
quién fuiste
ni
qué fui para ti
ni
cómo hubiera sido
vivir
juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya
no soy más que yo
para
siempre y tú
ya
no
serás para mí
más
que tú. Ya no estás
en
un día futuro
no
sabré dónde vives
con
quién
ni
si te acuerdas.
No
me abrazarás nunca
como
esa noche
nunca.
No
volveré a tocarte.
No
te veré morir.
En Poemas de amor (1958).
Se
conocieron imprevisiblemente a finales de 1950, en un bar de
Montevideo. Y en algún momento de 1958, Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009)
escribió y publicó este poema, uno de los tantos que reflejaron o dieron
pintoresco testimonio de su tormentosa y abstrusa relación con el también
escritor Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994).
Idea Vilariño fue poeta, ensayista,
docente, crítica literaria y traductora. Perteneció al grupo de escritores
uruguayos denominado “Generación del 45”, fenómeno social, político y cultural
integrado entre otrxs por el mismo Onetti, Carlos Maggi, Amanda Berenguer, Ida
Vitale y Mario Benedetti. Dicho grupo, signado desde su origen por el
inconformismo, el carácter intimista, la vida urbana y el ataque a la
ingenuidad histórica de su tiempo, marcó un antes y un después en la identidad
intelectual uruguaya contemporánea.
Múltiples testimonios de amigxs y
escritores coetáneos, entrevistas, fragmentos, dedicatorias, un vasto
intercambio epistolar (Onetti se mudó a Buenos Aires y más tarde a Madrid,
exiliado) y otros tantos gestos discursivos, dan cuenta de un vínculo tan intelectual
como idealista, errático por momentos, y atravesado sobre todas las cosas por
una agobiante incertidumbre.
Sabemos de Idea que era una mujer
frágil, en extremo sensible, anímicamente afectada y estigmatizada por una vida
de infortunios, enfermedades (propias y ajenas), muerte y ausencia. La poesía y
la enseñanza fueron su vida. Su padre, el poeta y militante anarquista Leandro
Vilariño (1892-1944), eligió su peculiar nombre, al igual que el de sus
hermanos: Azul, Alma, Poema y Numen.
Sabemos de Juan Carlos que era un
hombre sumamente tímido, ensimismado, con un genio narrativo sin igual, pero
excesivamente nervioso y algo retraído al momento de pararse ante el micrófono
o hacer frente al público. Leía, escribía, comía y daba reportajes desde su
cama.
Se conocieron imprevisiblemente a
finales de 1950, en un bar de Montevideo. Su relación se tendió sobre la cuerda
floja del amor, pero también de la distancia, del silencio, del sarcasmo, de la
prórroga y, por supuesto, de la espera. Dice otro poema de Idea, de 1952: “Estoy
aquí / en el mundo / en un lugar del mundo / esperando / esperando. / Ven / o
no vengas / yo me estoy aquí / esperando”. Casi cuarenta años después, escribe
a Onetti, en una carta a Madrid: “Te escribiré pronto. Escribas o no escribas.
Ven, o no vengas, yo me estoy aquí esperando. Ya ves que para algo sirven
aquellos versos”.
En 1955 Onetti se casó con quien sería,
hasta el final de sus días, su gran compañera y confidente: la violinista
argentina Dorotea Murh (o simplemente “Dolly Murh”, como mundialmente se la
conoce). La relación entre Idea y Juan Carlos, sin embargo, jamás terminó.
Continuaron escribiéndose (cartas, poemas, libros enteros) y viéndose –cuando
era posible– hasta la muerte de Onetti en 1994. Dolly, que además asistía
intelectual y emocionalmente a Onetti durante la escritura de sus grandes
obras, estuvo desde siempre al tanto de este intenso y turbulento vínculo e
incluso –según ha contado años más tarde en diversas entrevistas– se fue de la
casa para dejarlos solos aquella vez que Idea viajó hasta España para
encontrarse con Juan Carlos. “Idea era una poeta maravillosa. Ella era más
intelectual que yo, estaba a la altura de Juan en la literatura, yo estaba en
otra cosa. La relación de ellos era entre ellos, probablemente fue la relación
más apasionada de Juan”, confesó.
Frágiles, sensibles, excéntricos. Nos
soltaron en sus textos un camino de migas con que seguirlos. Con esa excusa –que
no es poco– no dejamos de buscar, aunque sea por simple juego, a la Idea y al
Juan Carlos que en algún momento de finales de 1950 se conocieron,
imprevisiblemente, en un bar de Montevideo.
👉 LEÉ LAS "CARTAS I, II Y III" de IDEA VILARIÑO