Fui al río, y lo
sentía
cerca de mí, enfrente
de mí.
Las ramas tenían
voces
que no llegaban hasta
mí.
La corriente decía
cosas que no
entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el
cielo vago y pálido en él
con sus primeras
sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
- ¿Era
yo el que regresaba? -
en la angustia vaga
de sentirme solo
entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el
río en mí,
corría en mí
con sus orillas
trémulas de señas,
con sus hondos
reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí
con sus ramajes.
Era yo un río en el
anochecer,
y suspiraban en mí
los árboles,
y el sendero y las
hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río,
me atravesaba un río!
Juan L. Ortiz; «Fui
al río», en El ángel inclinado, 1937.