Río de Janeiro, 15 de Octubre de 1987
Querida
Luci:
Hoy
a mediodía llegó tu carta; no alcanzo a ir al correo esta tarde misma porque te
acordarás que a las cinco las retiran y ya son las cuatro. Casi me salteo la
siesta para poderte contestar más rápido, pero me vino un golpe de sueño
terrible después de almorzar. Me estoy cuidando mucho más que cuando estabas
vos, es que los de casa, los de allá de Buenos Aires, andan furiosos porque no
me quiero volver y estoy sola acá. El terror de ellos es que me dé algo a la
noche y nadie me pueda socorrer. Yo te quiero esperar. (…) Por suerte, Luci, yo
tengo mi independencia, económica quiero decir, y soy dueña de hacer lo que se
me antoja. No me gusta tenerlos con el ay en la boca, pero se tendrán que
aguantar. Si allá estuviera empezando el invierno no podrían decirme nada, pero
para colmo ahora allá se acabó el frío, mi principal enemigo. Así que no te
preocupes por tus plantas, que yo te las voy a cuidar hasta que vuelvas. (…)
Mirá, Luci, me dejaste pensando con lo que me decís del otro mundo. No sé qué
decirte, nunca pienso en eso, ni se me ocurre. Creo que tenés razón, hay que
conformarse con los buenos momentos vividos y nada más. Mirá, no sé, no quiero
mentirte, en el fondo creo que pienso como vos, pero no te lo sé poner claro en
palabras.
Manuel
Puig; Cae la noche tropical, 1988.