Nunca se me había ocurrido escribir un
diario íntimo. Quién sabe por qué. Debe ser porque no tenía tiempo, aunque
pensar sí, estoy pensando todo el día. La verdad es que soy una de esas
personas, o mujeres, lo cual no sé si encaja en eso de persona, que están todo
el día piensa y piensa. No hago más que reflexionar todo el día, pero eso sí,
al mismo tiempo que hago otra cosa. No creo que todo el mundo sea así, no,
imposible. Por ejemplo, si estoy eligiendo una manzana en el supermercado, no
sé, le estoy dando una importancia bárbara, como si esa manzana, al servirla en
una frutera de plata, o al morderla un huésped especial, o al ser digerida por
mí misma, pudiese cambiar el rumbo de una vida, o de dos vidas. Y para qué
hablar del momento de decidir entre un pañuelo azul y otro celeste, bueno, allí
ya se está jugando el destino de la humanidad entera. ¿Manía por la metafísica?
¿O aburrida, pavota superstición?
Antes un poco me divertía estar a
merced de esas emboscadas del destino, pero en estas últimas semanas ya me han
hartado. O yo me harté a mí misma con tanto peligro. Ya casi cinco semanas en
cama. ¿Por qué me darán miedo los números impares? Debo estar empezando este
diario por alguna razón en especial, pero no se me ocurre cuál.
Manuel Puig en Pubis Angelical
(Capítulo II; 1979).