«Yo
conocí bien aquel tronco, aquella madera caída detrás de la casa. Una ardilla
la había visitado durante todo el invierno; yo recordaba su cola espesa y
dorada – todo ella era una enorme flor espesa y dorada – (…) Aún esperé que
aconteciese algo inaudito, que el sol se parara; pero no, dentro de un minuto,
ya cuatro o cinco planetas iban a prenderse del cielo (…). Me acerqué a mi
padre y a mi madre; tuve intenciones de rezar y llorar; pero ellos levantaban
las manos airadas al cielo, levantaban los puños airados, decían oraciones
feroces.»
Marosa di Giorgio
(Uruguay,
16 de junio de 1932 – 17 de agosto de 2004)