Escribí mucho durante los primeros meses del año 2010. Lo recuerdo como una experiencia más tirando a dantesca, aunque quiero darme la oportunidad de recapitular algún pasaje de aquellos días como un pequeño corto de Disney. Casi lo voy logrando. Banquemos.
De todo lo que escribí se perdieron muchas cosas. Otras fueron editadas pocos años después hasta desaparecer. Lo mostré poco. Y lo que quedó, me consta que no es demasiado bueno, ni tampoco podría decir que es lo mejor o lo peor que he escrito. Es. Y con eso ya tendría que por lo menos sobrar.
Dentro de poco algo de todo eso va salir en libro y todo. Un flá, como escuché por ahí.
Acá abajo dejo un fragmento de poema de aquella época. Juzguen con piel y ojos, y gracias por leer siempre 💗
1
Lo que más me
gusta de Julio es su manera de pronunciar la doble erre,
la gracia con
que lleva la alineación de los ojos
y que es el
mes de su cumpleaños.
¿Para qué el
factor 30 si estoy sentada a la sombra?
¿Para qué el
libro que habla de finales
haciendo
playback en el bolso si siempre estamos por jugar
a los comienzos?
(…)
3
Con frecuencia
solíamos perforarnos los bordes con una sola letra.
Nuestros abecedarios
quedaban siempre incompletos,
atravesados de
signos o descompuestos.
Nos aturdíamos
a cartas y a ropa mojada.
¿Para qué el
vaso de agua encima de los jarrones
si afuera está
lloviendo a cántaros?
Lo que más me
gusta de Julio es que cae a mitad de año.
Yo, en cambio,
caigo en diciembre.
A veces. Otras
veces caigo en agujeros de cloaca que están por ser drenados,
en falsos
pretextos, en impulsos suicidas o en desamores pseudo platónicos. A veces.
Pero esas no
son cosas para andar diciendo.
¿Para qué el
avant garde de los cuadros que adornan el living
si todavía hay
pájaros que pueden copular con otros
que ya están
muertos?
Con frecuencia
solíamos reírnos de este tipo de cosas.
Los vínculos
anormales siempre tenían nuestra atención.
Fragmento de «Continuidad de los para qués», en Límbica (edición en curso por El Taller Blanco ediciones, 2020)