Un día supiste
por fin
lo que tenías
que hacer, y empezaste,
aunque a tu
alrededor las voces
seguían
gritando
sus malos
consejos,
aunque toda la
casa empezó a temblar
y sentiste el
antiguo tirón
en los
tobillos.
«¡Arréglame
la vida!»
gritaba cada
voz.
Pero no
paraste.
Sabías lo que
tenías que hacer,
aunque el
viento hurgaba
con sus dedos
rígidos
en las bases
mismas,
aunque su
melancolía
fuera
terrible. Ya era bastante
tarde, y una
noche salvaje,
y la calle
estaba llena de ramas
caídas y de
piedras.
Pero de a
poco,
mientras
dejabas las voces atrás,
las estrellas
empezaron a arder
entre las
sábanas de nubes,
y había una
voz nueva,
que lentamente
reconociste
como tu propia voz,
que te
acompañaba
mientras te
adentrabas más y más
en el mundo,
decidida a
hacer
lo único que
podías hacer,
decidida a
salvar
la única vida
que podías salvar.
Mary Oliver
(10 de septiembre de 1935 – 17 de enero de 2019)