El verano. Los pájaros derretidos en pleno vuelo caen, como plomo
hirviente, sobre las cabezas de los arriesgados transeúntes, matándolos al
momento.
El verano. La isla, como un pez de metal alargado, centellea y lanza
destellos y vapores ígneos que fulminan.
El verano. El mar ha comenzado a evaporarse, y una nube azulosa y candente
cubre toda la ciudad.
El verano. La gente, dando voces estentóreas, corre hasta la laguna
central, zambulléndose entre sus aguas caldeadas y empastándose con fango toda
la piel, para que no se le desprenda el cuerpo.
El verano. Las mujeres, en el centro de la calle, empiezan a desnudarse, y
echan a correr sobre los adoquines que sueltan chispas y espejean.
El verano. Yo, dentro del morro, brinco de un lado a otro. Me asomo entre
la reja y miro al puerto hirviendo. Y me pongo a gritar que me lancen de cabeza
al mar.
El verano. La fiebre del calor ha puesto de mala sangre a los carceleros
que, molestos por mis gritos, entran a mi celda y me muelen a los golpes (...).
El verano. Las paredes de mi celda van cambiando de color, y de rosado
pasan a rojo, y del rojo al rojo vino, y de rojo vino a negro brillante... el
suelo también empieza a brillar como un espejo, y del techo se desprenden las
primeras chispas. Sólo dándole brincos me puedo sostener, pero en cuanto vuelvo
a apoyar los pies siento que se me achicharran. Doy brincos. Doy brincos. Doy
brincos.
El verano. Al fin el calor derrite los barrotes de mi celda, y salgo de
este horno al rojo, dejando parte de mi cuerpo chamuscado entre los bordes de
la ventana, donde el aceite derretido aún reverbera.
Fragmento de El mundo alucinante (1969).
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Reinaldo Arenas (1943-1990). Novelista, dramaturgo y
poeta cubano.
Su obra se inscribió dentro del realismo mágico del boom latinoamericano.
Adhirió, en un principio, a los primeros movimientos de la Revolución Cubana (1953-1958), aunque no tardó en decepcionarse de los criterios hostiles del gobierno para con lxs ciudadanxs cubanxs, en manifestar públicamente su desencanto y en arrojar una fuerte crítica en clara oposición al régimen castrista. Recibió, en consecuencia, una brutal persecución (y posterior encarcelamiento), tanto por su postura anticastrista como por su condición de homosexual.
Durante el llamado “éxodo del Mariel”, en 1980, logró huir de Cuba y radicarse en la ciudad de Nueva York, desde donde desplegó una intensa labor intelectual y donde residió hasta el final de su vida.
Entre sus obras destacan Celestino antes del alba (1967), El mundo alucinante (1969), Otra vez el mar (1982) y Viaje a La Habana (1990).
Su doloroso testimonio autobiográfico publicado de forma póstuma Antes
que anochezca (1992) fue llevado al cine por Julian Schnabel en el año
2000.