Lo que yo preferiría más que nada es decirlo en la mitad de las
oraciones,
convertido en hombre-topo,
descalzo;
aprovechando los llenos de los vacíos
y las partes del todo
(siempre hay un todo por vaciar o por llenar).
Lo que yo preferiría es una buena ducha tibia de enciclopedias
sobre el grueso de la espalda.
Un banco
donde apoyarle los sombreros a los sarcasmos que me vayan quedando
afuera.
Lo que yo preferiría es que no me estén fotocopiando el habla
para repartírselo en las noches a los vendedores de frío que andan
por los fuegos,
que me abracen las asperezas mientras me afeito los sustantivos
y que le den de comer en la boca a todas mis bibliotecas
si algún día enmudezco.
Lo que yo preferiría es que la furia con que me venga el texto a
la boca
no nos termine derramando más verbos imperfectos en nuestra lista
de pendientes.
Que inauguremos o que nos caigan los de inspección de una vez y
nos clausuren.
Que como soy de cuerpo incompleto pero de lengua concurrida
lo que se tiene que decir,
preferiría ser yo el que lo diga / o lo calle / o lo olvide
preferiría ser yo el que le ponga las comillas a las citas y a los
reveses irónicos
preferiría ser yo el que se quede con la primera palabra
ya que la última
va a terminar siendo siempre la que el punto venga a infectar de
esfericidades,
de perversos contornos
y de finales.
De entre los ruidos©, 2015.
foto: pluma y tintero
(@entremisversos)