marzo 22, 2013

★Pulso



Siempre termino en ese irme, en ese desplazarme por otros diálogos, por otros rostros suplentes. Camino en manos descalzas por dientes de cobra hambrienta; muerdo con ellos lo breve y los tajos abiertos de lo insuperable. Pero acostumbro engañar cómodamente a la ponzoña, y me prolongo en carne viva, en ósmosis absurda, en sístole y en diástole.

Siempre me encadeno la poesía en el reborde de la cama. Le retuerzo las partes íntimas, le volteo las voces, le prendo fuego las puntas - para que se haga de una vez cosa y deje de gemirme tanto- y le doy todo lo que tengo, todo lo que miento, todo lo que juzgo. Y siempre estoy en ese andarme, en ese huir y aparecerme. Siempre me salgo y me invento. Me voy por otros miedos. Soy poesía. Soy sístole y diástole.