I
De entre los vidrios rotos de un espejo de botiquín
se ahuecan a silbidos dos mentiras enfrascadas en agua hirviendo,
con los iris sordos de perfumes
y las lenguas tuertas de papilas dactilares.
Sediento sobre una mesa ratona está
el póker de ases
con las mangas del pensamiento por afuera del saco
y cuatro entradas con descuento para el Italpark en el bolsillo.
A las mentiras no tardan en ponérseles difícil los cien metros
llanos
(como la mandioca no puede ocultarle a nadie que es harina de otro
costal).
II
En la batahola esternónica
de Mecas virtuales e infinitos caóticos,
las esperan de piernas abiertas
la chusma letrada
y el picaporte engrasado de una puerta sin pasador,
que juega a la escoba de quince con la mirilla irritable, el
muerto en el ropero y los naipes marcados.
III
Entretanto,
el último títere con cabeza se da de baja del blog de solos y solas
y la ciudad,
con los semáforos al rojo vivo,
retrocede subversiva otros dos casilleros,
no sin quedarse lacerando un rato con el rabillo del ojo
a la existencia tosca, entrada en canas,
que le perturba el sueño y la penetra por las cuatro bocas.
La muchachada intelectual dejó de acostarse con las palabras
por miedo al qué callarán y a la sífilis editorial.
Sin embargo, no se priva de peinarlas en la cama,
para que a los amantes
-de cuando en cuando prosistas inmunes-
se les pueda sacar por lo menos un pelo de tontos.
IV
Y aunque hubo, sí,
entre tanta cháchara dadá,
algún manojo de liristas que quisieron vale cuatro
y cayeron en la cuenta
de lo sobreactuado que se estaba poniendo lo del satélite
menguante-creciente,
lo malversaron lo mismo,
y el queso parmesano para rallar tuvo sus quince de infamia
en panegíricos monásticos, coplas cortesanas,
y en las telas pinturrajeadas de artistas plásticos con nombre de
tortuga ninja.
V
Pero resultó ser cierto
eso de que el tiempo es demasiado ancho y no se deja llenar.
O en medio del suponer encristalado,
el sangrar por el mentón
y el soplar sin hacer botella,
hay un tubo dentífrico apretado desde abajo
y un par de mentiras que nos siguen chiflando bajito
ciego de oídos y ronco de párpados
con el blanco de los ojos polarizado, la salamandra encendida
y la baraja incompleta.