El
poeta contemporáneo es escéptico y desconfía incluso – o más bien
principalmente – de sí mismo. Con desgano confiesa públicamente que es poeta,
como si se tratara de algo vergonzoso. En estos tiempos bulliciosos es más
fácil que admitamos los vicios propios, con tal de causar efectos fuertes;
mucho más difícil es reconocer las virtudes, ya que están escondidas más
profundamente, y hasta uno mismo no cree tanto en ellas. En las encuestas o en
los encuentros con amigos ocasionales, cuando el poeta se ve forzado a definir
su profesión, acude al término genérico «escritor», o al de alguna otra
profesión que adicionalmente ejerza. El empleado público o los eventuales
compañeros de trabajo reciben con cierta perplejidad e inquietud la noticia de
que están tratando con un poeta.
Wislawa
Szymborska