diciembre 09, 2019

«EL CUERPO TAMBIÉN SABE»


Sobre el libro hermoso de Belén dije:

«Construirse. Entender que hay más de una lucha en movimiento. Entender que el cuerpo de una mujer es siempre un cuerpo de resistencia, que hay un legado que llevar sobre ese cuerpo y que el desafío ocurre, eclécticamente o no, a expensas de nuestros deseos e incluso de nuestros destinos. «Mi mamá tuvo un cuello ortopédico por las cervicales. / Me pregunto si a veces lo que heredamos / nos anticipa qué partes del cuerpo nos van a doler / los días de lluvia / y en qué gestos nos repetimos en otros.» Hacia esta cimentación, entonces, dirigimos la mirada mientras transcurrimos en los detalles más vívidos de este libro, que nos habla y nos aquieta, al mismo tiempo que, sin habérselo propuesto, nos alecciona  y nos descodifica.»  

 

RESEÑA COMPLETA  👉 «EL CUERPO TAMBIÉN SABE»  

 

EL LUGAR QUE NO EXISTE

La cara de ella necesita

encontrar el lugar

que no existe para dejar

su recuerdo.

 

Las ojeras transportan

el color de los días que fueron

sólo noche.

 

Debajo de sus uñas

guarda tierra

que acumula

y le hincha las cutículas

que también insisten con punzar.

 

Ella quiere pintarlas

con esmaltes flúo

para que no se note

que sus manos

también son alfombras

que esconden la mugre.



INFANCIA

Las hojas del sauce se estiran

yme acercan un cielo verde que suaviza lo que pienso.

Las hojas del árbol son las manos de mi madre

peinando los nudos que el pelo ata

y dentro de ellos se suelta otra promesa rota.

Se estiran tanto que son como las eles

que pronuncia un gurí en la costa

que pide a las letras que no se les escapen por las caries

que la pobreza le pinta en lunares, como a la luna.

La lengua en la infancia

le pone a las palabras el tono de los pájaros

y por eso tienen alas

largas

líquidas

que se hacen lluvia.

 

RAÍCES

Hundirme y ser.

Tocar el suelo para encontrar lo fértil

que siempre es lo de abajo.

Me gusta pensar en los brotes de alfalfa

y ver que son finitos como cabellos de ángel

que flotan en una sopa que prepara una mano

que no le teme al fuego.

Los brotes que son bien blancos

porque anclan en la tierra

y no dejan de contrastar

porque su destino es no ser lo mismo que lo rodea.

Miro las plantas que mi madre cultiva

y sé que lo que riega

es más que un jardín.

 

UTILIDADES

Se descascara la piel y cae

como el revoque de la pared de la pieza del fondo

que se usó siempre para guardar lo que no se usa.

El cuerpo también sabe

cómo desprenderse del pelo y de las uñas

para anunciar que hay un espacio habitado

por lo que todavía no sabemos cómo sacar.

 

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María Belén Zavallo (Paraná, 1982). Docente y coordinadora del taller de escritura creativa  «Nos/Otros en el texto». En marzo de 2019 publicó su primer fanzine, Todos tenemos un jardín, con Editorial Camalote.