Sobre el libro
hermoso de Belén dije:
«Construirse.
Entender que hay más de una lucha en movimiento. Entender que el cuerpo de una
mujer es siempre un cuerpo de resistencia, que hay un legado que llevar sobre
ese cuerpo y que el desafío ocurre, eclécticamente o no, a expensas de nuestros
deseos e incluso de nuestros destinos. “Mi mamá tuvo un cuello ortopédico por
las cervicales. / Me pregunto si a veces lo que heredamos / nos anticipa qué
partes del cuerpo nos van a doler / los días de lluvia / y en qué gestos nos
repetimos en otros”. Hacia esta cimentación, entonces, dirigimos la mirada
mientras transcurrimos en los detalles más vívidos de este libro, que nos habla
y nos aquieta, al mismo tiempo que, sin habérselo propuesto, nos alecciona y
nos descodifica.»
RESEÑA COMPLETA
👉 «EL CUERPO TAMBIÉN SABE»
EL LUGAR QUE NO EXISTE
La cara de ella necesita
encontrar el lugar
que no existe para dejar
su recuerdo.
Las ojeras transportan
el color de los días que fueron
sólo noche.
Debajo de sus uñas
guarda tierra
que acumula
y le hincha las cutículas
que también insisten con punzar.
Ella quiere pintarlas
con esmaltes flúo
para que no se note
que sus manos
también son alfombras
que esconden la mugre.
INFANCIA
Las hojas del sauce se estiran
y me acercan un cielo verde que
suaviza lo que pienso.
Las hojas del árbol son las manos de
mi madre
peinando los nudos que el pelo ata
y dentro de ellos se suelta otra
promesa rota.
Se estiran tanto que son como las eles
que pronuncia un gurí en la costa
que pide a las letras que no se les
escapen por las caries
que la pobreza le pinta en lunares,
como a la luna.
La lengua en la infancia
le pone a las palabras el tono de los
pájaros
y por eso tienen alas
largas
líquidas
que se hacen lluvia.
RAÍCES
Hundirme y ser.
Tocar el suelo para encontrar lo
fértil
que siempre es lo de abajo.
Me gusta pensar en los brotes de
alfalfa
y ver que son finitos como cabellos de
ángel
que flotan en una sopa que prepara una
mano
que no le teme al fuego.
Los brotes que son bien blancos
porque anclan en la tierra
y no dejan de contrastar
porque su destino es no ser lo mismo
que lo rodea.
Miro las plantas que mi madre cultiva
y sé que lo que riega
es más que un jardín.
UTILIDADES
Se descascara la piel y cae
como el revoque de la pared de la
pieza del fondo
que se usó siempre para guardar lo que
no se usa.
El cuerpo también sabe
cómo desprenderse del pelo y de las
uñas
para anunciar que hay un espacio
habitado
por lo que todavía no sabemos cómo
sacar.
En Todos tenemos
un jardín (Camalote, 2019).
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María Belén Zavallo (Paraná, 1982). Docente y coordinadora del taller de
escritura creativa «Nos/Otros en el texto». En marzo de 2019 publicó su primer
fanzine, Todos tenemos un jardín, con Editorial Camalote.