Yo vengo sospechando que en alguna
parte de este cuarto se guardan los excesos de coincidencias, [se guardan] las
representaciones sensoriales carentes de rótulos, de credenciales, de marcas
axiomáticas aparentes, de vos, de mí, de pronombres. Estuve de rodillas en un
campo minado. Estuve de rodillas en un campo de abonanzado apocalipsis. Estuve
de rodillas en un campo virgen, absuelto de todos nuestros crímenes. Estuve de
rodillas en la única fracción suspendida de un territorio en llamas. Estuve de
rodillas. Y la lluvia no pudo hacer nada para erradicar el polvo de los
vidrios. No pudo hacer nada para limpiar la escena (tan dantesca escena, tan
funcional a lo sentido). La lluvia no pudo hacer nada para amortiguar esa
exactitud verbal con que insistimos en describir lo poco que sabíamos de nuestra
herencia simbiótica, lo poco que entendíamos. Yo vengo sospechando que este
cuarto es una mesa polifónica de disección de incalculable longitud, sin bienes
ni males mobiliarios y sin luz natural. Esta sospecha vino a contaminar todo. A
confirmarnos la existencia esencial de ese todo que por supuesto ya
presentíamos incompleto. Afuera llueve. Una figura imprecisa de piedra está
sentada en el borde de esta misma calle. Debajo está mi nombre.
Inédito, 2018.
Fotografía: Ben Zank