Con
bastante vértigo y bastante bisiestamente corre el año 1932. Proa – editorial
del bien – acaba de sacar de la imprenta el hasta allí inédito Espantapájaros
(al alcance todos).
Una
carroza fúnebre tirada por seis caballos y guiada por dos lacayos con librea
(vestimenta propia de los criados durante el siglo XVIII) pasea durante 15 días
por las calles de Buenos Aires una escultura de casi tres metros de alto, hecha
de papel maché por el mismísimo Oliverio Girondo. La figura reproduce la imagen
con la que el artista José Bonomi ha ilustrado la tapa de su recién editado
poemario.
El
monumental muñeco, vestido con traje, galera y monóculo (sí, el lentecito),
viene a representar a un académico, figura en decadencia y desprestigiada por
el poeta, por considerarla un ser infructuoso, que no produce nada propio, sino
que se limita a «importar» ideas ajenas (las formas y los discursos oficiales,
arcaicos e institucionalizados eran su blanco de ataque favorito).
Mientras
todo esto pasa, un grupo de llamativas jóvenes invita a los transeúntes a
acercarse a un local de la calle Florida, donde se han puesto a la venta los
ejemplares del libro. La estrategia es un éxito: casi cinco mil ejemplares se
venden en cuestión de días.
Una
vez cumplida victoriosamente la meta marketinera – y como un acto irreverente y
a la vez poético – Girondo pretende quemar el muñeco en un evento público, en
el patio de la Sociedad Argentina de Escritores. Norah (colega, compañera y,
más tarde, esposa) se opone tajantemente y hace trasladar la escultura hasta su
residencia de la calle Suipacha 1444 (famosa casa de tertulias que compartían
los escritores y que hoy es parte del Museo Fernández Blanco).
Tras
el fallecimiento de ambos, el legendario espantapájaros-académico es cedido por
las hermanas de Norah al también escritor – y amigo de Oliverio – Enrique
Molina, quien lo conserva durante un tiempo en el living de su casa, antes de
donarlo definitivamente al Museo de la Ciudad de Buenos Aires.
☝En 2017, al
conmemorarse el 50° aniversario de la muerte de Girondo, la Biblioteca Nacional
rinde un vasto homenaje al poeta, exhibiendo una muestra completa de su vida y
obra, que incluye ilustraciones, anotaciones personales, intervenciones
lúdicas, grabaciones de sus lecturas y la mítica escultura del
letrado-espantajo (junto a la cual, en aquella ocasión, me saqué la foto de más
abajo).
☝El poema «Los
amantes», uno de los más memorables del libro, fue, cincuenta años más tarde,
ingeniosamente redimensionado y completado por Julio Cortázar en su microcuento
«Amor 77» (Un tal Lucas, 1979).
ESPANTAPÁJAROS 12:
LOS AMANTES
Se miran, se
presienten, se desean,
se acarician, se
besan, se desnudan,
se respiran, se
acuestan, se olfatean,
se penetran, se
chupan, se demudan,
se adormecen,
despiertan, se iluminan,
se codician, se
palpan, se fascinan,
se mastican, se
gustan, se babean,
se confunden, se
acoplan, se disgregan,
se aletargan,
fallecen, se reintegran,
se distienden, se
enarcan, se menean,
se retuercen, se
estiran, se caldean,
se estrangulan, se
aprietan, se estremecen,
se tantean, se
juntan, desfallecen,
se repelen, se
enervan, se apetecen,
se acometen, se
enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se
apresan, se dislocan,
se perforan, se
incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan,
se atornillan,
se desmayan, reviven,
resplandecen,
se contemplan, se
inflaman, se enloquecen,
se derriten, se
sueldan, se calcinan,
se desgarran, se
muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan,
se refriegan,
se rehúyen, se evaden
y se entregan.
AMOR
77
Y
después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se
perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo
que no son.