agosto 28, 2021

ESTO PASÓ


Con bastante vértigo y bastante bisiestamente corre el año 1932. Proa – editorial del bien – acaba de sacar de la imprenta el hasta allí inédito Espantapájaros (al alcance todos).

Una carroza fúnebre tirada por seis caballos y guiada por dos lacayos con librea (vestimenta propia de los criados durante el siglo XVIII) pasea durante 15 días por las calles de Buenos Aires una escultura de casi tres metros de alto, hecha de papel maché por el mismísimo Oliverio Girondo. La figura reproduce la imagen con la que el artista José Bonomi ha ilustrado la tapa de su recién editado poemario.

El monumental muñeco, vestido con traje, galera y monóculo (sí, el lentecito), viene a representar a un académico, figura en decadencia y desprestigiada por el poeta, por considerarla un ser infructuoso, que no produce nada propio, sino que se limita a «importar» ideas ajenas (las formas y los discursos oficiales, arcaicos e institucionalizados eran su blanco de ataque favorito).

Mientras todo esto pasa, un grupo de llamativas jóvenes invita a los transeúntes a acercarse a un local de la calle Florida, donde se han puesto a la venta los ejemplares del libro. La estrategia es un éxito: casi cinco mil ejemplares se venden en cuestión de días.

Una vez cumplida victoriosamente la meta marketinera – y como un acto irreverente y a la vez poético – Girondo pretende quemar el muñeco en un evento público, en el patio de la Sociedad Argentina de Escritores. Norah (colega, compañera y, más tarde, esposa) se opone tajantemente y hace trasladar la escultura hasta su residencia de la calle Suipacha 1444 (famosa casa de tertulias que compartían los escritores y que hoy es parte del Museo Fernández Blanco).

Tras el fallecimiento de ambos, el legendario espantapájaros-académico es cedido por las hermanas de Norah al también escritor – y amigo de Oliverio – Enrique Molina, quien lo conserva durante un tiempo en el living de su casa, antes de donarlo definitivamente al Museo de la Ciudad de Buenos Aires.

 

 

En 2017, al conmemorarse el 50° aniversario de la muerte de Girondo, la Biblioteca Nacional rinde un vasto homenaje al poeta, exhibiendo una muestra completa de su vida y obra, que incluye ilustraciones, anotaciones personales, intervenciones lúdicas, grabaciones de sus lecturas y la mítica escultura del letrado-espantajo (junto a la cual, en aquella ocasión, me saqué la foto de más abajo).

El poema «Los amantes», uno de los más memorables del libro, fue, cincuenta años más tarde, ingeniosamente redimensionado y completado por Julio Cortázar en su microcuento «Amor 77» (Un tal Lucas, 1979).



ESPANTAPÁJAROS 12: LOS AMANTES

 

Se miran, se presienten, se desean,

se acarician, se besan, se desnudan,

se respiran, se acuestan, se olfatean,

se penetran, se chupan, se demudan,

se adormecen, despiertan, se iluminan,

se codician, se palpan, se fascinan,

se mastican, se gustan, se babean,

se confunden, se acoplan, se disgregan,

se aletargan, fallecen, se reintegran,

se distienden, se enarcan, se menean,

se retuercen, se estiran, se caldean,

se estrangulan, se aprietan, se estremecen,

se tantean, se juntan, desfallecen,

se repelen, se enervan, se apetecen,

se acometen, se enlazan, se entrechocan,

se agazapan, se apresan, se dislocan,

se perforan, se incrustan, se acribillan,

se remachan, se injertan, se atornillan,

se desmayan, reviven, resplandecen,

se contemplan, se inflaman, se enloquecen,

se derriten, se sueldan, se calcinan,

se desgarran, se muerden, se asesinan,

resucitan, se buscan, se refriegan,

se rehúyen, se evaden y se entregan.



AMOR 77

 

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.