«Barranquilla
tenía un homosexual conocido, apodado “Tarzán”. Era famoso por perseguir
adolescentes. Era un proscrito y objeto de burla. Cuando pasaba por mi casa,
exhibiendo su impresionante musculatura, me repelía, aunque deseaba tener su
conocimiento de los hombres. Junté las dos imágenes que conocía de la
homosexualidad – Oscar Wilde y Tarzán – y creí que eso significaba que estaba
condenado a una vida de ostracismo. Empecé a escribir más honestamente. Mis
primeros esfuerzos literarios fueron sobre la lluvia, la niebla, la muerte, la
falta de significados, el suicidio, la nada. Me enfrentaba al siguiente dilema:
cómo escribir sobre mis sentimientos más profundos sin arriesgarme a ser
perseguido. La escritura, por tanto, se convirtió en una terrible lucha por
expresarme, censurándome al mismo tiempo. Comprendí que escribir era, en mi
caso, una actividad arriesgada por lo que pudiera descubrir de mí mismo.»
Jaime
Manrique; Maricones eminentes, 2000.