abril 26, 2013

★FACHADA PARA UN ZOCO


Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo, ¿viste?

Pero nosotros nunca nos aparecemos de atrás de un árbol

nos arrastramos en puntitas de pie hasta una sonrisa

y nos quedamos cuatro minutos conversando con nosotros mismos

y tomando unos mates con nuestros propios otros.

¿Te reís?

A nosotros también los semáforos nos dan tres luces celestes.

Se nos suben a caballito por los hombros y gritan nuestros goles en contra 

por televisión abierta.

Nos aplauden. Nos hablan en jeringoso y cantan.

Otra vez nos aplauden.

Los de Vieytes y los de los quimonos con botones 

que parecen corbatas gigantes.

Cuando nos ven el medio melón en la cabeza, salen corriendo.

A nuestros trombones y poemas se los lleva dos por tres el cartero por error,

desvelamos cuarenta corazones por minuto

y nunca caminamos por el medio para no pisarnos las alas.

Todos los astronautas nos tienen miedo

y, cada vez que corremos por las cornisas,

vienen a buscarnos los vendedores de globos

para que les pintemos arco iris en los ojos.

No heredamos padres correntinos

pero sí hermanastras berretinas.

Y no es la única cosa en común que tenemos:

Piazzolla es nuestro diyéi y, de cuando en cuando,

encontramos algún Ferrer que nos haga el verso.

A la mañana… a la mañana nos gusta hacer lo mismo que a ustedes:

provocar campanarios con la risa,

ponernos pelucas de alondras,

ir al mercado a comprar pan árabe

y barrer la entrada del edificio vestidos de aire.

Los jueves a la tarde salimos a robar fruta abrillantada descalzos,

con las banderitas de taxi libre levantadas en las orejas.

No las regalamos. Son nuestras todo el tiempo.

Y tampoco nos preocupan el clima y el horóscopo.

La mayoría de las veces es invierno y hace un calor bárbaro.

Sabemos que los astros nos mienten,

pero nos sobornan bien sobornados

con chocolate marroc, cheesecake y alfajorcitos de maicena recién horneados.

¿Te reís?

Pero sólo vos nos ves…

¡Somos los acróbatas de tus pestañas!

¡La especie en extinción de tu juguete de la infancia!

¡Vamos a subirte a nuestra ilusión

con una, dos, diez, todas

las golondrinas en el motor!

¡Dale! ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!

Quién te dice que no nos encontremos por ahí a la Luna

medio bailando, medio volando,

medio rodando por Callao,

y nos quedemos así para siempre…

en puntitas de pie,

encima de una sonrisa,

mateando cuatro minutos con nuestros yoes amontonados,

abrazados,

enlazados,

piantaos…

piantaos. 


Inédito, 2011.