abril 05, 2020

«A CONTRAMANO»


«A contramano» | Reseña de «El pensamiento del poema», de Mario Montalbetti

 

El pensamiento del poema (Kriller71, 2020): Tercer libro que devoro completo y casi sin pausas en esta cuarentena mundial y obligatoria a la que nos tiene sometidos el COVID-19, y que aguantamos lo más enteramente posible a fuerza de poesía y de un ascendente colesterol (entre otras menos y más afortunadas o desafortunadas cosas).

Arraigado a las reflexiones filosóficas del escritor francés Alan Badiou (1937), Mario Montalbetti (Perú, 1953) bosqueja aquí la idea de que el poema puede convertirse en un instrumento valioso tanto para la filosofía como para la ontología, sencillamente por su capacidad de constituirse como «forma de pensamiento». Qué piensa el poema y cómo piensa el poema son los dos interrogantes que el autor intentará responderse, no sin antes disculparse desde la primera página por la gran paradoja que esto le supone: hablar de la poesía utilizando la prosa.

«El poema piensa; parece un vehículo que ingresa a contramano en una calle de sentido único. A los lados de la vía, la gente le increpa que la dirección es otra y vocifera: el poema siente, el poema hace imágenes, el poema simboliza. Tal vez lo haga (sentir, imaginar, simbolizar), pero aquí me interesa seguirle la pista al vehículo que ingresa en contra del tráfico autorizado, al poema que piensa.». Montalbetti arremete, se arroja, se afirma y se refuta, a la vez que se anuncia para después alejarse y volver a resurgir. En su búsqueda, rastrea el encuentro con lo innombrable aunque evitando, por nobles razones, la destrucción completa de aquello que, desde un afuera distante, podemos todavía nombrar.





¿Hasta qué punto se topa el lenguaje con un límite de lo expresable? Mario Montalbetti nos propone el encuentro cara a cara con este dilema (en apariencia ilógico), intentando probar que, si fuera posible salirnos del lenguaje y verlo por completo delante de nuestros ojos, éste se nos aparecería como un objeto cerrado que tiene dos bordes: el poema (expresión poética) y el matema (la expresión matemática).   Así las cosas, y comprometido ya con el futuro de esta premisa, el autor de Cualquier hombre es una isla  nos invita a examinar con detenida atención un texto de Borges y otro de Vallejo, para pasar a analizar, cual matemático empedernido, sus semejanzas estructurales, variables filológicas y agentes pre-verbales asociados que permitirían acreditar mesuradamente su teoría.

La reflexión lingüístico-matemática que Montalbetti revisa se encamina hacia la construcción de un ensayo filosófico que intenta una nueva «defensa del poema»: hallar, conceptualmente, un modo de activar la potencia emancipadora de la poesía.

Acaso, como alguna vez lo vaticinara Burroughs*, el lenguaje sea otro virus que nos tiene cautivos dentro de nuestros propios cuerpos. Allí vendrá la poesía al rescate: el poema – borde o no - puede operar sobre el lenguaje. Y aunque pudiera ocurrirle quedar en los bordes, el poema sigue siendo parte integrante del lenguaje, al igual que las murallas de una ciudad siguen siendo parte integrantes de la ciudad.

La cuestión de fondo sería entonces que el poema -  que se resiste a «detenerse» para formar un significado pero que, aún así, puede poner en suspenso al lenguaje o, lo que resulta todavía mejor, puede «ingresar a contramano» - sustrae materia semántica convirtiendo a las palabras en objetos inestables, equívocos, contradictorios: les damos nombres a las cosas pero las cosas, como ya sabemos bien, no son sus nombres. No obstante, insistimos en buscar y en concederle al poema un «significado». El poema piensa allí donde no significa o, donde aún no significando, su pensamiento desborda su significación. En el poema la lengua está expuesta y suspendida: lo que dice el poema jamás será tan crucial como lo que el poema le hace al lenguaje. Montalbetti acierta en esto como también acertó Borges, años atrás, cuando encendió la luz al final del pasillo: «He sospechado muchas veces que el significado es, en realidad, algo que se le añade al poema. Sé a ciencia cierta que sentimos la belleza de un poema antes incluso de empezar a pensar en su significado.» Larga vida, ergo, a los genios que nos preceden. Y por ahora no salgas de casa: buena excusa para empezar con la lectura y pausar un rato la netflixmanía y ese provisorio esplendor repostero que ya empezamos a presumir en todas las redes.