El pensamiento del poema (Kriller71, 2020): Tercer libro que
devoro completo y casi sin pausas en esta cuarentena mundial y obligatoria a la
que nos tiene sometidos el COVID-19, y que aguantamos lo más enteramente
posible a fuerza de poesía y de un ascendente colesterol (entre otras menos y
más afortunadas o desafortunadas cosas).
Arraigado a las reflexiones filosóficas
del escritor francés Alan Badiou (1937), Mario Montalbetti (Perú, 1953)
bosqueja aquí la idea de que el poema puede convertirse en un instrumento
valioso tanto para la filosofía como para la ontología, sencillamente por su
capacidad de constituirse como “forma de pensamiento”. Qué piensa el poema y
cómo piensa el poema son los dos interrogantes que el autor intentará
responderse, no sin antes disculparse desde la primera página por la gran
paradoja que esto le supone: hablar de la poesía utilizando la prosa.
“El poema piensa; parece un vehículo
que ingresa a contramano en una calle de sentido único. A los lados de la vía,
la gente le increpa que la dirección es otra y vocifera: el poema siente, el
poema hace imágenes, el poema simboliza. Tal vez lo haga (sentir, imaginar,
simbolizar), pero aquí me interesa seguirle la pista al vehículo que ingresa en
contra del tráfico autorizado, al poema que piensa”. Montalbetti arremete, se
arroja, se afirma y se refuta, a la vez que se anuncia para después alejarse y
volver a resurgir. En su búsqueda, rastrea el encuentro con lo
innombrable, aunque evitando, por nobles razones, la destrucción completa de
aquello que, desde un afuera distante, podemos todavía nombrar.
RESEÑA COMPLETA 👉 «A CONTRAMANO»
¿Hasta qué punto se topa el lenguaje
con un límite de lo expresable? Mario Montalbetti nos propone el encuentro cara
a cara con este dilema (en apariencia ilógico), intentando probar que, si fuera
posible salirnos del lenguaje y verlo por completo delante de nuestros ojos,
éste se nos aparecería como un objeto cerrado que tiene dos bordes: el poema
(expresión poética) y el matema (la expresión matemática). Así
las cosas, y comprometido ya con el futuro de esta premisa, el autor de Cualquier
hombre es una isla nos invita a examinar con detenida atención un
texto de Borges y otro de Vallejo, para pasar a analizar, cual matemático
empedernido, sus semejanzas estructurales, variables filológicas y agentes
pre-verbales asociados que permitirían acreditar mesuradamente su teoría.
La reflexión lingüístico-matemática que
Montalbetti revisa se encamina hacia la construcción de un ensayo filosófico
que intenta una nueva “defensa del poema”: hallar, conceptualmente, un modo de
activar la potencia emancipadora de la poesía.
Acaso, como alguna vez lo vaticinara
Burroughs*, el lenguaje sea otro virus que nos tiene cautivos dentro de
nuestros propios cuerpos. Allí vendrá la poesía al rescate: el poema –borde o
no– puede operar sobre el lenguaje. Y aunque pudiera ocurrirle quedar en los
bordes, el poema sigue siendo parte integrante del lenguaje, al igual que las
murallas de una ciudad siguen siendo parte integrantes de la ciudad.
La cuestión de fondo sería entonces que
el poema (que se resiste a “detenerse” para formar un significado pero que,
incluso así, puede poner en suspenso al lenguaje o, lo que resulta todavía
mejor, puede “ingresar a contramano”) sustrae materia semántica convirtiendo a
las palabras en objetos inestables, equívocos, contradictorios: les damos
nombres a las cosas, pero las cosas, como ya sabemos bien, no son sus nombres.
No obstante, insistimos en buscar y en concederle al poema un “significado”. El
poema piensa allí donde no significa o, donde, aun no
significando, su pensamiento desborda su significación. En el poema la
lengua está expuesta y suspendida: lo que dice el poema jamás será tan crucial
como lo que el poema le hace al lenguaje. Montalbetti acierta en esto como
también acertó Borges, años atrás, cuando encendió la luz al final del pasillo:
“He sospechado muchas veces que el significado es, en realidad, algo que se le
añade al poema. Sé a ciencia cierta que sentimos la belleza de un poema antes
incluso de empezar a pensar en su significado”. Larga vida, ergo, a los genios
que nos preceden. Y, por ahora, no salgas de casa: buena excusa para empezar
con la lectura y pausar un rato la netflixmanía y ese provisorio esplendor
repostero que ya empezamos a presumir en todas las redes.
*William
Burroughs (USA, 1914-1997) tejió en su vasta obra una teoría fascinante acerca
de una supuesta simbiosis lingüístico-existencial según la cual la totalidad de
los sujetos humanos se encuentra manipulada y condicionada por el lenguaje, que
es —nada más ni nada menos— que un sistema viral invasivo y sistematizado cuyo
contagio (también vasto y sistematizado) resulta a todo humano imposible de
evadir.