Desde hace algún tiempo
visitas con
frecuencia
la mentira y
su oscura
catedral
y te has
familiarizado
poco a poco
casi
sin saberlo
con esa falta
de exigencia
hacia ti misma
con ese
rumor
constante
que brota
fieramente
de la grieta
que ahora
llevas en la cara.
Te has dejado
ir
como quien
baila con delicadeza
una música
indescifrable
y de pronto
advierte
que se
encuentra
en la otra
punta de la sala.
Y ahora
con el cuerpo
aborrecido
con la piel
transida de
inminencia
contemplas con
pavor
y en ángulo
perfecto
de setenta y
cinco grados
esa última
fisura
que te queda
por colmar.
La culpa es
una forma de avaricia
un modo
agotador de atesorar virtud.
Ya no sé qué
es máscara
y qué es
rostro.
Bárbara
Butragueño (Madrid, 1985)