Comparto
con ustedes este breve comentario que hice acerca de Magnética,
librazo de Sabrina Usach.
Gracias
a ella por este hermoso regalo y por su profunda y bella poesía 🙌
10000%
recomendada! 👏
Conocí
por primera vez el nombre de Sabrina Usach* hace unos años, en ocasión de
participar junto a ella en la colección que publicara en aquel momento Baldíos
en la Lengua, titulada «Plaza Prohibida». Muecas de una voz pájara,
segundo libro de Sabrina, significó para mí el descubrimiento (prodigioso
descubrimiento) de un nuevo modo de pensar la poesía, de circular libremente
por impulsos escriturales mucho más íntimos, despojados por completo de
formalismos y volcados a un proyecto poético más profundo y desbordante.
Magnética (Ediciones
Culturales de Mendoza, Premio Vendimia 2018), un regalo que recibí de manos de
la propia Sabrina y que terminé devorando en el trayecto de un viaje de larga
distancia, me acercó todavía más a esta idea casi omnipresente de escritura
fugitiva, efímera en su lectura pero perenne y explosiva en su contenido, como
si de una fuerza extraordinariamente poderosa se tratara, o como si ese
fenómeno de atracción al que refiere el título se proyectara más allá del papel
para invitarnos, hipnosis lírica de por medio, a una visita guiada por los
rincones menos transitados de un pasado que queremos siempre vivo y de
rodillas.
“Vuelvo
a pasar por el baúl voy / de reverso”, nos suelta la voz que inicia. Y “volver
a pasar” convalida de forma explícita una idea subrayada de repaso que
recorre todo el libro: hacer algo que ya se ha hecho, recapitular las marcas,
las pausas, los espacios y las divergencias vividas, desde la ingenuidad
pintoresca de la niña, pero con la carga insoportable de la adultez en crudo y
del paso implacable del tiempo, siempre monstruo y siempre violento: “allá en
el fondo soy carnadura / de sangre balcánica venida / a otra piedra con esta
aguja / magnética en la espalda”.
Lo
que viene a confesarnos el corazón generoso de este poemario, con su semblante
íntimo y su potencia introspectiva, se encuentra hondamente atravesado por todo
ese vapor inmóvil de melancolía y pesadumbre cotidianas, que fluctúa entre sus
versos y que nos identifica de forma inequívoca como seres vulnerables y
esencialmente indefensos. En este compendio de vivencias arraigadas halla la
autora la posibilidad e imposibilidad de la escritura: “me ciñe el verbo
aprieta la palabra y trae / estas crudezas que aún desconozco o no sé decir”.
La
nostalgia, la historia, la injusticia social, lo transformado y lo opresivo, e
incluso aquello que parecíamos haber olvidado, sale a flote con su palabra. Un
plato de sopa, una receta casera, una bicicleta que chilla, aromas, lazos,
sonidos y silencios: simplezas de hogar y de infancia que vienen a buscarnos en
el poema, que vienen a hacernos y a deshacernos.
Esa
búsqueda axiomática a la que Alejo Carpentier nos induce desde el epígrafe
fundacional de sus pasos perdidos (“buscar” –como urgencia
coyuntural– “el comienzo de todo”) resulta un camino prácticamente recto hacia
los diferentes desplazamientos y cavilaciones que pueden presentársenos
mientras, justamente, buscamos. Y la poesía de Sabrina es esto: una
pesquisa, una indagación. Un pasaje cíclico hacia el lenguaje, pero también [y
sobre todo] un paso hacia esa herencia semántica indeleble que nos va dejando
el movimiento siempre oscilante del tiempo. Sus textos conforman una cinta
uniforme de rodaje, planchas espontáneas de recuerdos, “poemas donde la hondura
no teme, se arriesga”, como precisamente adiciona el jurado en la contratapa.
La lejanía, la ausencia, la privación y la pérdida son los grandes destinos de un mapa que Magnética nos hace desplegar sobre la mesa: diapositivas ensambladas de un mismo esquema de sentidos; voces flotantes, puestas a revelar del mundo aquello que nos apresa, que nos prescribe o nos libera.
BAGATELA
alguien abre la cajita musical zumba
el tiempo en
la palma frágil se cuaja
nace otra para
elisa esos dedos son
de otro siglo
cuando el viento
creó la cuerda
que rueda muda
ahora bailan
engranajes
del mismo
silbido de metal
elisa el
viento el éxtasis que los pulsa
enmudecen la
mano sus arrugas
el temblor y
el sudor detienen
la eternidad
del momento
al cerrarse la
cajita musical es nada
16 ÁLAMOS
cuando hablo de otoño quiero decir
troncos que me
cuidaron hojas movibles
ramas
atolondradas protectoras de nidos
y de la casa
grande donde crecí
eran fuertes
pero lo fue más
el avance
civilizador que los hachó
hay que poner
lindo el barrio
vamos a
pavimentar el zanjón
ninguno de
esos cegatos sabía
la envoltura
de la sombra ni la desnudez
del sol de la
orquesta pajarera
o la
respiración de las tardes de zonda
por eso cuando
pienso en otoño
siento el
pellizco del viento porque
me carcome la
ausencia de esas
almas taladas
y la montaña
de hojas que
no volveré a barrer
En Magnética (Ediciones
Culturales de Mendoza, Premio Vendimia 2018).
_____________________________________________
*Sabrina Usach (Mendoza, Argentina, 1985). Poeta, narradora y ensayista.
Profesora en Lengua y Literatura. Becaria del Taller de Capacitación en Poesía
del Fondo Nacional de las Artes, dictado por Tamara Kamenszain (2013).
Participó en diversos Festivales y Encuentros Internacionales de Poesía.
Publicó Versos para beber hasta (Minerva, 2012), Muecas
de una voz pájara (Baldíos en la Lengua, 2015) y Magnética (Ediciones
Culturales de Mendoza, Premio Vendimia 2018).