Golpean la puerta se ve que para guardar cierto protocolo, o porque saben
bien que se las voy a abrir de todas formas. Entran. Mientras una se mete adentro, la otra no pierde el tiempo y se acomoda a los pies de la cama, como
trabándome el andar, como apretándolo. Y ahora me dicen que tal vez convenga
estarme quieta, próxima a un rincón cualquiera de un momento cualquiera.
y en esta cueva de falsos inviernos también se puede aprender a llorar
debajo del miedo,
debajo de las paredes húmedas,
con nuestros nombres escritos en forma de templo;
La que está adentro me decapita los ojos, para que una parte del llanto se
me quede en la garganta. La que está afuera simplemente observa, mide, toma
unos absurdos apuntes que prefiere (siempre prefiere) no mostrarme, no
mostrarnos. Y ahora me dicen que tal vez sean nuestros los roces de los
cuerpos, los pasos que fuimos aprendiendo a dar hasta la puerta.
ya se va el puente que ninguna de las dos se va a atrever a cruzar;
se ahogan los sobres que envuelven nuestras cartas
y nuestras vergüenzas,
y sus gritos se tragan ambos pedazos de la noche;
Muy en el fondo, nos entristece un poco saber que ninguna se va a tomar la
molestia de presentarse, que nos conocemos de sobra. Todas ellas y todas
nosotras. Y ahora me dicen que tal vez se queden. Algún tiempo. Otro tiempo.
Inédito, 2016.
Imagen: Pinterest
(Puerta antigua en Sidi Bou Said, pueblo costero cercano a la ciudad de Túnez)