Golpean la puerta se ve que para
guardar cierto protocolo, o porque saben bien que se las voy a abrir de todas
formas. Entran. Mientras una se mete para adentro, la otra no pierde el tiempo
y se acomoda a los pies de la cama, como trabándome el andar, como apretándolo.
Y ahora me dicen que tal vez convenga estarme quieta, próxima a un rincón
cualquiera de un momento cualquiera.
y en esta cueva de falsos inviernos
también se puede aprender a llorar
debajo del miedo,
debajo de las paredes húmedas,
con nuestros nombres escritos en forma
de templo;
La que está adentro me decapita los
ojos, para que una parte del llanto se me quede en la garganta. La que está
afuera simplemente observa, mide, toma unos absurdos apuntes que prefiere
(siempre prefiere) no mostrarme, no mostrarnos. Y ahora me dicen que tal vez
sean nuestros los roces de los cuerpos, los pasos que fuimos aprendiendo a dar
hasta la puerta.
ya se va el puente que ninguna de las
dos se va a atrever a cruzar;
se ahogan los sobres que envuelven
nuestras cartas
y nuestras vergüenzas,
y sus gritos se tragan ambos pedazos de
la noche;
Muy en el fondo, nos entristece un poco
saber que ninguna se va a tomar la molestia de presentarse, que nos conocemos
de sobra. Todas ellas y todas nosotras. Y ahora me dicen que tal vez se queden.
Algún tiempo. Otro tiempo.