Nací tímida, con una
incapacidad congénita para hacer nada
lucrativo, para ver nada en colores, para que me gustaran las ciruelas,
con una marcada aversión a viajar alrededor del cuarto,
lo que es absolutamente normal en los bebés.
¿Quién escribió esto? fueron mis primeras palabras.
No me gustaba estar prendida fuego.
Cayó más nieve de la que fui capaz de derretir.
Los ojos se me pusieron verdes y a su debido tiempo viajé
a otros países donde me formé opiniones
sobre objetos duros, fríos, relucientes y cosas suaves, cálidas,
peludas. De grande, se me suscitó
una pasión por los caquis y me llené de júbilo
cuando llegó una postal para la recientemente fallecida.
Me volví reacia, y empecé a pasar cada vez más tiempo
en mi bote de remos. Toda mi vida creí que los osos polares
y los pingüinos se criaban jugando juntos
sobre el hielo, compartiendo la vista, los bocados de grasa de ballena
y los refranes inocentes. Un día leí una revista científica:
en un polo no hay pingüinos, en el otro
no hay osos. Estos dos, que por tanto tiempo habían sido íntimos
en mi imaginación, empezaron a alejarse, cada uno en su témpano,
hasta perderse en los mares de hielo. Me di cuenta de que me estaba volviendo
imposible, cada vez más imposible,
y de que verdaderamente un día se haría realidad.
En Por qué no beso
bien (Kriller71, 2023).
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Mary Ruefle (1952). Poeta, ensayista y docente estadounidense. Ha
publicado varias colecciones de poesía y ensayo, entre las que destacan My
Private Property (2016), Indeed I Was Pleased with the World (2007)
y The Adamant (1989). Ha recibido numerosos premios, entre ellos el
Whiting Award (1995), el William Carlos Williams Award (2011) y el Robert
Creeley Award (2014). En 2020 fue finalista del Premio Pulitzer.