Les
comparto un fragmento de la reseña que escribí sobre el libro Transgresoras (Milena
Caserola, 2019) para LIBEROAMÉRICA 👈
¡Gracias
por leer siempre!
Aquello
que se repite y que insiste, de modo apremiante, en las páginas de Transgresoras:
Un recorrido por la poética feminista latinoamericana (Milena
Caserola, 2019) – compilación impecable de Esther Pineda G. – es
aquello mismo que también apremia de este lado de lo escrito, lo que es forzoso
transgredir por impostergable, porque lacera y porque urge.
La
historia es harto conocida: «las mujeres no saben escribir, no pueden escribir,
no tienen porqué escribir». Las prohibiciones, restricciones, subestimaciones y
manipulaciones impuestas a las mujeres a la hora de encontrar editores o
divulgadores de sus obras han sido – y siguen siendo – moneda corriente en el
siempre inconsecuente espacio de la intelectualidad, donde la literatura ha
sido durante siglos dominio exclusivo del varón.
En
demasiadas ocasiones, los abusos opresivos del sexismo han venido a determinar
los destinos de miles de mujeres que, subyugadas a la exigencia social de
convertirse en buenas esposas, buenas madres y buenas amas de casa, vieron
frustrados sus más elevados deseos de convertirse en autoras: «haber nacido
mujer significa: / que tu cuerpo no te pertenece / que tu tiempo no te
pertenece / que tus pensamientos no te pertenecen. // Nacer mujer es nacer al
vacío.», nos ratifica la escritora y licenciada en Ciencias de la Educación
nicaragüense Daisy Zamora. Incluso la misma Esther Pineda toma registro de esta
cuestión al recordarnos en la introducción que, a lo largo y a lo ancho de la
historia, la literatura escrita por mujeres ha estado «condicionada por
diversos procesos socio-culturales, entre los que se destaca una educación
diferenciada, la exclusión de los medios productivos, y la apropiación
masculina de la mayor parte de su producción literaria.»
RESEÑA
COMPLETA 👉 «LA IDENTIDAD NO SE GESTA EN LA ENTREPIERNA»