Un
hijo que se trae al mundo. Un hijo alegórico, claro. Un hijo que también se ha
ansiado y que también ha devenido en dolores, desvelos, proyecciones y caprichosos
antojos.
Después
de tanta espera, tanta prórroga, tanta sortija de calesita, mi libro Entre
los ruidos (Baldíos en la Lengua) –el
primero ¿de muchos?– ya está por acá, queriendo ser leído y atravesado, perdido
y recuperado, prestado y dudosamente devuelto.
Y, como no podía ser de otra manera, llega a este mundo no con uno sino con dos panes bajo el brazo, que vienen a oficiar de poemarios y que osan llamarse “papel crepé” y “agua”.
Por dentro, a este libro le ocurren algunas de esas cosas
eclécticas que siempre ando escribiendo. Lxs
invito a descubrirlas, a porfiarlas, a amasarlas e interceptarlas.
Próximamente detallaré los pormenores de su presentación en sociedad (interesadxs y ansiosxs consultar obtención de ejemplares por mensaje privado 💬😄)
Cito,
por último, unas palabras de Octavio Paz, que reflejan un poco aquello que me
gustaría decir en este momento a quienes estuvieron siempre cerca, confiando,
alentando, aguantando.
“Comienzo
con una palabra que todos los hombres, desde que el hombre es hombre, han
proferido: gracias. Es una palabra que tiene equivalentes en todas
las lenguas. Y en todas es rica la gama de significados (…). ‘Gracia’ es
perdón, indulto, favor, beneficio, nombre, inspiración, felicidad en el estilo
de hablar o de pintar, ademán que revela las buenas maneras y, en fin, acto que
expresa bondad del alma. La gracia es gratuita, es un don; aquel que lo recibe,
el agraciado, si no es un mal nacido, lo agradece: da las gracias. Es lo que yo
hago ahora con estas palabras de poco peso. Espero que mi emoción compense su
levedad.”
Fragmento
de La búsqueda del presente (Discurso proferido por el autor al recibir el
Premio Nobel de Literatura, en 1990).