Un hijo que se trae al mundo.
Un hijo alegórico, claro. Un hijo que también se ha ansiado, y que también ha devenido
en dolores, en desvelos, en proyecciones y en caprichosos antojos.
Después de tanta espera, tanta prórroga, tanta sortija de
calesita, mi libro entre los ruidos – el primero ¿de muchos?- ya está por acá, queriendo ser leído y
atravesado, perdido y recuperado, prestado y dudosamente devuelto.
Y, como no podía ser de otra manera, llega a este mundo no con uno
sino con dos panes bajo el brazo, que vienen a oficiar de poemarios y que osan
llamarse “papel crepé” y “agua”. Por dentro, les ocurren algunas de esas cosas
eclécticas que siempre ando escribiendo.
Los invito a descubrirlas, a porfiarlas, a amasarlas e
interceptarlas.
Próximamente detallaré los pormenores de su presentación en
sociedad.
(Interesados o ansiosos consultar obtención de ejemplares por
mensaje privado)
Cito, por último, unas palabras del gran Octavio Paz, que reflejan
un poco aquello que me gustaría decir en este momento a quienes estuvieron
siempre por acá cerca, confiando, alentando, aguantando.
“Comienzo con una palabra que todos los hombres, desde que el
hombre es hombre, han proferido: gracias. Es una palabra que tiene equivalentes en todas las lenguas. Y en
todas es rica la gama de significados (…). ‘Gracia’ es perdón, indulto, favor,
beneficio, nombre, inspiración, felicidad en el estilo de hablar o de pintar,
ademán que revela las buenas maneras y, en fin, acto que expresa bondad del
alma. La gracia es gratuita, es un don; aquel que lo recibe, el agraciado, si
no es un mal nacido, lo agradece: da las gracias. Es lo que yo hago ahora con
estas palabras de poco peso. Espero que mi emoción compense su levedad.”
En La búsqueda del
presente (1990; Discurso
proferido al recibir el Premio Nobel de Literatura).