Lo que yo preferiría más que nada es
decirlo en la mitad de las oraciones,
convertida en mujer-topo,
descalza,
aprovechando los llenos de los vacíos
y las partes del todo
(siempre hay un todo por
vaciar o por llenar).
Lo que yo preferiría es una buena
ducha tibia de enciclopedias
sobre el grueso de la espalda.
Un banco
donde apoyarle los sombreros a los
sarcasmos que me vayan quedando afuera.
Lo que yo preferiría es que no me
estén fotocopiando el habla
para repartírselo en las noches a los
vendedores de frío que andan por los fuegos,
que me abracen las asperezas mientras
me afeito los sustantivos
y que le den de comer en la boca a
todas mis bibliotecas
si algún día enmudezco.
Lo que yo preferiría es que la furia
con que me venga el texto a la boca
no nos termine derramando más verbos
imperfectos en nuestra lista de pendientes.
Que inauguremos o que nos caigan los
de inspección de una vez y nos clausuren.
Que como soy de cuerpo incompleto pero
de lengua concurrida,
lo que se tiene que decir
preferiría ser yo la que lo diga (o
lo calle / o lo olvide)
preferiría ser yo la que le ponga las
comillas a las citas y a los reveses irónicos
preferiría ser yo la que se quede con
la primera palabra
ya que la última
va a terminar siendo siempre la que el
punto venga a infectar de esfericidades,
de perversos contornos
y de finales.
Inédito, 2014.