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octubre 20, 2013

★MODELO PARA AMONTONAR



a mi madre

 

A la mañana siguiente me invitó a madrugarnos muy tarde.

Me pareció que se arrugaba los años para darnos un efecto,

para igualarnos.

Y mientras la furia del bordó de la cerámica se calentaba las sombras de las pisadas

éramos una niña y una mujer

(acaso dos niñas o dos mujeres)

aletargadas sobre la hazaña extraordinaria del vernos

(acaso por primera vez / acaso por última)


Más tarde nos besamos los espejos / los empeines de las puntas de las manos

y lloramos unas risas irónicas / a veces místicas / acústicas

(acaso era nuestra forma de acostumbrarnos,

de completarnos esa falta de otra

que nos callaba los ojos y nos mordisqueaba las memorias)


y aunque la primera hora de la mañana todavía no reclamaba el levantarse

prefirió no acercárseme:

acaso por no resbalarse / por no marcarnos en las infancias otra arruga que excusar

 

atravesamos un campo impreciso de palabras / de cosas

de muñecas encerradas en canastas blancas

en vestidos de raso anaranjados


–Qué grande estás– dijo simplemente.


Y se reventó la ausencia contra mi cuerpo

contra el espesor y la anchura de nuestras biografías

contra el bordó lustrado

contra el infierno más alto de mis bitácoras


Inédito, 2013.