entreVistas, reSeñas, notAs, crÒnicas, eNsayos, comentArios:
cosas de las
que no se escapA.
👉 Reseña de El solo, de Gustavo Tisocco
👉 Reseña de Entre los juncos y la
baja tarde, de Fabián O. Iriarte
👉 Reseña de Accidentes del ánimo,
de Gustavo Yuste
👉 Reseña de Frontera Cuir, de
Ingrid Bringas
👉 Reseña de El ciervo, de Yolanda
Pantin
👉 Entrevista a Jimena Arnolfi
Villarraza
👉 Reseña de Etime, de Miguel
Ángel Muñoz Sanjuán
👉 Reseña de Transgresoras, de Esther
Pineda G.
👉 Entrevista a Dariela Torres y Santana García
👉 Reseña de Dípticos, de Néstor
Mendoza
👉 Entrevista a Sara Montaño Escobar
👉 Reseña de El pensamiento del poema, de Mario Montalbetti
👉 Reseña de Urticaria, de Leticia
D’Albenzio
👉 Reseña de Todos tenemos un jardín, de Belén Zavallo
👉 Reseña de Animales poco útiles, de Gastón Malgieri
👉 Entrevista a Yohanna Jaramillo
👉 Reseña de Magnética, de Sabrina Usach
👉 Entrevista a Fernando Kosiak
👉 Entrevista a Gastón Malgieri
👉 Reseña de Una hoguera de jazmines, de Washington Atencio
👉 Entrevista a Nadia Sol Caramella
👉 Entrevista a Evangelina Aguilera
👉 Entrevista a Amanda Pazmiño Torres
👉 Entrevista a Nicolás Antonioli
👉 Entrevista a Jorge Paolantonio
👉 Entrevista a Gustavo Tisocco
👉 Entrevista a Fabián O. Iriarte
👉 Entrevista a Valentín Lerena
Trazar
con ojos cerrados un recorrido pulcro, ordenado y hacendoso por la soledad,
reconocer sus bordes, sus recovecos, sus engranajes, leyes y secuelas, debería
conferirse al ser humano como capacidad innata; una virtud consustancial de la
que cada unx de nosotrxs pudiera jactarse y envanecerse. Así lo deja entrever
Gustavo Tisocco en su más reciente poemario, El solo, cuyo título nos convoca a
transitar por el camino de lo entrañable pero también de lo abrasivo, aquello
que circunscribe de alguna manera –y un poco por antonomasia– al desamparo, al
abandono, al desafío siempre apremiante del desvalimiento.
Gustavo
Tisocco nació en la localidad argentina de Mocoretá, provincia de Corrientes,
en 1969. Es escritor, poeta y médico pediatra. Desde 2006 dirige el sitio web
«Mis poetas contemporáneos», en el cual difunde obras éditas e inéditas de
otrxs poetas. Por su labor en este sitio –y su destacada repercusión– recibió,
en 2012, el Premio Puma de Plata, otorgado por La Fundación Argentina para la
Poesía. Muchos de sus trabajos han sido traducidos al italiano, portugués,
catalán, inglés, alemán y francés. Entre sus libros publicados se cuentan Entre
soles y sombras (2004), Paisaje de adentro (2006), Desde todos los costados
(2008), Hectáreas (2017) y Perla del sur (2019).
Los
poemas de El solo –breves, rotundos, mordaces, carentes de títulos, categóricos
reveladores de agudezas y certidumbres– dejan en evidencia los modos en que esa
soledad opera desde lo genérico, pero también –y sobre todo– desde lo singular
y definitivo: “a mordiscones / a latidos / a huesos superpuestos / y a pies
agotados / uno se construye // después vendrá el amor / esa odisea / que nos
condena / nos desmorona” (p. 25).
Va
gestándose así una pulsión interna, un tono íntimo e introspectivo, que hace
coexistir lo que «se es» –“aquí habitaron pájaros y ciervos / leones entre
langostas / (…) pero llegó el aire helado / y sólo quedo yo / el incurable” (p.
68)– con aquello que «se ha elegido ser» –“elegir la piedra / acariciarla / y
ser parte de la historia” (p. 26).
Pese a todo, la “soledad” en este libro, como summum de una experiencia vital colectiva y como mapa esencial de una memoria que tensa acciones, espacios y cuerpos, parece tener una estructura, potestad y conciencia propias.
Los
poemas aquí presentados son el resultado estupendamente calculado de la
combinación entre lo que el diccionario se ha apurado a pormenorizar (“carencia
voluntaria o involuntaria de compañía // circunstancia de estar solo”) y esa
otra soledad –alegórica, novelesca, figurada– que viene a ser nada menos que la
misma soledad que García Márquez supo poner en lo más alto del podio y
convertir en la metáfora por excelencia de la Literatura Universal.
“Pero
hace tanta soledad / que las palabras se suicidan”, supo advertirnos muy
convenientemente la gran poeta argentina Alejandra Pizarnik. El recorrido,
entonces, promete ser arduo, lacerante y tendencioso. Por momentos, será
también estremecedor, incluso poco amigable. Así el horizonte, El solo posa su
mirada en el único reto esperanzador posible: revisar las posibilidades que
cada «soledad», en cada tramo, en cada bifurcación y en cada intervalo, acude a
ofrendarnos. Cualquier persona que haya experimentado este estado de las cosas
debería enfrentarse a la lectura en silencio de este libro. En definitiva, se
está solx porque estar solx sea acaso el gran destino último de la humanidad,
“se está solo por elección / o no / pero siempre / se está solo”. (p. 48)
«el escÁndalo teMblaba / raYado comO una cEbra»
*Fabián O. Iriarte nació en Laprida, provincia de Buenos Aires, en 1963. Es escritor, poeta y docente. Es doctor en Humanidades por la Universidad de Texas. Recibió los premios Alfonsina (2004), Osvaldo Soriano (2006), Casa Museo Olga Orozco (2013), Lobo de Mar (2015) y Baltasara Editora (2017). Entre sus últimos libros de poesía se cuentan Litmus test (2013), El punto suspensivo (2014), Las causas del desconcierto (2016), Sópola temprar (2017), Al comienzo era sólo un murmullo (2017), Pocas probabilidades de lluvia (2021) e Ileso no saldrás (2022).
«¿se suPone quE es así comO se siEnte el fuTuro?»
La primera
vez que coincidimos en persona con Gustavo Yuste* fue en un Festival de Poesía
Joven, en Buenos Aires, harán unos seis o siete años. Aquella vez me regaló Tendido
eléctrico, un pequeño libro-objeto de tapa azul, que vino a marcar el
camino de una gran admiración.
Claro que la
vida fue estirando ese camino de encuentro, lo fue curvando. Pero siempre
dejando el espacio, ese micro pasillo de confluencia por donde hacerse paso.
Nunca dejé
de leer a Gustavo porque su poesía tiene –en todo su recorrido– algo de enredo
personal, un grado más de implicación, un recuerdo episódico y presuntamente
ajeno que terminamos haciendo propio porque sabemos que de algún modo nos contiene,
nos lleva dentro como protagonistas o como antagonistas, aunque sin nombrarnos
ni hacernos parte explícita de su cosmos individual.
Así llegué a
Accidentes del ánimo, un libro recopilatorio publicado por la editorial argentina
de poesía Santos Locos, en 2021. Y, como no podía ocurrir de otra manera, este
libro tiene todo lo que imaginaba y mucho más (por supuesto que mucho más).
Accidentes… pone a
funcionar ese tono íntimo y personal del día a día dentro de un espacio textual
que cohabita –quizás sin proponérselo– con una ilusión de vida mediada por un
pasado que “apremia”, un oxímoron obligado que viene a entrelazar aquello que
ya pasó con aquello que también está pasando y con aquello otro que,
inminentemente, puede pasar en cualquier momento: «el equipo del que somos
hinchas / volvió a perder / en las próximas elecciones es casi seguro / que no
llegamos ni al ballotage / y la serie que veíamos / no va a tener nuevas
temporadas / por problemas de presupuesto» (p. 95).
Yuste no
impone un ritmo de lectura, ni plantea necesariamente un orden fijo de sentido.
No lo hace en este libro y no lo hace tampoco en ninguno de sus poemarios
anteriores. Más bien invita a explorar de un modo aleatorio esa convergencia familiar
y bondadosa entre palabra e imagen. Como un miniaturista medieval, materializa un
momento circunstancial de confianza y decanta sobre lxs lectorxs esa
sensibilidad que produce siempre el detalle escrupuloso de las cosas, lo reflectante
y lo colectivo: «sobre el pasto de la plaza enrejada / las personas con sus
ropas de trabajo / se sientan a tomar sol y escuchar música / durante la hora
del almuerzo» (p. 87); «el día después del temporal / todos siguen con sus
vidas / como si nada hubiera pasado» (p. 103).
Lo que se
busca es adoptar la revelación de lo evidente en tanto modo de vivir, de sentir
la vida en el cuerpo. Mostrar, como en un tríptico, pre-sentimiento, sentimiento,
y post-sentimiento. Pisotear el presente y apretar fuerte con una mano el pasado,
pero sin dejar de mapear con la otra eso que sabemos bien que ya viene, eso que
ya casi está llegando. En composé con el epígrafe inicial (acertada frase
de la canción interpretada por la banda inglesa Pulp): «¿se
supone que es así como se siente el futuro?».
Este libro
se arma y se desarma, se despieza y se convierte en otros 5 libros: Boleros
accidentados (inédito), ¿De qué sirve
un puente que no se usa? (plaqueta digital), Lo que uso y no recomiendo
(Modesto Rimba, 2018), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017)
y Bonus Tracks (Fantasma Edita, 2019).
La evocación
de la infancia, la convocatoria reincidente del desengaño, el movimiento
cotidiano –a veces favorable, a veces dañino– de las cosas: los poemas de Accidentes
del ánimo se desplazan por esa convivencia, como si todo eso que estuviera
diciendo el poema viviera de manera consciente debajo nuestro, como si algo
desconocido dentro de ese sistema poético nos dejara aferradxs a sus entramados
de nostalgia, imposibilitadxs –una vez más– de poder tomar cualquier
distancia solicitada.
*Gustavo
Yuste (Buenos Aires, 1992). Licenciado en Ciencias de la Comunicación,
periodista cultural, escritor. Cofundador de la revista digital La
Primera Piedra. Publicó Obsolescencia programada (Eloísa
Cartonera, 2015), Tendido eléctrico (Objeto editorial,
2016), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017),
Lo que uso y no recomiendo (Modesto Rimba, 2018), Personas que lloran
en sus cumpleaños (Paisanita, 2019), La felicidad no es un
lugar (Santos Locos, 2020), El viento trae noticias (Entre
Ríos Ediciones, Madrid, 2020) y Accidentes del ánimo (Santos
Locos, 2021).
«he venidO hastA aQuí / para sOñar en otRo idioMa»
«En todo
este silencio, ¿cómo se existe?» La pregunta resuena dentro de la página como
un loop amplificado que desglosa sobre nosotrxs toda su potencia para
cohabitarnos, sin esperar siquiera un esbozo de respuesta. Y es que Ingrid
Bringas* (Monterrey, 1985) nos interpela voraz y casi empíricamente en Frontera
Cuir (UAEMex, 2021), demandándonos un vínculo intemperante con aquello que
–ya desde de la portada– vamos a empezar a experimentar.
El término inglés «queer» («cuir»,
en la fonética española) –que designa o agrupa los conceptos relacionados con
la identidad sexual o la expresión de género de las personas, y que se usaba
originariamente para denominar de forma peyorativa a gais y homosexuales–
adquiere dentro de Frontera… una pulsión rotunda y vigorizada
de empatía y de autoconciencia, circunscripta al espacio textual y a los hilos
conductores que mapean todo el libro.
«But for a boy to look a girl is
degrading / cause you think that being a girl is degrading» («pero para un
chico parecer una chica es degradante / porque creen que ser una chica es
degradante»), anuncia la letra post 2000 de la reina del pop, que viene a
funcionar al mismo tiempo como epígrafe y como teaser anticipatorio
en el poema «XY», el cual –a su vez– inaugura la obra. Sobre la mesa empieza a
colocar Ingrid una estructura poética inquietante, por fuera de lo
institucionalmente esperado, que deconstruye, por un lado, la existencia y
persistencia de las identidades estigmatizadas (sobre todo aquellas que tienen
que ver con la cultura LGBTIQ+, históricamente marginal, periférica y
arbitrariamente vapuleada) y moldea, por otro, un nuevo modo de poner en foco
el verso que denuncia, que revela, que expone y que reclama.
Lxs desplazadxs, lxs
indocumentadxs, lxs analfabetxs, lxs «porno», los cuerpos flotantes, lxs que
mueren sin identificación, los telediarios, los suburbios, los platos sucios:
protagonistas inmóviles de una Sudamérica que duele, un trozo de tierra social
y culturalmente lacerado que –todavía para muchxs– no deja de rozar lo «deforme
e inequívocamente grotesco».
A la orden del día proyectarán su presencia el bullying, los discursos
xenofóbicos y todo tipo de violencias verbales y físicas, desplegando un sinfín
de implicaciones comportamentales por fuera y por dentro del texto. «Habrá
quien se lave las manos / cuando dos mujeres bailan (…) / cuando dos mujeres
bailan / tecno-cholitas / el mundo las mira / a través de sus calles
sobrepobladas / left-right / left-right // el carnaval de Oruro
en San Francisco / dos mujeres bailan y todo arde» (pp. 23,24); «tengo derecho
a ser este monstruo / que es parte de los telediarios / de los que mueren sin
identificación / de las estadísticas / de los rostros cuir» (p.43): el reto que
propone la autora está centrado en la reflexión profunda de estas cuestiones,
sin desviar la atención de aquello que va tensando finamente la arquitectura
poética del libro, sus recursos, sus giros lingüísticos, sus modos metonímicos
o sus patrones forzosos de repetición.
«Siempre es tarde para el cuerpo
propio o el deseo de ser otro cuerpo o la sombra apenas del deseo» (p. 50). La
hipótesis de un sistema binario de géneros sostiene de manera implícita la idea
de una relación mimética entre género y sexo, en la cual el género refleja el
sexo o se encuentra limitado por él. Cuando la condición construida del género
se teoriza como algo completamente independiente del sexo, el género mismo pasa
a ser un artificio ambiguo, con el resultado de que los términos hombre, masculino, mujer y femenino pueden
aludir tanto a un cuerpo de mujer como a uno de hombre.
En términos de Judith Butler, «si
el género es los significados culturales que acepta el cuerpo sexuado, entonces
no puede afirmarse que un género únicamente sea producto de un sexo. Llevada
hasta su límite lógico, la distinción sexo/género muestra una discontinuidad
radical entre cuerpos sexuados y géneros culturalmente construidos. Si por el
momento presuponemos la estabilidad del sexo binario, no está claro que la
construcción de “hombres” dará como resultado únicamente cuerpos masculinos o
que las “mujeres” interpreten sólo cuerpos femeninos». Además, –agrega–
aunque los sexos parezcan ser claramente binarios en su morfología y
constitución (lo que tendrá que ponerse en duda), no hay ningún motivo para
creer que también los géneros seguirán siendo sólo dos.
Extrapolado a la poesía de Ingrid,
cualquier clasificación de individuos en categorías fijas y universales
resultaría infructuosa, puesto que el género y la sexualidad –como derechos
humanos fundamentales y básicos– nada tienen que ver con la naturaleza biológica
que nos ha tocado en suerte. Y ese juego mordaz que ocupa los cuerpos de estos
poemas, se relaciona de forma directa con la realidad abusiva y opresiva que el
androcentrismo, el racismo, la homofobia y la xenofobia han puesto sobre la
espalda de Sudamérica durante décadas.
El transgénero, la lesbiana, el
«sudaca»: condiciones de dignidades marginales, blancos de manual
dentro de una sociedad errónea y falsamente europeizada, que busca en lx
diferente la justificación de su egoísmo, su codicia in crescendo y su miseria.
Una realidad, en suma, que nos sumerge en escenarios harto conocidos, y que
encuentra su máximo esplendor en poemas como «Miss Cholita Trans»: «Miss
Cholita Trans así le llaman / a veces buscando medicamentos caducos en las
bolsas de basura (…) / Mis Cholita transita el cuerpo de un hombre / entre lo
cutre de la tarde / sin papeles, Miss Cholita / donde lo último que le
preguntan es el nombre» (pp. 33,34) o «Qharimacho»: «sin papeles / sin
geografías / sin tablas / apenas la noche oscura / frente al tocador antiguo un
cuerpo que no es tu cuerpo» (p. 35).
La tensión persiste e insiste. A lo
mejor, entonces, deberíamos considerar seriamente aquello de que «la
heterosexualidad puede no ser en absoluto una “preferencia”, sino algo que ha
tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y mantenido a la
fuerza», que alguna vez predijo Adrienne Rich, o aquello de que –citando a la
autora que aquí nos compete– «para ser lo que se quiere ser es preciso
abandonarlo todo / convocar la lucidez en pleno desastre» (p.29).
*Ingrid
Bringas (Monterrey, México, 1985). Poeta, escritora. Su obra se encuentra
incluida en diversas antologías nacionales e internacionales. Publicó: La
Edad de los Salvajes (Editorial Montea, 2015), Jardín Botánico
(Abismos Casa Editorial, 2016), Nostalgia de la luz (UANL, 2016), 1000
watts de amor electrónico (Yerba mala Cartonera, 2016), Objetos
imaginarios (Pinos Alados, 2017), Flechas que atraviesan la espesura de
la noche (Liberoamérica, 2020) y Frontera Cuir
(UAEMex, 2021; XV Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada).
Entrevista
a Ignacio Mendía. Realizador en Artes Visuales. Actor, performer, profesor de
Medios Audiovisuales, activista LGTBIQ+. Trabaja con video-instalaciones,
proyecciones híbridas, gráfica alternativa y poesía visual. Reside en la ciudad
de Mar del Plata y forma parte del comité organizador de la Marcha del Orgullo
MDP. Organiza y coordina Varieté Queer, ciclo de arte, poesía,
fotografía y diseño.
👉Ignacio,
¿de qué manera cruzan tu vida el arte y la poesía? ¿Cómo llegaste a ellos?
Desde
muy chico el arte resultó ser para mí una herramienta de escape. Siempre fui un
bicho raro, con dificultad para hacer nuevxs amigxs, y tengo recuerdos de pasar
muchas horas jugando solo, inventando historias. Me gustaba cantar, pero
siempre me dijeron que desafinaba. En la escuela primaria había un coro y creo
haber insistido durante tres años para ingresar sin logros. Recuerdo que,
finalizando séptimo grado, existía la costumbre de hacer rotar los diarios entre
compañerxs, y allí todxs escribían o dibujaban anécdotas y mensajes con
respecto a la etapa que comenzaba a finalizar. Y se dio el caso de que escribí
en el diario de mi compañera de banco muchas hojas en las que solté un vomito
de sensaciones y emociones, que llamaron la atención de su mamá, y se armó flor
de quilombo. Me mandaron al psicólogo, ya que en ese vomito quedaba evidencia
de una profunda tristeza, producto del bullying que venía sufriendo. Tuve
conversaciones extensas con papá, quien me pidió que no escribiera, pero a la
vez mi abuelo me regaló una lapicera Parker. Así que fue así como comencé:
escribiendo. Luego,
en la secundaria, me acerqué al taller de teatro, que me cobijó y me permitió
explorar mi sensibilidad libremente. Y al finalizar me inscribí en la Escuela
de Artes Visuales Martín A. Malharro, en la cual cursé y terminé la carrera de
Realizador en Artes Visuales.
👉Contanos
todo lo que hay que saber sobre Varieté Queer y Las Tías Put@
Quizás antes de hablar de la Varieté, debería contarles acerca de Las Tías Put@. Somos tres artistas amigos: Sergio Colavita Lacoste (autodidacta, artista visual de carácter intenso e instantáneo, apasionado por la costura y experimentado ambientador), Diego Federico Klehr (artista conceptual, actor y poeta de la República de Lugano) y yo, un performer híbrido. Hace ya un tiempo, cada vez que nos juntábamos en reuniones, sacábamos chispas, incitando al desborde de juegos, provocando que todxs nuestrxs amigxs sacaran a relucir sus brillos y alegrías, musicalizando y coreografiando las fiestas. Nuestra primera intervención en público fue como anfitriones de “CENTINELA”, una muestra individual de Sergio Colavita Lacoste, en Casa Yakuzi (Mar del Plata, 2016). Aunque en ese momento aún no estábamos constituidos como triada. La segunda aparición fue en un festival erótico en la ya desaparecida Casa Falucho, semi desnudos y dragueados, recitando breves poemas y danzando entre la gente. Luego decidimos juntarnos para ir a Marchar. Nos vinieron a buscar para subir a la carroza donde viajaban los referentes organizadores de la Marcha en Mar del Plata. Terminamos en el cierre de la Marcha flameando la bandera sobre el escenario. Allí notamos que nos querían, que nos deseaban, prácticamente sin conocernos, sin tener certezas de aquello que nos constituía como artistas. Notamos que en el contexto de la Marcha era difícil difundir lo que hacíamos en las muestras, que había mucha gente que no conocía nuestro trabajo como artistas visuales. Pensando entonces en la manera de insertar este aspecto, y en incorporar signos y símbolos propios de la ciudad, nos surgió la idea de realizar el tan característico “Trencito de la Alegría”, como una alternativa de carroza, celebrando la empatía, el amor y el respeto. Tal como esperábamos, el trencito atrajo artistas, amigxs y a muchas personas autoconvocadas. Con el objetivo de realizar acciones que propusieran repensar el lugar de las mujeres y de las diversidades en la escena cultural contemporánea, fuimos convocadxs el pasado mes de marzo para participar del ciclo “El aullido de les perrxs”, en el Museo Mar. Allí presentamos por primera vez «Sin tías no hay paraíso», un recorrido ágil, divertido, desestructurado y con una mirada mariconeada de nuestras muestras. En ese momento, de hecho, la muestra «El orden y el accidente», de artistas visuales marplatenses, nos despertó una serie de preguntas con respecto a la mirada queer del arte local. Podría decirse que allí nació la necesidad de rastrear en la historia las referencias de un arte disidente de la ciudad de Mar del Plata.
Y
con respecto al ciclo Varieté Queer, consideramos importante y necesario
crear un nuevo espacio de encuentro motorizado desde la C.O.M.O. (Comisión Organizadora
de la Marcha del Orgullo). Debido a que la Marcha suele concentrar un montón de
energías en un único día, creemos que posibilitar otros encuentros a lo largo
del resto del año, ayudaría a consolidar los lazos creados en dicho evento. Así
se pensó organizar este ciclo de encuentros –que esperemos se consolide– en el
cual se empiece a dar lugar a una promoción más fortalecida de la actividad
artística de los artistas LGTBIQ+ de la ciudad de Mar del Plata, y que sirva
también como un lugar que posibilite el encuentro de las nuevas generaciones, una
especie de escuela o espacio de formación alternativo. Mostrar otras
posibilidades de desarrollo de las diversas identidades que conforman el
colectivo, esa es la meta fundamental.
👉¿Cómo
vivís el fondo y el trasfondo de la Marcha del Orgullo este 2021? ¿Qué
significa para vos, para el colectivo LGTBIQ+ y qué
pensás que falta todavía para alcanzar los objetivos pendientes?
En
primera instancia, tomar conciencia de que detrás de la organización de la Marcha
siempre hubo y hay personas. A través de «el Duke» (Javier Moreno
Iglesias, por aquel entonces presidente de AMADI) nos enteramos de que había
reuniones abiertas que se habían conformado previas a la Marcha, y allí fuimos
a ver de qué manera podíamos participar y pensar formas de insertar nuestras
inquietudes como artistas, así como también aportar al fortalecimiento de la «pata
cultural» del evento. Asimilar
que debíamos y podíamos participar como protagonistas, entendiendo que era
posible establecer nuestra base de resonancia. Capitalizamos entonces que
dentro de la organización había núcleos muy diversos de acción: agrupaciones
políticas, barriales, autoconvocadxs, y que todxs tenían voz y voto en las
decisiones y debates acerca de las consignas por las que efectivamente se
marchaba cada año. Asumimos roles y compromisos con respecto a la organización
de un evento que a lo largo de los años ha crecido en popularidad, poder de
convocatoria y magnitud. Nos
propusimos entender el marco de la Marcha como un elemento posible al diálogo y
una fusión de fuerzas, tratar de asimilar y crear empatía en la diversidad –ya
de por sí compleja– y tomar conocimiento de las problemáticas que atraviesa
cada una de las minorías que conforman este colectivo. Lejos
de destacar las diferencias, lo que se busca es aunar esfuerzos. Y entender
también ese espacio como un lugar de deconstrucción y de reeducación, en
función de un reconocimiento humano, para garantizar que ningún derecho sea
vulnerado y exigir una calidad de vida mejor para todes.
👉Hablanos
de Laboratorio Mendía y de tus próximos o futuros proyectos.
Bajo el concepto de Laboratorio Mendía logré fusionar los lenguajes artísticos que me atravesaban, mezclar la poesía, la actuación y las artes visuales para formar una obra híbrida en busca de “un antídoto contra todos los males”, como bien dice la canción de Spinetta. Podría definirlo como una serie de obras de carácter político y social. A partir de 2008, me surge la idea de aglutinar un conjunto de obras y acciones realizadas bajo un mismo eje de investigación. El carácter experimental de las mismas, las conexiones conceptuales y el abordaje híbrido de lenguajes me sugirió la estructura de un «laboratorio». Supongo que tuvo que ver con un proceso de investigación reparador, en donde me “moví” como artista/científico, artista/prototipo, artista/remedio, artista/antídoto, artista/veneno, artista/persona, artista/animal. Desde 2015 comencé un proceso más personal, me revinculé con la pintura, el video-arte y las sesiones de VJ (video en vivo).
¿Cómo
reconocernos de espaldas, frente a un autorretrato? ¿Qué papel cumplen los
sueños en nuestro borde de recuerdos? ¿De qué manera es posible resistir en el
vacío? Estas y otras preguntas tensan nuestra atención y nos mantienen
exquisitamente inquietos en El ciervo, la reveladora antología poética
de Yolanda Pantin*, cuya segunda edición ha sido publicada por El Taller Blanco,
en los ahora nostálgicos primeros meses del 2020.
Tal
como ocurre en un carrusel, desde el cual desafiamos la condición unilateral de
nuestro campo ocular, permitiendo la coexistencia de múltiples y veloces
paisajes, los poemas aquí seleccionados se presentan ante nosotros como
partículas indispensables de un todo pujante y en movimiento, y nos conducen
hacia ese recorrido textual que, aunque breve, resulta por defecto trascendental.
«Esta
casa surge despacio en el agua de la lluvia que caía por los muros y olía a
yerba y a todo eso» (de Casa o lobo, Monte Ávila, 1981; p.5), cuenta con
algo de pesadumbre la primera línea. La exploración de esa casa, sus letanías y
cotilleos aglutinados en el zaguán, en los pasillos, los corredores y las columnas,
dominan el espacio del poema y nos colocan frente a ese nervio de inflexión
íntima que parece imperar durante toda la poética de Yolanda.
El
ciervo, cuyo título hace directa
referencia al poema homónimo aparecido en Poemas huérfanos (La liebre
libre, 2002), viene a poner de manifiesto la contemplación de un estilo único,
tan perceptivo como dinámico: un modo escritural que resuena y se proyecta desde
múltiples y excepcionales registros.
La
elección de estos poemas –que desde el ojo compilatorio imponen cierto orden fundamental
de lectura, al tiempo que configuran un todo, un cuerpo orgánico de versos que
interrogan y se auto-replican– opera desde lo abrasivo, desde un patrón de
escritura agudizado que deja su marca indeleble en cada periodo transitado.
Encontramos
así en ellos la emersión de versos tan distintivos como proverbiales, como los
aparecidos en «Los sueños» (La canción fría, 1989; p.14): «No todo mi
corazón te ama / sólo la parte que está enferma», o aquellos que promulgan una intrínseca
y necesaria desvinculación, un pesar legitimado o un ingenuo desasosiego
autorreferencial: «soy yo no hay duda (…) / soy yo es cierto pero ¿dónde / en
qué lugar del mundo de mi casa / del país que aborrezco o el soñado / estuve un
tiempo así hasta ese punto / tan oscura?» («Daguerrotipo de una desconocida»,
en Los bajos sentimientos, 1993; p. 18).
«Las
mujeres solas hacen el amor amorosamente / algo les duele / y luego todo es más
bien triste o colérico o simplemente amor», nos dice también la autora en «Vitral
de mujer sola» (Correo del corazón, 1985; p.9), y abre a continuación
una lista de declaraciones que se presentan como una forma identificable de potestad
y empoderamiento. Yolanda proclama, una y otra vez, y este libro expone, revela
y conduce. En su contratapa, ya nos advierte Antonio López Ortega: «El apetito
de desmontaje de la propia operación poética recorre toda su expresión hasta
volverla simulacro, ensayo reiterativo, esgrima solitaria. El verso crece sobre
su propia ruina, como yerbajos aislados entre las estatuas caídas.»
Será
entonces que la cuestión antológica sucede naturalmente, por intuición, y por una
presencia amurallada y tenaz del poema, dentro de esa historia textual escrita
por el poeta mismo. Será, quizás, como la misma Yolanda ha dicho alguna vez en
entrevista, que en estos días que corren –y tal vez más que nunca– resulta
vital (y hasta imperativo) abordar la poesía con «una fe absoluta en las
posibilidades que brinda el lenguaje».
*Yolanda Pantin (Caracas, 1954). Poeta, escritora, editora, ensayista, dramaturga, periodista
cultural. Cofundadora de la editorial de poesía Pequeña Venecia. Cursó estudios
en Letras en la Universidad Católica Andrés Bello.
Fundó
en 1981, junto a Rafael Castillo Zapata, Alberto Márquez, Igor Barreto, Armando
Rojas Guardia y Miguel Márquez, el legendario grupo Tráfico, que cuestionó los
enfoques poéticos que prevalecían en la Venezuela de aquel momento, criticando
fuertemente los cánones y promoviendo una urgente renovación estética.
Recibió
el Premio Fundarte de Poesía (1989), Premio Poetas del Mundo Latino Víctor
Sandoval (2015), Premio Casa de América (2017) y, recientemente, el Premio
Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2020), uno de
los más grandes en lengua castellana.
Publicó Casa o lobo (1981), Correo del corazón (1985), El cielo de París (1989), Poemas del escritor (1989), Los bajos sentimientos (1993), La quietud (1998), Épica del padre (2002), El hueso pélvico (2002), Herencia (2005), País (2007), 21 caballos (2011), Bellas ficciones (2016), Lo que hace el tiempo (2017) y El ciervo (2020), entre otros.
«quiEn naCe parA la tormeNta / nO soportA la lloviZna»
Entrevista
a Jimena Arnolfi Villarraza (Buenos Aires, 1986). Publicó las plaquetas Metafísica
(La Fuerza Suave, 2015), Defensa Personal (Nosotros Editorial, 2018) y Dos
poemas (Ediciones Arroyo, 2019), y los poemarios Todo hace ruido (Pánico
el pánico, 2013), Hay leña (Caleta Olivia, 2017) y Campamento de
supervivencia (Caleta Olivia, 2021). Participó en las antologías poéticas Otros
colores para nosotras. Poesía contemporánea de mujeres argentinas
(Ediciones Continente, 2018), Antología Federal de Poesía (CFI, 2018), Martes
Verde (Edición Federal, 2018), El trabajo y sus historias (CTA
Ediciones y Editorial de la Comarca, 2019) y Flotar: 100 poemas sobre ríos /
100 poetas argentinxs (Camalote Ediciones, 2021), entre otras. Conduce
#RadioCuaderno y edita el Blog «El poema del momento».
👉Hablemos primero
de poesía: ¿Cómo llegaste a ella y de qué manera cruza por tu vida hoy?
Cuando
era chica, mi papá me contaba cuentos. Mi mamá me llevaba de excursión a la
librería y para mí era el mejor plan. También recuerdo con cariño a mi tío abuelo
Israel que me hablaba de poesía. Vivíamos en distintas provincias y nos
mandábamos cartas. Una vez él me mandó todos sus poemas en un sobre papel
madera. Yo tenía unos 12, 13 años. Esa fue la primera vez que me di cuenta que
la poesía podía ser muy importante en la vida de una persona. Y así fue desde
muy temprano para mí. Todos los días leo poesía. Todos los días me acuerdo de
algún poema. Y a veces, escribo.
👉Campamento de
supervivencia es un libro atravesado por tu experiencia durante el embarazo,
pero también –como el título nos anticipa– por la condición de
«superviviente». ¿Cómo fue ese proceso de escritura y cuál pensás que es hoy el
lugar de la poesía en un escenario en el que –hoy más que nunca– sobrevivir
es, en cierto modo, una forma de resistencia?
Cuando
me enteré que estaba embarazada, pasé un tiempo sin poder reaccionar. Cuando lo
logré, empecé a escribir para ponerme al día conmigo misma y para dejar
constancia de la transformación. Ahora se me viene a la cabeza ese poema de
Viel: “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”. El
cuerpo como un campo de información desconocida. Después el parto, el cuerpo
roto, nuevo, extraño. Y seguí escribiendo durante el puerperio. Pasaba mucho
tiempo sola con mi bebé. El libro habla de esa desesperación. Pero también nos
pasaba algo más. Siempre pasa algo más. Los poemas no sólo hablan de la
maternidad. Pero sí: Con una mano sostenía a mi hija y con la otra escribía.
Creo que muchas veces el poema que se refiere a esa escena se lee desde una
perspectiva de maternidad romantizada, edulcorada. Y no es lo que yo pensaba ni
sentía al momento de escribir. A mí me resultaba terrible escribir con una mano
y sostener a la cría con la otra. Cualquier persona que tuvo que cuidar la vida
de una persona recién nacida sabe que todo se vuelve una tarea imposible. Esa
escena de ese poema, me hace pensar en los malabares que hacía. No tenía otra
opción. Escribí porque no supe hacer otra cosa con lo que me pasaba. Pasé casi
dos años sin dormir de corrido. Por supuesto que hubiera preferido tener mi
espacio, mis momentos para conectar con otra cosa. Pero no fue lo que me pasó.
Me pasaba que, al vivir en un lugar muy solitario, en una casa rodeada de
monte, en las afueras de la ciudad de Gualeguaychú, abría la puerta de mi casa
y seguía estando sola con una cría en medio de la naturaleza. Y vivir en medio
de la naturaleza es hermoso, pero también puede ser muy difícil. Y más teniendo
una bebé. Me sentía sola en medio de un campamento. El puerperio se siente así
muchas veces. Estás en un campamento, con todo tirado alrededor, todo a mano,
por las dudas. Cuando titulé el libro fue en ese sentido: vivo la maternidad
como un campamento de supervivencia. En
paralelo a mi situación de puerperio, durante el tiempo de la escritura
(2017-2019), en Argentina, todas las semanas había motivos para marchar y tomar
la calle. Fueron muchos días que vivimos en peligro. Y por otro lado, lo que
decís. El libro se publicó recién este año, en pandemia, cuando sobrevivir es
una tarea diaria. La poesía también puede ser una herramienta de supervivencia.
Alejandra Pizarnik anotó en sus diarios que un libro puede ser una casa donde
entrar a guarecerse. Algo así, un refugio.
👉Y teniendo en
cuenta esa experiencia propia, ¿creés que el discurso del poema es realmente un
discurso involuntario?
Toda
realidad que se representa tiene detrás una intención. También creo que en los
poemas algo que no controlamos se escapa siempre. A veces empiezo a escribir un
poema y después el poema no quiere decir lo que yo había pensado inicialmente.
Muchas veces escribo cosas que finalmente el poema no necesita. Es imposible
tener el control de lo que se escribe y también es imposible saber cómo te van
a leer. Hace un tiempo, el poeta Horacio Fiebelkorn me dijo eso: Uno piensa una
cosa, escribe otra y después se entiende otra cosa totalmente diferente.
👉Contanos todo lo
que hay que saber sobre Radio Cuaderno y sobre la actualidad de Radio Nacional
Gualeguaychú.
Empecé
Radio Cuaderno el año pasado, en Radio Nacional Gualeguaychú. Va de lunes a
viernes de 19 a 20. Se puede escuchar online.
Radio Cuaderno es un espacio para la literatura, la música y la conversación. También
hay un momento de información de coyuntura. Y todos los días comparto canciones
y poemas que elijo especialmente e invito a personas para conversar sobre su
trabajo, su historia, sus ideas. Entrevisto a personas que escriben, que hacen
música. Radio Cuaderno es un espacio para el encuentro. Disfruto mucho y
aprendo todos los días.
👉Por último, ¿Qué
libro(s) de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?
Lo
más placentero es leer por deseo. Si no hay deseo, ¿qué hay? Ahora pienso en
obras completas. A mí me gusta tener cerca los poemas de Emily Dickinson,
Joaquín Giannuzzi, Viel Temperley, Leónidas Escudero, Irene Gruss, Juana
Bignozzi, Wisława Szymborska.
«lA liberTad nuncA olvidA sus planEs»
Hay una especie de sub-realidad
sesgada que nos envuelve cada vez que leemos un libro de Miguel Ángel Muñoz
Sanjuán* (Madrid, 1961). Un cordón virtual de espejismos y de revelaciones
lúdicas que hacen las veces de puente, como si de una pasarela por donde hacer
desfilar nuestra intuición y nuestros propios mecanismos y engranajes retóricos
se tratase.
Tal es el caso de Etime
(El Sastre de Apollinaire, 2020), un libro que acredita, desde la
experimentación, la superposición, el montaje fotográfico y el collage, viejas
y nuevas maneras de decir poesía, modos transversales de poner a funcionar el
espacio textual.
«Esclavos / del / desconsuelo /
de / un / roto / espejo / sin / tópicos», declara con mordacidad la página 49, destacando
–como desde dentro de una profecía– la palabra «espejo» recortada y reducida
a pedazos. El trabajo de Miguel Ángel se centra fundamentalmente en esto, en hallar
un medio gráfico posible para ingresar en el espacio del poema, para encausarlo
sobre algo más que simples palabras y polemizar su materialidad.
El libro explora, además, un
singular procedimiento de diálogos y homenajes: Sigmund Freud, Fernando Pessoa,
Iréne Némirovsky, Pier Paolo Pasolini, Alberto Giacometti, Sándor Márai y el
siempre actual y controvertido David Hockney son algunos de los convocados. Se
trata de diálogos abstractos, aunque al mismo tiempo frenéticos, que, además de
evidenciar admiración, desafían convencionalismos y abren cruces entre mundos
quizás no tan dispares.
En los poemas de Miguel Ángel
cohabitan la agudeza y la textualidad más crudas, prestas a convertirnos a
nosotros mismos –paradigmático auditorio– en piezas elementales de sus
versos. Comprometidos quedamos entonces, cual extremidades de un único cuerpo,
a apropiarnos de esa heterogeneidad ofrecida, y a hacer con ella –en
simultáneo– un movimiento íntimo de lectura y una exclusiva contemplación de aquello
leído.
*Miguel Ángel Muñoz
Sanjuán (Madrid, 1961). Escritor, poeta. Sus trabajos han sido traducidos a los
idiomas inglés, chino, griego e italiano. Entre sus publicaciones se cuentan Una
extraña tormenta (1992), Las fronteras (2001), Los dialectos del
éxodo (2007) Cartas Consulares (2007), Cantos: Ucronías
(2013) y Memorical-Fractal (2017).
«la identiDad no se geSta en la entrepierNa»
Aquello que se repite y que
insiste, de modo apremiante, en las páginas de Transgresoras: Un recorrido por la poética feminista latinoamericana
(Milena Caserola, 2019) –compilación
impecable de Esther Pineda G.– es aquello mismo que también apremia de este
lado de lo escrito, lo que es forzoso transgredir por impostergable, porque
lacera y porque urge.
La historia es harto conocida:
«las mujeres no saben escribir, no pueden escribir, no tienen porqué escribir».
Las prohibiciones, restricciones, subestimaciones y manipulaciones impuestas a
las mujeres a la hora de encontrar editores o divulgadores de sus obras han
sido –y siguen siendo– moneda corriente en el siempre inconsecuente espacio
de la intelectualidad, donde la literatura ha sido durante siglos dominio exclusivo
del varón.
En demasiadas ocasiones, los
abusos opresivos del sexismo han venido a determinar los destinos de miles de
mujeres que, subyugadas a la exigencia social de convertirse en buenas esposas,
buenas madres y buenas amas de casa, vieron frustrados sus más elevados deseos
de convertirse en autoras: «haber nacido mujer significa: / que tu cuerpo no te
pertenece / que tu tiempo no te pertenece / que tus pensamientos no te
pertenecen. // Nacer mujer es nacer al vacío.», nos ratifica la escritora y
licenciada en Ciencias de la Educación nicaragüense Daisy Zamora. Incluso la
misma Esther Pineda toma registro de esta cuestión al recordarnos en la
introducción que, a lo largo y a lo ancho de la historia, la literatura escrita
por mujeres ha estado «condicionada por diversos procesos socio-culturales,
entre los que se destaca una educación diferenciada, la exclusión de los medios
productivos, y la apropiación masculina de la mayor parte de su producción
literaria.»
«¿Por qué las mujeres tenemos que
ser sobrevivientes de todo?», apunta un verso de la poeta mexicana Patricia
Vergara Sánchez, quien se autodefine como «india, morena, chata de la cara, en un
país obsesivamente racista; lesbiana, en una nación que compulsivamente me
persigue; gorda, en la cuna de la tortura estética, de la anorexia y de la
bulimia». En esa interpelación inicial, en esa tensión perpetuada y
absolutamente arbitraria, que incluye enfrentarse al orden violento del
discurso sexista, del racismo, y de la hostilidad hetero-cis, se encuentra el
foco fundamental de esta antología.
Así, con la potencia y el nervio
abierto de quien aun golpeado permanece de pie, el conjunto de estos poemas
deja en evidencia el tratamiento ignominioso hacia la figura femenina en el
paso histórico de los siglos: «me pinto el ojo / no por automatismo imbécil /
(…) es el rito ancestral del payaso: / mejillas rojas y boca de color / me
pinto porque así me dignifico como bufón.» (Kyra Galván; Ciudad de México,
1956), así como también las crudas desigualdades soportadas y las resistencias
sostenidas por las mujeres indígenas, anticoloniales o afrodescendientes:
«Negra cara negra / esa noche en el pedazo de espacio forrado de tierra / que
hace las veces de cama / la esclava juega con la idea de regresar» (Yolanda
Arroyo Pizarro; Puerto Rico, 1970).
Por otro lado, muchos de estos
poemas muestran un claro panorama de la actualidad sesgada de una nueva figura
de mujer, que viene a colocarse frente a un nuevo y complejo escenario, cargado
de preocupaciones improrrogables y de responsabilidades desatendidas o
minusvaloradas por parte del Estado: «¿Qué dirán de mí si un día aparezco
muerta?» (Regina José Galindo; Guatemala, 1974) || «el último sueño, perdido /
en la camilla del abortista / en la que comienzo a convertirme / en una
estadística-hemorragia.» (Flor Codagnone; Buenos Aires, 1982).
La intimidad más cruda y
descarnada se propaga en los ecos multiplicados de estas voces, edificadas
sobre las bases de una realidad que se hace texto, y que avanza hacia el tortuoso
camino de desmontar los mecanismos que sostienen y respaldan la predominancia ya
caduca de los valores patriarcales.
Un destacado prólogo de la doctora en Ciencias Sociales Karina Bidaseca y unos prodigiosos collages interiores de Andrea Trotta, completan esta edición sin precedentes, que busca visibilizar a las inconformes, a las hastiadas, a las «incomprendidas, incómodas, insatisfechas, inoportunas, irreverentes, incorregibles e incontrolables, todas aquellas que confrontaron el mandato patriarcal, pero sobre todo, se perfila como un ejercicio de sororidad, orientado a reconocer, vindicar, celebrar y socializar la poesía feminista latinoamericana contemporánea, cuyas letras tributan al empoderamiento personal, pero también acompañan la lucha y el transitar colectivo hacia la igualdad.»
Entrevista a Dariela Torres (Tegucigalpa,
Honduras. Poeta y editora) y Santana
García (Chiapas, México. Poeta, promotor cultural y mediador de lectura).
Directores editoriales de EK CHAPAT, revista literaria de difusión
internacional.
👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la
poesía?
DARIELA:
Llegué
a la poesía cuando tenía 14 años. mientras escuchaba a Patti Smith. Encontré su
poesía por accidente y salvación, recuerdo haber escuchado en su voz un poema
dedicado Arthur Rimbaud e inmediatamente busqué “Una Temporada en el Infierno”,
poemario que me llevó al encuentro fatal y maravilloso de la poesía. Atravesaba
un momento difícil, estaba siendo maltratada físicamente en casa, por un tío
que habían deportado y era extremadamente violento. Soy Centroamericana,
hondureña específicamente, de un barrio pobre, y pasé por secundarias llenas de
delincuencia joven, este es un problema real y complejo, así que también estaba
siendo víctima de extorsión y violencia sexual. Cuando encontré a la poesía fue
para quedarse. Se quedó como un medio de catarsis, un lugar seguro, que al fin
y al cabo aún me protege del mundo hostil que me rodea.
SANTANA:
A
lo largo de mi vida tuve algunos acercamientos en distintos momentos, primeramente,
por la escuela básica y media, después por algunas lecturas que amistades me
iban compartiendo, pero lo cierto es que llego a la poesía (¿o la poesía llega
a mí?, ¿llegamos mutuamente?, ¿descubrí que siempre estuvo ahí?) de forma un
poco tardía. He padecido su ausencia, más que gozar de su presencia, la mayor
parte de mis años, tal vez por ello cuando el encuentro definitivo finalmente
se da, mi relación con ella se vuelve la de un consumidor voraz, como si en su
lectura tratara de saciar un apetito muy antiguo, casi primitivo, dentro de mí,
y en su escritura persiguiera un pez singular que siempre se escurre de mis
manos. Uno de los momentos más significativos en mi camino fue, sin duda, la
oportunidad de formar parte por un tiempo del taller de poesía del maestro
Óscar Oliva. La pasión, la emoción tan real y repentina con la que abordaba la
lectura y análisis de cada poeta permeó en mí, descubrí entonces la importancia
del acompañamiento en la formación poética (tanto en lectura como escritura).
La idea de lo comunitario en el camino de la literatura creció en mí aún más
gracias a una serie de proyectos con los que he tenido la oportunidad de
convivir y aprender. Ya en el libre camino del autodescubrimiento, ha sido el
carácter humano y vital de la poesía lo que me ha resultado significativo: la
oportunidad de nombrar las experiencias humanas más profundas desde la
experiencia poética. No sé si pueda decir, como ha sucedido en muchas otras
personas, que la poesía ha salvado mi vida, pero sí que puedo decir que ha
salvado mi forma de vivir.
👉¿Cómo nació y cómo evoluciona
el proyecto Ek Chapat?
DARIELA:
Ek
Chapat nace a partir de un encuentro Mesoamericano de poesía, ahí conocí a
Santana. Semanas después nos pusimos en contacto con el propósito de generar
ideas para un proyecto literario transfronterizo. Surgieron varias ideas, pero
había una realidad que no podíamos ignorar, dentro del contexto Mesoamericano
hay una problemática terrible con la migración, las condiciones de vida en la
mayoría de los casos son deplorables y por esos días había salido una caravana
de migrantes de Honduras, en ella se unieron personas de diferentes lugares de
Centroamérica, estas caravanas tienen como destino final Estados Unidos y pasan
por México. Al inicio de las conversaciones queríamos ponerle Bestia a la revista por dos razones
inicialmente “La bestia” (Una línea de ferrocarriles por donde migran los
centroamericanos principalmente en donde muchos, muchas y muches pierden la
vida). Y por la búsqueda de voces dispuestas a nombrar la poesía desde
diferentes realidades. Así pues, nos decidimos por Ek Chapat, que es una bestia
de la mitología Maya. Lxs mayas habitaron esta área Mesoamericana así que era
algo que nos unía y en honor a las miles de personas que siguen huyendo de
estos territorios, históricamente oprimidos y marginalizados.
SANTANA:
Tengo
el sentimiento de que Ek Chapat nace del encuentro de muchas voluntades,
circunstancias y necesidades, más allá de quienes somos o hemos sido parte del
consejo editorial. Hace un par de años, coincidimos en un encuentro literario
las compañeras Solange Saballos (Nicaragua), Dariela Torres (Honduras) y yo
(Chiapas). Las voces de Solange y Dariela me marcaron mucho entonces, la
condición humana que tanto me había removido las entrañas al leer poesía se
encarnaba en ellas, en quienes la fuerza de su poesía, de dolor, rabia y
reclamo, no sólo se encuentra en la palabra sino también en sus personas, en su
forma de actuar ante la realidad. La oportunidad de dialogar desde nuestros
contextos y procesos dio pie a la idea de sumar perspectivas en un proyecto
editorial de carácter transfronterizo, con la intención de tejer desde lo literario
los nodos de realidades compartidas entre nuestros territorios. Así surge Ek
Chapat como una revista literaria con la consigna de ser un puente entre las
diversas escrituras desde la convulsa realidad latinoamericana y sus
habitantes, dispuestas y dispuestos a dialogar desde el auto-reconocimiento.
Entiendo la lectura y la escritura como un acto de libertad, como un reclamo
furioso del ser y (retomando las palabras de Verónica Gerber Biecci) como un
acto político, y creo que Ek Chapat ha concentrado mucho de esa naturaleza en
sus páginas. El proyecto comenzó formando parte una red de revistas en México,
siendo Ek Chapat la única transfronteriza de esta. Fue una etapa de mucho
aprendizaje a partir de la interrelación con otros consejos y líneas editoriales.
Al cabo de casi un año, una serie de denuncias graves de abuso (de índole
sexual y emocional) cometido por algunos editores de la red y por parte del
coordinador de la red provocó nuestra ruptura con tal proyecto (y la
desarticulación misma de la red, a la cual sobreviven algunas revistas). Hasta
entonces habíamos llegado a nuestro tercer número y nos vimos en el reto de
continuar ya de forma totalmente autónoma hacia nuestro cuarto número. Tras
sortear una serie de inconvenientes finalmente en marzo alcanzamos la
publicación de nuestro cuarto número, pero a los pocos días sobrevino el
confinamiento a causa del Covid-19, lo que nos ha llevado a replantearnos de
nuevo la naturaleza del proyecto. Actualmente, gracias al trabajo de Dariela
Torres, hemos migrado al formato digital, en un sitio web que va conteniendo de
forma abierta todas las publicaciones de Ek Chapat, y en el cual esperamos dar
a luz pronto nuestro quinto número, a la espera de que un futuro menos incierto
nos permita retomar algunas versiones impresas. A lo largo de poco menos de dos
años hemos enfrentado numerosos obstáculos, pero destaco la fuerza de esta
bestia literaria, que ha resistido, como siempre se resiste desde esta
realidad, para continuar siendo un canal más de diálogo desde las literaturas y
los territorios de Latinoamérica. Hasta el momento hemos contado con la
presencia de escritoras y escritores desde Honduras, Nicaragua, Guatemala, El
Salvador, Costa Rica, República Dominicana, México, Perú, Argentina, Venezuela,
Ecuador y Uruguay, con representación también desde otros continentes: España e
Irán. Actualmente el equipo editorial continúa conformado únicamente por
Dariela y un servidor, procurando continuar el camino que emprendimos
inicialmente con nuestra compañera Solange, cuyos aportes siempre serán pilares
de esta revista. Nuestro deseo es el de crecimiento, aunque en este instante
trabajamos en la reestabilización del proyecto tras los diversos retos que
hemos enfrentado en año tan peculiar.
👉¿Qué te parece que es lo que no dice,
lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?
DARIELA:
Creo
que muchos autorxs por la necesidad de quedar bien y de no generar ningún
conflicto o incomodidad dentro de los círculos privilegiados de la escritura,
ya sea académicamente o en las editoriales de "prestigio", se limitan
a hablar de manera solemne. Y prefieren obviar el mundo caótico, lleno de odio
y desigualdad que nos rodea.
SANTANA:
Pregunta
sumamente compleja. Considero que esto depende de la búsqueda inicial de cada
autora y autor, su grado de honestidad con relación a sus motivaciones y a qué
está dispuesta su voz a enfrentar. En el contexto contemporáneo latinoamericano
yo percibo una situación que me resulta interesante: una constante lucha generalizada
por superar la censura y autocensura predominantes impuestas por los mecanismos
tradicionales e institucionales del medio editorial. El desarrollo de cada vez
más plataformas autogestivas ha dispuesto un terreno para una mayor exploración
libre de la palabra. En este sentido, considero que el acto de escribir es un
acto de descubrimiento y autodescubrimiento constante, no se está siempre
preparado para nombrar todo aquello cuanto nos encontramos en ese tránsito, es
una decisión entonces esto de abrir totalmente la linterna para que todo sea
visible. El derecho a nombrarlo todo no deja de ser una lucha que libramos día
con día en nuestros contextos.
👉Teniendo en cuenta tu propia
experiencia, ¿es el discurso del poema realmente un discurso involuntario?
DARIELA:
Desde
mi experiencia ha sido imposible separar el discurso de las situaciones que me
atraviesan. No ha sido involuntario en ningún momento. Detrás de cada palabra
que he escrito se encuentra una historia, una realidad que intento sobrellevar
y drenar en mi trabajo poético.
SANTANA:
Hay
un discurso que la y el poeta quieren plasmar en cada escrito, pero el acto de
leer también es un acto creativo, en ese momento no podrá intervenir más, el
poema tiene vida propia una vez que emprende su camino. El discurso del poema
transmuta cada vez a partir el diálogo entre aquel de su creador/a y aquel de
su lector/a. En todo aspecto, la experiencia poética surge de una colisión.
👉¿Qué libro (o libros) de poesía nadie
debería dejar de leer y por qué?
DARIELA:
Una temporada en el infierno, de Arthur
Rimbaud, Aullido, de Allen Ginsberg, Entre nosotras, una antología de la obra
de la escritora y poeta Audre Lorde. Estos tres libros de poesía me parecen
imprescindibles, son voces poéticas fuertes y absolutamente necesarias. Nos dan
un panorama más amplio de la poesía y de cómo lxs autorxs son capaces de
nombrar poéticamente su senti-pensar, desde lo que sus cuerpos atraviesan en
una realidad homofóbica, machista, clasista y racista. Que, a decir verdad, no
ha cambiado en lo absoluto.
SANTANA:
Nadie debería dejar de buscar ese libro que jamás terminará por encontrar. Cuando uno sienta que ha hallado en las páginas de un libro la máxima revelación, es señal urgente de virar en todas direcciones y accidentarnos contra toda nueva propuesta que nos salga al paso. No importa si se trata de una bestia descomunal como Tierra baldía, Primero sueño o Muerte sin fin, tampoco si se trata del intimismo avasallador de Emily Dickinson o la todavía humeante nobel de literatura Louise Glück, no importa si se trata de un hallazgo inesperado como Desastre lento de Tania Ganitsky o el pozo profundo de El tamaño del dolor, de Xhevdet Bajraj. El libro de poesía que nadie debería dejar de leer es el siguiente.
«mortAles inmortAles»
Existe una especie de solemnidad colectiva implícita –casi
unísona– a la hora de pronunciar, o
siquiera balbucear, la palabra Grecia.
Un respeto tácito que se antepone a cualquier intento de relajación. Y solemos acompañar
ese recato riguroso con una sensación permanente de falta, un vacío suntuoso que
es preciso completar con rituales, hazañas épicas y dioses irascibles. En otras
palabras, el mito y su séquito de celebridades no dejan de pisar fuerte en
nuestro modelo mental perfecto de mundo helénico.
En sus Dípticos
(Seshat Editorial, 2020), Néstor Mendoza* sitúa frente a nosotros el desafío de
emplazar esa carencia desde un enfoque inédito: nos presenta la memoria del personaje, su ojo avizor, su
experiencia neta y, de inmediato, la contrarrespuesta implacable de su
antagónico.
Narciso habla, Eco responde. ¿O es acaso al revés? Lo que
entendemos como un diálogo cobra a continuación la idiosincrasia de una
confesión urgente, un espejo cuyo reflejo sólo puede ser rastreable en el
padecimiento o en la entereza imperturbable del otro. Y es esta especie de derecho a réplica lo que hace converger
–en el texto y en nuestro intelecto– una sensibilidad compartida, una pulsión
liberadora que se abre paso hacia un instinto alternativo, a merced de
cualquier atadura cultural o convencionalismo previo. De algún modo, Mendoza nos
hace coautores de una nueva forma de atravesar la mitología tal y como la
conocemos, para invitarnos sin dilaciones a un atrevimiento atípico, a un acto
heroico otro, a descomponer aquello que ha estado arraigado y a ensayar, como
nuevos y enardecidos maestros, al menos una variante posible.
Pero aquellos pormenores demasiado íntimos que los
protagonistas revelan de ninguna manera pueden ser en esta obra meras
confesiones, sino que van adquiriendo a
posteriori la condición imperativa de testimonio, crudos pasajes
transitados cuyas marcas vienen a traspasarnos también a nosotros, como
lectores entendidos, pero también, y sobre todas las cosas, como seres
terrenales y perecederos: «No es tanto el horror como la gracia lo que
petrifica el espíritu del que la contempla», dice Perseo refiriéndose a Medusa.
«Fuera de mí se logra ver la poca humanidad que me han permitido atesorar», ha dicho
ella, apenas un momento antes. Y después: «Mi deseo es típico de esta época de
dioses y sometidos», declara con total impunidad Zeus. «No sé diferenciar entre
ser su amante o su esclavo: quizá ambas condiciones sean oficios frecuentes en
el hogar de los inmortales», nos cuenta Ganímedes por su parte.
«La sensación trasvierte el mito con el propósito de atraer
el significado, pero su referente deviene de la memoria o del apego intelectual
que tenemos de esa sensación, es decir, las variantes del mito nos permiten
recrear su definición por separado, el cual se hace a su vez icónico en el
lector», escribe a propósito de este libro el escritor y dramaturgo venezolano
Juan Martins. El punto de inflexión es entonces –y precisamente– este juego
de bifurcaciones que Mendoza propone como inherente coexistencia. Algo se
destraba, algo desborda, algo emerge.
Es cierto que hay una forma en la que Grecia vive, con su
solemnidad, su rectitud y su decoro, en nuestras conciencias. Imparte sobre
nosotros su peso histórico y su legado. En este libro de Néstor Mendoza hay,
sin embargo, un dejo de optimismo y de confianza, una divergencia posible.
Aunque tal vez debiéramos arriesgarnos a ser todavía un poco más osados y preguntarnos
si existe verdaderamente una Grecia despojada de su dogma, de su Homero y de su
lírica de culto. En palabras de Helena de Troya: «Si un templo pierde sus
columnas y su fe, ¿todavía será capaz de sostenerse?»
*Néstor
Mendoza (Mariara, Venezuela, 1985). Licenciado en Educación, en la especialidad
de Lengua y Literatura, por la Universidad de Carabobo. Publicó Ombligo para esta noche (Secretaria de
Cultura de Carabobo, 2007), Andamios
(Equinoccio, Caracas, 2012), Pasajero (Dcir
Ediciones, 2015), Ojiva (El Taller
Blanco Ediciones, Bogotá, 2019) y Dípticos
(Seshat Editorial, 2020).
Forma parte del consejo de redacción de la revista Poesía (Valencia-Venezuela) y del equipo de colaboradores de la revista bilingüe Latin American
Literature Today (LALT), editada por la Universidad de Oklahoma. Sus poemas han
sido traducidos al inglés, francés, alemán e italiano. Es coeditor de El Taller
Blanco Ediciones.
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👉 ¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?
«a pesAr del vértigO»
👉¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?
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Entrevista a Amanda Pazmiño
Torres (Quito, Ecuador, 1993). Licenciada en Comunicación con Mención
en Literatura. Profesora de Literatura y de Lengua Inglesa. Embajadora
Cultural en FIL, Lima, 2012. Obtuvo la tercera mención en el VI Festival
Internacional de Poesía “Ileana Espinel Cedeño”. Sus textos poéticos integran
las antologías 8 Poetas Ahorita (Amaru, Dadaif y Camareta
Cartonera, 2014), Mujeres y disidencias al frente: nueva poesía
ecuatoriana (Escrituras Indie, 2018) y Alma Adentro (El
Conejo, 2018). Su plaqueta Recorrido del abismo fue
seleccionada y publicada por el sello editorial Despertar (Loja, 2017).
Entrevista a Nicolás Antonioli (Buenos Aires, 1985). Escritor, gestor cultural y editor independiente. Director del sello editorial Baldíos en la lengua. En 2014 recibió el Premio Binacional de Poesía ArBol, otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación Argentina y por el Ministerio de Cultura del Estado de Cochabamba (Bolivia). Es autor de los poemarios Sentires del alma (2004), Se necesitan ojos (2005), muñecas/maniquí/muñecas (2009), Mandinga (2011), Mansalvar (2012) y Mano emplumada (2013), entre otros.
Entrevista a Mario Flores (Salta, Argentina, 1990). Escritor y editor independiente. Dirigió el proyecto editorial para la difusión de poesía contemporánea y alternativa Cuaderno de Elefantes, desde 2014 a 2017. En noviembre de 2016 representó a la provincia de Salta en la 8º edición del Festival de Poesía Joven, organizado por APOA (Asociación de Poetas Argentinos). En 2017 fue seleccionado en la categoría Literatura de la Residencia ENCIENDE de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires. Forma parte del actual 13º Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires. Es autor de Escala de Richter para la melancolía (2014), Nosotros niños mutantes (2015), Manual de origami (Cuaderno de elefantes, 2015), Introspectiva (Cuaderno de elefantes, 2015), Poesía para pasajeros urbanos con auriculares (Cuaderno de elefantes, 2016), Cuando llegue el fin de los tiempos (Almadegoma Ediciones, 2017) y Un silencioso modo de arder (Peces de ciudad, 2017).
👉 Teniendo en cuenta tu
propia experiencia con la poesía, ¿es el discurso del poema realmente un
discurso involuntario?
👉 La poesía –como género, como experiencia fáctica y como voz posible– ha resurgido notablemente en los últimos años. Aún advirtiendo esto, ¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?
👉 ¿De qué trata el Proyecto Resonancia y cuál es el alcance que creés que tiene la poesía “escuchada” en nuestros días?
Entrevista a Jorge
Paolantonio (Catamarca, Argentina, 1947). Escritor, dramaturgo,
crítico teatral. Profesor, licenciado y traductor por la Universidad Nacional
de Córdoba, y doctorado en Lenguas Modernas por la Universidad del
Salvador. Ha representado a su provincia natal en más de veinte ocasiones
en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, y en eventos nacionales e
internacionales similares, tales como: American Literature Association (San
Francisco, USA, 2008), Festival della Letteratura di Milano (2013) y Festival
International de la poésie Trois-Rivières (Canadá, 2016), entre otros. Becas
obtenidas: Fondo Nacional de las Artes (Argentina), Council for the arts (Reino
Unido), ISA (Holanda). Entre las distinciones más destacadas que ha recibido
se encuentran el Premio Nacional de Poesía (NOA, 1993), Faja de Honor SADE en
poesía y dramaturgia (1994), Premio “Garzón Céspedes” (dramaturgia, España,
2010), Premio Esteban Echeverría (2011), Premio SoleLuna (narrativa, 2013),
Premio Luis de Tejeda (novela, 2015), Premio Luis Leopoldo Franco (2016). En
2015, el Senado Nacional le otorgó su máxima distinción, el de Senador
Sarmiento. Algunas de sus obras publicadas son Clave para abrir
las pajareras (poesía, 1973); Extraña manera de asomarse (poesía,
1989); Lengua devorada (poesía, 1994); Rosas de
sal (teatro, 1993); Ceniza de orquídeas (narrativa,
2003); Algo en el aire (narrativa, 2004); La Fiamma (narrativa,
2008); Aguasanta (novela, 2016).
👉 Jorge, sos un autor polifacético, algo que pocos han podido lograr en el camino de la escritura. ¿Qué lugar le reservás hoy a la poesía en tu vida?
👉Como escritor (de poesía, en este caso), ¿Cuál es el pacto que, consciente o inconscientemente, establecés con el lector?
👉 La poesía –como
género, como experiencia fáctica y como voz posible– ha resurgido
notablemente en los últimos años. Incluso advirtiendo esto, ¿Qué te parece que
le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el
lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?
👉De tu amplio recorrido por la docencia, ¿Qué anécdota significativa (o que te haya marcado como enseñante) podés contarnos?
«poNer el cuerpO a la poEsía»
Entrevista a Gustavo Tisocco (Corrientes, Argentina, 1969). Creador y director del Sitio Mis Poetas Contemporáneos, en el que difunde a otros poetas desde 2006 y por el cual recibió el Premio Puma de Plata, otorgado por La Fundación Argentina Para la Poesía. Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano, portugués, catalán, inglés y francés. Entre sus libros publicados se cuentan: Sutil, Entre soles y sombras, Paisaje de adentro, Pintapoemas; Cicatriz, Rostro ajeno; Desde todos los costados, Terrestre, Quedarme en ti, Reina y Hectáreas.
Creo que el nacimiento –la inspiración que hace que se escriba un poema, el momento en que llega el poema– es involuntario. Pero en él escribimos nuestras experiencias, nuestras vivencias, nuestro entorno, y eso torna al discurso parte de nuestra voluntad.
👉Contanos un poco cómo empezó el proyecto Mis poetas contemporáneos y cómo impacta hoy en tu vida diaria el alcance que ha obtenido.
Es muy amplia la pregunta, pues, como digo en un poema, “No sé si hay grandes poetas / sí grandes identificaciones”. Entonces me guío por quién más me identifica, y debo nombrar dos: la obra completa de Edna Pozzi, por la belleza, por la lealtad a la palabra, por la nobleza y la obra completa de Constantino Kavafis, simplemente por la valentía de escribir en su época aquello que defendía. Y dejo a muchos poetas con libros admirables afuera, pero me limito simplemente a la pregunta.
Fabián O. Iriarte (Laprida,
1963). Reside en Mar del Plata desde 1979. Obtuvo su PhD en Humanidades en la
Universidad de Texas (Dallas, EEUU). Enseña Literatura Comparada, Inglesa y
Norteamericana en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Ha traducido poemas
de Jean Cocteau, Jorie Graham y Adrienne Rich. Coeditó junto a Lisa Bradford
las antologías Usos de la imaginación: Poesía de los latinos en EEUU.
(Eudem, 2009) y De la nieve, los pájaros: Poesía de mujeres
norteamericanas (RIL, 2010). Entre los títulos de su obra poética se
encuentran: La mudanza (2009), Devoción por el azar (2010), Cuentas
por saldar (2010), Las confesiones (2012), La
Caja P (2012), Litmus test (2013), El punto
suspensivo (2014) y Las causas del desconcierto (2016).
👉Fabián, buena parte de tu obra poética está atravesada por un sujeto multicultural que hace uso de diferentes sistemas lingüísticos para comunicarse, lo cual da cuenta de un dominio exhaustivo del discurso, de su análisis y de su significación. ¿Qué tipo de lector modelo suponés que construye ese sujeto? La intervención de lo letrado, lo teórico o lo académico en el texto poético ¿condiciona su lectura? ¿lo eleva? ¿le da impulso y lo enriquece?
👉Trabajaste esta misma tensión multilingüe como traductor en Usos de la imaginación: Poesía de los latinos en EEUU (2009). Aunque la pregunta corra el riesgo de interpretarse como cliché, contanos cuáles son las dificultades que suelen presentarse al momento de traducir poesía.
👉Tu camino por la docencia habrá cosechado unas cuantas e interesantes anécdotas. ¿Cuál anécdota recordás que haya dejado una huella significativa o que haya marcado de alguna manera tu rol de enseñante?
👉A tu entender, ¿Qué le falta o qué le sobra a la poesía actual para resurgir como el género imponente que fue, por ejemplo, durante el movimiento de vanguardias?
👉Desde el allá hasta el acá de tu paso por la poesía (como docente, como escritor, como traductor, como lector), ¿Qué cuentas te quedan por saldar?
Para hablar de las raíces de Salamanca tendría que remontarme, al menos, unos 20 años atrás (de mis 32) en los que registro algunas de las primeras aproximaciones a esta obra. Por mi parte venía de varios años de incursionar en el mundo del cómic, sobre todo como lector y dibujante autodidacta. Además, y ya desde mi adolescencia comencé a interesarme por varios aspectos y prácticas de la cultura japonesa. En especial del Manga (1) que llegó con toda su fuerza desde principio de los años noventa. En el Manga descubrí una expresión cultural exótica y original dotada de una estética vasta y subyugante, personajes profundos y humanos, historias complejas, extrañas y cautivantes. Perfumadas por esa fascinación morbosa de los japoneses por la tecnología y a la vez embebidas de su magia milenaria. A partir de una reflexión y una investigación de años, y que aún continúa, comencé a observar cuales eran las expresiones emergentes, que, del Manga, generaban en mí mayor fascinación e interés. Y una de las cosas que descubrí fue la capacidad que tienen sus autores para contar las historias de su pueblo, de sus conflictos y de sus héroes con una siempre renovada frescura e interés. Sin descuidar su legado, pero sin aburrir y explotando de manera genuina las riquezas de su cultura. En base a esta idea comenzó a gestarse en mí el rumbo a partir del cual luego se construiría Salamanca. Para esto comencé a conformar un marco mitológico nuestro, amplio y original, que me permitiera contar las historias de nuestra tierra y su gente. En el mismo sentido, el discurso, debía ser fresco, desafiante y actual. Siguiendo esta idea, hacia el año 2000, me encontré con el Facundo de Sarmiento y me quedé prendado de la descripción que el autor hace de los oficios propios de la “Barbarie”. De entre estos, Sarmiento, hace una especial distinción del Rastreador. Lo presenta como un “profesional” dotado de un conjunto de saberes y habilidades cuasi sobrenaturales, de las que se vale, para seguir sus rastros hasta conseguir su objetivo. Artes, para las que no parece haber, en la mayoría de los casos, una explicación científica posible. De esta forma, estaban dados los condimentos claves para la génesis de “Ceferino Robles, el Rastreador”. Con él trabajé en una novela gráfica que recorría sus primeras andanzas, escritas y dibujadas entre los años del 2001 al 2003 y que llegaron a acumular los dos centenares de páginas. Realizadas con mucha garra y cariño, ya que eran en gran medida, la primera prueba que me ponía en mi camino como autor “profesional”. Consciente de mis limitaciones, en los años sucesivos, seguí puliéndome y sumando nuevas experiencias e influencias de todas partes. Hacia el año 2010 la cosa comienza a tomar otra forma. Por entonces me pongo en contacto con Francisco Zamora: guionista, comunicador y profundo conocedor del “Comic Americano”. Con quién compartimos ideas en pos de conformar una obra en común. En gran medida, fue gracias a él, que se conformó la idea de una organización en parte política y en parte sobrenatural, que daría forma a este grupo de “héroes” unidos por el mito de Salamanca. Por diversas razones Francisco se aparta de su rol de guionista, aunque continúa acompañando y corrigiendo buena parte de la producción posterior. En ese tiempo tomo contacto con Tatiana y, a través de ella, con Roberto con quienes damos dimensión definitiva al proyecto.
Tatiana tiene el don y el oficio de
la comunicación, de la facilitación entre las partes y de los necesarios
encuentros. También es una musa y nos guía con su capacidad de vernos desde
“afuera”. Explota nuestras virtudes y expone, sin vueltas, nuestros yerros
o dificultades para poder superarlos. Ella es el impulso que no llevó a
convertir nuestras ideas en una realidad palpable. Nos pone en contacto
con editoriales, autores, concursos y demás oportunidades que nos renuevan y
desafían para seguir creciendo. Con Roberto se da una relación casi
simbiótica. A decir verdad, no fue necesario contarle demasiado de que iba este
proyecto para que se enganchara porque, de alguna manera, gran parte de su vida
y de su producción plástica previa estaba vinculada con este imaginario
mágico. Roberto no necesita demasiadas indicaciones para hacer su labor.
Le sobra un guión literario y algunas consideraciones puntuales para trabajar
en libertad total contenida en las viñetas. Roberto se ha formado en
Academias de arte como la Manuel Belgrano de Buenos Aires, tuvo por maestro al
pintor Ponciano Cárdenas, trabajó como dibujante en los últimos años de la
editorial Columba y actualmente es profesor de dibujo en la escuela de Arte
Martín Malharro. Ha vivido moviéndose alternativamente entre su Sauce natal
(Provincia de Corrientes) y convulsionada La Ferrere (Oeste del Gran Buenos
Aires), para establecerse, desde hace algunos años, en el bosque Peralta Ramos
donde toda su experiencia y reflexión artística puede expresarse en medio del
sosiego y el suave rumor que le ofrecen los árboles.
👉En los últimos años, el
volumen de producción y las iniciativas de fomento e impulso para con el género
han aumentado considerablemente en nuestro país. ¿Qué creés que hace falta para
el despegue definitivo? ¿Cuáles son, a tu juicio, las carencias y las victorias
de la actualidad del cómic?
Totalmente de acuerdo con la
primera apreciación. A mi parecer vivimos una época de enorme riqueza y
libertad expresiva en el aspecto creativo del medio. Dónde, casi la totalidad
de las obras producidas por autores nacionales parecen estar marcadas por el
cello de la “obra de autor”. Carácter, que nos depara un amplio espectro de
propuestas originales, muy personales y alejadas de casi todos los cánones
comerciales utilizados en el pasado en producciones nacionales. Por otro
lado vivimos un proceso de profunda desinversión en materia editorial producto
en gran medida de la concentración de las capacidades editoriales en pocas
manos que son, al mismo tiempo, las mismas que monopolizan los medios masivos
de comunicación en nuestro país. Algunas de estas corporaciones, se dan el
gusto esporádico, de editar material de cualquier calidad sabiendo que van a
venderlo, valiéndose únicamente de su poder de difusión y de distribución. Sea
este un material, insisto, de buena calidad o todo lo contrario. Otra
característica de este momento está dada por el surgimiento de una multitud de
sellos pequeños o independientes, que impulsan las producciones de la mayoría
de nuestros autores locales consagrados o nóveles. Lo bueno de esto vuelve a lo
que rescatábamos al principio de este punto: originalidad y libertad en las
propuestas, compromiso del autor y calidad en la presentación del producto. Lo
malo, es que estos impulsos editoriales no cuentan con la capacidad de difusión
y de distribución del material que sí tienen las producciones hijas de los
multimedios por lo que tienen una llegada al público mucho más acotada.
Dependiendo, en muchos casos, de la capacidad y el carisma de sus autores que
con el tiempo y mucha perseverancia se van haciendo de un público
fiel. Otro aspecto a destacar de estas productoras independientes es que
en muchos casos no ejercen su labor editorial en el sentido “tradicional” ya
que no se ocupan de acompañar el proceso de elaboración del libro, no invierten
en su desarrollo, ni sostienen al autor o guían el proceso creativo, en vistas,
de su posterior publicación. En el mejor de los casos, se limitan a dejar hacer
a los autores, para luego, publicar y distribuir el material terminado a cambio
de exiguos porcentajes de las ventas. Dentro de este complejo panorama,
surge la alternativa de la autoedición, casi como expresión de una rebeldía creativa,
pero con un creciente asidero en aspectos económicos y de difusión. Camino que
están tomando cada día más y más autores de calidad y que no desestimamos como
camino posible.
👉Lo inevitable: hablemos
de El Eternauta, saga que ha inmortalizado a Oesterheld y a Solano
López. ¿Qué relación guardás con esta obra canónica, si se quiere mítica? ¿Qué
autores nacionales podés reconocer como fundacionales?
Tomé contacto con la obra a la edad
de 12 años. Lo recuerdo bien porque en esa ocasión estaba atravesando una de
mis dolorosas y afiebradas anginas rojas, que me tuvo, al menos, una semana en
la cama. Oportunidad que aproveché para dar cuenta de una versión coloreada y
trajinada por varias generaciones de lectores; que llegó hasta mí, gracias a mi
padrino Guille Bengoa, uno de mis grandes mentores en todo esto. Debo
decir que la lectura del relato de Oesterheld y Solano López bajo los efectos
de la fiebre produjo en mí un efecto perdurable. Inmediatamente quedé prendado
de estos héroes de la contingencia. Y en este sentido tan argentinos, pero por
sobre todas las cosas, tan genuinamente humanos. Perdurables, en la distancia
que nos depara del tiempo de cuando fueron creados… Signos indudables de que
estamos ante la presencia de un clásico. Pero, volviendo unos pasos atrás,
mucho antes de llegar a esta reflexión, lo que pasó en mi cabeza y que fue un
disparador para millones de mecanismos creativos que se desencadenaron después
llegó como un grito de adentros que decía. - “¡Faaah! ¡Pensar que se puede
hacer tooooodo esto con una Historieta!”
Con el tiempo, el leer El
Eternauta, se ha vuelto una experiencia en el sentido amplio de la palabra
ya que con cada re lectura voy descubriendo nuevas y distintas facetas. Como el
hecho de que, ni Solano y Germán, eran para nada conscientes de la obra que
estaban gestando, “Estábamos haciendo aventura…” diría en una charla Solano y
sin darse cuenta, la obra, fue creciendo con ellos. Así, por ejemplo, sabemos
hoy, que el por entonces, jovencito Solano López, se estaba “haciendo” como
profesional mediante esta obra y que si observamos con detenimiento podemos
notar sus aciertos y sus valiosos yerros en su camino como narrador visual. O
que incluso, el propio Germán Oesterheld, para entonces autor consumado y
portentoso baluarte de un tipo de “aventura humanista”, ve madurar
profundamente su compresión del contexto histórico y social que se vivía en
nuestro país. Donde, en las sagas sucesivas de este héroe, adquiere un carácter
decididamente contestatario desde el discurso y absolutamente militante en las
acciones, con las consecuencias que todos conocemos a esta altura. Pero
volviendo a aquella sensación inicial, creo que El Eternauta, es un
fabuloso ejemplo de las capacidades narrativas que tiene el Cómic, más allá, de
su valor artístico o del compromiso ideológico que sus autores volcaron en su
ejecución. Legado que dio un renovado aliento a las generaciones sucesivas de
historietistas compatriotas e incluso internacionales que fueron alcanzados por
esta obra. El Eternauta, aparece en la cresta de la ola de lo que
se dio a conocer como la “Época de Oro” de la historieta argentina. Donde
descollaron autores como Alberto Breccia, a mi entender (y el de Roberto), el
dibujante supremo que tuviera la historieta nacional, por su estilo
multifacético, extremista, arriesgado e inagotable. Autor, que al conformar
dupla con Oesterheld dieran forma a la obra máxima del cómic nacional, titulada
“MortCinder”, una suerte de evolución natural de El Eternauta, pero
en un tono sugestivamente oscuro y vanguardista; llegando a instancias
refinadas en cuanto al relato de la ciencia ficción y el horror que sólo
autores como Bradbury, Sábato o Philip K. Dick lograron alcanzar tiempo
después. La obra posterior de Solano López es digna de admiración y
rescato su yunta con Sampayo en el inolvidable policial negro “Evaristo”. Y si
de Policial se trata imposible se me hace olvidar las geniales creaciones de
Sampayo y Muñoz como su “AlacSinner” y más cerca en el tiempo “El Carlos
Gardel” de este par que ha dado varias vueltas al mundo. Otras influencias
en la historieta argentina de los ochentas y noventas es Barreiro, con sus
relatos salvajes de acción, esquizofrénicos de conspiraciones y deseos de
revolución y de alguna manera bizarramente nuestros. Historias que nutrieron
narrativamente a grandes dibujantes como Risso, Giménez y al propio
Solano. Sería muy injusto en este recorrido dejar de lado al enorme Trillo
quien escribió de todos los temas y para casi todos los dibujantes, hasta la
actualidad. Armado de su genial sutileza, con su síntesis y su belleza
internacional. De su yunta con Enrique Breccia encuentro una referencia
insoslayable para nuestros personajes, como es el caso de “Alvar Mayor”, una
suerte del primer héroe criollo que recorre la América de la conquista cargada
de un clima mágico y onírico. O también, de su dupla con Risso, de la que
surgiera la sensual “Fulú” ambientada en un entorno mágico e histórico
similar. De Fontanarrosa podría hacer un capítulo aparte por sus
personajes tan nuestros y eternos como “Inodoro Pereyra” por su ternura y sus
bellas contradicciones o “Booguie” por su pintura irónica y mordaz del típico
“héroe americano”. También entre los autores nacionales, que, desde las
letras, influyeron este imaginario creativo podría nombrar a Jorge Luis Borges,
Roberto Arlt, Ernesto Sábato, Adolfo Bioy Casares, María Elena Walsh, Liliana
Bodoc, Horacio Quiroga, Mempo Giardinelli y Osvaldo Soriano, entre muchísimos
otros…
👉El público de
historietas suele ser tildado de implacable… ¿Tienden a estar pendientes de la
crítica o se piensan más bien indiferentes a este respecto?
Nos interesa la crítica, incluso la
alentamos y la agradecemos. Si te fijás en las palabras que dedicamos a
nuestros lectores en la editorial, es casi una exigencia que le hacemos a
nuestro público. También, tomamos nota de las críticas de los periodistas
especializados, las que en general, han sido muy positivas hasta ahora y que
nos dan un fuerte impulso en la difusión. Para nosotros, este trabajo, se
basa en una reflexión activa y en un ejercicio de perfeccionamiento constante
donde el rebote de la gente es un factor fundamental para el crecimiento. Es
importante recordar que esto que hacemos es para que otro lo lea, y por eso,
nos interesa que les llegue de la mejor forma posible. Tratando de ser fieles
al lector y al mensaje que queremos transmitir.
(1) Manga: Historieta
Japonesa. Aunque en este caso incluye toda la producción multimedial que abreva
estética o narrativamente de este medio. Por ejemplo: cine, animación, video
juegos, etc. Siempre de origen japonés.
👉¿Qué representa Acción Poética Mar del Plata –tanto para ustedes como para el imaginario colectivo– y de qué manera les parece que responde el público marplatense ante este fenómeno?
En lo que respecta puntualmente a
nuestra experiencia personal, nos han sucedido una serie de hechos que tienen
más que ver con una relación de conflicto que con una posible relación de
convivencia o de interacción. Los graffiteros suelen reclamarnos a menudo el
espacio utilizado (o bien porque pensaban utilizarlo ellos, o bien porque ya lo
habían hecho parcialmente al momento de realizar la intervención de Acción
Poética). Ocurre a veces que el muro destinado a tal fin presenta una
marca, un pequeño graffiti que quizás lleva años allí, deteriorado, confuso o
hasta incompleto. Utilizar nosotros ese espacio con Acción Poética,
“apropiárnoslo”, si se quiere, puede ser tomado erróneamente como una
provocación o una suerte de desafío personal, que puede desencadenar, a su vez,
ansias de desquite o represalia por parte de sus autores. Nos encontramos
entonces ante la situación de que nuestro trabajo es inmediatamente borrado o
recubierto en seguida con otra pintura o imagen. Consideramos que el
graffiti es más bien una experiencia visual, colorida y fugaz, a la que se le
suele adjudicar cierta desaprobación o juicio moral, debido a la clandestinidad
que supone y a su relación con el vandalismo y con las pugnas entre bandas
juveniles. Acción Poética pretende correrse de ese lugar
o ese estereotipo, puesto que no contempla llevar adelante una intervención sin
el debido permiso del propietario (o bien, si se tratase de un lugar público,
de la comunidad en la que ese espacio está inmerso). Lejos de buscar un
conflicto sectorial, el movimiento pretende unir a través de la palabra poética,
llevarla a un nivel de percepción visual que le permita a la poesía difundirse
cultural y socialmente.
En realidad, no hay un esquema ni un cronograma específico. Nos juntamos a pintar cuando nos comunican que hay una pared libre para trabajar. Hay momentos del año de intensa actividad y otros de excesiva quietud. El método de contacto con nosotros puede variar. Algunas veces nos mandan un mensaje privado por Facebook, convocándonos a pintar un sitio puntual. Otras veces, un tercero nos avisa sobre la ubicación de algún muro vacío y somos nosotros quienes nos encargamos de gestionar el permiso debido. Si bien la temática de la pintada es libre, tratamos de que las frases pertenezcan a poetas locales. Nunca se firma con el nombre del autor, pero sí solemos citarlo a la hora de postear el trabajo finalizado en las redes sociales. Por otra parte, la elección de lo que se va a dejar escrito también puede variar. Generalmente, sucede que quien dona el muro suele elegir la frase o, como mínimo, al autor de ésta. Cuando eso sucede, acostumbramos llevar libros de ese autor particular para analizar las opciones con el dueño del espacio. Cuando no hay una demanda sólida respecto a lo que se quiere pintar, optamos por llevar varios libros, de diferentes autores, y, con la misma gente que acude, se decide conjuntamente la frase o el verso a copiar. Leemos poemas en voz alta, interactuamos, debatimos, determinamos tal o cual palabra. Nos interesa mucho la situación del barrio en el que se va a hacer la pintada, y es por esto que elegimos darle la palabra a la gente de ese barrio, para que puedan expresar de algún modo su realidad. Intentamos darles un orden poético a sus aportes. Lo que se escriba debe ser algo que los represente. Tuvimos hace poco un muro muy participado en el Barrio Libertad, en el cual chicos y grandes se acercaron a colaborar. La frase surgida supo suplir las demandas de todos: “La escuela del guerrero es el amor a la libertad”. Fue realmente una de las jornadas más emocionantes. También puede ocurrir que tengamos un espacio libre, donado, y optemos por invitar directamente nosotros al público, a través de las redes, a acercarse a colaborar. Se arma, de esta manera, un mini taller literario con esas mismas personas que acuden a nuestra convocatoria. De ese taller improvisado surge, entonces, lo que se va finalmente a escribir en el muro. Por supuesto, tratamos de adaptarnos a las reglas universales de Acción Poética. Se dibujan letras de color negro en un fondo blanco, siempre en mayúsculas y en imprenta. Los mensajes no deben tener más de ocho palabras, para garantizar su rápida visibilidad (esta es una de las normas más difíciles de cumplir, una de las que muchas veces resulta necesario transgredir; como ya dijimos, las frases suelen elegirse de acuerdo a las dimensiones del muro, el contexto, o la elección del propietario). Asimismo, es condición sine qua non no tocar temas políticos ni religiosos. La pintura y demás materiales pueden ser también donados o aportados por nosotros mismos. Disfrutamos mucho de lo que hacemos. Y el contacto con la gente nos deja siempre imborrables recuerdos, experiencias que nos hacen crecer como personas y como comunicadores del arte. La función de esas ocho palabras que dejamos en la calle es golpear el ojo del transeúnte. Y la motivación es la poesía. Y siempre que se hace poesía, se está haciendo una Acción Poética.